Discos
Wittener Tage 2017
Paco Yáñez

Proseguimos nuestro repaso a las ediciones discográficas de las Wittener Tage für neue Kammermusik, alcanzando la última lanzada al mercado hasta la fecha, la correspondiente al año 2017: un doble compacto que se abre con el francés Philippe Manoury (Tulle, 1952) y su partitura para clarinete y orquesta Passages (2017). Aunque, ciertamente, habría que hablar de clarinetes, pues lo que aquí Manoury concibe es un estudio en profundidad de la sonoridad, la articulación y el timbre de este instrumento, por medio del desdoblamiento del solista con otros clarinetes dispuestos como parte del efectivo orquestal, a izquierda y derecha de un espléndido Thorsten Johanns como solista. Es por ello la profusa sensación que acabamos teniendo de escuchar sombras sonoras por doquier, una suerte de metaclarinete que se impone a la propia orquesta, fagocitándola. La escritura para clarinete es deudora, en muchos momentos, de un Luciano Berio, desbordando virtuosismo y el habitual buen hacer de Philippe Manoury a lo largo de los poco más de 13 minutos que duró Passages en ésta que la fue la versión de su estreno.
La segunda partitura señala un contraste acusadísimo con la primera. Se trata de Conséquences particulièrement blanches ou noires (2016), obra en cuatro partes de un compositor tan habitual en los festivales de música actual como el checo Ondřej Adámek (Praga, 1979), autor que en 2010, 2014 y 2015 ya había estado presente en Witten. En 2017, Adámek presentaba una partitura de casi 22 minutos de duración con un carácter fuertemente mecánico debido a tan peculiar solista como el que incluye este concierto para máquina de aire y catorce instrumentos. Ese deje robótico imprime en Conséquences particulièrement blanches ou noires una concepción del ritmo muy particular, quebrada y rígida, aunque solista y ensemble se esfuercen por dar calidez y humanizar tan ruidista entramado tímbrico, mostrando visos de lo que podríamos decir una nostalgia de las sonoridades clásicas, ensayadas una y otra vez dando lugar a una dramaturgia con mucho de comicidad; por momentos, cual banda sonora de unos dibujos animados, incluidas improntas de músicas populares y lo que parece, alcanzado el decimonoveno minuto, toda una fábrica musical digna de Mosólov y su Zavod: muzyka mashin (1926-27). Gracias a la prolija tubería que la máquina de aire empleada en Witten dispone, uno de los aspectos más refinados en Conséquences particulièrement blanches ou noires es la microtonalidad, en función del despliegue de tubos, émbolos y presiones aplicadas a tan peculiar instrumento (aunque no se quedan atrás, en imaginación tímbrica, los restantes miembros del ensemble). Con todo ello, Adámek derrocha fantasía, creatividad y sorpresas en una partitura en continua conquista de nuevos paisajes sonoros.
Con el francés Philippe Hurel (Domfront, 1955) y su partitura para cuarteto de cuerda Entre les lignes (2016-17) regresamos al virtuosismo, así como a la ambigüedad que él mismo reconoce que plantea su obra entre un proceso de desarrollo continuo y una arquitectura de la variación. Su densidad es pareja y se nutre de las ideas de otra página previa de Hurel, Trait d'union (2013), obra para violín y violonchelo también abismada a una densa homorritmia, así como a una polifonía tremendamente intrincada, algo que el cuarteto amplía hasta resultar prácticamente indiscernibles las voces de los cuatro instrumentos: tal es la maraña acústica que el Arditti despliega desde cada uno de sus atriles. Inestabilidad, polifonía rítmica y erosión son otros conceptos clave para comprender cómo Entre les lignes evoluciona desde una escritura más reconocible desde la altura hasta un desgaste sonoro que se adentra en esa región entre las líneas, entre las referencias clásicas, donde la tradición entra en crisis y el sonido del cuarteto empieza a perder su estabilidad (especialmente, en el último cuarto de la obra), pareciendo que el sonido flotara y se disolviera perdiendo todo atisbo de control colectivo, deviniendo una estructura totalmente atomizada: cuatro instrumentos que han perdido sus imaginarios comunes y (di)vagan erráticamente. Ello da, finalmente, sentido a lo más referido a un desarrollo como proceso; pues, como arquitectura de la variación, costaría encontrar eslabones que nos condujeran desde el sólido y apelmazado comienzo de Entre les lignes hasta un estado de dispersión como en el que la obra concluye.
Escuchado el primer disco de esta edición, hay que decir que le sienta bien a las jornadas de Witten la presencia de compositores nacidos en los años setenta del pasado siglo; al menos, si estos presentan la calidad del ítalo-suizo Oscar Bianchi (Milán, 1975), de quien conocemos el estreno mundial de un cuarteto plenamente actual en cuanto a sonoridad, como Pathos of Distance (2017). Segundo cuarteto de Bianchi, en él se plantea cómo abordar el concepto de distancia en la música, algo que intenta por medio de la expresión, la observación y la contemplación. Más allá de que la lontananza sea tal en música, alteridad difícilmente alcanzable desde el propio instrumento, Pathos of Distance no deja de ser en ningún momento una obra enormemente atractiva por sus sonoridades resultado de una profusión de técnicas extendidas hilvanadas con una exquisita sensibilidad y refinamiento, así como con una musicalidad de verdadera ley que hace de este cuarteto una de las más bellas y actuales páginas de esta edición.
Cierra el primer compacto una de las habituales instalaciones sonoras de las Wittener Tage für neue Kammermusik, un festival, como hemos dado cuenta en anteriores ediciones discográficas, muy proclive a explorar sónicamente el contorno de la ciudad renana, ya sean sus parques, sus calles o sus ríos. En este caso, en apenas 7 minutos escuchamos un montaje de diversas propuestas de compositores como Thomas Taxus Beck, Cathy van Eck, Barblina Meierhans, Gordon Kampe, Jens-Uwe Dyffort y Roswitha von den Driesch. Con sus instalaciones, habitan y desvelan espacios, ecos y topologías, aquí reunidas y montadas de forma sucesiva, aunque con ello se pierde la idiosincrasia de cada propuesta al ser éstas recortadas, además de la componente visual, tan importante, que en anteriores ediciones que incluían un DVD para estos efectos habíamos disfrutado.
Pasando al segundo compacto, nos encontramos, en primer lugar, con un histórico de la música actual alemana, Nicolaus A. Huber (Passau, 1939), de quien escuchamos Split Brain (2015), obra que convierte a la WDR Sinfonieorchester en toda una formación de cámara a través de un concepto analítico netamente schönberguiano; actualizado, eso sí, con sonoridades y timbres de total modernidad. Estamos ante una página mayormente atomizada, formada por puntos que continuamente emergen desde distintas secciones de la orquesta, activando nuestra capacidad para establecer puentes y vínculos entre ellos, para trazar su gran forma: ésa aquí tan fragmentariamente expuesta por Pablo Rus Broseta en su precisa dirección de semejante marasmo de movimientos acústicos a la deriva. La sonoridad global (cuando se produce o la montamos en nuestra mente) incide en lo percusivo, así como en los retos a nuestra percepción, para la cual los momentos más abigarrados y colosales de Split Brain son todo un festín; máxime, si son tocados como aquí lo hace la WDR de Colonia.
La japonesa Malika Kishino (Kioto, 1971) es la primera presencia femenina de esta edición fonográfica, por medio de su partitura para flauta, oboe, clarinete y ensemble Ochres II (2017). Estamos ante un trabajo muy bien escrito que reflexiona sobre el color ocre y su presencia transversal en tantas culturas; especialmente, en los albores de la humanidad, con su arte en tonalidades tierra. A través de una melodía de timbres que busca las regiones compartidas de su trío de solistas, ampliados dichos espectros cromáticos por un ensemble concebido como un metainstrumento que extiende a flauta, oboe y clarinete, Kishino da forma musical a esas tierras, a sus ocres, con un gran virtuosismo, pero sin olvidarse de las gamas de colores que pinta en sus pentagramas, lo cual impone cierta contención dentro de la cual el Ensemble Orchestral Contemporain, bajo la dirección de Daniel Kawka, lleva a cabo un grandísimo trabajo, de especial belleza en los registros graves de los vientos: la región más oscura de esta tan mediterránea escala de tierras y ocres sonoros.
Como ya viene siendo habitual en Witten (para mayor gozo de cualquier amante de la música actual), los cuartetos Arditti y JACK volvieron a sumar sus efectivos en 2017 para dar cuenta del estreno de Undone (2017), octeto de cuerda del norteamericano Rand Steiger (Nueva York, 1957). En su partitura, quiere Steiger reflejar el clima de xenofobia reinante en el gobierno de los Estados Unidos desde la elección de Donald Trump, así como el peligro que supone el ascenso de la extrema derecha en Alemania; todo ello, relacionado con su propia familia, con el exilio de su abuelo para huir de la Alemania nazi. Es así que Undone reflexiona sobre los movimientos humanos y las posibilidades que estos brindan a los individuos para iniciar una nueva vida: algo que en su octeto lleva a cabo por medio de una profusa exploración de la espacialización, en línea con trabajos previos de Steiger en los que las fuentes digitales multiplicaban la música, habitando el espacio, algo que en Undone se lleva a cabo únicamente por medio de instrumentos acústicos, con las virtudes que se suponen a dos cuartetos como JACK y Arditti. En los compases finales, una melodía infantil del acervo hebreo se explicita en las cuerdas de forma nítida, cambiando por completo el ambiente musical y rememorando las viejas canciones familiares, así como el horror del Holocausto. Es una llamada de atención por parte de un Rand Steiger que ve signos preocupantes, de nuevo, por doquier (a los que habría que añadir, desde luego, la opresión del pueblo palestino por parte del Estado de Israel).
El alemán Martin Grütter (Trostberg, 1983) nos conduce a un ambiente totalmente distinto con su septeto Die Häutung des Himmels (2017), aquí magníficamente tocado por el Ensemble Modern con dirección de uno de los mejores directores de nuestro tiempo, Brad Lubman. Falta hace, tal excelencia interpretativa, especialmente en una escritura para metales endiablada, con unos dejes humorísticos que ponen un contrapunto a las más sesudas reflexiones previas de Steiger. Se trata, por tanto, de un septeto cercano, en ambiente y escritura, a Mauricio Kagel, que estudia la estructura de un cielo que Grütter va abriendo cual taxidermista para desentrañar sus sucesivas capas desde una óptica telescópico-musical.
Por último, la serbia Milica Đorđević (Belgrado, 1984) visita nuestra sección discográfica por segunda vez este año, tras habernos mostrado el pasado 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, la excelencia artística que las creadoras de nuestro tiempo son capaces de ofrecernos. Es algo que volvemos a disfrutar en Indigo (2017), página para dos cuartetos de cuerda en la que Arditti y JACK se vuelven a unir. Como en el caso de Malika Kishino, Đorđević se lanza a la exploración sonora de un color, el añil; aunque, asimismo, «indigo» es un término que designa un tipo de papel-carbón en su lengua natal, el serbio. Es por ello que, como el color y la materia, este doble cuarteto se mueve entre categorías, desafiando la estabilidad a modo de refracción y reflejo de patrones musicales. De este modo, materiales, sonidos, colores, gestos y relaciones son puestos por Đorđević en un proceso de contrapunto continuo, multiplicado por medio de la doble formación cuartetística; a pesar de lo cual, no deja de sostenerse de forma muy homogénea el discurso, sin tanta radicalidad discursiva ni fiereza como algunas de sus partituras previas. Ni que decir tiene que la interpretación, como la mayor parte de estos dos discos, parece de campanillas, con unos excelentes resultados.
Tal y como las Wittener Tage für neue Kammermusik nos tienen acostumbrados, las tomas de sonido corrieron en 2017 nuevamente a cargo de la WDR, siendo todas ellas soberbias en presencia, detalles y espacialización (algo tan importante en varias de las partituras hasta aquí vistas). También en su línea, el libreto sólo se presenta en alemán, con 31 páginas repletas de fotografías y textos explicativos a cargo de los propios compositores, además de biografías y datos técnicos. Buena cosecha, por tanto, la del 2017, con sus contrastes generacionales y sus tan pertinentes reflexiones sobre un mundo un tanto errático que en festivales como el de Witten debería encontrar espacios para una reflexión trascendente más allá de la banal trivialización que nos rodea.
Estos discos han sido enviados para su recensión por el Kulturbüro Witten
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