Rusia

Me siguen decepcionando los hombres

Maruxa Baliñas
martes, 31 de julio de 2018
Cartel de 'Norma' © Teatro Mariinski, 2018 Cartel de 'Norma' © Teatro Mariinski, 2018
San Petersburgo, jueves, 12 de julio de 2018. Teatro Mariinski II. Sala Nueva. Norma, tragedia lírica en dos actos de Vincenzo Bellini sobre un libreto de Felice Romani sobre la tragedia homónima de Louis Alexandre Soumet. Versión de concierto. Tatiana Serjan (Norma), Anna Kidnadze (Adalgisa), Yuri Vorobiev (Oroveso), Sergei Skorokhodov (Pollione), Yuri Alexeyev (Flavio), y Olga Legkova (Clotilde). Coro y Orquesta del Teatro Mariinski. Oleg Caetani, director musical. XXVI Festival Estrellas de las Noches Blancas.
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Una versión de concierto en el Mariinski 2 es algo sumamente excepcional, pero no necesariamente negativo cuando los cantantes son tan buenos como en esta ocasión y consiguen vivificar la partitura con sus voces. Y el elenco que se había reunido era, a priori, suficientemente atractivo como para renunciar al recital de piano que iba a dar prácticamente a la misma hora Sergei Babayan. Nuevamente las desagradables opciones a las que obliga el Festival Estrellas de las Noches Blancas, que tiene una oferta variada prácticamente cada día. No sé si acerté, porque Babayan es un gran pianista, pero esta Norma también lo fue. 

El rol de Norma estuvo a cargo de Tatiana Serjan, a quien había escuchado sólo tres días antes haciendo de Odabella en Attila. Como en otras ocasiones me preocupó un poco el ritmo de trabajo que mantienen los cantantes de la compañía, incluso los más destacados. Pero Serjan no pareció acusarlo. Empezó un poco fría, con algún error, pero a los pocos minutos ya sacó la voz maravillosa que tiene y su potencia y proyección. Su 'Casta diva' comenzó tranquila e incluso relajada, con unos graves preciosos, y sólo aumentó la tensión cuando fue necesario. Estuvo un poco corta de fiato (mi referencia mental es Gruberova a quien escuché en Viena en una representación que se hizo mítica, porque fue la última ópera que dirigió Marcello Viotti antes de morir) pero lo resolvió bien. Y su cabaletta Ah! bello a me ritorna me gustó incluso más. El principal defecto que se le pudo achacar fue una tendencia a ser más verdiana que belliniana, o sea, le sobró dramatismo sobre todo en el primer acto (en el segundo se contuvo más). 

Anna Kidnaze fue una gran elección para Adalgisa, precisamente porque es una cantante que está a medio camino entre soprano y mezzo. De hecho, en estos días le he escuchado como ambas cosas, aunque en la página del Mariinski aparece como mezzosoprano. Además su italiano se entiende muy bien. Eché de menos más valentía en sus dúos con Serjan, donde casi siempre tendía a colocarse en segundo plano. En cualquier caso el instrumento es precioso y tiene una capacidad comunicativa grande, por lo que está convirtiéndose rápidamente en una gran figura de la compañía, y para mí ha sido uno de los descubrimientos de esta expedición rusa. Olga Legkova (Clotilde) cumplió sobradamente con su parte, discreta pero efectiva. 

Tengo la sensación de que en todas estas críticas rusas estoy siendo más dura con los cantantes masculinos que femeninos, pero debo decir que también en esta Norma me gustaron más ellas que ellos. Sergei Skorokhodov (Pollione), uno de los principales tenores de la compañía del Mariinski, me decepcionó: la voz tiene bastante vibrato y a veces pierde potencia en el agudo o se le nota el paso al registro agudo. Se adaptó mejor a los dúos con Kidnaze que con Serjan, pero en cualquier caso no es un cantante tan mayor y ya se le nota que hay cosas que hace por técnica y experiencia y no de un modo natural (mentalmente lo comparé con Domingo y hay más de treinta años de diferencia, creo). Yuri Vorobiev (Oroveso) comenzó flojo, pero a medida que avanzaba la acción fue mejorando, y en los dúos con Serjan sonó más seguro. Es sin embargo un cantante que me desconcertó, cuando está en el registro grave tiene una voz preciosa de bajo ruso, profunda y llena, pero cuando está en el medio o agudo tiende a sonar como 'atenorado', cometió algún fallo, y casi parecía un cantante distinto. Yuri Alexeyev (Flavio) simplemente no está en condiciones de subir a un escenario. No me pareció que se tratara de enfermedad o problema ocasional, sino de que la voz está destrozada. 

El coro sonó muy bien, aunque su italiano debe mejorar, porque no siempre es fácil entender lo que cantan si no se conoce el texto previamente, y el teletexto falló en algunas ocasiones. Destacaría su intervención al final del primer acto, entrando en forte pero atinados, y nuevamente cuando se aprestan a la guerra. Pero la parte final de la ópera, con un pathos totalmente distinto, fue igualmente mágica. 

La orquesta, bajo la dirección de Oleg Caetani (Lausana, 1956, hijo de Igor Markevich, estudió en Moscú y San Petersburgo con Kondrashin y Musin), funcionó muy bien. Caetani es un buen acompañante que ayuda a los cantantes, pero además tiene sensibilidad para aprovechar los momentos de lucimiento que le presta la partitura: el comienzo de Casta diva sonó emocionante y la parte final, cuando Norma se autoacusa y se crea un silencio absoluto que luego se continúa lentamente y en piano hasta el fin de la ópera, fue impecable y creó una enorme tensión. Caetani llevó unos tempi más bien ligeros y un ritmo marcado y algo militar, sin rubato ni emociones. Pero al mismo tiempo tenía muy calculado lo que quería hacer en cada momento, preparaba cada cambio de tempo o emoción cuidadosamente y a la orquesta se la veía muy segura. Me hizo gracia observar la poca costumbre que hay en el Mariinski de hacer versiones de concierto, con los cantantes delante de la orquesta: Serjan se giraba de vez en cuando hacia Caetani para atender sus indicaciones, con lo cual se nos iba el sonido, mientras Caetani hacía un gesto algo forzado cuando tenía que mirar a los cantantes y perder de vista a la orquesta. En cualquier caso la parte instrumental fue una de las grandes bazas de esta representación. 

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