Rusia
Para familias, turistas y románticos
Mariña Baliñas y Maruxa Baliñas

Cada vez que vemos esta producción de La leyenda del zar Saltán de Nikolai Rimsky-Korsakov que estrenó Alexander Petrov en 2005 regresamos inevitablemente a la infancia. Al igual que la producción del Mariinski de los años 30, que se mantuvo mucho tiempo en cartel, Vladimir Firer se basa en los dibujos de Ivan Bilibin para realizar los decorados y el vestuario, con unos resultados maravillosos. A estas alturas ya es difícil saber si Bilibin es tan buen ilustrador o si -como pasa con Walt Disney- ha creado un lenguaje que identificamos casi automáticamente con el mundo infantil, Rusia y especialmente los cuentos de Pushkin. A esto Petrov añade una interpretación naif que resalta los aspectos textuales y no descuida casi ninguno de los detalles del cuento, incluso el hecho de que Guidón pique en la nariz a sus tías, pero no a su abuela, porque a las abuelas hay que respetarlas, incluso aunque no lo merezcan. Decorados, vestuario, atrezzo, etc. siguen cuidadosamente el libreto y el cuento de Pushkin al tiempo que crean un universo propio y totalmente irreal en el que es necesario 'entrar' para apreciarlo, de modo que uno disfrute de ese barril moviéndose por un mar lleno de olas al estilo caligráfico japonés y 'olvide' a ese príncipe Guidón que entra en el barril siendo apenas un bebé y sale convertido en un joven gallardo apenas unos minutos después.
Por eso cada nueva representación de La leyenda del zar Saltán en el Teatro Mariinski se llena de papás y niños, además de turistas que desean ver algo tan típicamente ruso. Por tanto aquí no se puede esperar una gran interpretación musical. Los cantantes son dignos pero es una 'función de compañía', no de lucimiento, y difícilmente hay grandes solistas. Dentro de lo que cabe, esta no fue una mala representación. La orquesta conoce muy bien la partitura y Andrei Petrenko, aunque no es una figura tan destacada como otros Petrenkos, sí es un director con una gran experiencia y -como la mayoría de los directores de plantilla del Mariinski- muy efectivo en su trabajo. Desde el 2000 es el principal director del Coro del Teatro Mariinski, además de haber dirigido numerosas óperas en Rusia y en otros países europeos. Su especialidad como director de orquesta son precisamente las óperas rusas, además de ballet, opereta, etc., de modo que La leyenda del zar Saltán, que en realidad es la historia del príncipe Guidón y la princesa Cisne, le resulta muy familiar.
Entre los cantantes hay que destacar especialmente al protagonista, el valiente príncipe Guidón, interpretado por Dimitri Voropaev, un tenor relativamente joven (se graduó en el 2003), premiado en Operalia en 2004, que ha desarrollado su carrera casi exclusivamente en el Mariinski, donde tiene en repertorio más de treinta óperas y es un intérprete muy habitual del papel de Guidón. Tiene una voz lírica y dulce que se adapta muy bien al papel del joven príncipe. Su amada, la Princesa-Cisne, encarnada por Anastasia Kalagina, también tiene una voz ligera, bastante rossiniana, que se ajustaba como un guante a su papel etéreo e irreal. El zar Saltán, el bajo Askar Abdrazakov, fue más convincente como personaje teatral que como cantante: de hecho Maruxa lo recordaba como uno de los bajos rusos importantes -y con una amplia carrera también fuera de Rusia- y en esta representación nos dió la impresión de conocer muy bien la obra pero carecer de una voz especialmente destacada.
Olga Bobrovskaya, Irina Vasilieva y Elena Vitman, las dos hermanas y la madre de la zarina, o sea, las tres comadres mucho más ridículas que malvadas, fueron como siempre uno de los principales atractivos de esta ópera. En esta ocasión resultó mucho más expansiva y repelente Vitman, mientras Bobrovskaya estuvo casi excesivamente tímida. Espléndidos los figurantes que a menudo son casi modelos de los preciosos trajes típicos (o inventados, que eso es difícil de asegurar) y no tienen una función dramática determinada, sólo decorativa, ¡pero eso sí, muy decorativa!
Para finalizar añadir sólo que Zar Saltán -que así se le llama habitualmente en Rusia- es una obra muy recomendable para aquellos que se inicien en la ópera rusa o sólo conozcan Boris Godunov y Príncipe Igor. Rimski-Korsakov es un compositor operístico muy interesante, facilísimo de escuchar, y en Europa Occidental apenas se está comenzando a incorporar El gallo de oro cuando su catálogo incluye una quincena de óperas y algunas son preciosas musicalmente. Aquellos que busquen una gran representación operística, arias maravillosas o cantantes de primera línea deben elegir otros títulos en el repertorio del Mariinski; pero los que sólo quieran ver una Rusia seguramente falsa, pero visualmente encantadora, y pasar una velada agradabilísima, esta es una gran opción.
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