España - Canarias
Extraños frutos. De Billie Holiday a Barbara Hendricks
Eliana Cabrera

1. Lo dionisíaco del blues
[T]endría que ser demostrable también históricamente que todo período que haya producido en abundancia canciones populares ha sido a la vez agitado de manera fortísima por corrientes dionisíacas, a las que siempre hemos de considerar como sustrato y presupuesto de la canción popular.
Friedrich Nietzsche, El origen de la tragedia
Dos son los principios, según teorizaba Friedrich Nietzsche, que rigen el arte: el apolíneo y el dionisíaco. El primero obedece al instinto del sueño, crea un arte basado en la definición de apariencias, de formas, regido por la creación y contemplación disciplinada de imágenes; el segundo obedece al instinto de embriaguez y supone la posesión de la persona, el éxtasis que lo convierte en un ser transfigurado, hechizado, en una obra de arte por sí misma: el cuerpo, las pulsiones, el sufrimiento, se convierten en protagonista, y el ser humano en obra de arte.
Hace poco, buscando ejemplos en clase de Historia de la Música para ilustrar los dos principios, se me ocurrió hablar de Billie Holiday como modelo del principio dionisíaco. No pretendía teorizar sobre el estilo de la cantante, sino transmitir la idea de lo dionisíaco a un grupo de alumnos y alumnas utilizando un modelo valioso y no banal. La elección tuvo algo de azaroso y arbitrario pero lo cierto es que la idea me ha seguido rondando desde entonces. ¿El blues como materialización del principio dionisíaco y la genial cantante como perfecto ejemplo?
La encuentro una idea atrevida pero podría defenderse. El blues tiene algo de representación, de posesión, incluso: quien canta blues, según se suele decir, está poseído por el espíritu del blues, “tiene el blues”, pero al mismo tiempo “aleja el blues”, en tanto que emotividad. Quizá podríamos calificar de “posesión” el estilo de la cantante, sobre todo en sus últimos años. Sin duda la distingue la expresividad dramática con que canta o, a veces, casi recita. El blues es un arte que representa la corporeidad a través de voces dañadas por el dolor, por el alcohol, por la vejez, o también a través (por ejemplo, en el blues sureño) de toques de guitarra realizados con cuellos de botella, que exploran la materialidad más descarnada, explotando con la distorsión sus recursos tímbricos y haciendo cantar al instrumento lamentos increíblemente humanos. También podría servirnos de excelente ejemplo la cantante Bessie Smith.
Más problemas tuve para encontrar el principio de lo apolíneo en la historia del jazz. En aquel momento se me ocurrió citar a Ella Fitzgerald, cantante casi coetánea de estilo opuesto, que recordamos por canciones idílicas cantadas con precisa melodiosidad y cristalino y risueño timbre de voz. En realidad quizá ni siquiera quepa hablar de un apolíneo de la música popular. He seguido dudando hasta el el otro sábado.
2. Lo apolíneo del blues
El sábado 24 de noviembre Barbara Hendricks actuó en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. Siguieron dos conciertos más en Gran Canaria y en Lanzarote. El concierto tinerfeño tuvo una buena campaña de comunicación y la noche del concierto un teatro abarrotado recibió calurosamente a la cantante y sus dos acompañantes, Mathias Algotsson (piano y órgano), Ulf Englund (guitarra y luces). El concierto, titulado The Road to Freedom (blues & negro spirituals), conjugaba música, luz, color (en el escenario) y textos relacionados con los derechos humanos (con la lucha por los derechos civiles de las personas afroamericanas en Estados Unidos, pero también con los derechos de las personas refugiadas), leídos en castellano con profunda y conmovedora seriedad por la cantante misma. Todo el concierto, de hecho, fue capaz de transmitir esa combinación entre una respetuosa sobriedad y una implicación magnética y humana, que se transmitió eficazmente al público.
Hendricks inició su carrera como soprano lírica. Su manera de hacer blues revela los rasgos de su formación clásica, especialmente en las notas más agudas, mientras en los registros graves se respira la calidez del blues. El resultado tiene algo extraño y fascinante, mucho más en el directo que en las grabaciones que había podido escuchar. La coherencia estética de todo el concierto así como el carisma de la cantante hacen que la escucha en vivo sea una experiencia muy particular. Su concierto acaba convirtiéndose más bien en una representación no imitativa del blues, y quizá en este sentido acabe convirtiéndose, ahora sí, en un análisis, en una imagen, en una pura apariencia apolínea.
Down in Mississipp, Dark was the Night, Glory Halleluja, Amazing Grace, y I Wish I knew how it would feel to be free, fueron algunos de los temas que se interpretaron. Aunque mi curiosidad iba especialmente hacia el mítico Strange Fruit, la canción compuesta por Abel Meeropol (poeta y compositor comunista nacido en Rusia) a raíz de dos linchamientos en Indiana (y, en general, a raíz del clima de abierta violencia hacia la población afroamericana), y popularizada por Billie Holiday.
3. Strange fruits
La canción es estremecedora. El texto breve describe con dolorosa ironía el aire perfumado de magnolias en el sur “galante” mientras se balancea en uno de sus árboles el cuerpo masacrado de una persona, con los ojos desorbitados y una mueca inhumana: “extraña fruta”, según la canción, que producían los campos del sur, en dolorosísima alusión a los linchamientos y asesinatos que en los estados sureños del territorio estadounidense se sucedieron contra la ciudadanía afroamericana. La música, como la lectura de una poesía, procede verso a verso, lenta y repetitiva y con tono sombrío. Pero es Billie Holiday en su actuación quien lleva al oyente bajo el árbol mismo, a sufrir la lluvia, el viento, y el sol junto al cuerpo martirizado de la víctima. Su versión grabada en directo, disonante, fragmentada, imprevisible, llena de silencios repentinos, a momentos acompañada por el piano, a momentos en desgarrador solo de una voz rota, transmite de la única manera honesta el horror de esa realidad increíble. La expresividad embarga la melodía, conquista la melodía, emborronándola con episodios de deformación vocal hasta el expresionismo.
4. Los frutos puros de América enloquecen
La sensación que me dio el Strange Fruits de Barbara Hendricks fue la de estar escuchando una canción diferente. Barbara Hendricks, cantante estadounidense, hoy ciudadana de Suecia, colabora con ACNUR (el alto comisionado de las Naciones Unidas para las personas refugiadas) y es sin duda, a juzgar por su historial, una persona comprometida, que canta y recita, desde el respeto y la seriedad, unos textos históricos de primera importancia en nuestra historia más reciente. Probablemente, la distancia desde la que canta Strange Fruits denota un respeto hacia la cantante, irrepetible, que lanzó la canción.
Se dice que Billie Holiday acababa los espectáculos con Strange Fruits, después de la cual se apagaban las luces y ella desaparecía del escenario. Aunque la figura de Billie Holiday no tiene el espacio que se merece en muchos de los manuales de historia del jazz que se han traducido al castellano, todos ellos le dedican un par de párrafos para hablar de ella como un talento vencido por la adicción a las drogas, para describirla de manera más bien condescendiente como una víctima pasiva. El tratamiento interpretativo que da a la canción nos muestra en cambio a una mujer consciente y autoconsciente, comprometida desde el trabajo artístico e intelectual en la lucha por la dignidad de todas las personas. Billie Holiday que conoció la violación, la prostitución, la marginación, la discriminación, que conoció la cárcel y que acabó su vida en la miseria, apartada forzosamente de los escenarios; Billie Holiday, que se codeó con los mayores artistas de su época, con Lester Young, con Benny Goodman, o Count Basie; Billie Holiday que puso la tragedia de los linchamientos racistas al alcance de nuestros sentidos y de nuestro testimonio; Billie Holiday – Eleonora Fagan era su nombre real - no es una simple víctima, sino una figura histórica, consciente y comprometida con una aportación a nuestra cultura que difícilmente puede repetirse, que solo puede reinterpretarse y rememorarse desde la distancia histórica.
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