España - Castilla y León
La Montiel cantó como ella suele hacerlo
José del Rincón

Era de justicia que María José Montiel volviera a Soria al cabo de casi veinte años. Después de participar en dos de las primeras ediciones del Otoño, en los inicios de su carrera, desde entonces no han dejado de suceder cosas, la más significativa de las cuales fue su paso de soprano a mezzosoprano. Si bien la cantante madrileña desarrolló con notable éxito una interesantísima carrera como soprano (y de la que tan solo un hito fue el papel protagonista de Salud en La vida breve de Falla en la función inaugural de la reapertura del Teatro Real de Madrid en 1997), canta todavía mejor y ha cosechado éxitos aún mayores como mezzo. Curiosamente, al principio de este cambio de cuerda cantaba más en el extranjero que en España (sobre todo, de la mano del grandísimo director Riccardo Chailly en títulos como el Requiem de Verdi); algunos años después, la Montiel triunfa por igual dentro y fuera de nuestras fronteras en la canción con piano y con orquesta, en el repertorio sinfónico-coral y en la ópera, con numerosos papeles entre los que destaca, por la asiduidad con que lo acomete y el éxito que logra, el de Carmen. Aparte del citado Riccardo Chailly, la mezzosoprano madrileña ha colaborado con algunos de los más importantes directores españoles y extranjeros. También era de justicia que este éxito fuera refrendado con el merecidísimo Premio Nacional de Música en 2015.
Es un privilegio para la Joven Orquesta Sinfónica de Soria poder acompañar a una solista de reconocido prestigio internacional como es María José Montiel y un gesto muy loable por su parte que haya aceptado esa oferta; cuando se presentan ocasiones como estas para una joven orquesta, hay que aprovecharlas. Creemos que es la primera vez que se ofrecen en el Otoño Musical Soriano las Cinco canciones negras de Montsalvatge íntegras y con el acompañamiento orquestal original; la cuarta de esas canciones ha sido interpretada por varias cantantes en Soria y siempre en la reducción para piano; el contexto ideal para escuchar la archiconocida Canción de cuna para dormir un negrito es en compañía de las otras cuatro canciones. La Montiel las cantó como ella suele hacerlo: maravillosamente bien. Ahora mismo se encuentra en un momento vocal privilegiado, en una espléndida madurez. Hizo gala de esos graves oscuros y rotundos, de ese centro de una belleza excepcional y si no mostró con tanta claridad esos agudos propios de quien fue una gran soprano fue porque las propias canciones de Montsalvatge tampoco tienen una tesitura excesivamente comprometedora en el registro agudo. Sí exigen ser cantados con la gracia y el donaire con que lo hizo la mezzosoprano madrileña; en algunos momentos logró resultados increíbles con el control del timbre y con un dominio excepcional del pianissimo. La Joven Orquesta Sinfónica de Soria y Borja Quintas acompañaron a María José Montiel con mimo, con un respeto infinito y con un sonido espléndido y enormemente idiomático, montsalvatgiano. De propina, la Montiel nos conmovió con Azulâo, del compositor brasileño Jayme Ovalle, cuyo estilo casa a la perfección con el las Cinco canciones de Montsalvatge que integraban el programa.
De todos los directores titulares que ha tenido hasta ahora la Joven Orquesta Sinfónica de Soria (Alberto Barranco, Vicent Alberola, Salvador Blasco) tengo un grato recuerdo; es el actual director, Borja Quintas, quien ha logrado una mayor continuidad en este magnífico proyecto. La orquesta que pudimos escuchar el día 10 es tal vez la mejor plantilla que haya traído nunca la JOSS y una centuria capaz de tutear a la JONDE y a las orquestas ‘adultas’ que vienen al Otoño Musical. De entrada, vimos una cuerda muy renovada y muy joven cuyo sonido era, sin embargo, de una calidad sobresaliente; hubo más veteranía en el viento metal, con unas trompetas, unos trombones y unas trompas impresionantes; quiero destacar el solo de trompeta con el que se abre la Quinta sinfonía de Mahler, que estuvo a cargo de un instrumentista espléndido.
Borja Quintas hizo honor a su apellido dirigiendo una Quinta de Mahler extraordinaria en el que probablemente haya sido el mejor concierto de toda la historia de la JOSS y de su director en Soria. El conjunto logró una cohesión enorme y una lógica argumental implacable en que cada evento sonoro era consecuencia lógica y necesaria del anterior; la musicalidad fue intachable de principio a fin de una partitura larga y complicada y no sólo en los pasajes más fuertes y rápidos (cosa relativamente frecuente en muchos directores) sino también en los más delicados y cantables, cosa mucho más difícil de conseguir.
Un concierto, sin duda, ejemplar y digno de ser recordado.
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