España - Castilla y León
Dándolo todo
José del Rincón

Si es un privilegio que un grupo de la categoría de Harmonia del Parnàs actúe en pueblos tan pequeños como Abejar o Calatañazor, también es la justa recompensa al tesón con el que dos asociaciones impulsan desde hace años sendos ciclos de conciertos estivales; la asociación ‘Amigos de Calatañazor’ organiza las ‘Jornadas musicales’ (más veteranas que las ‘Noches’ de Abejar) desde nada menos que 1978 con una más que digna calidad media. Del pasado de estas jornadas siempre quedará en mi memoria un hito como el recital de clave que ofreció Bob van Asperen el 6 de septiembre de 1980, aunque también recuerdo un buen puñado de otros conciertos muy buenos que sería prolijo enumerar ahora.
Harmonia del Parnàs ya visitó hace dos veranos los pueblos sorianos arriba mencionados con apenas un cambio en su plantilla; si en 2016 vino el estupendo flautista Antonio Campillo, este año ha ocupado su lugar la también excelente violinista Beatriz Amezúa.
Es impagable la tarea de redescubrir obras olvidadas que está llevando a cabo Marian Rosa Montagut, la directora de este conjunto. Con el título Ad Mariam, el programa incluyó piezas encontradas en archivos de la España peninsular y de las colonias americanas de calidad más que suficiente como para no desmerecer de las obras de Purcell y Haendel que Harmonia del Parnàs entremezcló sabiamente con sus recuperaciones. Con ello, lograron conformar un programa variado e idóneo para ser disfrutado por el público que puede congregarse en un pequeño pueblo turístico castellano en el mes de agosto.
La clavecinista y directora valenciana se rodea siempre de unos músicos magníficos. El violonchelista Guillermo Martínez Concepción no se limitó a hacer el bajo continuo de forma impecable, sino que se atrevió a hincarle el diente a una transcripción para violonchelo de la Sonata para violín y continuo en sol menor HVW 364a y salió más que airoso de tan difícil empeño. Beatriz Amezúa tocó la versión original para violín de la Sonata en La Mayor HVW 361 con similar calidad, así como las Danzas del corpus, la curiosísima Suite anónima para violín y continuo (que no me sonó muy española a pesar del origen del manuscrito) y las partes de violín obligado que contenían algunas de las obras vocales que incluía el programa.
Marian Rosa Montagut realiza el continuo en el clave con tanta discreción como excelencia y dirige de forma admirable Harmonia del Parnàs. Persona erudita, tocada también por el don de la elocuencia, dio una breve explicación al hilo del programa que me supo a poco.
Siendo como son los anteriormente citados músicos de acreditada trayectoria, creo que es de justicia que dedique las siguientes líneas a la jovencísima soprano Sara Russell, que ya hizo gala de muy buenas maneras en su anterior visita a Calatañazor en 2016, pero que ha demostrado en estos dos años un progreso imparable. Sara Russell destaca sobre todo por la belleza de una voz cristalina, bien afinada, emitida con una homogeneidad increíble en todos los registros y que proyectó con suma facilidad y nitidez hasta el último rincón de la iglesia. La dicción de Sara es admirable y consigue que se entienda absolutamente todo, desde los textos castellanos de Esperar, sentir, morir de Juan Hidalgo y de El ave al cielo de Francesco Corradini hasta el inglés de la Music for a while del Edipo de Henry Purcell, pasando por en el latín de las obras sacras procedentes del archivo de Chiquitos. Me impresionaron en especial las notas más largas, que la joven cantante emite con una increíble pureza y vibrándolas tan solo un poco al final; estas notas son tan solo un ejemplo de la adecuación estilística de su ejecución a los criterios interpretativos historicistas, criterios que también siguieron sus compañeros con sus instrumentos originales.
Aunque no se da en la mayoría de los casos, sí se produce con más frecuencia de lo que yo quisiera el fenómeno de que músicos famosos vienen a Soria a cubrir el expediente; luego compruebo que lo hacen mejor en Valladolid o en Madrid. No es en absoluto el caso de Harmonia del Parnàs, cuyos integrantes ponen siempre toda la carne en el asador aunque actúen en los pueblos más pequeños de nuestra geografía. El respetable, que llenó la iglesia de Nuestra Señora del Castillo, lo agradeció, puesto en pie, con no pocos bravos y numerosos aplausos.
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