España - Andalucía

Bello retablo de Falla

José Amador Morales
martes, 4 de diciembre de 2018
Sevilla, jueves, 8 de noviembre de 2018. Teatro de la Maestranza. Serguei Rachmaninov: Concierto para piano nº 1 en fa sostenido menor, Op. 1. Maurice Ravel: Don Quijote a Dulcinea. Manuel de Falla: El retablo de Maese Pedro. Hiroo Sato, piano. Josep Miquel Ramón, barítono. Pablo García López, tenor. Ruth Rosique, soprano. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Andrés Salado, director musical
9,5E-05

El Concierto para piano nº1 de Rachmaninov no ofrece la inspiración y profundidad que sí advertimos en obras posteriores del compositor para el mismo formato. Sin embargo, probablemente ahí radica su interés, esto es, en atisbar su temprana apuesta por las raíces eslavas, por su trasfondo decididamente romántico y por determinados rasgos técnicos (esas poderosas octavas, las progresiones armónicas, el tratamiento del piano en las melodías orquestales…). Mucho de ello pudimos comprobar en el tercer concierto de la temporada de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, cuya primera parte consistió en una sólida lectura de esta obra de Rachmaninov por parte de Hiroo Sato con dirección de Andrés Salado. El ganador del primer premio del Concurso Internacional de Música María Canals hace dos años, pese a un inicio con un sentido del ritmo y del color algo mecánicos y tal vez demasiado pendiente del director, fue convenciendo paulatinamente hasta ofrecer su mejor perfil en unas cadencias de gran fantasía interpretativa. Del mismo modo, se superó a sí mismo en una imponente versión del Preludio op.3 nº2, también de Rachmaninov, rica en matices dinámicos y con sabio manejo del pedal.  

La segunda parte estuvo consagrada a sendas obras vocales en torno al Don Quijote cervantino. En primer lugar, las tres canciones que conforman el Don Quijote y Dulcinea de Ravel, tuvieron en Josep Miquel Ramón un intérprete esforzado pero en las antípodas de las sutilezas expresivas que requiere su parte y con serias dificultades técnicas en un instrumento con demasiadas resonancias nasales y a menudo calante. Un punto mejor, por pura afinidad idiomática aunque igualmente comprometido, se mostró en el rol de Don Quijote del aquí estupendo El retablo de Maese Pedro de Falla, sin duda lo mejor de la noche. La atinada y preciosista dirección de Salado y la entrega de unos músicos visiblemente entregados hicieron disfrutar no poco con los maravillosos hallazgos tímbricos del compositor gaditano. Por su parte, Pablo García López volvió a encarnar un fantástico Maese Pedro que domina como pocos y Ruth Rosique, cuyo volumen vocal sucumbió un tanto en el tramo final, resultó un competente Trujamán. Un último apunte: sería muy interesante que en futuras ocasiones se brinde la posibilidad de seguir el texto de este tipo de obras vocales (en este caso las de Ravel y Falla), con el mismo sistema que sí se ofrece en las óperas del mismo teatro sevillano. 

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