Reportajes
Hogar, dulce hogar
Ruth Prieto

Desde sus orígenes en 1968 el Festival Klara ha apostado por la pluralidad y la diversidad. A partir del año 2014 el Klarafestival es un encuentro anual que tiene lugar en el mes de Marzo- este año del 9 al 24-, en diferentes lugares de Bélgica, en Bruselas, Amberes y Brujas, y que ofrece cada año espectáculos y conciertos de difusión internacional, “buscando siempre la máxima calidad para un público tan grande y diverso como sea posible”, comentan sus organizadores. Este año el tema central del Klarafestival 2017 es: Home sweet home. La misión del Festival ha sido siempre abordar temas sociales relevantes y actuales y esta edición no es una excepción. La migración, el desplazamiento, el exilio y la identidad serán el tema central del programa del festival 2017, bajo el título “hogar dulce hogar”.
El concierto con el que arrancaba este año Klarafestival, con el nombre de Titan*, ofreció el pasado jueves día 9 de Marzo a las 20,00 horas, un programa que incluía en la primera parte el Concierto para violín y orquesta “Dem Andenken eines Engels” de Alban Berg y en la segunda parte la Sinfonía N° 1 en Re Mayor “Titan” de Gustav Mahler, interpretados por la orquesta musicAeterna dirigida por su fundador el iconoclasta Teoder Currentzis y con la violinista moldava Patricia Kopatchinskaja como protagonista indiscutible.
musicAeterna es la orquesta de la ciudad rusa de Perm y aunque como conjunto ha ido adquiriendo una buena reputación, es con su repertorio del siglo XX donde ha generado muchísima atención, por su gran calidad. Theodor Currentzis, fundador de la orquesta y ‘Conductor of the world 2016’ por la prestigiosa revista Opernwelt, exprimió a la orquesta al máximo con su aspecto un tanto roquero, casi como un personaje de Tarantino y encandiló al público con un profundo trabajo que se notaba en cada detalle.
El arranque del Klarafestival con su impresionante concierto inaugural no pudo ser mejor. Lleno absoluto, una orquesta que entusiasma con el repertorio del siglo XX, un director muy original entregado a la causa y una fantástica Patricia Kopatchinskaja que nos comentaba: “el concierto es un réquiem, pero es más que un réquiem, es también una pieza que a veces da miedo, tremendamente emocional y muy intensa, que habla de la pérdida, de la tragedia, creo que en el momento actual muchos podemos sentirnos identificados.”
El Concierto para violín de Berg, es también conocido como «A la memoria de un ángel». Es posiblemente la obra sinfónica más célebre del compositor y una de las obras fundamentales para violín del repertorio del siglo XX. Berg lo compuso frenéticamente entre abril y agosto de 1935 y fue estrenado por Louis Krasner quien había hecho el encargo en el Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea, celebrado en el Palau de la Música Catalana de Barcelona, el 19 de abril de 1936 y dirigido por Hermann Scherchen. Poco tiempo después de que Berg aceptara escribir el concierto, sucedió algo que produjo un profundo impacto en la obra: el fallecimiento de Manon, una joven por la que el compositor sentía un gran afecto. Manon era la hija de Alma Mahler y Walter Gropius amigos del compositor. Alma, viuda del compositor Gustav Mahler, se había casado después con el arquitecto Gropius y tenía dos hijas, Anna Mahler y Manón Gropius. Berg se sentía especialmente ligado a Manón que murió a los 19 años de poliomielitis. Berg compuso el Concierto para violín que dedicó a la memoria de Manón. Berg deseaba que el concierto reflejara en primer lugar la personalidad de Manón y luego el sufrimiento, la tragedia, la pérdida y la muerte. Temiendo lo peor, trabajó rápidamente. El concierto quedó finalizado en agosto, cuando Berg tenía 50 años. Unos meses después, en diciembre, moría el compositor. La obra se convirtió en el propio réquiem del compositor que falleció tres meses antes de su estreno.
El concierto es conmovedor y la intensidad emocional que logra la violinista moldaba es impresionante. La pieza consta únicamente de dos movimientos y “la escritura para violín es de una extraordinariamente belleza y dificultad”, como nos comenta Patricia. Casi a modo de Elegía el concierto se mueve entre contrastes. Por un lado entre los pasajes que evocan a la joven Manon y por otro lado aquellos que representan la agonía y muerte de la joven. Las sucesivas explosiones orquestales nos hablan como símbolo de la proximidad de la muerte. La violinista nos comentaba que para ella representa el miedo, el adiós también lo siente muy cercano a la situación actual donde “el miedo a lo peor se siente como algo inminente que puede estar cerca.”
La interpretación está llena de contrastes, momentos de intimidad que se alternan con momentos de gran dinamismo, espacios y pasajes muy románticos con otros muy contemporáneos. El Concierto para violín de Alban Berg abarca ambos mundos, lo romántico y lo contemporáneo. A veces todavía se escuchan muchos elementos románticos y también genera muchas expectativas, cuando los esperas y no aparecen. Esta ambigüedad se refleja en la búsqueda constante, en una mirada incierta.
Patricia Kopatchinskaja fusiona todos estos elementos. Interpreta a veces más como una actriz que como una violinista. La pieza en ocasiones suena abstracta, otras enrarecida pero el concierto habla por sí mismo. Por lo que hasta la violinista – descalza - saliendo con el violín en una mano a la altura de la cabeza y sujetándose la falda con la otra cuando el concierto ya ha comenzado caminado entre los músicos, te pone el corazón en un puño porque por unos instantes, no sabes muy bien qué va a pasar, probablemente es un gesto intencionado para poner a la audiencia en ese punto de expectativa, de esperanza y de miedo, para comenzar a tocar moviéndose libremente en el flujo impredecible de la música. Kopatchinskaja baila, se mueve, crea un diálogo fantástico con el director y te mantiene siempre en vilo. La dulzura de Manon, la melancolía, la premonición de la tragedia inevitable, la fragmentación de los temas, nos habla de ayer y de hoy, de 1935 y también de 2017, de la tragedia de aquella familia y de la tragedia a la que se asoma el mundo. Las dinámicas y los volúmenes de Kopatchinskaja son diversos, a veces dulce y romántica, otras áspera y oscura, a menudo delicada, y por momentos íntima y enrarecida generando unos ambientes con unos pianísimos casi imposibles escuchar. Convincente en lo técnico y en lo musical, con una paleta llena de colores y con un nivel de entrega y riesgo difícil de encontrar.
Es sobre todo en el segundo movimiento del concierto – Allegro ma sempre rubato – Adagio con su violento dramatismo que marca la agonía y muerte de Manon donde la fragilidad de la moldava es de un ritmo brutal y siniestro hasta el final. Obra maestra del siglo XX y posiblemente uno de los mejores conciertos de violín escrito a lo largo de este siglo.
La cuestión es que después de la intensidad musical y emocional de esta obra y esta interpretación, que me perdonen Mahler y Currentzis pero casi que no quedaba espacio para la Titán. Eso sí, el director y la orquesta brillantes y al final todos a casa y home sweet home.
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