Discos
Adelson e Salvini, en el origen del genio
Raúl González Arévalo
Opera Rara hace honor a su nombre y presenta en primicia la grabación en estudio de la edición crítica de la primera ópera de Vincenzo Bellini. Después de haber hecho lo propio con La Straniera en 2008 e Il pirata (en este caso no era la primera en estudio, pero sí de la edición crítica, incluyendo la breve escena final tras la muerte de la protagonista) en 2010, ha llegado el turno de Adelson e Salvini.
Como ocurre en tantas otras ocasiones análogas, la primera obra lírica del Cisne de Catania ha pasado sin pena ni gloria en los análisis de catálogo del compositor. Apenas se citaba para señalar que se trataba de un trabajo de fin de estudios, en la que los destellos del genio salían ya a relucir en el aria de la protagonista (“Dopo l’oscuro nembo”), más tarde reconvertida en la celebérrima de Giulietta en la posterior I Capuleti ed i Montecchi (“Oh! Quante volte”). Y poco más.
Por eso mismo las notas introductorias de Benjamin Walton (responsable asimismo de las de La straniera e Il Pirata para la discográfica) resultan tan interesantes. El musicólogo, profesor en Cambridge, era la elección más indicada teniendo en cuenta sus investigaciones sobre la recepción de la música del catanés. Más allá de la identificación de las fuentes para el libreto, interesan las explicaciones sobre la elección del tema y las razones músico-dramáticas tanto de la estructura como del estilo compositivo de la obra. Igualmente oportunas las consideraciones sobre la distribución de voces, un tanto extraña, con un tenor y cuatro voces graves en los papeles masculinos, y tres altos masculinos en los personajes femeninos, en esta ocasión asumidos por mezzosopranos (sólo nos queda ya escuchar contratenores cantando Bellini...).
De forma muy inteligente, Walton no se centra en buscar los destellos de madurez en la obra primigenia, como nadie los busca tampoco en el Oberto verdiano o Die feen de Wagner. Su interés principal reside en identificar las influencias que refleja la partitura, en particular la escuela napolitana, y más concretamente de Zingarelli, director del conservatorio de San Sebastiano en el que estudiaba Bellini y en cuyo teatro se alumbró la ópera. Sin embargo, también se identifica el ascendiente de Rossini, que había dejado Nápoles por París poco antes, tras revolucionar la escena italiana. La influencia del primero es visible en la obertura –que reaparecería en la de Il pirata–, mientras que la del segundo se manifiesta en la coloratura de los protagonistas masculinos. Y si Salvini no resulta un calco del tenor rossiniano, Adelson por el contrario presenta una filiación musical directa con otros personajes del pesarés sacados de óperas semiserias como el podestà de La gazza ladra. Por su parte, el personaje de Bonifacio, que se expresa en dialecto napolitano, se remite a la tradición de bajos buffos de la escuela napolitana, que también comparece en el Rossini cómico o semiserio.
No acaban aquí las novedades. En 1985 se presentó una versión reconstruida de la ópera en Estocolmo, y fue grabada por Bongiovanni pero nunca ha salido publicada en CD. Más tarde el Teatro Massimo Bellini de Catania rindió homenaje al compositor con otra representación, grabada por Bongiovanni (y posteriormente incluida en la integral de óperas de Bellini de Dynamic), que hasta el momento constituía la única disponible comercialmente. Ambas partían de la versión en dos actos que Florimo, el amigo íntimo y primer biógrafo del compositor, tenía el encargo de preparar para el estreno profesional de la ópera. En este caso el musicólogo italiano Fabrizio della Seta, coeditor de la edición crítica de las óperas de Bellini para Ricordi, explica la diferencia entre las dos versiones. De hecho, la editorial milanesa preparó el material empleado por la discográfica para la grabación mientras se ultimaba la edición crítica de la obra. Es así como sabemos que, mientras que ha sido posible reconstruir íntegramente la versión primigenia en tres actos estrenada en 1825, precisamente la grabada, gracias a la recuperación de material que permanecía inédito hasta 2001, por el contrario resulta imposible ofrecer la segunda versión porque nunca se ultimó. Sin embargo, rizando el rizo, se ofrecen en apéndice cuatro números –un dúo entre Salvini y Bonifacio; el aria de Nelly; un dúo entre Salvini y Nelly y el aria de Struley– que responden a tres exigencias: existen en forma autógrafa de la mano de Bellini; están completos; y se diferencian claramente de los de la primera versión.
Con estos presupuestos y la calidad del elenco Opera Rara ofrece una primicia absoluta de una rareza única: estrena la versión primigenia, inédita hasta el momento, de la primera ópera de Bellini. Y lo hace de forma brillante.
En el bel canto italiano de la primera mitad del siglo XIX es primordial contar con voces que hagan justicia a las partituras. Y los tres protagonistas del registro lo hacen. Daniela Barcellona no necesita presentación, su experiencia en papeles de mezzo rossiniana la acreditaban como una elección cabal, de modo que sólo se puede aplaudir su vuelta al sello tras la ya estupenda aunque lejana Isaura de la Margherita d’Anjou de Meyerbeer. Y mejor aún será escuchar su Arsace en la anunciada Semiramide del sello para el próximo septiembre. Los años de carrera no parecen hacer mella en la mezzosoprano, que conserva el terciopelo que la caracteriza y la emisión cálida y envolvente que la ha hecho famosa. La calidad de la intérprete, belcantista de primera clase, cantante insignia de su generación en este repertorio, se nota desde la primera nota. Ni la tesitura ni las agilidades suponen el más mínimo problema, aunque tal vez se echa en falta más fantasía en las variaciones, de buen gusto en cualquier caso, en la famosa aria “Dopo l’oscuro nembo”, tanto en la versión original como en la posterior para soprano. Y sobre todo, comprende el espíritu del personaje y lo transmite a la perfección, con una expresividad tan contenida como sus emociones.
Respecto a los dos protagonistas masculinos, tanto Enea Scala como Simone Alberghini tienen experiencia en Bellinis raros tras haber cantado Zaira en Martina Franca 2013 (Bongiovanni), un título que junto con Bianca e Fernando bien podría figurar entre los próximos objetivos de la discográfica. El tenor italiano tiene su mejor baza en la flexibilidad de la voz, la más exigida en materia de coloratura de los papeles principales, y en un registro agudo seguro, con sendos re4 en la reelaboración del dúo con Bonifacio de la segunda versión. Sin embargo, donde realmente muestra su idoneidad con el estilo del compositor y convence sin reservas es en el aria del tercer acto “Sì, cadrò... ma estinto ancora”, en la que asoman las melodías elegíacas que caracterizan la producción belliniana sin renunciar a la juventud y al ímpetu que dominan su canto. Sin duda constituye uno de los puntos fuertes de la ópera y de la grabación.
Por su parte, Simone Alberghini está más cómodo con la coloratura de corte rossiniano que transmitiendo la autoridad de la que está imbuido el personaje, aspecto en el que se queda algo corto a pesar de la nobleza de acentos, como revela en su cavatina de entrada. Lo compensa ampliamente en la naturalidad del idioma y la articulación de la frase, algo que comparte con Barcellona y Scala, y que hace sonar a los demás cantantes, especialmente en los diálogos, sobreactuados, como si recitaran una obra de Jane Austin para la BBC.
Escapa a esta última observación el Bonifacio de Maurizio Muraro, que en el único personaje cómico escrito por Bellini en toda su carrera aprovecha cada oportunidad para lucirse, alternando calidez y comicidad a partes iguales hasta dotar de un relieve mayor a un personaje en principio secundario. En comparación el Struley de Rodion Pogossov, más correcto que bueno, resulta acartonado como el malvado de la historia.
Daniele Rustinioni se ha revelado como una grata sorpresa en la dirección de esta rareza, preciso en los tiempos, flexible con las agilidades y expansivo en el lirismo de las arias de Nelly y Salvini señaladas. La Orquesta de la BBC, reducida, suena más límpida que brillante, toca con ligereza, como corresponde al carácter de la partitura y al estilo belliniano, y tras un inicio un tanto monótono en la sucesión de arias de presentación levanta el vuelo, contribuyendo a una cierta teatralidad en los dos actos restantes.
En definitiva, Opera Rara ofrece una de sus novedades más atractivas de los últimos años. Habrá que ver en septiembre cómo es la nueva Semiramide que han grabado, ahí la competencia y las dificultades son mayores. Pero antes, en julio, saldrán los recitales de Michael Spyres y Joyce El-Khoury, monográficos dedicados a Duprez y Dorus-Gras, en los que la mitad de las arias seleccionadas han sido grabadas por primera vez. Es una magnífica noticia que se recuperen los recitales de este tipo, tan alejados de los caminos más convencionales de otras propuestas menos arriesgadas.
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