Recensiones bibliográficas

Entre el mito y el patrimonio musical

Raúl González Arévalo
jueves, 5 de julio de 2018
Los García. Una familia para el canto © 2018 by Junta de Andalucía Los García. Una familia para el canto © 2018 by Junta de Andalucía
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Pocas cantantes han inflamado tanto el espíritu romántico como María Malibrán. Pocas cantantes han recibido más alabanzas y un sincero aprecio intelectual, y no solo como intérprete, como su hermana Pauline Viardot. Pocas familias han concentrado tanto genio musical como la de Manuel García, cuyo método de canto transmitió a sus descendientes, y cuyo hijo, Manuel Patricio, codificó en un famoso tratado. Pocos artistas líricos pasearon su españolidad –al margen de su mayor o menor realidad– y tuvieron mayor influencia en los principales círculos musicales europeos del siglo XIX que los García. Sin embargo, por extraño que parezca, la bibliografía disponible en español es ciertamente reducida.

En consecuencia, la principal razón de ser de Los García. Una familia para el canto* de Andrés Moreno Mengíbar reside precisamente en que viene a cubrir, aunque sea de manera parcial, un vacío historiográfico inexplicable. La musicología española se ha centrado en otros campos, compositores e intérpretes que desarrollaron su carrera preferentemente en España. De hecho, a pesar de la añoranza por lo español, lo cierto es que resulta complicado identificar como tales a María Malibrán y Pauline Viardot.

Con todo, el autor, que llegó hasta la figura de Manuel García a partir de sus investigaciones sobre la historia de la ópera en Sevilla, aclara a modo de premisa en la introducción que “el objetivo de este libro no es el de aportar información original o novedosa sobre estas personalidades, sino el poner a disposición del curioso lector español una visión de conjunto de tan fascinante familia, siendo, eso sí, la primera monografía que aborda a estos personajes en conjunto (...), fundamentada de forma rigurosa en la amplia bibliografía existente, una bibliografía, eso sí, centrada esencialmente en María Malibrán y Pauline Viardot, y que aún tiene pendiente indagar a fondo en, por ejemplo, el caso de Louise Hériette, la nieta del sevillano Manuel García” (p. 19). 

Sin duda, el propósito de hacer accesible al público hispanoparlante las informaciones sobre esta particular familia se ve ampliamente satisfecho. La narración se organiza de manera clásica en tres capítulos, inevitablemente desequilibrados por la disparidad de los méritos y las informaciones sobre cada uno de los protagonistas. El primero, el más extenso (65 páginas), está dedicado al patriarca, Manuel García. En ellos hay una exposición sobre la realidad musical en Sevilla, Cádiz y Madrid a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX que enmarca de manera muy gráfica el ambiente en el que se desarrolló el artista como cantante y compositor. La reconstrucción de la trayectoria vital sigue de cerca los postulados del género biográfico, exponiendo de forma ordenada la sucesión de los hechos y el papel de los personajes que se cruzan con el gran protagonista del volumen. Los trazos novelescos y hasta aventureros de la biografía facilitan una redacción ágil. 

Desde un punto de vista estrictamente musical el aspecto más interesante de este apartado es el estudio del papel del Conde Almaviva, el detalle de las aportaciones de García al Barbero de Sevilla de Rossini y el análisis de la vocalidad del intérprete a partir del aria “Cessa di più resistere”. Por ese mismo motivo se echa en falta una mayor atención de la faceta de compositor. Las composiciones españolas son expuestas con cierto detalle, probablemente por el mayor conocimiento del autor sobre este aspecto concreto. Pero las grandes aportaciones de García a la ópera italiana y francesa de principios del siglo XIX pasan sin pena ni gloria. A buen seguro la falta de una tradición musicológica en este campo ha jugado en contra, en particular por lo que se refiere a La mort du Tasse, estrenada en París en 1821. Sin embargo, en 2007 el director de orquesta Christophe Rousset recuperó, llevó de gira y grabó para Archiv su mejor ópera italiana, Il califfo di Bagdad, estrenada por el propio García, la gran Isabella Colbran como protagonista femenina y nada menos que Domenico Donzelli como segundo tenor. En definitiva, había posibilidades para haber profundizado más en ella. 

El segundo capítulo se dedica a la segunda generación, los hijos. Inevitablemente, a pesar de ofrecer retratos biográficos más o menos acabados, está más desequilibrado que el anterior, por varias razones. El hijo mayor, Manuel Patricio, es el que menos atención recibe, 20 páginas. No hay nada que objetar respecto a la exposición del famoso método García y cómo fue recibido en su época, incluyendo las críticas de que fue objeto. Pero llegados a este punto comienzan a aparecer algunas afirmaciones que resultan sorprendentes por el juicio moral o el prejuicio racial que representan. Así, se señala que Pauline Viardot era celosa de su intimidad, “también poco edificante, por cierto, como se verá más adelante” (p. 87), o que su hermano Manuel tenía “una tez morena que delataba sus genes españoles” (p. 101), en consonancia con teorías raciales ampliamente superadas. 

A continuación el autor se centra en María Malibrán (42 páginas), en cuyo retrato destaca sobre todo su papel como “primera Diva Absoluta”, como reza el subtítulo que le dedica. Se trata de una óptica que recuerda la exposición de su figura en el libro-disco Maria (Decca) que le dedicó hace una década Cecilia Bartoli, a medio camino entre el papel couché y el fenómeno fan. En este apartado es donde la prosa se vuelve más cargada y el tratamiento menos serio, como cuando se habla de los fracasos matrimoniales de la familia, “al parecer una de las maldiciones de los García” (p. 111). La gran exhibición de datos biográficos no esconde sin embargo la pobreza del análisis estrictamente musical, que se echa en falta desde una triple perspectiva. En primer lugar, y en contraste con el análisis dedicado a su padre, en el caso de la Malibrán no hay una exposición real de su vocalidad, más allá de su condición de mezzosoprano. Se trata de informaciones presentes, por ejemplo, en el álbum Bravura Diva grabado por Opera Rara con Jennifer Larmore, con el que también se puede identificar la pieza elegida para el duelo con la soprano Rosina Carradori-Allan, procedente del Andronico de Mercadante.

Tampoco hay una exposición de las características de los trabajos compuestos expresamente para ella, como Eloisa de Costa o Amelia de Rossi (con arias grabadas por la Larmore). Más informaciones sobre Irene, ossia l'assedio di Messina de Pacini y el rondó final alternativo que éste compuso para el Tancredi de Rossini se encuentran en el recital grabado por Bartoli, mientras que también hay disponibles integrales de Clari de Halévy (DVD en Decca, también con la mezzosoprano italiana), e Inés de Castro de Persiani (Bongiovanni). Para terminar de ampliar el retrato musical se podría citar la Giovanna Grey de Vaccaj, estrenada en la Scala, como la Maria Stuarda de Donizetti, esta sí citada, y grabada con las modificaciones introducidas para la intérprete por el tándem Sutherland-Bonynge (Decca 1977). Sí se señala la particular relación que la unió con Bellini, pero de nuevo se desaprovecha la oportunidad para profundizar en sus rasgos como intérprete a partir de la versión nonata de I puritani prevista para Nápoles, disponible en CD (Nuova Era 1989), y a partir de la reciente publicación de la edición crítica por Ricordi. Quienes deseen escuchar el aria y cabaletta finales (“Prendi, per me sei libero”) escritos para L’elisir d’amor de Donizetti tienen dos opciones: la integral de Sutherland y Bonynge (Decca) y el recital de la Bartoli ya citado. Ninguna de estas referencias discográficas están recogidas en el segundo apéndice del volumen.

Probablemente el aspecto más problemático del capítulo, y de todo el volumen, es el hecho de que la faceta como compositora pasa absolutamente desapercibida. No me refiero solo a las composiciones vocales, sino, sobre todo, al hecho de que desde hace décadas se ha reconocido a María como la autora de los primeros conciertos para violín atribuidos previamente a Charles de Bériot. No se trata de una cuestión menor, si tenemos en cuenta que el papel fundamental que tuvo en la aplicación de la técnica belcantista en las composiciones para violín, y que después de Bériot tuvo un importante desarrollo en la obra de Henri Vieuxtemps, su principal discípulo y el mayor representante de la escuela franco-belga. Se trata de aspectos presentes en publicaciones fácilmente accesibles, como la Tesis Doctoral de Nicole De Carteret Hammill, The Ten Violin Concertos of Charles-Auguste DeBeriot: A Pedagogical Study, el artículo de Vladimir Dyo, “The Application of Bel Canto Principles to Violin Performance”, o la Tesina de Leigh Mackintosh A Study of Charles-Auguste de Beriot and his Contributions to the Violin.

El siguiente núcleo duro del libro lo ocupan las cincuenta páginas dedicadas a la tercera hermana, Pauline Viardot. Afortunadamente se abandona el tono amarillista de algunas informaciones de la Malibran y se ofrece el capítulo más logrado e interesante de todo el volumen. Aquí hay un mayor equilibrio entre los rasgos de la intérprete, de la que sí hay una mejor exposición de sus características, y la producción como compositora, de la que se podría haber señalado en la discografía el volumen Viardot and Friends publicado por Opera Rara (2007), al igual que se recoge su deliciosa ópera de cámara Cendrillon (2000). Ambas grabaciones se acompañan con estudios musicológicos que interesarán a quienes quieran profundizar en este aspecto. Con todo, sigue habiendo algunas informaciones difíciles de compartir por carecer de sustento racional, como cuando se afirma que “Manuel García, a pesar de morir cuando Pauline tenía once años, alcanzó a ver que en ella anidaba una estrella del canto aún mayor que la de su hermana María” (p. 149), más aún cuando la Malibrán se encontraba en el culmen de su fama en 1832 y Pauline no dejaba de ser una niña. Por el contrario, la naturaleza de las relaciones con Iván Turgeniev y con Charles Gounod son abordadas con rigor y prudencia, exponiendo las hipótesis sin decantarse por ninguna ante la falta de evidencias que sustenten una consideración u otra. El ambiente y las relaciones intelectuales y artísticas en el que se desenvolvía el matrimonio Viardot están expuestos con solidez, lo que otorga mayor consistencia e interés al texto, tanto por las informaciones como por la narración.

El capítulo más breve, como no podía ser menos, es el dedicado a la tercera generación, la de los nietos. Se hace un breve recorrido por la descendencia de Manuel Patricio, despachada en cuatro páginas; no recibe mucha más atención el hijo de la Malibran, Charles-Wilfrid de Bériot, del que se hacen buenas indicaciones para recuperar su patrimonio musical. Aquí se cita su papel como alumno de Thalberg y maestro de Granados (p. 202), pero mientras que el autor afirma la influencia en la técnica de pedal del español como herencia de Bériot, la realidad es que la pureza de sonido de Charles-Wilfrid procedía de Thalberg, mientras que el control absoluto del ataque es una aportación original de Granados a esa tradición, como resulta evidente en grabaciones como su improvisación sobre El Pelele.

En definitiva, la mayor atención la reciben los hijos de Pauline, Paul y Louise. En ambos, como con su madre, se nota el provecho de que el autor no tenga que luchar contra ningún mito, ni para realzarlo (caso de la Malibrán), ni para distinguir la figura real de la construida, como ocurría con el primer García. Por otra parte, no se puede por menos que concluir, a pesar del don musical que ambos tuvieron, que a nivel humano no pasaron de ser unos desgraciados y como tales tuvieron vidas personales difíciles.

Rematan el libro dos apéndices breves, aunque suficientes. El primero incluye composiciones y escritos de la familia García, que no confirman sino el enorme trabajo de edición pendiente, para facilitar tanto su representación como su grabación. El segundo se dedica a la discografía de la familia, con referencias sobre las grabaciones disponibles de sus composiciones en el que, como decía previamente, echo en falta en el caso de la Malibran los álbumes de la Larmore y la Bartoli señalados, a los que habría que añadir el pionero de Marilyn Horne, Souvenir of a Golden Era. The Sisters García (Decca), en dos discos, dedicado cada uno al repertorio de cada hermana.

En definitiva, se puede concluir que el libro de Andrés Moreno Mengíbar constituye un esfuerzo notable por ofrecer una biografía colectiva de una familia de importancia singular para la historia de la ópera, particularmente en los primeros tres cuartos del siglo XIX, a partir de fuentes secundarias, publicaciones fundamentalmente en otros idiomas. Como obra de alta divulgación cumple sobradamente su cometido. Sin embargo, quienes estén más interesados en profundizar estrictamente en temas musicales tendrán que completar la lectura con otras publicaciones, incluyendo las notas de discos, aunque estén en otros idiomas.

Notas

Andrés Moreno Mengíbar: Los García. Una familia para el canto. Sevilla 2018. Centro de Estudios Andaluces, Consejería de la Presidencia, Administración Local y Memoria Democrática de la Junta de Andalucía. Colección Biografías Andalucía en la Historia, 4. ISBN 978-84-947886-8-0. 243 pp.

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