Crónicas Porteñas
Los porteños no nos aburrimos, por eso no nos apresuramos
Susana Desimone
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Los porteños tenemos casi todo el tiempo muchos problemas. Pero jamás padecemos ese mal inimaginable para nosotros que suele afectar a países exóticos como Suiza, Noruega o Suecia: el aburrimiento.Estar sentados sobre un volcán ignorando el momento en que estallará la erupción es una sensación fascinante sólo comparable, tal vez, con el vértigo de una montaña rusa, según cuentan quienes han pasado por la experiencia.En los últimos meses hemos pasado de un gobierno neoliberal y conservador a otro ultraliberal y algo más conservador. El mercado y sus leyes rigen cada una de las decisiones de un gobierno que, antes de las elecciones, repetía como eslogan: "Algún día va a ganar la gente". Ahora nos estamos preguntando a qué gente se refería o quizá deberíamos preguntarnos a qué día de qué año se estaban refiriendo.Los posibilistas sostienen que lo que se hace es lo único que se puede hacer, habida cuenta de la herencia que dejaron los que se fueron. Esto es cierto pero también es cierto que la desocupación aumenta y con ella la secuela de violencia y angustia de aquella gente que iba a ganar. Enancados sobre esta realidad los que se fueron no paran de fogonear el descontento, como si de pronto hubieran descubierto que la miseria empezó ayer.De manera que, en esta lucha de todos contra todos, hay final abierto, aunque todos tememos imaginar cuál.En ese contexto, el cierre y posterior reapertura del teatro Colón, pareció una insignificancia que ni valía la pena mencionar. Hasta hubo, según trascendidos, un funcionario del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que dijo (fuera de los micrófonos) que un problema que afectaba a 500 personas era un problema menor.También por estos días, circuló una protesta por la supresión de la música académica del programa organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, denominado Música y Museos. En efecto, en dicho programa se incluyen ciclos dedicados al jazz, a la música para niños y se anuncian más de 30 recitales de tango, folklore, canción pop, rock, blues y jazz-funk.Los protestadores se preguntan: "¿Cuál es el motivo social, económico o comunicacional por el que los responsables de elaborar la política cultural del gobierno de la ciudad hayan decidido discriminar la música académica? ¿Dirán que es aburrida, elitista, obsoleta, no representativa, inexistente?"Señores, ¡qué obsesión con la cultura! ¡Cuántas preguntas en circunstancias en las que hay que ocuparse de cosas verdaderamente importantes, tales como el sube y baja de las Bolsas, la ratificación diaria del Ministro de Economía al que todos los días se da por renunciado o el resultado de las elecciones en Estados Unidos, que ahora sí está más cerca de los países del tercer mundo donde las contiendas electorales se resuelven un mes antes de celebrarse, o se demora un mes en anunciar el ganador o se matizan con algunos balazos antes, durante o después!Pero los aburridos, elitistas y obsoletos no nos rendimos y con esa inconciencia, propia de quienes no tienen nada mejor que hacer, fuimos capaces de disfrutar de algunos sucesos destacables en el mundo de la música.Por ejemplo:1. El recital que Jean-Ives Thibaudet ofreció en el teatro Colón el 27 de septiembre último con obras de Debussy, Ravel y Olivier Messiaen, inolvidable por su virtuosismo y sensibilidad, perfección técnica y conocimiento profundo de los compositores cuyas obras interpretó.2. El concierto de la Orquesta Sinfónica de Chicago, dirigida por Daniel Barenboim, el 11 de octubre. Esa noche tuvo una magia similar a la que creó Claudio Abbado al frente de la Orquesta Filarmónica de Berlín pocos meses antes. Y es que al programa integrado por el Preludio a la siesta de un fauno y El mar de Debussy y por El sombrero de tres picos de Manuel de Falla, interpretados magistralmente, con un sonido de esos que recuerdan la perfección de la versiones grabadas en disco, se sumó la personalidad carismática de Barenboim, respetado y amado por sus compatriotas, que se lo demostraron con fervor, entusiasmo y casi pasión. Barenboim es de esos argentinos talentosos de enorme capacidad técnica y prestigio intelectual, reconocidos internacionalmente, pero también dueño de una exquisita sensibilidad que sabe transmitir como pocos.3. En el mes de agosto había llegado para ofrecer un recital de piano, conmemorando los 50 años de su debut en el teatro Colón. El tiempo demostraría que su precocidad marcaba sólo el comienzo de una carrera extraordinaria. En octubre volvió, en su doble carácter de pianista y director, y en el último de los conciertos (en el que se escuchó únicamente la Sinfonía Nº 7 de Mahler) la Sinfónica de Chicago y su director fascinaron a mucha gente que, como expresara el crítico Jorge Aráoz Badí, "sospechaba que Mahler no era tan retorcido como tantos lo habían retratado" y que, por fin, esa noche lo comprobó.4. La puesta en escena de Tristán e Isolda que pudimos ver el 6 de octubre, con un elenco casi olvidable, del que sólo pudimos rescatar a Graciela Alperyn en el rol de 'Brangania' y al barítono norteamericano Tom Fox en el de 'Kurwenal'. El tenor Heikki Siukola (Tristán) y la soprano Nadine Secunde (Isolda) no tienen voces precisamente wagnerianas. Pero quien se llevó las palmas de la noche fue el regisseur, escenógrafo y diseñador de iluminación Roberto Oswald. La muerte de 'Isolda' envuelta en "olas de vapor y nubes de olas", como él mismo describe su trabajo, produjo un impresionante y magnético efecto. Isolda desapareció ante nuestra mirada estupefacta tras un telón de boca con el que se hizo alarde de un juego de luces que nos convenció de que la protagonista se volvía un punto casi invisible bajo las aguas.5. Oswald dijo, a propósito de su puesta: "Los amantes reconocen su amor a través de su mirada, para lo cual necesitan de la luz, pero se refugian en la noche para amarse y desentenderse de los elementos de la vida. Extinguir la luz equivale a amarse, pero también a morir. Amar les significa deseos de seguir viviendo pero también una renovación lacerante de la pasión que sólo puede calmarse en la muerte. Juego del absurdo de la vida y el devenir del cosmos. Como lo define Isolda, sumergirse en el Respirar Universal del mundo, inconsciente, supremo deleite. Esas sagradas olas de vapor y esas nubes de olas que la envuelven serán, según mi concepto, el único elemento de la fuerzas naturales que se harán visibles en este acto musical wagneriano. Pareciera deliberado que en esta obra el compositor no menciona ni una sola vez a Dios. En cambio sus protagonistas parecen entregados incondicionalmente a un destino que anida en lo más profundo de su psiquis".En resumen, más allá de imperfecciones o limitaciones vocales, hubo una puesta excelente, una brillante dirección orquestal a cargo de Franz-Paul Decker y algunas voces para disfrutar. Lo demás ... pasémoslo por alto. El esfuerzo bien lo merece.6. La reapertura del teatro Argentino de La Plata. Después de 23 años de su destrucción por un incendio (por acá nos tomamos nuestro tiempo para rehacer las cosas que valen la pena) y de una apresurada inauguración preelectoral, (antes del 24 de octubre de 1999 -día de elecciones presidenciales- las autoridades de la provincia de Buenos Aires estaban muy preocupadas por dar señales de su interés por la cultura) finalmente estuvo lista la sala grande, llamada Alberto Ginastera para representaciones de ópera. Hay además otra sala más reducida: la Astor Piazzolla destinada a ciclos de grandes solistas internacionales, conjuntos de cámara argentinos e internacionales, ópera y teatro de cámara y recitales de cantantes e intérpretes de todo el mundo. Fue verdaderamente conmovedor ver llegar hasta la bella ciudad de La Plata (famosa por su Universidad -que conoció tiempos mejores, por el diseño de sus calles y diagonales -se dice que en ese aspecto es ciudad gemela de Washington- y por el perfume de los tilos en primavera) más de treinta ómnibus que traían gentes de distintas provincias, Rosario, Córdoba entre otras, para ver y escuchar Tosca.En las primeras representaciones, actuó un elenco integrado por cantantes de diversas nacionalidades, entre los que figuraron la venezolana Inés Salazar, el mexicano Alfredo Portilla como 'Cavaradossi' y el norteamericano David Pittman-Jennings como el maldito 'Scarpia' a quien los operómanos nunca odiamos lo suficiente.Esta cronista estuvo presente en la función del 5 de noviembre, día en el que la protagonista fue la uruguaya Rita Contino, de quien merece recordarse que en mayo de este año fue homenajeada en la Opera de San Pablo, Brasil, como la "mejor Tosca" de los últimos 20 años en Brasil, distinción que surgió de una encuesta realizada entre la prensa y el público para los actos conmemorativos del centenario del estreno de la ópera de Puccini. Después de escucharla, creemos que el galardón es absolutamente merecido.'Cavaradossi' le dió al argentino Darío Volonté la oportunidad de comprobar una vez más cuánto lo admira y lo ama el público de su país. Este magnífico cantante, de dicción clara, perfecta entonación y voz cálida y poderosa, estuvo cerca de la muerte durante la guerra de las Malvinas, cuando se hallaba a bordo del crucero General Belgrano, hundido por las fuerzas inglesas. Ahora, como declaró hace poco tiempo en un reportaje, prefiere no recordar los horrores vividos y entregarse a la alegría y el gozo del canto. En fecha próxima lo veremos en el teatro Colón interpretando El trovador de Verdi y posteriormente será 'Calaf' de Turandot" en la Opera de Tokyo, Pittsburg y el Concertgebaw de Amsterdam y 'Don Carlo' en el Teatro Real de Madrid.El barítono argentino Ricardo Ortale debutó esa noche en el rol de 'Scarpia' y su actuación fue correcta aunque no deslumbrante.Mención aparte merece la escenografía, vestuario e iluminación que realizó Beni Montresor quien aprovechó las dimensiones del escenario para crear espacios agigantados aún más por espejos laterales, lo que produjo una sensación de grandiosidad de la que estaba ausente el sentido de opresión y encierro que, por lo general, transmiten los ámbitos del primero y segundo acto, en las puestas tradicionales. Personalmente sentí más logrado el clima creado para el tercer acto, donde el juego de luces fue tan espectacular que las figuras de los perseguidores de 'Tosca', congeladas y oscuras sobre un rojo profundo, volvieron aún más dramático y trágico el salto final de la protagonista.Auguramos el mejor de los futuros para el teatro Argentino de La Plata, que es ya un verdadero orgullo para todos, por sus adelantos técnicos, lo sofisticado de sus maquinarias de escena y por la cálida y sobria belleza de su sala principal.Costó más de 23 años volver a tenerlo. Ojalá podamos cuidarlo y conservarlo como lo merece la gente de La Plata y del resto del país y del mundo que sigue creyendo que ciertos gastos improductivos son la mayor fuente de riqueza de una nación civilizada.
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