Alemania
Las rentas evitables
Esteban Hernández
Hace poco más de un año del estreno de lo que entonces se presentaba como una de las nuevas producciones bandera de la temporada 2015-2016, y que para la ocasión contaría con la dirección musical de Zubin Mehta y con la presencia de la venerada Anja Harteros en los paños de Elena –si bien cancelase una función por indisposición–. De la precedente producción a la presente hay notables diferencias, quizás demasiadas, no contando con ninguno de los citados, ni siquiera con el tenor polaco Piotr Beczala (Ricardo), para salvarse únicamente de la quema Andrea Borghini (Silvano), Okka von der Damerau (Ulrica) y Franco Vasallo (Renato), este último solo presente en su reposición ese mismo año en el Festival de ópera.
Sea como fuere, mi particular interés se centraba en ver en vivo, pues el DVD/Blu-ray está ya al alcance de todos (Unitel, 2017), el resultado de la puesta en escena de Johannes Erath. Tras ello mi juicio es claro: me lo pensaría dos veces antes de volver a abrir el conteiner que la custodie, a no ser que su contenido, léase, un reparto con notas estrellas, amaine la decepción que supone su continente, como en parte ocurrió en la premier. No me baso únicamente en el hecho de que toda la ópera se desarrolle en un ya vilipendiado único ambiente (fruto de la austriaca Heike Scheele), con una cama central omnipresente en la que intenta destilar el drama de los personajes, ni tampoco en que intente contagiarse de un lenguaje neo expresionista concebido a todas luces para otro formato, sino en que muestra una absoluta falta de respeto con el libreto, que ningunea sin miramientos. Si ello condujese a algún resultado podría desde luego contemplarse, pero mucho me temo que Erath, en lo que supuso su debut como escenógrafo en la Staatsoper, lo único que hace es caer en su propia inapetente trampa especular e intentar salir del paso como puede. El único punto de luz entre las sombras que cernieron la producción lo puso precisamente la iluminación de Joaquin Kein.
En cuanto al reparto heredado, amén del buen papel del barítono toscano Andrea Borghini, me cuesta decir, por el aprecio que tengo al trabajo de esta cantante, que no es sin duda el repertorio idóneo –ni en realidad el registro adecuado– para la portentosa voz de Okka von der Damerau, quien este mismo año nos ha deleitado con magníficos papeles wagnerianos. Las prestaciones de Franco Vassallo se me antojan también irregulares, con una emisión que tienen a forzar en demasía, quizás en aras de abrazar prestaciones dramáticas más acordes con el personaje, lo cual no justifica en ningún caso la apuesta.
Stefano Secco (Riccardo) cubre con solvencia la ausencia de Beczala, seguramente su presencia no tenga la misma repercusión mediática, ni su voz la misma homogeneidad, pero sin duda su rendimiento para con este repertorio en más que apto.
El papel sin duda más duro lo enfrentaba Adrianne Pieczonka, pues seguramente parte del público tenía en mente a una portentosa Harteros. Si buscaban una voz con pocas fisuras desde luego era la opción, por demostrarse en todo momento brillante y expresiva. Elsa Benoit (Oscar) fue sin embargo quien pese a su corta intervención pareció encontrarse más en su salsa, otro miembro del Ensemble de la Staatsoper muniqués que sin duda está demostrándose como un acierto más, con actuaciones meritorias ya no solo en este título, sino también en La favorite (Ines), Carmen (Frasquita) o Semiramide (Azema).
Se me antoja en todo caso excesiva la categoría L (siendo también un título de abono) señalada por el teatro en la presente temporada, que estima en 163€ el coste de la butaca en platea, y que solo encontraría justificación si hubiese sido elegida para mitigar los costes de producción de la temporada pasada, algo en cualquier caso totalmente injusto para el público de la presente. Sin ir más lejos, el día anterior se representaba La cenerentola, de categoría K (132€ platea), con un reparto de sobrada calidad, con el tenor mexicano Javier Camarena a la cabeza.
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