Artes visuales y exposiciones

Museo global...¡No al eurocentrismo!!!

Juan Carlos Tellechea
lunes, 18 de febrero de 2019
Museum Global © 2018 by Wienand Verlag Museum Global © 2018 by Wienand Verlag
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Europa no es más el centro del arte moderno; y no lo es desde hace ya bastante tiempo. Pero los europeos (del continente en tierra firme) no lo han querido reconocer hasta ahora y han tardado muchísimo en hacerlo. Aunque nunca es tarde cuando la dicha es buena. La Kunsthalle Nordrhein-Westfalen de Düsseldorf (Colección de Arte de Renania del Norte-Westfalia) por fin lo ha entendido y busca una nueva visión para abandonar el elitismo hasta ahora imperante. La actual exposición, titulada Museo global, que se extenderá hasta el 10 de marzo de 2019, abandona el eurocentrismo, reúne obras de lejanos países y percibe diáfanamente su universalidad, su cercanía con los clásicos. El catálogo de 280 páginas es de la editorial Wienand Kunstbuch Verlag de Colonia.

Buena parte de la amplia colección permanente de obras maestras de Pablo Picasso, Ernst Ludwig Kirchner, Paul Klee, Jackson Pollock u Otto Dix, entre muchos otros, ha sido trasladada provisionalmente al almacén. Una gigantesca flecha instalada en la fachada del amplio edificio de Düsseldorf guía a los visitantes hacia un nuevo encuentro: la Kunsthalle se ha remangado la camisa y puesto manos a la obra. El fuerte de su colección son los clásicos modernos (1910-1960), pero la cosa va ahora de saber qué es lo que ha ocurrido fuera de Europa en todo este tiempo.

Solo un breve apartado nos distrae por un momento de esta ruta. Una pequeña exhibición itinerante con cuadros del suizo Paul Klee (profesor también en el movimiento arquitectónico y de diseño Bauhaus, fundado en 1919 en Weimar por Walther Gropius, y en la Academia de Arte de Düsseldorf), de quien en 2019 se cumplen 140 años de su nacimiento en Münchenbuchsee, cantón de Berna (murió en 1940 en Muralto/Locarno, cantón del Tesino).

La directora de la Kunsthalle, Susanne Gaensheimer, al frente de esta institución desde 2017, habla de verter nueva luz sobre la historia de la colección y de presentarla desde una nueva perspectiva. La muestra exhibe obras que muy pocos conocen en Europa, procedentes de Japón, México (representado con trabajos de María Izquierdo, Pablo O'Higgins, Francisco Goitía, Gerardo Murillo, David Alfaro Siqueiros, Frida Kahlo, Diego Rivera, Tina Modotti, Jean Charlot, Edward Weston y una digna mención a la maestra rural Luz Jiménez), Brasil (con Oswald de Andrade, Mario de Andrade, Vicente do Rego Monteiro, Anita Malfatti, Emiliano di Cavalcanti), Nigeria, India, Líbano (la moderna cultura árabe) y Moscú (no toda Rusia, sino su capital, con los neoprimitivistas de la vanguardia rusa, Kasimir Malevich, Natalia Goncharova, Niko Pirosmani, Ilia Sdanevich, Mijail Fiodorovich Larionov, Marc Chagall). Entremedio, para subrayar la alta calidad de éstas, fueron colgadas también algunas de Picasso, Vasili Kandinski o Max Ernst.

La exhibición trae a colación pequeñas historias de un arte moderno ajeno al que se conoce aquí, como la del japonés Yorozu Tetsugoro, que nunca estuvo en Europa, aunque estudió pintura occidental desde 1907 en Tokio. Sus vigorosos retratos muestran la búsqueda de una expresión propia. El trabajo final, Bella desnuda (1912), que muestra a una mujer con prietos senos descubiertos y pantalones rojos sobre una pradera, hizo furor en su época en Japón. La coincidencia con el óleo de Ernst Ludwig Kirchner, Joven bajo una sombrilla japonesa (1909) es asombrosa, y pareciera indicar que hubiera habido algún intercambio en aquel tiempo. Le hace muy bien a nuestros cuadros recibir huéspedes en casa, comenta una de las comisarias de la exposición.

La pintora brasileña Tarsila do Amaral se presentó en París en 1920 como una artista muy segura de sí misma. En uno de sus lienzos (Carnaval en Madureira), de estilo naif, colocó la torre Eiffel en medio del colorido carnaval de la célebre favela homónima de Rio de Janeiro (quizás alguien evoque todavía aquel famoso samba del carnaval carioca de 1958 de José Prudente de Carvalho Carvalhinho y Júlio Monteiro Madureira chorou/ Madureira chorou de dor/ Quando a voz do destino/ Obedecendo ao divino/A sua estrela chamou/ (…), por la trágica muerte de la vedette brasileña Zaquia Jorge, ahogada en una playa de Río en abril de 1957).

En otro, titulado Antropofagia (1929), se ven a un hombre y a una mujer desnudos, sentados ante un fondo de palmeras y cactos. Solamente el canibalismo nos une, socialmente, económicamente, filosóficamente, reza el lema de la Semana de Arte de São Paulo de 1922 (y el manifiesto aparecido en una Revista de arte alusiva de 1928) sobre la antropofagia cultural en el mundo.

El ruso-lituano (de fe judía) Lasar Segall, nacido en 1889 (entonces Rusia, hoy Lituania), es presentado como el eterno caminante. Segall desempeñó un importante papel en el expresionismo alemán a comienzos del siglo XX (se trasladó a Dresde y conoció a Otto Dix), pero emigró a Brasil en la década de 1920. En su cuadro, Navío de emigrantes, de 1939/1941 (óleo y arena sobre lienzo), pintado en tonalidades marrones y sepia, capta una escena muy impactante y detallista de un barco abarrotado de refugiados que huían entonces de la barbarie genocida en Europa (hoy el proceso se ha invertido y las reflexiones se dirigen a los refugiados que vienen de Oriente Medio y África al Viejo Continente). En el óleo sobre tela Encontro (1924) pintó a una mujer blanca y a un hombre negro estrechándose las manos en amoroso gesto y en medio de los altos edificios de la ciudad. Para los responsables de la muestra se trata de una interesante clave visual (key visual), porque un encuentro de este tipo no existía hasta ahora en la colección.

Durante tres años trabajaron los funcionarios de la Kunstsammlung en la muestra, visitaron países, intercambiaron informaciones con colegas no europeos, visionaron cuadros y los compararon con los de la propia colección, fundada en 1961. El proyecto fue promocionado por la Fundación para la Cultura de la República Federal de Alemania. No fue una tarea facil. En algunos países no hay, a nivel oficial, una predisposición a facilitar a historiadores de arte europeos obras e información sobre su legado cultural, y los comisarios de la muestra han debido recurrir a coleccionistas privados después de muchas pesquisas detectivescas.

En el arte moderno en Europa se cuestiona de forma cada vez más creciente su postura, hasta ahora eurocentrista. En tal sentido, los museos de arte y pinacotecas del Viejo continente han debido reconocer que pasaron muy por alto la oportunidad de adquirir determinadas obras de arte para sus colecciones.

La Kunstsammlung de Düsseldorf no fue una excepción en este proceso y la presente exposición aborda precisamente este asunto. Desde un comienzo se centró en el arte europeo y, a lo sumo, estadounidense. Ningún museo europeo – y no solo la Kunstsammlung- tenía ni una perspectiva global ni mucho menos margen de maniobra para ello a comienzos de la década de 1960. Pero la mirada hacia el arte moderno ha ido cambiando paulatinamente. Instituciones pioneras en el mundo, en tal sentido, han sido el Museum of Modern Art de Nueva York y la Tate Modern Gallery de Londres que han hecho en casa correctamente sus deberes.

Ahora, por fin, se cuestiona la postura mantenida hasta el presente, reminiscencias del colonialismo cultural como se dice. Pero hay que preguntarse ¿por que este cambio? La gran cuestión que se formulan los directores de las instituciones europeas es cómo presentar sus colecciones actualizadas a los tiempos que corren. El proyecto del Museo global quiere ampliar la visión partiendo de un análisis crítico de sus fondos para expandirla hacia aquellos lejanos países y ver lo que ocurrió en ellos.

Se trata de cubrir a toda prisa dos grandes déficits, la total ausencia de obras de esos artistas no europeos y, en especial, la falta de artistas femeninas de esas regiones (un primer paso fue dado recientemente con la adquisición de cuadros de la cubana, radicada en Nueva York, Carmen Herrera, quien el próximo 31 de mayo cumplirá 104 años de edad). Así, por ejemplo, se coteja la obra de la modernista india Amrita Sher-Gil Kertben [in the Garden] (1938), Autorretrato como tahitiana (1934), Brahmcharis, de 1937, The Swing, de 1940, Autorretrato en verde (1932), Woman Resting on a Charpoy (1940), The Bath (1940), y Red Clay Elephant (1938), con la del francés Henri Matisse.

En Fantasía y máscaras (1960) el nigeriano Uche Okeke se muestra muy optimista, tras la independencia de su país. Con el arte todo marchará mucho mejor, pensaba. Pero siete años más tarde Nigeria se verá involucrada en la cruenta guerra de Biafra y todos esos sueños quedarán destruidos. En Crisis (1967), el también nigeriano Demas Nwoko aborda este siniestro período.

Lo importante, según Gaensheimer, es que en este proceso se abran asimismo las sociedades europeas. Los visitantes de la exposición son invitados incluso a participar en talleres especializados, denominados Open Space, con el fin de informarse e intervenir activamente en esta evolución.

En las semanas previas se ha dado la peculiar situación de que expertos en arte enviados de otros países europeos han intercambiado en Düsseldorf asimismo con representantes de Brasil y México, gestándose aquí verdaderamente una exhibición global. Se nota mucho entusiasmo entre los organizadores que han creado nuevos grupos de trabajo con carácter experimental, los cuales han conducido a confrontar con otros ojos realidades fuera de Europa. Lo que está muy claro es que después de esta muestra nada quedará como antes. El proyecto de investigación continuará, porque hay muchos vacíos y muchas cuestiones sin responder. Este cuestionamiento ha encaminado a una reflexión más global y emancipada y en la Kunsthalle no habrá más lugar para elitismos, prometen sus responsables.

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