Bajo la alfombra de Enrique Granados

34] La vampira del Raval en la Academia Granados

José María Rebés
viernes, 29 de junio de 2018
Enriqueta Martí © Derecho público Enriqueta Martí © Derecho público
0,000626

El 27 de febrero de 1912 la policía de Barcelona detenía en su domicilio de la calle Poniente, número 29, a Enriqueta Martí, conocida mucho más tarde como “la vampira del Raval”. Se la acusaba de haber secuestrado a varios niños. Según Natalia Granados, hija del compositor Enrique Granados, esta mujer estuvo a punto de secuestrarla a ella y a su hermano Paquito, y los salvó de una posible muerte José Altet, el ordenanza de la Academia Granados. Éste impidió que Enriqueta Martí se los llevara de la mano:

Los pequeños éramos Paco y yo. Francisco es un excelente hombre. Nuestra madre le quería mucho porque era el más joven del clan y le sentía el más débil. Siempre íbamos juntos. Cierta vez ya nos llevaba de la mano para secuestrarnos o matarnos Enriqueta Marti, la famosa "bebedora de sangre infantil". Nos salvó el ordenanza de la Academia, "en Josep", una persona muy familiar para el grupo juvenil de los Granados1.

Antonio Fernández-Cid explicaba, por voz de José Altet, que la mujer solía visitar a los niños un día tras otro, llevándoles dulces, bombones y juguetes, hasta que un día se los quiso llevar, pero lo impidió el ordenanza2.

Más tarde, se pasó de considerarla como una secuestradora de niños a una asesina, al encontrarse huesos en su vivienda, que fueron considerados como humanos. Actualmente se la considera solamente raptora, el 9 o 10 de febrero de 1912, de la niña Tereseta Guitart i Congost de cinco años y de Angelita, la hija de su cuñada María Pujaló, un bebé de pocos meses cuando Enriqueta se la sustrajo a su cuñada. En cuanto a los restos óseos descubiertos en su casa, se cree que no fueron provenientes de asesinatos cometidos por ella, sino que quizás provenían de cementerios, que ella solía visitar, para su uso como curandera (remeira en catalán).

Situémonos en la Barcelona de principios de siglo XX. En aquella época cada pequeño suceso podía convertirse en una sensación periodística. Que unos niños fueran secuestrados por una mujer constituía, sin duda, una noticia de la que la prensa debía sacar todo el partido posible, así es que los repartidores voceaban por las calles los titulares más sensacionalistas: “¡La mujer mataba niños y los escondía en su casa!”, “¡Lea la historia de Enriqueta Martí!”, “¡La policía descubre más restos de niños en la casa de la vampira!”.

Esta mujer se llamaba Enriqueta Martí i Ripollés, nacida en Sant Feliu de Llobregat, cerca de Barcelona, en 1868. Tenía pues 43 o 44 años cuando fue detenida junto a su marido, el pintor Joan Pujaló. Curiosamente el apelativo de vampira del Raval no fue utilizado nunca en su época, sino que ha sido acuñada posteriormente. Como hemos visto, Natalia Granados en 1957 la llamó “bebedora de sangre infantil”, pero no “vampira del Raval”. Si buscamos en hemerotecas esa expresión la encontraremos ya en nuestro siglo XXI, en artículos que rememoran los hechos del 1912. Las leyendas en torno a su figura van más allá de ese apelativo, sino que desde el descubrimiento de los restos óseos se han vertido todo tipo de especulaciones, que han pasado a ser consideradas verdades demostradas, aunque carezcan de base objetiva. Tal es el caso de su fama de asesina de niños, fundamentada en esos restos, y como corolario morboso, surgió el de ser una bebedora de su sangre, es decir, una vampira en los términos cinematográficos actuales. Se dijo también que usaba los huesos de los niños que mataba en los remedios que preparaba como curandera, así como que conservaba los cadáveres de varios niños en su casa.

Fue además calificada, por la historia, como proxeneta de niños, prostituta, pordiosera y pedigüeña. Es decir, ya no quedaba ningún delito del que el pueblo pudiera acusarla. Algunas de estas afirmaciones chocan con el testimonio de José Altet: si llevaba dulces, bombones y juguetes a los niños Granados, difícilmente podía ser una pordiosera, ni una pedigüeña. Un diario barcelonés informó a los pocos días de la detención de Enriqueta Martí que, realizado en registro en su domicilio, se habían encontrado algunas prendas de vestir de niña:

Dos trajes de niña, uno de color de rosa con encaje blanco y otro de merino fino de color escarlata. Junto a estos trajes se encontraron también medias de niña, de seda, del mismo color que los vestidos. Fueron comprados en “El Siglo”3 uno o dos días después de desaparecer la niña Teresita Guitart, según aparece en la etiqueta, y se hallan sin estrenar4.

A renglón seguido, el diario comenzaba la larga lista de rumores en torno a esta mujer:

Hemos oído asegurar que se encontraron también tres vestidos de niño. Uno de ellos se encontraba lleno de manchas de sangre. Encontróse además un cuchillo de grandes dimensiones, manchado también de sangre. Según parece desprenderse de algo dicho por el padre, […] cuando el viernes pasado salió de su casa para ir al Hospital de la Santa Creu […] quedaron en casa dos niñas y un niño. […] En el domicilio donde fue detenida fue procesada en el año 1909 por el mismo juzgado por corrupción de menores. La causa fue sobreseída por falta de pruebas. […] El juzgado recibió ampliamente declaración del anciano, ordenando la incomunicación y detención del viejo Martí.

A los pocos días, el mismo diario daba más información acerca de la desahogada situación económica de Enriqueta, con el testimonio de una modista, Gertrudis Revoltós:

Algunos días después se presentó en casa de la modista la procesada Enriqueta Martí, acompañada de su supuesta hija Angelita. Encargó varios trajes para ella y Angelita, todos costosos, y los pagó bien y puntualmente. En fecha posterior volvió a hacer más encargos de ropa y la modista, por indicación de la procesada, fue a trabajar en el domicilio de ésta, y como le pareciera que la modestia de la habitación no concordaba con la elegancia de los vestidos de su dueña, hizo observar que también era posible hacer prendas más baratas, sin que por ello se perdiera nada en buen gusto. A esta observación contestó Enriqueta que hiciese la bata que había encargado, porque estaba destinada a pasear por salones alfombrados y lujosos. Añadió la testigo que en aquella fecha solo acompañaba a Enriqueta, en el piso, la niña Angelita.

En esa crónica de los hechos apareció por primera vez el rumor de que en la vivienda hubiera restos de un niño muerto, quizás el que el anciano Martí afirmaba que había estado en la casa. El niño fue bautizado en algún momento por la prensa como Juanito o como Pepito, o en sus versiones catalanas, Joanet y Pepet:

Enriqueta fue detenida por el brigada señor Ribot y guardias a sus órdenes. El niño había desaparecido misteriosamente, encontrándose, en cambio, un cuchillo y ropas de niños manchadas de sangre. No es extraño que se sospeche que la criatura ha sido asesinada y que fueron sus despojos o parte de ellos lo que la Enriqueta llevaba en una cesta para arrojarlo no se sabe dónde.

Resultó que el niño continuaba vivo y que nunca había estado secuestrado por Enriqueta, sino que siendo hijo de una amiga prostituta de Enriqueta, quien también ejercía la prostitución como medio de vida, jugaba a veces en la casa de la secuestradora. Pero la prensa ya había lanzado el rumor, que lo escrito convierte en certeza, de que la niña Angelita había visto cómo Enriqueta asesinaba a Juanito (o Pepito).

Es posible que sí que Enriqueta quisiera secuestrar a Natalia o a Paquito, quizás a los dos, pero con el mismo fin con el que secuestró a Tereseta: dar compañía a la hija de su cuñada, y no para matarlos. El proxenetismo de niños no salió a la luz durante las diligencias judiciales, constituye otra de las incorporaciones fantásticas de lo que hoy en día denominamos “leyendas urbanas”. En el juicio por el delito de corrupción de menores de la causa iniciada en 1909, cuya vista se produjo los días 13 y 14 de octubre de 19125, se condenó a Enriqueta Martí por corrupción de menores, al ayudar a prostituirse a una joven de 17 años, Emilia Bayo Fortea, con quien se partía lo que ésta ganaba. Hay que recordar que la mayoría de edad en esa época estaba en los veintitrés años, no en los actuales dieciocho, pero también que la prostitución en aquella sociedad era muy habitual entre las clases más pobres. El trabajo en fábricas era de difícil acceso para las jóvenes, en un mundo en el que los hombres copaban los puestos de trabajo en las industrias, lo que empujaba a las jóvenes sin recursos a la prostitución para salir adelante. Pero ciertamente Emilia, que se hacía llamar también Amalia, era menor de edad.

Enriqueta murió, como consecuencia de un cáncer de útero que padecía hacía tiempo, el 12 de mayo de 1912, en la cárcel de mujeres Reina Amalia. Esta dolencia sería el origen, con toda seguridad, de la sangre que presentaban algunas prendas de ropa encontradas en su casa durante las diligencias por el secuestro de las niñas Tereseta y Angelita: padecía continuas hemorragias vaginales, que continuaron en la cárcel. Cada pueblo parece necesitar su propio asesino infame, llámese Jack el Destripador o la Vampira del Raval. Tanta trascendencia tuvo la figura de Enriqueta Martí que, incluso muchos años después de su muerte, algunos casos de desaparición de niños fueron cargados en su funesta cuenta. Y si rebuscáis por Internet, sin mucho esfuerzo, encontraréis de cuántos crímenes fue culpable esta mujer, incluso después de muerta.

Ya permitidme una reflexión sobre la letra escrita: afirmamos lo que leemos, más aún si confiamos en quien lo escribió. Eso en historia se convierte en la instauración de las falsedades como principios inamovibles. En musicología tenemos que luchar continuamente con los grandes libros consagrados, con las verdades que todos saben pero que nadie ha comprobado. El trabajo de picapedrero de la verificación de datos, la búsqueda de las fuentes de quienes afirmaron algo sin documentar de dónde lo obtuvieron, da como fruto a menudo un artículo o un libro al que nadie dará crédito, por más que el que aporta las pruebas sea el ignorado. Con los rumores pasa lo mismo: por muy minuciosas y documentadas que sean las investigaciones que los rebaten, el rumor permanecerá como historia verídica, y ya para siempre Mozart y Salieri serán enemigos mortales, aun cuando el italiano fuera el profesor de música de Franz Xaver Mozart, el hijo compositor del gran genio de Salzburgo.

 
 
Notas

1. “Destino”, número 1.016, 26 de enero de 1957, p.20

2. Fernández-Cid de Temes, Antonio. “Granados”, Barcelona: Samarán Ediciones, 1956, Colección Obertura, p. 59.

3. Almacenes El Siglo fue fundado, entre otros comerciantes, por el primer mecenas de Enrique Granados, el empresario madrileño afincado en Barcelona Eduardo Conde Giménez (1838-1914).

4. "La Vanguardia·, 29 de febrero de 1912, página 3.

5. "La Vanguardia", 15 de octubre de 1912, página 5.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.