Italia
Tamerlano vs Dr. Zhivago
Jorge Binaghi
Aunque suene extraño, se trataba de la primera vez de este título fundamental de Händel en la Scala, y seguramente no fue extraña a su programación la presencia de Domingo en un rol que ha frecuentado (relativamente) en los últimos tiempos. Se trata del único como tenor (muy central) y lo llamativo del caso es que pareció tener problemas con el texto en más de una ocasión (algún grito destemplado provino del desesperado traspunte). Quien tuvo retuvo y el mítico cantante es capaz de emocionar en sus recitativos y en su gran escena de la muerte (larguísima y complicada) aunque a algunos les haya parecido, mucho o poco, ‘fuera de estilo’. No seré yo quien me queje de escuchar a un cantante implicado en lo que hace aunque no se encuentre en su mejor momento (el fiato era muy corto).
Sin embargo, desde el punto de vista canoro e interpretativo la palma se la llevaron los dos contratenores, sólo algo penalizados por las dimensiones del teatro. Pero en musicalidad, perfección, técnica, estilo y dominio de la escena es difícil decidirse por uno. Mehta ha cantado el rol más veces, pero en este caso, ayudado por la puesta en escena, a la maravilla de su canto luminoso unió la de un gran actor. Fagioli tiene una voz mucho más oscura, desde ese punto de vista más rica, y aunque puede subir con facilidad al agudo (hace unos filados portentosos), la potencia de sus graves es increíble y es igualmente un actor nato. Todo el tiempo se sacaron chispas y el duettino hacia el final de la ópera fue uno de esos momentos únicos que quienes hemos podido presenciar (no sólo oir) atesoramos para siempre.
Sin embargo, no se terminaron con esto los parabienes. Schiavo fue una excelente Asteria (un papel dificilísimo) con sólo algún que otro extremo agudo áspero (se me ha comentado que en la primera función hizo más adornos y variaciones que no siempre habrían sido felices: como no estuve presente lo comento a título de curiosidad) que defendió con convicción.
Crebassa, que había sido un excelente ‘Enfant’ de Ravel y un Cherubino sin interés en Mozart, se mostró sobrada de energía y recursos vocales en Irene, un personaje al que imprimió relieve aunque en principio tiene menos oportunidad de lucimiento que sus otros compañeros.
Sennno se mostró afortunado en su primera intervención, pero sí lo logró en la segunda.
Fasolis dirigió francamente bien (mejor que cuando acompaña a algún famoso superstar) ese conjunto formado por un grupo importante de profesores de la orquesta de la Scala que se ejercita sobre instrumentos de época y su propio conjunto de la RTV suiza, ‘I barocchisti’, que estuvieron estupendos.
La nueva producción era de Livermore, que también la coproduce desde Les Arts de Valencia (imagino que también con Domingo). y en esta ocasión debutaba en la Scala. Se puede estar o no de acuerdo con el cambio de época a los tiempos de la revolución rusa, con tantos recuerdos de los films de Einseistein e incluso con referencias a Zhivago. Aquí funciona perfectamente, lo que le permite mucho juego con luces, videos, lluvia, nieve, vagones de tren, orgías más propias de los nazis. Las equiparaciones pueden ser un tanto simplistas pero funcionan (Bajazet-Zar; Tamerlano-Stalin; Andronico-Lenin; Leone-Rasputin) y los artistas se lanzan con entusiasmo.
Las señoras, en cambio, recuerdan a algunas de las grandes divas del mudo o de principios del sonoro y si Schiavo, pese a una peluca rubia, recuerda con su visón blanco a Pola Negri, Crebassa, en apariencia más moderna y libre, morena y con vestidos de colores fuertes y más ‘atrevidos’, hace pensar en más de una ocasión en Louise Brooks. El hecho es que nadie se aburrió, había mucho público presente que no desistió pese a las 4 horas largas de duración (con un solo intervalo), la Scala colmó una laguna importante y sobre todo lo hizo de forma impecable.
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