Rusia

Odabella y Attila, una pareja tempestuosa

Maruxa Baliñas
jueves, 26 de julio de 2018
Abdrazakov como Attila © Teatro Mariinski, 2018 Abdrazakov como Attila © Teatro Mariinski, 2018
San Petersburgo, lunes, 9 de julio de 2018. Teatro Mariinski 2. Sala nueva. Attila, dramma lirico en prólogo y tres actos de Giuseppe Verdi sobre un libreto de Temistocles Solera basado en la tragedia de Werner 'Attila, König der Hunnen', revisado por Francesco Maria Piave. Arturo Gama, director de escena. Ildar Abdrazakov (Attila), Tatiana Serjan (Dorabella), Roman Burdenko (Ezio), Sergei Skorokhodov (Foresto). Valeri Gergiev, director musical. XXVI edición del Festival Estrellas de las Noches Blancas.
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Comentaba en la reseña de Don Carlo que el Teatro Mariinski está reivindicando también el puesto de teatro verdiano y que en este momento tiene en repertorio catorce óperas de Verdi. Dejando aparte La forza del destino, compuesta por Verdi específicamente para el Teatro Imperial de Ópera y Ballet, el llamado Teatro Kammeni, antecedente del actual Teatro Mariinski, las óperas de Verdi se estrenaron casi todas con rapidez a los escenarios rusos. Precisamente una de las excepciones es este Attila, estrenado en Odesssa en 1849 (sólo tres años después del estreno en La Fenice de Venecia), pero que no llegó al Teatro Mariinski hasta más de ciento cincuenta años después, precisamente en esta producción de Arturo Gama y en el marco del Festival Estrellas de las Noches Blancas en julio de 2010. 

Y escuchando este Attila no entiendo mucho el motivo para este retraso y para el poco aprecio de los teatros respecto a esta ópera. Ciertamente el argumento no es muy consistente, pero pasa lo mismo con otras muchas óperas decimonónicas, mientras que musicalmente tiene números muy buenos, y algunos coros lucidos. Me pregunto si parte del problema puede venir del hecho de que Odabella no es una heroína mansa, al estilo de una Lucia di Lammemoor, ni una 'virgen alpina'. Cuando al comienzo de la ópera Odabella canta que "las mujeres somos un campo de batalla" no pude menos que acordarme de Soldaten y de tantas y tantas noticias de 'mujeres en guerra', y creo que en Attila se podría aprovechar mejor la rabia antibélica que por momentos rezuma la ópera. 

A menudo se dice que Attila es una ópera de cuatro personajes: soprano, tenor, barítono y bajo, pero en esta ocasión casi pareció de un sólo protagonista, Ildar Abdrazakov, Attila. Foresto y Ezio parecieron poquita cosa en comparación -vocal y dramáticamente-, y sólo Tatiana Serjan (Odabella) fue capaz de enfrentarse a Attila con éxito. Aunque también hubo otro protagonista en esta representación de Attila, Valeri Gergiev, quien no se limitó a acompañar, sino que marcó decisivamente el desarrollo de la representación.

Debo decir que por primera vez vi un fallo en Gergiev: un director que puede gustar más o menos, pero controla a la orquesta. Pues esta vez no: Gergiev acababa de dirigir en el Mariinski 3, la sala de conciertos, un programa con Babayan haciendo de solista del Concierto para piano nº 27 de Mozart y La consagración de la primavera de Stravinsky, que había terminado apenas media hora antes. Quizás fue la adrenalina que tenía en sus venas, pero Gergiev comenzó la Obertura de Attila con un tempo francamente ligero, casi acelerado, que provocó que -por primera vez- viese al coro del Mariinski despistarse en una entrada y perderse. Gergiev no les perdonó y fue el coro el que se vió obligado a reincorporarse a la orquesta. No hay ni que decir que fue un error mínimo y que durante el resto de la representación Gergiev volvió a ser el dictador de la batuta -en el buen sentido- que acostumbra. Todos los momentos orquestales fueron una maravilla y eso contribuyó también a mi valoración tan favorable de esta ópera. Destacaría especialmente en el prólogo el momento en que se presenta a los monjes y luego los refugiados que van a fundar Venecia. 

Tatiana Serjan (Odabella), quien va a sustituir a Netrebko dentro de unos días en Baden-Baden, hizo un papel magnífico. A pesar de que Verdi le exige presentarse casi en frío con un aria entre doliente, belicosa y patriótica, Serjan hizo todo el arsenal de virtuosismos, coloraturas y emociones desatadas con una gran seguridad, e incluso le puso las cosas difíciles a Abdrazakov. Sus siguientes intervenciones fueron igualmente atractivas y Serjan fue una de las estrellas de la noche. De hecho, tras cada una de sus intervenciones el público interrumpió la representación con aplausos, especialmente su aria del primer acto. 

El público también trató bien al barítono Roman Burdenko (Ezio), un cantante espléndido pero que en este Attila no se lució demasiado, aunque en buena medida no fuera culpa suya: Abdrazakov es un cantante más potente que él y Serjan tiene un papel mucho más atractivo vocalmente, dejando aparte que ambos son personajes más interesantes desde el punto de vista dramático. Su mejor momento fue su primer aria en el 2º acto. 

El tenor Sergei Skorokhodov (Foresto) tiene una voz bonita y bastante potente, pero cometió bastantes errores a lo largo de la noche y me pareció más eficaz que virtuosístico. La voz es ágil, comunicativa, y además Skorokhodov pertenece al tipo de tenor valiente que corrige sus propios fallos y se atreve a terminar sus arias con grito en agudo. Su dúo con Odabella en el primer acto sonó precioso y muy ágil, incitados por Gergiev, quien nuevamente impuso un tempo rápido; y su aria en el segundo acto también fue muy satisfactoria. 

El rey fue Abdrazakov, por presencia escénica, pero sobre todo por voz. Attila es un papel que le va muy bien y de hecho hay quien dice que la incorporación de la ópera Attila al repertorio del Mariinski estuvo motivada en buena medida por la posibilidad de contar con Abdrazakov para el papel. Si realmente fue así, no cabe más que agradecérselo. Durante toda la ópera Abdrazakov fue el centro de atención y consiguió que todas las escenas en las que estaba presente resultaran doblemente conviencentes. Su voz resulta ágil para ser un bajo, y relativamente profundo además, y su principal defecto, un volumen de voz algo escaso, no se notó en este escenario del Mariinski 2, que se caracteriza por su acústica especialmente diseñada para ópera y en menor medida ballet. 

Muy bien el coro infantil que convierte a Attila y le hace renunciar a su violencia, no tanto -como ya indiqué- el coro adulto, donde aunque no se volvieron a repetir los errores iniciales, tampoco hubo una gran prestación. Un poco decepcionante Oleg Sychov haciendo de Papa: es joven, delgado y le falta potencia. Correcto Nikhail Makarov como Uddino, el esclavo de Attila. 

La parte escénica, a cargo de Arturo Gama, no tuvo nada especial. Visualmente el montaje era impersonal y bastante cutre: casi toda la ópera transcurrió en un espacio con paredes y suelo que parecían de cemento y tampoco se cuidaron especialmente los trajes. Iluminación algo oscura que no siempre permitía ver bien lo que estaba ocurriendo, especialmente en la parte de atrás del escenario. Vestuario en grises y tonos neutros, y esa acotación temporal tan habitual que no corresponde a ninguna época concreta pero vale lo mismo para la Edad Media que Boris Godunov o Wozzeck. Respecto al movimiento de personajes, fue totalmente anodino: Abdrazakov tuvo algunos toques de sex symbol y el resto de los personajes fueron meramente tópicos (mujer prisionera, cobarde, monje, etc.)

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