España - Andalucía
Refrescante propuesta musical
José Amador Morales

Bajo un concepto muy cercano al mundo operístico aunque sin entrar de lleno en este, el Cuarteto Clásico de Córdoba, apenas un año después de su iniciar su andadura, ha propuesto este concierto que, bajo el título Reflejos, ofrecía guiños al mundo del teatro, de la ópera y, por supuesto, de la música de cámara. Con una sencilla pero sugerente iluminación y alguna narración tal vez algo pretenciosa, el conjunto cordobés ofrecía un repertorio bastante inusual y prácticamente inédito en la ciudad, más allá de lo que ya de por sí lo es, desafortunadamente, la música de cámara.
El programa comenzó nada más y nada menos que con el Cuarteto de cuerda que Giuseppe Verdi compuso durante el retraso que sufrió la producción de su Aida para el Teatro San Carlo de Nápoles en 1873. De hecho, el estreno del mismo tuvo lugar el 1 de abril de dicho año, sólo dos días después de la primera función de la citada ópera, en el mismo hotel napolitano donde se alojaba. En este Cuarteto de cuerda destaca por supuesto la inagotable vena melódica verdiana (con citas claras a Aida, pero también anticipos de las futuras Requiem, Otello o Falstaff), pero aún más sorprende la maestría en la estructura y desarrollo formal de un consumado operista como Verdi, a los que dota de un consistente carácter dramático. Pese a un timbre grupal todavía por pulir y cierta falta de intensidad, el Cuarteto Clásico de Córdoba ofreció una versión aseada y estimable de esta pieza señera del repertorio de cámara.
Junto a la de Verdi, seguramente Il tramonto de Ottorino Respighi fue la obra de mayor envergadura del programa. Una suerte de cantata para voz y cuarteto de cuerda compuesta sobre el poema El ocaso del inglés Percy Bysshe Shelley que narra la historia de una pareja desde el deleite amoroso inicial hasta el mortal desenlace, lo cual le sirve al compositor para guiar a la voz solista por una gran variedad de recursos expresivos a través de un continuo “recitar cantando” melódico. Pablo García López, que se mueve como pez en el agua en este tipo de formato camerístico, sorprendió con un fraseo comunicativo, acertados contrastes de acentos (a destacar su registro central cada vez más carnoso) y, en definitiva, una lectura musicalísima con una evidente química con el cuarteto de cuerda cordobés, que aquí se mostró más sutil como soporte de ese continuum lírico-melódico.
Sin solución de continuidad se ofreció una selección de tres canciones de Venezia de Reynaldo Hahn, con un estilo a medio camino entre el melodrama y la canción popular italianos, en donde el tenor cordobés, más desenfadado y liberado del peso introspectivo de la obra de Respighi aunque igualmente musical y entregado, hizo las delicias del público con una lírica “Sopra l’aqua indormenzada”, brillante “L’avertimento” y divertida “Che pecà”. El programa oficial culminó con la siempre impactante L'alba separa dalla luce l'ombra de Tosti, en donde Pablo García supo dosificar la creciente intensidad lírica de la canción.
Los intérpretes regalaron una conmovedora versión de Crisantemi, cuarteto que Giacomo Puccini compusiera en 1890 con motivos de la que sería su posterior Manon Lescaut, que el Cuarteto Clásico de Córdoba enlazó sin solución de continuidad con una insólita versión de Nessun dorma con la que un entregadísimo Pablo García López, pese a un agudo final algo forzado (comprensible en una pieza fuera de su repertorio real), remató la velada poniendo en pie al público que abarrotaba la sala.
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