España - Cataluña
El otro Ballo: turistas, bostezos y Tretyakova
Jorge Binaghi
Este segundo reparto para la ópera verdiana cambió en los cinco principales. Salvo eso y una vistosa laguna de Ialcic en el tercer acto, es lo único nuevo para comentar. Ciertamente, sin Beczala y Carlos Álvarez el nivel bajó notablemente. Lo mejor fue el debut de Tretyakova en un excelente Oscar tanto en el aspecto escénico como el vocal, donde se oyó una voz de interés mayor que el de las típicas soubrettes que suelen cantar la parte. Fue la única de la nueva distribución que no padeció en el registro grave, ya porque se carezca de él, o se lo tenga en escasas proporciones para lo que las partes necesitan, o porque la emisión no es la adecuada. Este último fue el caso de Bardon, una artista interesante y cantante notable en otros repertorios (particularmente el barroco), pero que con el canto de Verdi, aunque es musical, tiene poco que ver. Resulta aceptable porque es una brillante actriz.
De los tres protagonistas el mejor fue, de lejos, Sartori. La voz sigue siendo bella aunque se ha vuelto menos flexible, la respiración es más corta, el ataque en el agudo a veces resulta brusco, y ciertamente hoy no puede hacer un filado que no se convierta en falsete y el grave apenas se oye. Por otra parte, nunca ha sido un gran intérprete en el aspecto escénico y en eso no ha mejorado.
Siri es una buena cantante, de timbre anónimo. El principal problema es que continúa siendo una soprano lírica aunque su repertorio se haya ampliado en todas las direcciones (especialmente las que no sean justamente de ese tipo), y entonces, si los filados son muy buenos, y los agudos, aunque empiezan a tornarse ásperos y a estar a veces cerca del grito, le responden, el registro central, y sobre todo el grave, no son los que pide Amelia. Sin ser genial como intérprete lo hace con corrección.
Lo que pesó más negativamente fue la actuación de Meoni. La voz aparece destimbrada, demasiado clara para la parte, y limitada en el agudo (‘Eri tu’ fue el ejemplo más evidente, pero hubo frases como ‘O giustizia del fato! La vendetta mi deleghi tu’ que también lo pusieron contra las cuerdas). Por otra parte, aunque miró permanentemente al director, se perdió en dos o tres ocasiones en frases fáciles pero clave, y también en su caso el grave sonó insuficiente. Tampoco se destacó en el plano dramático.
El público, y eso que era menos numeroso y aplaudidor que en las funciones del primer reparto, parecía salido de las páginas de La montaña mágica: eso en el primer acto. En los siguientes se agregaron un celular que arruinó las últimas notas del segundo acto; y entre el segundo y el tercero pareció abrirse un concurso sobre quién dejaba caer cosas más pesadas y ruidosas al suelo. En platea, aparte de mucho turista interesado, vi también mucho bostezo.
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