Discos

Por fin, Mozart

Raúl González Arévalo
jueves, 12 de octubre de 2017
Juan Diego Flórez: Mozart. Arias de Idomeneo, re di Creta; Die Zauberflötte; Il re pastore; Don Giovanni; La clemenza di Tito; Così fan tutte; Die Entführung aus dem Serail; Misero! O sogno... Aura che intorno spiri. Juan Diego Flórez (tenor). Orchestra La Scintilla. Riccardo Minasi, director. Un CD (DDD) de 52 minutos de duración. Grabado en la iglesia Oberstrasse de Zurich del 15 al 27 de mayo de 2017. Sony Classical 88985430862. Distribuidor en España: Sony Music Spain.
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La marcha de Juan Diego Flórez de la que fue su discográfica en exclusiva desde los inicios, Decca, hasta Sony, siguiendo el movimiento previo de Jonas Kaufmann, provocó cierta sorpresa. La publicación con el sello británico de un recital tan aburrido como insustancial dedicado a la canción italiana (Italia), de corte claramente comercial, que no aportaba nada a su carrera cuando había mucho repertorio por explorar aún en disco, daba la sensación de un cierto agotamiento de ideas y propuestas, toda vez que el peruano había declarado su intención de ampliar su repertorio desde el bel canto italiano hacia otros terrenos como el francés. Así había quedado claro previamente con L’Amour.

Precisamente, a raíz de este último disco, en el que se pusieron de manifiesto las limitaciones del instrumento en materia de espesor vocal en las partes más líricas (Wilhelm Meister, Roméo, Gérald y Werther), escribía, de cara a explorar nuevos papeles, que “también podría ampliar repertorio con un programa con arias de Giovanni David, pero no obligatoriamente de Rossini: durante su estancia napolitana el tenor estrenó papeles de otros compositores fundamentales en la década de 1815-1825; en el mismo sentido, en el repertorio francés los papeles del siglo XVIII, de Rameau a Gluck, también le ofrecen posibilidades. Como el barroco italiano. Y la gran incógnita pendiente: Mozart”. 

Tanto Flórez como Sony necesitaban un reclamo potente para el primer recital con la nueva discográfica exclusiva, que justificara tanto el cambio de uno como la decisión artística de la otra. Con buen juicio, la elección ha recaído en Mozart. Como el propio tenor explica en las notas de presentación, se trata de un proyecto largamente acariciado y sucesivamente pospuesto. A tenor de lo que se escucha, parece haber llegado en un momento oportuno de madurez, vocal y artística.

La praxis interpretativa de Mozart parece separar de forma clara las obras juveniles –que se adscriben al Barroco tardío y se interpretan siguiendo esos parámetros, incluyendo la ornamentación de las arias y el uso de orquestas de instrumentos antiguos– de las de madurez, en las que hay más sobriedad interpretativa a la hora de variar los da capo, cuando no se sigue la escuela alemana que no introduce prácticamente variaciones. El punto de inflexión lo marca Idomeneo. Con frecuencia, los tenores que abordan Don Ottavio, Ferrando, Tamino y Belmonte no se acercan a Mitridate, el primer gran papel para la cuerda escrito por el salzburgués.

Flórez elige inteligentemente la vía de en medio: aborda papeles de todos los períodos y no renuncia a introducir variaciones significativas en ninguna. Hace tiempo que directores de orquesta como Charles MacKerras y René Jacobs, desde posiciones alejadas, han insistido en la necesidad de unificar criterios en este sentido, grabando incluso las variaciones propuestas por el propio compositor; en el caso del primero incluso con un recital cuyo título es ya toda una declaración de intenciones: Mozart The Supreme Decorator.

Un análisis más detenido del programa propuesto revela que, en realidad, Flórez se inclina por el período de madurez (Flauta mágica, Clemenza di Tito, Don Giovanni, Rapto en el serrallo) y apenas comparecen dos arias de obras juveniles, Re pastore e Idomeneo. Se trata de una diferencia neta con los recitales mozartianos de insignes rossinianos que le han precedido, como Raúl Giménez (Nimbus records) y Rockwell Blake (Arabesque), que incluían también piezas de La finta giardiniera o Mitridate, re di Ponto. Con ellos comparte el aria de concierto “Misero! O sogno... Aura che intorno”, el aria de Ferrando “Un’aura amorosa” y las dos de Don Ottavio. Lo que diferencia netamente a Flórez es la mayor imaginación en las variaciones.

Idomeneo no es, de entrada, el mejor papel mozartiano para Flórez, aunque el dominio de las agilidades de la versión más extensa y compleja de “Fuor del mar” sea absoluto y las variaciones propuestas entusiasmen por su atrevimiento fuera de lo común. No se le puede poner un pero, aunque difícilmente vaya a encarnar al rey cretense. Más interesante, por inusual y difícil, habría sido escuchar las arias de Idamante. Flórez tiene los agudos y las agilidades para abordarlo.

De la misma manera, tampoco se diría que le vaya a interesar completo Tamino. La pronunciación del alemán, que no es un idioma habitual en su repertorio, está muy trabajada, y el fiato largo hace que luzca unas líneas ligadas de gran calidad, como en el aria de Ferrando. La de Alessandro (“Si spande al sole”) la ha interpretado en público y obtiene un mejor resultado gracias a una mayor adecuación vocal, y no solo por las agilidades. Belmonte también ofrece buenas posibilidades, como revela la elección de “Ich baue ganz”, frecuentemente cortada por la dificultad de las agilidades de la sección conclusiva.

He dejado para el final el plato fuerte del recital. Las arias de Tito tienen toda la fuerza de quien está acostumbrado a encarnar papeles rossinianos nobles (Almaviva, Corradino Cuor di Ferro, Don Ramiro, Ilo, Giacomo V) y a pesar de su brevedad se intuye que sería un gran protagonista, entre otros motivos por su capacidad para insuflar dramatismo a los recitativos. Para muestra, la introducción de “Misero! O sogno”, a la que dota de una gran modernidad. El culmen de este compendio de posibilidades lo ofrece Don Ottavio, con un legato inmaculado en “Dalla sua pace”, también variada con gusto en la segunda parte, y con “Il mio tesoro” que cobra todo el sentido de un aria de lucimiento. A diferencia de las propuestas que proceden del Barroco y miran al pasado, a la tradición heredada y modificada por Mozart, la visión de Flórez mira al futuro. Sin sonar rossiniano en sus propuestas, resulta más moderno que los que están anclados en una visión interpretativa quizás un tanto obsoleta. En este sentido, es como si tuviera en la cabeza a Manuel García, que alternaba Rossini con Mozart. Y el resultado no puede ser más atractivo.

En definitiva, más allá de los papeles más líricos de Donizetti (Gennaro mejor que Edgardo) y Verdi (tras Fenton y el Duca anuncia Alfredo), se confirma que Flórez tiene grandes posibilidades con Mozart. ¿Seguirá retrocediendo en el tiempo y llegará al barroco?

La Scintilla es una orquesta de instrumentos antiguos habituada tanto al Barroco como al Clasicismo y al bel canto, de modo que es una buena elección para la óptica planteada en el disco. Al igual que Flórez, y a diferencia de otros conjuntos que suenan barrocos interpretando Mozart, aquí transmiten frescura y modernidad, y es un magnífico soporte en todas las ocasiones, como la dirección de Minasi.

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