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¿Que Bach y el breakdance no pegan?

Ainhoa Uria
lunes, 10 de octubre de 2016
Bilbao, domingo, 18 de septiembre de 2016. Palacio Euskalduna. Flying Bach. Un clásico moderno: Breakdance y Bach. Patrocinado por Red Bull. Productores: Vartan Bassil & Timm Zolpys, Flying Steps Entertainment GmbH. Director Creativo: Vartan Bassil & Chistoph Hagel. Coreografía: Flying Steps. Coreografía Danza Contemporánea: Yui Kawaguchi. Dramaturga: Nadia Esparitu. Bailarines: Flying Steps; Foad Ambelj (AKA: KC-1), Khaled Chaabi (AKA: Lil Zoo), Nordine-Dany Grimah (AKA: Nono), Pierre Bleriot (AKA: Punisher), Rymon Zacherei (AKA: Rayboom), Uwe Donaubauer (AKA: UWE), Yamine Manaa (AKA: Yamine). Danza contemporánea: Ya Chun Tsai (AKA: Ya-Chun). Piano: Christoph Hagel, Vida Kalojanova. Cembalo: Daniel Trumbull, Mariana Henriksson, Sofya Gandilyan. Vestuario: Mascha Schubert. Música Electrónica: Vivan and Ketan Bati. Artwork: Bernhard Schlunga. Contenido Visual: Bernhard Schlunga, Christian Seifried, Marco Moo. Live Visuals: Marco Moo & Daniel Bandkefor momentary.com. Diseño de iluminación: Maark Langer. Ingeniero de sonido: Tobias Kanter, Marko Vujovic. Compañía Producción: Jobst Thörl for tbc, Berlin. Stage Director: Michael Roseman. Aforo: 2164. Asistencia 99%.
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En la página web de Red Bull con referencia al espectáculo aparece la duda que todo el mundo plantea, pero cuya respuesta está implícita en la pregunta. ¿Cómo no va a pegar una danza tan bien hecha con una de las músicas mejor hechas de la historia? La base de que funcione, eso sí tiene que ser la comunicación entre ambas manifestaciones artísticas. O, ¿no tenemos puestas en escena de óperas que aunque no tengan que ver con la época del libreto, casan a la perfección con su concepto artístico? Cualquier persona que haya tocado música barroca sabe cómo acelera el corazón, y ¿quién no le ha puesto alguna vez imagen mentalmente? Pues lo que el público veíamos en momentos eran guiños humorísticos hacia la música como dos cabezas moviéndose al ritmo de un trino o la representación de pasajes fugados con la yuxtaposición de los cuerpos y mínimo movimiento; conexión y comunicación entre dos épocas muy distanciadas entre sí aunque no necesariamente opuestas puesto que en concepto se encuentran unidas.

Pianista y clavicembalista hacen las presentaciones tanto en euskera como en castellano prometiendo que el espectáculo nos iba a gustar y acto y seguido empieza a sonar el Preludio nº 1 de Bach entrando en materia los elementos. La verdad es que la fusión resulta espectacular; sólo pensar que no sólo un piano con pianista en directo sino que también un clavicémbalo con su intérprete con levita y todo fuera a cuadrar con unos bailarines urbanos y que además en muchos casos, el baile fuera explicativo de la música siendo en momentos parte del análisis de forma, habría hecho llevarse las manos a la cabeza a muchas personas. Los breakdancers entran a bailar haciendo que lo que en un comienzo parecía un concierto quede en el plano de la audición mientras van llenando el escenario de múltiples y meritorios movimientos dando más placer a la hora de percibir la música de Bach.

Igual que en la película Zeus y Roxane se demostraba la comunicación ente especies, en Bilbao se demostraba la comunicación entre los estilos. Paralelamente al ejercicio de demostración ocurrían historias en las que AKA-Ya Chun, única protagonista con contacto con estilos más antiguos era otro elemento, en principio, diametralmente opuesto al tipo de movimientos que se iban dejando ver por el escenario, pero que aportó un tono más ecléctico aún al conjunto de personas a las que atendíamos absortos y a las que sus compañeros aplaudía entusiasmados desde las butacas.

Irrumpe otro elemento como una máquina, la música electrónica que a modo de terremoto armónico se mete hasta dentro del pecho y enmascara nuestra respiración, obviamente necesaria para seguir disfrutando de tan magnífico espectáculo así que entre el susto, el placer y la excitación de la fusión de la música y el corazón abocado a ponerse a bombear como loco, a parte del efecto psicológico de la música por el efecto físico de la vibración de todo el Palacio Euskalduna, me escurrí dentro de mi butaca sin saber muy bien si había alcanzado el efecto místico que Bach perseguía en su magnífica devoción.

La luz y el tratamiento del video fueron protagonistas en todo momento ya que vestían a los bailarines evocando las sensaciones musicales de forma visual. Así pues, el piano iluminado por un foco de luz amarilla, daba la sensación de volver atrás en el tiempo, su sonido era dulce y aunque el tempo se mantenía a la perfección la interpretación permitía fijarse en algunos giros de preparación en algunas células haciendo muy interesante su escucha. El clave todavía nos retrotrajo mucho más, pudiendo imaginar al Maestro en horas de composición y rompiéndose las neuronas con el método de Chladni para conseguir que se pudiera tocar el clave en todas las tonalidades sin problemas de afinación. Su sonido era más duro por el propio color del instrumento y por no aprovechar en algún que otro momento las posibilidades expresivas que la música ofrecía.

El haz de luz iba iluminando de forma alterna a cada uno de los instrumentistas cada vez que tocaban de forma que cuando uno de los dos dejaba de tocar se le sumía en el más negra oscuridad; mientras estábamos que el clavecinista aprovechó para ascender a la consola del imponente órgano del Auditorio para hacer tronar la Toccata y Fuga en Re menor de Johann Peter Kellner (que se popularizó como una obra de Bach) enfocándose los tubos y los registros de lengüeteria barroca con un siniestro azul que acababa con la ensoñación de lo que podría haber revolucionado la época del de Leipzig ¿Qué pasaría si el maestro levantara la cabeza y viera lo que han hecho con su Clave bien temperado? Se abre el debate.

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