Discos

'Nuevos' aires para Kairos

Paco Yáñez
lunes, 3 de abril de 2017
Claudio Ambrosini: Song Book for Guitar. Vykintas Baltakas: Sinfonia; Pasaka / ein Märchen; (co)ro(na); Poussla; b(ell tree); Ri; Saxordionphonics. Rita Balta, soprano. Teodoro Anzellotti, acordeón. Alberto Mesirca, guitarra. Benjamin Kobler, piano. Marcus Weiss, saxofón. Chordos Quartet. LENsemble. SWR Sinfonieorchester Baden-Baden und Freiburg. Tokyo Sinfonietta. WDR Sinfonieorchester Köln. Vykintas Baltakas, Yasuaki Itakura, Johannes Kalitzke y Emilio Pomàrico, directores. Stefan Hahn, Ute Hesse, Andrea de Marchi y Arūnas Zujus, ingenieros de sonido. Dos CDs DDD de 74:49 y 79:47 minutos de duración grabados en el Virtual Studio de Treviso (Italia), en el Suntory Hall de Tokio (Japón), en el Studio Musikfabrik de Colonia, en el Sporthalle de Darmstadt, en la Theatersaal de Witten (Alemania), y en los MAMAstudios de Vilnius (Lituania), en los años 2007, 2008, 2012, 2013 y 2016. Kairos 0015012KAI (Claudio Ambrosini) y 0015004KAI (Vykintas Baltakas).
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Cuando en el año 2001 nos hacíamos con los excelentes compactos de la que fue primera hornada del sello austriaco Kairos, llamaba poderosamente la atención lo selecto de su catálogo, dedicado a buena parte de los compositores más trascendentes de la segunda mitad del entonces recién abandonado siglo XX, los Luigi Nono, Morton Feldman, Helmut Lachenmann, Giacinto Scelsi, Salvatore Sciarrino, Gérard Grisey, Peter Eötvös, Beat Furrer, Wolfgang Rihm, Hans Zender...   

...esa lista se fue ampliando con el paso de los años, y si bien muchas de aquellas referencias en la definición de los lenguajes de la composición contemporánea vieron incrementada su presencia en Kairos, otros dejaron sitio para nuevas generaciones de compositores que han diversificado el abanico estilístico de un sello cuya heterogeneidad estética es hoy su principal seña de identidad (así como el cuidado de sus ediciones fonográficas). Esa apertura de miras y horizontes musicales ha supuesto, unida al riesgo de trabajar con creadores que no son, como en las primeras remesas de Kairos, figuras históricas de la composición, una presencia en el catálogo vienés de propuestas de un nivel artístico-musical muy inferior al conocido en su día. El monográfico dedicado al compositor italiano Claudio Ambrosini (Venecia, 1948) sería un buen ejemplo, pues su prolijo Song Book for Guitar (1973-2013), con casi 75 minutos de guitarra sola, no alcanza, ni de lejos, lo que otros compactos de Kairos con música para este instrumento nos han brindado, con partituras como Salut für Caudwell (1977), de Helmut Lachenmann (Kairos 0012652KAI), o el ciclo Sgorgo (2012-13), de Pierluigi Billone (Kairos 0015016KAI).

Nada de esa inventiva formal está presente en las piezas de un Ambrosini cuya evolución en un lapso de cuarenta años nos mueve a pensar, más bien, en un estancamiento prolongado. Arias, canciones, raps, nocturnos, ciacconas, etc., se reiteran hasta la saciedad, con un rasgueo continuo y cansino, algunas apariciones fonéticas sincopadas y un tono general que hace que en absoluto pueda recomendar este compacto. Me sorprende que en sus notas Angelo Gilardino se atreva a calificar a Ambrosini de «Andréi Tarkovski de la guitarra», pues ni encontramos la poética tan personal del genio ruso, ni búsquedas estéticas o hallazgos sustanciales que, como en Tarkovski, sienten las bases de una estética trascedente que destila arte en cada uno de sus fotogramas. Maximalismos aparte, en el catálogo de un compositor que se dice influido por Luigi Nono y Bruno Maderna, hay propuestas bastante más interesantes que estas piezas para guitarra de tan caduca factura.

Más halagüeña resulta la audición del compacto dedicado al compositor lituano Vykintas Baltakas (Vilna, 1972), del que Kairos nos ofrece un retrato que abarca prácticamente veinte años de su producción musical, con piezas de muy diversa instrumentación, oxigenando nuestra mente tras el reiterativo y anodino guitarreo de Ambrosini. Su Sinfonia (1996) es un buen ejemplo de la pluralidad estilística que presenta este compacto, con reminiscencias aquí de compositores austriacos como Bernhard Gander o Clemens Gadenstätter, por su sentido del humor y la liviandad en una formación camerística de lo más prolijo. Basada en una melodía pastoril lituana, de cuyo enaltecimiento enfervorecido y patriótico se mofa Baltakas, ésta se somete a toda una serie de transformaciones a pequeña escala, de ahí también lo irónico del título sinfónico para una pieza de apenas tres minutos de duración y tan reducidos planteamientos.

Pasaka / ein Märchen (1995-97) la escuchamos en este compacto en dos versiones: la primera de ellas, para piano solo; la segunda, para piano y electrónica. En ambos casos, se trata de una reflexión sobre la literatura oral, aquí referida a la mitología hindú, con la creación del mundo, el día y la noche. Para Baltakas, Pasaka es una historia sobre cómo contar una historia, recitada aquí en lituano por el pianista a quien ambas versiones están dedicadas: Benjamin Kobler. Es un recitado obligado en el idioma del compositor, escasamente conocido, para forzarnos a escuchar la pura musicalidad de la palabra, su fluir prosódico, desdoblado en la versión con electrónica entre la voz en vivo y la pregrabada. En la realización electrónica, la narración se convierte, en su parte central, en todo un diálogo múltiple, desdoblando tanto los estratos narrativos como las capas pianísticas. En todo caso, en cuanto a inventiva, tampoco esa abigarrada prolijidad aporta gran cosa, con su frenesí en el teclado cual pianola nancarrowiana.

(co)ro(na) (2005), para ensemble, investiga las posibilidades de la fermata en un conjunto instrumental, de ahí la prolija sucesión de entradas, desapariciones y diversos tiempos de vida que se producen en una partitura que pretende desarrollarse cual organismo biológico: mirada a través de un microscopio a un universo de corpúsculos en movimiento tendido en todas direcciones. Con un peso muy específico de vientos y efectos percusivos, (co)ro(na) es pura crepitación, ocultamiento y sucesión de estados de febrilidad y suspensión; aunque, de nuevo, nos deja con la sensación de escuchar mucho lugar común y poca sustancia creativa.

Poussla (2002/2006), para ensemble y orquesta, se deriva de la partitura para ensemble Pusliné (1997-2000), cuyo título, a su vez, nos remite a un instrumento lituano de cuerda de agudo sonido. Ese tono se une, a través de las explicaciones etimológicas ofrecidas por el propio Baltakas en el libreto del compacto, a las raíces del término «pusliné» en diversas lenguas, asociado al soplido. De ahí la sensación de torrencialidad y avance continuo de la partitura, que se ramifica como impulsada por sí misma hacia un desarrollo ininterrumpido también múltiple y orgánico como el de (co)ro(na). En todo caso, y aunque no se puede negar a Vykintas Baltakas su mano para la orquestación y la clarificación de múltiples elementos microscópicos en un entramado de gran forma, la sensación que nos deja la partitura es de liviandad y falta de sustancia. Vuelve a haber algo indudablemente humorístico, así como ciertos pasajes de atascamiento que suenan hasta un poco torpes y cansinos.

El cuarteto de cuerda b(ell tree) (2007) nos remite, de nuevo, a un instrumento entre lo antiguo y lo popular: las campanas suizas verticales cuyos modos de articulación son analizados por Baltakas para ahondar en los procesos de circularidad sonora. Se trata de una circularidad no sólo como proceso físico, sino auténtica pervivencia y afloramiento de técnicas del pasado, algo que dota a b(ell tree) de muchos puntos de apoyo en la tradición del género del cuarteto, pero, asimismo, de un sumatorio de lugares comunes que vuelve a rebajar nuestra atención ante una pieza que, si bien solventemente escrita, carece de imaginación y elementos de sorpresa.

Ri (2007), para soprano y electrónica, es fruto del trabajo continuado entre 1993 y 2007 de Baltakas con la soprano Rita Balta -a la que escuchamos en este registro-, con ejemplos señeros como la ópera Cantio (2004). Sirve como base para Ri la pieza para soprano y trompeta RiRo (1995-99), que ya visitó mundoclasico.com por medio de la interpretación de la propia Rita Balta junto con Sava Stoianov (Ensemble Modern Medien EMCD-008). Si entonces citábamos a Luciano Berio como eco en la distancia, podemos volver a hacerlo, casi trazando un binomio entre Baltakas y Balta como el de Berio y Berberian en su día, en cuanto a definición de las posibilidades de una partitura desde la especificidad de un instrumento vocal particular. Algo de la música del italiano hay en Ri, así como del último Luigi Nono, con esas proyecciones que Baltakas pretende infinitas, tendidas en múltiples registros, armonías y direcciones por medio de la electrónica. Como en el caso de los maestros italianos, el diálogo y actualización de las formas históricas es una constante, pues Baltakas sostiene que la estructura formal de las relaciones entre voz y eco a través de la electrónica bebe de la forma clásica de la sonata en los siglos XVIII y XIX. Hay que aguzar el oído, para llegar a tal determinación estructural; pero, al menos, este juego de voces y sombras resulta, si no novedoso, sí más expresivo, aunque en los catálogos de Berio y Nono encontramos propuestas -varias décadas anteriores- que dejan Ri en un ejercicio un tanto endeble.

Por último, Saxordionphonics (2013), para saxofón, acordeón y orquesta, fue escrita a petición de dos de los mejores solistas en dichos instrumentos: Teodoro Anzellotti y Marcus Weiss. Baltakas indaga las posibilidades tímbricas, de color y articulación de ambos instrumentos, reforzados por una orquesta directamente acoplada a ambos. De nuevo, la insistencia rítmica vuelve a ser seña de identidad de la partitura, como su prolija multidireccionalidad, algo trasversal al catálogo de un compositor marcado por el dinamismo interno de sus piezas. Ahora bien, más allá de una polirritmia interesante, a nivel textural y tímbrico Saxordionphonics resulta una pieza bastante limitada, muy lejos de las excelencias que al propio Teodoro Anzellotti escuchamos en vivo, hace apenas medio año, en Pontevedra, cuando se adentró en los universos de los Posadas, Saunders, Pesson, etc. Como en los anteriores casos, son sus dedicatarios quienes aquí dan fe de los pentagramas, con un nivel interpretativo -eso sí- sobresaliente.

La tomas de sonido son, en ambos compactos, más que notables; en el caso de Ambrosini, realizadas en estudio y con una presencia sobresaliente muy cuidada, mientras que en Baltakas se reúnen de diversas interpretaciones mayoritariamente en vivo de sus páginas. Los libretos están firmados por Angelo Gilardino y Alberto Mesirca, en el compacto de Ambrosini; y por Veronika Krausas y el propio Baltakas, en el disco del lituano, siendo este último libreto mucho más prolijo y completo a la hora de desgranar las distintas partituras. La edición es la habitual en Kairos, aunque lo que quizás no lo sea tanto es la calidad de las propuestas hoy presentadas: nuevos aires para el sello vienés, pese a tratarse de aires un tanto tibios e insustanciales.

 Estos discos han sido enviados para su recensión por Kairos.

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