DVD - Reseñas
La sala de máquinas brahmsiana
Paco Yáñez

Cualquiera que conozca mínimamente bien la música del compositor alemán Johannes Brahms (Hamburgo, 1833 - Viena, 1897), será consciente de la crucial importancia que el pensamiento camerístico tiene para estructurar toda su producción, incluso, sus obras orquestales y sus grandes piezas corales. Ello es fruto de la fuerte impronta que el clasicismo, vía Beethoven, tuvo en un compositor de tan elegante arquitectura y de una perfección en la construcción de sus partituras que encuentra su más destilada esencia, precisamente, en la música de cámara.
El sello EuroArts nos ofrece, por primera vez, el conjunto de la producción camerística de Johannes Brahms, su 'sala de máquinas' musical, en formato audiovisual en un solo Blu-ray de una duración más que generosa, pues alcanza los 986 minutos: algo inaudito incluso en formato BD (y eso que EuroArts viene presentado, en su serie Classic Archive, ediciones caracterizadas, precisamente, por una duración verdaderamente inusual, dada la cantidad de obras recogidas). Se trata, por tanto, de toda una inmersión, tan profunda como extensa, en el corazón del pensamiento brahmsiano; además de -ya que en Navidades estamos- todo un regalo de lo más propicio para estas fechas (si el destinatario de nuestro agasajo es alguien con buen gusto y criterio musical).
Estructurado en capítulos según las diversas combinaciones instrumentales (dúos, tríos, cuartetos, quintetos y sextetos; además de un interesante extra del que más adelante trataremos), comienza este viaje camerístico en la Orchestra Hall de Chicago, con la lectura que, en octubre de 1989, realizaron Itzhak Perlman y Daniel Barenboim de la Sonata para violín y piano Nº1 en sol mayor opus 78 (1878): una interpretación en vivo de una notabilísima calidad, saludada por público y crítica desde su aparición en disco compacto (Sony SK 45 819) como una de las referencias fonográficas para el opus 78 brahmsiano. Curiosamente, pese a la habitual visión 'directorial' de Barenboim desde el piano, diría que es Itzhak Perlman quien lleva aquí la 'batuta', imprimiendo al dúo un fuerte lirismo, espontáneo, melodioso y agradable; algo que comparte su lectura de la Sonata para violín y piano Nº2 en la mayor opus 100 (1886), tan febril y desenfadada como la primera sonata, gozando de la libertad del directo y del enorme bagaje de ambos intérpretes en la música de Johannes Brahms, tanto en la camerística como en la orquestal. Curiosamente, en la Sonata para violín y piano Nº3 en re menor opus 108 (1886-88) el enfoque cambia, siendo más oscuro y dionisíaco, alzándose como una de las referencias para esta página (aunque, en conjunto, para estas tres sonatas me quedaría con el doble álbum del propio Barenboim con Pinchas Zukerman para Deutsche Grammophon (453 121-2), más estudiado y meticuloso). Se incluía en aquella edición de la DG una sobresaliente lectura de Zukerman y Barenboim del Scherzo de la Sonata F-A-E para violín y piano en do menor WoO 2 (1853), obra que en este Blu-ray se sirve en una filmación parisina, del año 1962, del violinista David Óistraj y la pianista Frieda Bauer, también soberbia, pero un tanto descompensada hacia el lado de un Óistraj, como es habitual en él, simplemente portentoso.
El violonchelista húngaro Miklós Perényi y su compatriota Zoltán Kocsis atacan una Sonata para violonchelo y piano Nº1 en mi menor opus 38 (1862-65) de tempo ligero, bien fraseada en un violonchelo de sonido concentrado y poético, austero y moderno. Kocsis va más allá, a una concentración que es más propia de Kurtág que de Brahms, por lo que la comunicación entre ambos no acaba de ser lo fluida y espontánea que resultaba, por tomar un ejemplo revelador en esta sonata, la mantenida en 1968 por Jacqueline du Pré y Daniel Barenboim en su referencial registro para la EMI (5 74203 2). La Sonata para violonchelo y piano Nº2 en fa mayor opus 99 (1886) mantiene las mismas premisas, incluso las agudiza, con una mayor celeridad (cuatro minutos más rápida que la versión de du Pré y Barenboim). Me sigo quedando, también para esta Sonata Nº2, con la grabación de la EMI, así como con el registro de 1968 (gran año para este opus 99) de Janos Starker y Julius Katchen para la Decca (448 092-2).
En el último apartado de las sonatas encontramos la opción, quizás, más redonda y referencial en su conjunto: la de Wenzel Fuchs al clarinete y Elena Bashkirova al piano abordando con una perfección endiablada la Sonata para clarinete y piano Nº1 en fa menor opus 120 Nº1 (1894) y la Sonata para clarinete y piano Nº2 en mi bemol mayor opus 120 Nº2 (1894). He de decir (aunque habrá quien considere un sacrilegio afirmar esto) que el clarinete principal de la Berliner Philharmoniker, Wenzel Fuchs, nunca ha sido santo de mi devoción, pues, si bien de técnica impecable y digitación portentosa, lo encuentro escaso de sonido y no muy sobrado de expresividad; al menos, como parte de la que es mi orquesta predilecta, en la que no pocas veces he percibido su atril como un punto 'bajo' -para mi gusto- en tan excepcional conjunto. Nada que ver con estas dos sonatas del opus 120 brahmsiano, en las que, literalmente, lo borda, pareciendo hallarse en su medio predilecto, mostrando, como lo hará en el opus 114, una vivencia y una gestualidad muy física de la música, así como una frescura mucho mayor que, por ejemplo, otro principal de la Berliner Philharmoniker, Karl Leister, en el opus 115 brahmsiano. En el piano, Elena Bashkirova se muestra como una soberbia 'acompañante', en perfecta sintonía con Fuchs, creando una empática continuidad temática que veremos, igualmente, en los tríos. Para quien desee un pianista con más peso en estas sonatas, más rotundo, deberá irse a la otra gran lectura de este opus 120: la grabación del año 1967 de Daniel Barenboim (EMI 3 55673 2), allí acompañando al no menos excelso Gervase de Peyer. Ambas versiones son soberbias; con la ventaja, aquí, de poder contemplar el enorme trabajo de Fuchs y Bashkirova.
Pasando al capítulo de los tríos, tanto el Trío con piano Nº1 en si mayor opus 8 (1853-54), como el Trío con piano Nº2 en do mayor opus 87 (1880-82) y el Trío con piano Nº3 en do menor opus 101 (1886) comparten intérpretes: Maxim Vengerov, violín; Boris Pergamenschikow, violonchelo; y Elena Bashkirova, piano. Son las suyas unas lecturas que nos ahorran el buscar alternativas (aunque muchas de campanillas hay: Katchen, Suk y Starker (Decca); Hess, Stern y Casals (Sony); Ashkenazy, Perlman y Harrell (EMI); etc.); no, desde luego, porque agoten lo que estos tríos dan de sí, pero es tal su intensidad, su perfección técnica, su compenetración y el verdadero gozo de hacer música de cámara juntos, que como globalidad prácticamente se elevan a lo referencial: una soberbia mezcla de frescura y espontaneidad en el opus 8 con una elegancia y un sentido de la construcción de gran poso en el opus 101; condensando prácticamente, en sus tres lecturas, todo el arco evolutivo de la estética camerística de Johannes Brahms.
Mismo nivel de excelencia en el Trío para piano, clarinete y violonchelo en la menor opus 114 (1891), que comparte con los opus 120 a Elena Bashkirova al piano y a Wenzel Fuchs al clarinete, sumándose ahora otro berliner: el violonchelista Dietmar Schwalke. Juntos, redondean una lectura exquisita, que pondría en lo más alto de la discografía (hasta donde uno conoce, porque tampoco es la página más transitada en lo fonográfico de Johannes Brahms, ni la que más fortuna en disco compacto ha tenido)...
...no es el caso del Trío para violín, trompa y piano en mi bemol mayor opus 40 (1865), una obra, por quienes amamos la música entendida como una realidad histórica amplia, tan bella y profunda en el siglo XV como en el XXI, siempre asociada al Trío para violín, trompa y piano (1982) de György Ligeti. La interpretación en este BD vuelve a ser de campanillas, con Itzhak Perlman al violín, Daniel Barenboim al piano y, en la trompa, el tantos años principal de la Chicago Symphony Orchestra: el extraordinario Dale Clevenger. Aunque en 1968 (año que antes destacamos como 'gran reserva' fonográfica brahmsiana) el propio Perlman había registrado, con Barry Tuckwell y Vladimir Ashkenazy (Decca 475 8246) la que hasta ahora era mi lectura predilecta de este opus 40, lo que nos propone EuroArts, con una filmación realizada en la Markgräfliches Opernhaus de Bayreuth, va todavía más allá, elevándose a lo referencial. La complicidad entre los tres músicos es total, con un entendimiento labrado ya no sólo en el terreno camerístico, sino en las muchas horas de música orquestal que los tres han compartido, no pocas de ellas con Brahms sobre los atriles. Las bondades de Perlman y Barenboim en este repertorio son bien conocidas por sus grabaciones, incluidas las aquí recogidas. Dale Clevenger, por su parte, doblega un instrumento tan rebelde como la trompa de un modo ejemplar, pleno de delicadeza, adquiriendo un protagonismo muy matizado, en el que los tres músicos no dejan de señalar, en todo caso, la también fortaleza del carácter brahmsiano, con aplomo y un enfoque muy germánico, vinculado al último Beethoven. Inmensa lectura, de lo mejor del BD.
Pasando a los cuartetos, el Cuarteto con piano Nº1 en sol menor opus 25 (1856-61) y el Cuarteto con piano Nº3 en do menor opus 60 (1875) comparten intérpretes: Yuuko Shiokawa al violín, Nobuko Imai a la viola, Miklós Perényi al violonchelo y András Schiff al piano. Lecturas notables, ambas, contenidas y eficaces, con un András Schiff que lleva la voz cantante y compacta al grupo en torno a su visión de las partituras. Más me ha gustado la versión del Cuarteto con piano Nº2 en la mayor opus 26 (1861-62), aquí con Isaac Stern al violín, Jaime Laredo a la viola, Yo-Yo Ma al violonchelo y Emanuel Ax al piano. Hay en su lectura más espontaneidad y entendimiento, una frescura que se agradece frente a un opus 25, por ejemplo, más encorsetado; aunque ambas versiones comparten un altísimo nivel técnico: más puesto al servicio de un clasicismo perfeccionista y estructural, en los cuartetos opus 25 y 60; más desde una óptica romántica y apasionada, en la soberbia interpretación del opus 26: otra de las joyas del BD. Por supuesto, no agotan ninguno de estos dos acercamientos (diría que complementarios) lo que estos tres cuartetos dan de sí; y, de este modo, si nos vamos a versiones históricas descubriremos nuevos matices en las protagonizadas por Arthur Rubinstein o Sviatoslav Richter (¡qué opus 26, el suyo, junto al Cuarteto Borodin!), incluso en los enfoques más actuales, como el de los hermanos Capuçon con Gérard Caussé y Nicholas Angelich Virgin (5 19310 2): con todos ellos ampliaremos la comprensión de unas páginas, en todo caso, muy bien servidas en este BD, además de disfrutables en imágenes, aunque la calidad fílmica del opus 26 sea muy pobre, precisando un reprocesado que no se ha realizado (defecto que comparten varias filmaciones). Afortunadamente, el sonido no se resiente tanto.
Cuarteto de cuerda Nº1 en do menor opus 51. Nº1 (1873), Cuarteto de cuerda Nº2 en la menor opus 51. Nº2 (1873) y Cuarteto de cuerda Nº3 en si bemol mayor opus 67 (1875) tienen como oficiantes al Keller Quartet, volviendo a incidir en la amplia nómina de músicos húngaros que EuroArts ha reunido en esta edición (con gran presencia de filmaciones, como la de estos tres cuartetos, originarias de la productora Metropolitan Munich: una de las alfaguaras fonográficas recurrentes en EuroArts -para nuestra mayor fortuna, aunque dormiten en sus archivos tesoros audiovisuales que esperamos vayan encontrando su lugar en futuros Blu-rays-). Si bien notables versiones, las del Keller creo que quedan lejos de mis lecturas predilectas para estas tres páginas: las efectuadas en 1984 por un soberbio Tokyo String Quartet para VoxBox (CDX 5179). Resulta muy curioso que, con unas duraciones totales de los cuartetos casi coincidentes, la ordenación interna es muy diferente entre el cuarteto húngaro y el japonés, y no porque ninguno de ellos se caracterice por un rubato generoso o una subjetividad acusada. Ambos son cuartetos que diría 'centrados', muy técnicos y poco dados al libertinaje interpretativo, destacando el carácter clásico de Johannes Brahms, su equilibrio. El Tokyo lo consigue en mayor medida, mientras que el Keller se lanza por momentos a un romanticismo más acusado, con mayor garra y furia; aunque me seguiría quedando para Brahms, si tiramos de cuartetos húngaros, con el Takács Quartet, especialmente con su grabación para la Decca (más que con las posteriores para Hyperion).
En todo caso, no hay que esperar para escuchar al mencionado Takács, puesto que el primero de los quintetos brahmsianos nos lo presenta junto a Zoltán Kocsis en el teclado para abordar el soberbio Quinteto para piano y cuerda en fa menor opus 34 (1864), cargado aquí, como no podía ser de otro modo, de aromas húngaros, de una espontaneidad, un lirismo y unos ecos populares en sus melodías que me parecen refrescantes, especialmente en lo que a las cuerdas se refiere... Y es que Zoltán Kocsis vuelve a mostrarse, como en las sonatas para violonchelo, un tanto 'ensimismado', incluso ajeno al sentido melódico del Takács, al que contrapone un piano agresivo y de gran fortaleza (hasta rudo), por lo que la versión presenta dos caras muy interesantes pero expuestas en paralelo. Estamos lejos, por tanto, de las cimas interpretativas de este opus 34; en mi opinión: la grabación de 1979 a cargo de Maurizio Pollini y el Quartetto Italiano (Deutsche Grammophon 474 839-2), y la del año 1987 con Barry Douglas y el Tokyo String Quartet (RCA 6673-2-C), una lectura en la que la integración de piano y cuarteto es ejemplar, con una sintonía y una complicidad que entre Kocsis y el Takács no se da. Como extras, incorpora este capítulo dos filmaciones muniquesas, con las Variaciones sobre un tema de Joseph Haydn opus 56b (1873) y la Sonata para dos pianos opus 34b (1864), ambas a cargo de los hermanos Anthony y Joseph Paratore: correctos, sin más.
De nuevo, el Takács Quartet, con Nobuko Imai como refuerzo de viola, se hace cargo del Quinteto de cuerda Nº1 en fa mayor opus 88 (1882) y del Quinteto de cuerda Nº2 en sol mayor opus 111 (1890), firmando sendas lecturas estupendas, mucho más logradas, por su empaste y conjunción, que el opus 34, alzándose como dos de las grandes versiones fonográficas de estos quintetos junto, para mi gusto, con las del año 1996 a cargo del Hagen Quartett y el viola francés Gérard Caussé (Deutsche Grammophon 453 420-2). Ambas son interpretaciones con un punto brahmsiano idóneo, perfectamente aquilatado entre la elegancia y la contención clásica, y una espontaneidad romántica que precisa -y aquí, confiere- más desborde emocional. No faltan en este BD, por tanto, ni lo uno ni lo otro, con perfección técnica, dominio de la estructura, complicidad y sentido del relieve en los diálogos internos, y un resultado que se disfruta en todo momento...
...no he disfrutado tanto del Quinteto para clarinete y cuerda en si menor opus 115 (1891), brindado por unos Berliner Solisten que tienen como clarinetista al antes mencionado Karl Leister, tanto años principal de la Filarmónica berlinesa. El suyo me parece un Brahms tan perfecto y germánico como aburrido. Pesa tanto el rigor, lo circunspecto, que se pierde la espontaneidad, ésa que desborda a raudales Richard Stoltzman en su grabación del año 1993 con el Tokyo String Quartet para la RCA (09026 68033 2). Soy consciente, y así me lo decía hace ya muchos años un amigo clarinetista que conocía bien y había tocado este opus 115 (una de las obras cumbre de Brahms), que Stoltzman lleva a cabo una lectura que linda lo 'jazzístico', por su enorme libertad (que no, libertinaje) con respecto a la partitura; pero es que esa libertad depara una música viva, fluida, que curiosamente funciona a la perfección con el mecanismo de relojería del Tokyo. En la lectura de los Berliner Solisten todo está más 'en su sitio', la partitura se sigue más escrupulosamente; pero el resultado final me deja frío.
Esa distancia emocional la comparte el Wiener Streichsextett en sus lecturas del Sexteto de cuerda Nº1 en si bemol mayor opus 18 (1859-60) y del Sexteto de cuerda Nº2 en sol mayor opus 36 (1864-65). Ambas versiones son impecables, pero con esa altivez tan austriaca para aquello en lo que se saben a una altura superior: tal es su dominio de la cuerda (ya sea en sus agrupaciones camerísticas, en ese tótem orquestal que es la Wiener Philharmoniker, o en sus ensembles de música contemporánea: ¡qué decir de las cuerdas del Klangforum Wien!). El sentido de ensemble es aquí realmente acusado, con los compases en cuerdas dobladas ejecutados magníficamente a tempo, con un pulso unitario, algo que permite dar salida a esa multiplicidad de planteamientos camerísticos que el propio Brahms estructuró dentro de estos dos sextetos. Notabilísimas lecturas, muy apolíneas; de nuevo, en una onda más bien clásica que no nos hace olvidar las referencias mayores para estos sextetos: las grabadas por Yehudi Menuhin, Robert Masters, Cecil Aronowitz, Ernst Wallfisch, Maurice Gendron y Derek Simpson para la EMI (5 74956 2), interpretaciones que, medio siglo más tarde, siguen sonando tan perfectas y expresivas como cuando se registraron en 1963 y 1964.
Así pues, una recopilación de un nivel medio interpretativo poco frecuente para tal cantidad de partituras, con varias versiones que se elevan a lo referencial y nos ofrecen una visión panorámica de la música de cámara brahmsiana de sobresaliente interés, al combinar en diversos grados los polos clásico y romántico que cohabitan en el compositor de Hamburgo: idónea alquitara de 'ambos' universos (caras de un mismo poliedro, en todo caso). Para profundizar en mayor grado en su vida, de un modo muy especial en su relación con las mujeres (con un capítulo primordial -transversal a la mayor parte del metraje- en sus vínculos con Clara Schumann), se ofrece como extra la película documental (de 56 minutos de duración) "Wären nicht die Frauen...". Dr. Brahms, Johannes Brahms (1996), de János Darvas (Budapest, 1943), un realizador al que debemos un buen número de filmaciones en este Blu-ray, marcadas todas ellas por la musicalidad en el manejo de los planos y el montaje, así como por la minuciosa selección de localizaciones que nos llevan al tiempo del propio Johannes Brahms, en su mayor parte por medio de espacios en sí camerísticos, que uno imagina idóneos en el siglo XIX para dar a conocer estas partituras: corazón y sala de máquinas de la obra del alemán. Basa János Darvas "Wären nicht die Frauen...". Dr. Brahms, Johannes Brahms en numerosas cartas del compositor escritas a lo largo de diversos momentos de su vida, así como en otras dirigidas al propio Brahms, que nos permiten conocerlo 'desde fuera'. Por medio de estas misivas, iremos descubriendo sus achaques físicos y su vida afectiva, todo ello aderezado en imagen con numerosas fotografías de época de las personas, lugares y partituras a las que el guion se refiere; narración acompañada, igualmente, por la música de Brahms conveniente a cada periodo de su vida.
La edición de este pantagruélico Blu-ray (por duración, el más generoso que conozco) es mejorable por una cuestión de cuadro de imagen: éste es de 4:3, debido a que la mayor parte de las filmaciones fueron concebidas para la televisión a comienzos de los años noventa del pasado siglo, lo que provoca que las filmaciones en 16:9 queden reducidas a una ratio empequeñecida dentro del marco de 4:3. Es algo que afecta a las tres Sonatas para violín y piano, al Trío para violín, trompa y piano, al Cuarteto con piano Nº2, al Quinteto para piano y cuerda y al documental "Wären nicht die Frauen...". Una pena, pues se pierde una parte considerable de pantalla, cuando se trata de una cuestión técnicamente sencilla de resolver. Menos lo sería el restaurar las filmaciones contenidas en el BD, algunas de las cuales acusan un serio desgaste. Más allá de la toma parisina con David Óistraj como protagonista, los registros filmados en 16:9 presentan una imagen muy mejorable: borrosa y poco definida, algo que se aprecia claramente en unas cuerdas del violín de Itzhak Perlman poco estables en imagen (y les doy fe de que tanto el reproductor de Blu-ray (Marantz) como el televisor (Samsung UHD4K) no dan fallo alguno, sino todo lo contrario). La filmación del Cuarteto con piano Nº2 es la peor parada de todas, aunque la del Quinteto para clarinete y cuerda tampoco le anda a la zaga. Son cosas de haber comprimido semejante cantidad de filmación en un solo disco, además de la ya habitual desidia en el campo de la música clásica a la hora de restaurar unos documentos audiovisuales que son verdadero patrimonio de la humanidad; y como tal, deberían ser preservados. La edición de imagen es en formato NTSC, y la región es 0.
Afortunadamente, el sonido es mayoritariamente bueno, servido en PCM estéreo y Dolby Digital 2.0. Para los extras y el documental se ofrecen como lenguajes el inglés y el alemán, así que lamentamos, de nuevo, la ausencia del castellano en los subtítulos. En esta ocasión, el libreto se limita a recoger el desglose de los minutajes y datos técnicos de las diferentes grabaciones: tantas, que de por sí el pormenorizarlas ocupa 15 páginas. Todo ello redondea una edición a tener muy en cuenta, mayoritariamente disfrutable, pese a los puntuales problemas de imagen antes señalados, que no impiden que esta sala de máquinas brahmsiana rinda en plenitud activada por músicos de la mayor competencia en uno de los compositores que mejor comprendió el medio camerístico.
Este Blu-ray ha sido enviado para su recensión por EuroArts.
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