Discos
Juventude em marcha
Paco Yáñez
En la entrevista con Baldur Brönnimann que próximamente publicaremos en Mundoclasico.com, el director de la Orquestra Sinfónica do Porto afirma que la política de encargos de la Casa da Música portuense se centra, fundamentalmente, en colaborar con nombres ya consagrados de la escena internacional, así como en potenciar la creación de jóvenes compositores portugueses: algo que hemos venido comprobando desde hace más de una década en nuestro diario a través de los sucesivos estrenos de los jóvenes compositores en residencia en Casa da Música, un puesto que este año ocupa Gonçalo Gato, compositor lisboeta del cual el próximo domingo, 9 de diciembre, la OSPCM estrenará Ex machina colores (2018), precisamente con Baldur Brönnimann sobre el podio (dentro de un concierto que ejemplifica a la perfección esa dinámica a la que el maestro suizo se refería en nuestra entrevista, pues ese mismo día se escuchará por primera vez en Portugal el nuevo Concierto para violín y orquesta (2017) de Georg Friedrich Haas, partitura encargada conjuntamente por la propia Casa da Música y dos instituciones tan prestigiosas como la Suntory Hall de Tokio y el Staatstheater de Stuttgart).
Pero, además de potenciar de forma ininterrumpida la creación de estos jóvenes portugueses, los programas de la OSPCM y del Remix Ensemble promueven algo tan importante como el que estas partituras se vuelvan a interpretar en sucesivas ocasiones, eludiendo, así, uno de los males que sufre la composición actual, en general, y la de los jóvenes creadores, en particular: el que el estreno de una obra se convierta en su única audición en vivo. En mayo de 2015, Casa da Música programó dos conciertos que, bajo la denominación O Estado da Nação, repasaron algunas de las páginas encargadas y estrenadas en el auditorio luso desde 2007 (año en que se puso en marcha el programa de compositores y artistas en residencia) hasta 2014: dos jornadas, por tanto, para conocer mejor obras que ya habían sido escuchadas en Oporto y que incluso trascendieron las fronteras de Portugal, pues el propio Brönnimann nos contaba en su entrevista cómo en sus conciertos de octubre de 2017 en Portland, dirigiendo a la Oregon Symphony, había programado una partitura de una de estas jóvenes compositoras en residencia: Ângela da Ponte.
A mayores, a los encargos y estrenos de estas partituras firmadas por jóvenes compositores lusos, así como a sus sucesivas ejecuciones, le hemos de añadir un tercer nivel de difusión, del que hoy, precisamente, damos cuenta: su registro y publicación discográfica, algo que ejemplifica a la perfección el doble compacto que hemos recibimos de Casa da Música con la grabación de los dos conciertos que, dentro del ciclo O Estado da Nação, tuvieron lugar en mayo de 2015: dos conciertos cuyas propuestas repasaremos siguiendo un orden cronológico de compositores en residencia, por lo cual será con Vasco Mendoça (Porto, 1977) con quien comencemos: un creador que en su trigésimo aniversario disfrutó de la primera residencia habida en Casa da Música: un proteico año entre cuyos frutos encontramos la partitura para soprano y ensemble Shadow Circles (2007), aquí interpretada por la cantante Leonor Barbosa de Melo junto con el Remix Ensemble y Pedro Neves, director que se puso al frente del Remix para dar cuenta de las páginas camerísticas en O Estado da Nação. Inspirado por la poesía de Dylan Thomas, Mendoça se adentra en su mundo de violencia y lirismo para alquitarar de tal barroquismo y construcciones monumentales su inherente musicalidad, haciéndolo desde las palabras más arcaicas y primordiales. El poema A Process In The Weather Of The Heart sirve al compositor portuense para referir otro aspecto fundamental en la poética de Thomas: la existencia de negaciones dentro de los propios enunciados, algo que da lugar a una dialéctica musical de opuestos, de luces y sombras que se fertilizan como motor estructural y expresivo, pues la estructura circular que ya en su título anticipa Shadow Circles da lugar a esas alternancias entre lo extático y lo dinámico, entre la luz y la sombra. La voz sería, sin duda, una de esas luces; ahora bien, estamos ante una voz de planteamientos muy convencionales en su canto, por lo que ésta acaba lastrando estilísticamente una partitura más interesante en lo que a la escritura instrumental se refiere, con dejes que vinculan a Vasco Mendoça con la música nórdica, sobrevolando su obra la impronta de una Kaija Saariaho por su refinamiento poético, pero, al tiempo, por su excesiva corrección y falta de riesgo.
Avanzando un año, en 2008 fue Luís Lopes Cardoso (1972) quien ocupó la residencia como joven compositor en Casa da Música, resultando de ello la obra para ensemble Interlúdio 2 (2008), una partitura cuyos materiales se derivan del proyecto operístico Tristão (2006-07), página para la cual podría funcionar al modo de obertura, pues la estructuración armónica y melódica de este Interlúdio 2 condensa y hace desfilar -según el propio Lopes Cardoso- a los personajes de su ópera en los apenas siete minutos que dura esta pieza. A pesar de tal concentración, este segundo interludio resulta un tanto cansino, exceptuando algunos momentos humorísticos con dejes entre lo kageliano y lo stravinskiano, si bien a medida que avanza la partitura se contagia de un lenguaje musical cinematográfico repleto de clichés que mueven al hastío.
Con Daniel Moreira (Porto, 1983), joven compositor en residencia durante el año 2009, nos encontramos con una presencia fija cada temporada en Casa da Música, siendo uno de los divulgadores musicales de referencia en el auditorio portuense, ya sea por las presentaciones de conciertos comentados que Moreira realiza, por sus numerosas y bien informadas notas al programa, o por su moderación de charlas y debates. En dichas intervenciones, Daniel Moreira se muestra siempre atento a destacar los vínculos que unen la música de nuestro tiempo con el pasado: uno de los puntos fuertes en las propuestas anuales de Casa da Música. Limiar [Homenagem a Haydn] (2008-09) es un ejemplo más de ese diálogo histórico, aprovechando la conmemoración que en 2009 Casa da Música realizó de los doscientos años de la muerte de un Joseph Haydn que Moreira considera un compositor epifánico, destacando en el catálogo del austriaco el acorde del nacimiento de la luz en Die Schöpfung (1796-98): big bang musical que Moreira toma para jugar con elementos divergentes y contrastantes que acaban evolucionando hacia la consonancia, sumergiéndonos en distintos procesos de evolución de los materiales musicales. Limiar me parece superior, por técnica y modernidad, que las partituras de Vasco Mendoça y Luís Lopes Cardoso antes reseñadas, si bien peca de irregularidad y de un final con un clímax efectista que se queda a enorme distante de reflexiones haydnianas de verdadera enjundia como la de Hans Zender en Dialog mit Haydn (1982), una página que deja en paños menores a la de Moreira. La segunda obra que escuchamos del compositor portuense es otro homenaje, en este caso, a William Turner: From dawn to twilight over Zabriskie Point (2009), quizás la partitura orquestal más conocida de Daniel Moreira (que en España pudimos escuchar en auditorios de Valladolid y Santiago de Compostela, ciudad en la que tuvo lugar su estreno mundial, el 16 de octubre de 2009). De hecho, ésta es la segunda ocasión en que From dawn to twilight over Zabriskie Point visita nuestra sección discográfica, pues en agosto de 2011 ya dimos cuenta de su lanzamiento fonográfico dentro del compacto titulado Música sinfónica portuguesa dos séculos XX e XXI (Casa da Música CDM 011), allí en la segunda interpretación de la obra (17 de octubre de 2009) a cargo de la Orquestra Sinfónica do Porto con Peter Rundel al frente, una versión más moderna y punzante que ésta, un tanto más contemplativa e impresionista, dirigida por un Takuo Yuasa que fue el director encargado de conducir a la OSPCM en el concierto orquestal de O Estado da Nação en 2015. Después de haber escuchado From dawn to twilight over Zabriskie Point en dos versiones discográficas, así como en vivo al propio Rundel con la OSPCM en el concierto del estreno, sigue sin parecerme un trabajo plenamente logrado: un tanto romo e insustancial, a pesar de la belleza de sus esfumados sonoros, quedando por debajo de lo escuchado en los primeros minutos de Limiar [Homenagem a Haydn].
En 2010, el joven compositor en residencia fue Daniel Martinho (Vila Nova de Gaia, 1985), de quien escuchamos aquí la orquestal Antologia do Tempo 3: Apogeu (2010), de nuevo en manos de la OSPCM y Takuo Yuasa. Estamos ante una partitura que su autor dice encuadrada en una serie de momentos que traducen una antología del tiempo como desarrollo, transformación y maduración: un proceso que implica a varias partituras cada una de las cuales representa un estadio evolutivo en dicho ciclo de crecimiento y cambio. Apogeu sería, por tanto, la tercera parte de un tríptico que previamente conoció su génesis en un cuarteto de cuerda y su desarrollo en una partitura camerística estrenada por el Remix Ensemble, produciéndose una revisión y adaptación continua de los materiales en función del medio hasta este apogeo final que, paradójicamente, nos remite al comienzo del ciclo, situándonos frente a una concepción circular del tiempo. La expansión del sonido tiene un peso fundamental en Apogeu, una partitura cuyos pasajes orquestales más poderosos nos recordarán a Richard Wagner y a Alban Berg; incluso, a su actualización en Wolfgang Rihm. Ahora bien, a medida que avanza la pieza, ésta decae notablemente, recalando en un espectaculismo kitsch y rimbombante que nos deja con la sensación de volver a escuchar otra propuesta fallida.
Si en Daniel Martinho detectábamos una fuerte impronta germánica, en la que fue primera joven compositora en residencia en Casa da Música, Ângela da Ponte (Ponta Delgada, 1984), percibimos una notable influencia de la música francesa y del impresionismo, algo que destilan las dos partituras aquí recogidas, frutos de su residencia en Oporto durante el año 2011: la camerística Kras en Momentum (2011) y la orquestal La Mer Souleveé (2011). En esta última, pretende la compositora homenajear al Atlántico que baña a su tierra natal, las Azores, con una estructura lírica basada en el poema Idílio, del también azoriano Antero de Quental. Ahora bien, más que a una sonoridad lusa, lo que parece resonar en La Mer Souleveé es el propio Debussy y, desde su impulso, toda una corriente que llegaría a la música espectral, a Takemitsu y a Magnus Lindberg: un universo postimpresionista muy atento al timbre y a las armonías como textura y color. Mientras, Kras en Momentum suena más rihmniana, mostrando un buen dominio de los ritmos y los timbres del ensemble, aunque dentro de unos planteamientos muy convencionales y académicos: uno de los lastres, en general, de estos jóvenes compositores. Con algunos pasajes de un efectismo que hace decaer la calidad de la partitura, los últimos asomos de madera y cuerdas nos remiten a ese refinado impresionismo, aquí sublimado, que en sus más depurados compases, rehuyendo lo rimbombante, ofrecen lo mejor de Ângela da Ponte.
Frente al academicismo que domina la creación de los autores hasta aquí presentados, el que fuera joven compositor en residencia en Casa da Música durante el 2012, Igor C. Silva (Porto, 1989), nos ofrece una estética más actual y mestiza, algo que escuchamos desde los primeros compases de una partitura orquestal cuyo título no deja lugar a dudas de que estamos ante otra estética: Non"sense%]8$messages#_! [for a nonsense reality] (2012). De hecho, en una pieza de tan enrevesado nombre parecen alquitarase las influencias de algunos de los compositores que por Casa da Música han desfilado abriendo nuestra mirada a otros universos de la música actual; aquí, de forma concreta, la de Wolfgang Mitterer. Su hibridación de estéticas urbanas, el uso de la voz pregrabada (también, con una voluntad política y concientizadora), así como una sonoridad muy percusiva, hacen que esta pieza (sin que estemos ante genialidad alguna) sí nos ofrezca un ejemplo de un modo de componer muy en boga en Europa, sin caer en tanto cliché académico como los anteriores autores. Mientras, la camerística from underground_03 (2011) se refiere, por un lado, a aquello que permanece latente en los subterráneos de la memoria, así como a las música que su título evoca, con preferencia de Igor C. Silva por el free jazz, el indie, la música electrónica, el rock y el noise. Es por ello que, como en Non"sense%]8$messages#_!, e incluso de forma más agudizada que en la partitura orquestal, predomina un escenario de hibridación estilística, con un nivel, técnica y estéticamente, superior al resto de las obras recogidas en estos dos compactos. La electrónica, la improvisación y los amplios márgenes para la espontaneidad de los propios músicos del ensemble, nos hablan de una página abierta que se beneficia sobremanera de las bondades del Remix para acabar de perfilar los resultados de la pieza más moderna de esta edición de O Estado da Nação.
El joven compositor en residencia en el año 2013, Marco Barroso (Oeiras, 1977), también nos remite con su música a ciertos dejes del posmodernismo austriaco en la orquestal Bondage (2013). Hasta el minuto 1:15 de la obra asistimos a un paisaje sonoro estupendo (quizás lo mejor de esta edición), con una técnica muy moderna y bien pulida en la que resuenan ecos de Helmut Lachenmann y Salvatore Sciarrino; ahora bien, a partir de ahí, dicha base queda soterrada para poner Barroso de primer plano una serie de patrones rítmicos obsesivos con un punto mecánico que nos recuerda hasta la Zavod: muzyka mashin (1926-27) de Aleksandr Mosólov, así como a un minimalismo machacón más propio de una fanfarria hortera o de una banda sonora cutre. Para más inri, cerca del minuto cuatro se asoman a la obra unos temas neorrománticos en las cuerdas, apenas entrevistos en medio del golpeo continuo de lo rítmico: verdaderos latigazos que, tirando del título de la obra, nos podrían remitir al sadomasoquismo, aunque de un modo tan explícito, que ni el propio Haas lo hubiese firmado. Con dejes, también, jazzísticos, Marco Barroso utiliza el tema propuesto por Casa da Música, el color, para viajar hacia lo oscuro, tomando dicha tonalidad como metáfora del miedo y de «inconfesables pensamientos y retorcidas asociaciones» de una naturaleza que parece, indudablemente, sexual, también remitida por el compositor a la escritura de Howard Phillips Lovecraft. Quizás sea, por tanto, la exploración del color lo que justifique esa profusión de escalas buscando gradaciones cromáticas de un modo tan obsesivo como conectado con el posmodernismo austriaco de un Bernhard Lang, por tomar un ejemplo, antes de recalar en una oscuridad plena en el final de Bondage.
Termina este recorrido con la joven compositora en residencia del año 2014, Ana Seara (Coimbra, 1985), de quien escuchamos la camerística Sinestesias (2014) y la orquestal Mar de Sophia (2014), una partitura que ya pasó por nuestro diario con motivo de su estreno mundial, el 15 de noviembre de 2014. Escribí entonces que no me parecía que Seara estuviese llamada a un puesto de relevancia entre las grandes compositoras de nuestro tiempo, algo en lo que me reafirmo tras escuchar esta nueva versión a cargo de la misma orquesta, ahora con Takuo Yuasa al frente. Mar de Sophia une los textos de la escritora portuense Sophia de Mello Breyner Andresen con la visión del mar que la propia Ana Seara ha interiorizado a partir de los poemas de Sophia de Mello, cuyos versos son aquí tomados para hablarnos de un mar que es punto de encuentro, infinito, vida/muerte, belleza y recuerdos de la infancia. Todo ello da lugar a una obra en la que nuevamente afloran ecos actualizados de otra partitura marina, la de Debussy, con sus destellos impresionistas y un acusado sentido del movimiento: un fluir continuo que va implicando timbres y desplegando colores en función de cómo olas, irisaciones y recuerdos se suceden en la memoria. Aunque tradicional en cuanto a formas, se asoman a Mar de Sophia algunas sonoridades contemporáneas que elevan el nivel de la partitura, desde su arranque en percusión y flautas en rumores de aire sin tono, apoyadas en unos violonchelos en divisi que reflejan la motilidad de la superficie marítima: corriente móvil que extienden contrabajos, violas y arpas en un largo recorrido hasta un primer clímax efectista en los platos atacados con baquetas; dinámica a la que sucede un episodio estático y contemplativo, si bien afectado y convencional, de un paisajismo demodé. Esa dinámica de clímax y pasajes serenos se ve intercalada por compases tímbricamente más logrados, como los expuestos por piano, percusión y trombones con sordina, así como en la reaparición del motivo inicial de flautas sin tono, que ejerce de unificador de la partitura. Los sucesivos clímax van marcando los ejes de tensión de la obra, siempre con ese carácter dinámico, ya sea en los glissandi del timbal o en los metales, hasta llegar a un final circular en el que percusión y flautas exponen en forma de variación los rumores entre los que nos habíamos enrolado en esta travesía oceánica. Por lo que a Sinestesias (2014) se refiere, de nuevo, y como Bondage, la obra comienza con un paisaje sonoro muy atractivo, de técnicas extendidas más actuales, algunas de las cuales se asomaban a Mar de Sophia. Sin embargo, en dicho paisaje acústico algunos clichés (como los de la percusión) ya nos hablan de asomos convencionales que podrían lastrar la partitura: vaticinio que se cumple cuando ésta recala en lo más rítmico, con improntas minimalistas de baja estofa, para acabar exponiendo corales en las maderas propios de un Bach del siglo XXI, progresivamente acelerados cual trasunto de un esfumado pictórico al que bien se podrían remitir, por lo que al título se refiere, con las explícitas asociaciones entre color y música que se expanden hasta ese eco suspendido final. Ahora bien, todo ello conforma un caleidoscopio bastante desnortado, sin mayor firmeza ni unidad en el lenguaje...
...y es que la mayor parte de las obras aquí reunidas pecan un poco (o un bastante) de eso mismo: de tocar muchos palos estilísticos sin acabar de conformar una personalidad propia, además de que se observa una acusada superficialidad muy de nuestros líquidos días. Es decir, ni por asomo podemos afirmar que entre estos jóvenes compositores -a día de hoy, matizo- se encuentren personalidades con la profundidad espiritual y la coherencia artística de un Emmanuel Nunes o un Jorge Peixinho; padeciendo la mayor parte de estas propuestas, en mi opinión, de un excesivo academicismo, sin que se escuchen en ellas asomos de rebeldía (si acaso, en las páginas de Igor C. Silva, o, puntualmente, en la pieza de Marco Barroso). En todo caso, hablamos de jóvenes compositores que han de ir encontrando un lenguaje que los defina, y a los que debiera ayudar de un modo muy positivo la presencia tan habitual de grandes compositores internacionales en las programaciones de Casa da Música; aunque, en este sentido, parece que, antitéticamente, la mayor dureza en el medioambiente musical favorezca la afirmación del yo artístico, pues si pensamos en la creación actual al norte del Miño nos encontramos con compositores, como el vigués Ramón Souto, que representan una realidad mucho más potente que las más erráticas aquí escuchadas. Sea como fuere, estamos -tirando del título de la película del año 2006 del realizador portugués Pedro Costa que vendimio para esta reseña- ante toda una juventud en marcha que ha de ir encontrando su voz y haciendo que su obra se convierta, igualmente, en una plataforma desde la que su país y su tiempo se expresen conjuntamente, hablando de quienes han sido.
La edición, como es habitual en los lanzamientos de Casa da Música (de varios de los cuales hemos dado cuenta a lo largo de este año), es muy buena, con notables tomas de sonido (en vivo) y un completo libreto en el que cada uno de los compositores presenta sus obras, incluyéndose fotografías de estos dos conciertos en los que Portugal repasaba el estado de su nación musical.
Estos discos han sido enviados para su recensión por Casa da Música
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