Alemania
Guten Abend, gut’ Nacht, Herr Zukerman
Juan Carlos Tellechea

No solo en apariencia y simpatía personal, sobre todo en su entusiasmo por el arte se asemeja cada vez más Pinchas Zukerman al gran Leonard Bernstein. Este lunes 1 de abril de 2019 hemos presenciado una de sus maravillosas interpretaciones como solista del primer Concierto para violín y orquesta de Max Bruch con la orquesta de la Radio de Hannover, NDR-Radiophilharmonie, dirigida por Andrew Manze, en otra de esas sensacionales presentaciones de Heinersdorff-Konzerte.
El legendario Zukerman, a quien tuve también la gran fortuna de ver hace 40 años dirigiendo a la Orquesta de la Radio de Colonia (WDR) en el Concierto para bandoneón y orquesta de Astor Piazzolla, sigue, aunque con algunas canas más en su cabellera, tan lleno de energía como en aquel entonces. Es uno de esos eminentes clásicos que hay que tener, sea como fuere, en la fonoteca personal, pese a que hace mucho que hizo discos compactos. Uno de sus más emblemáticos e inolvidables registros es, sin duda, el del Kammerkonzert de Alban Berg con Daniel Barenboim. ¡Vaya obrita!!!
Con su Guarneri del Gesú (Dushkin, 1742, Cozio 40446) que suena arrebatadoramente cálido, dulce y locuaz (a mi gusto, con más llegada al corazón del oyente que un Stradivarius), Zukerman, modélicamente coordinado con Manze, entregó al millar de espectadores que colmaban la sala de la Tonhalle un romántico concierto para violín con una expresividad muy rica, lírica, vibrante, y una hondura sin par.
Es además una gran fortuna que artistas con tan extraordinario éxito como Zukerman, cuyo mentor fuera nada menos que Isaac Stern, transmitan a su vez su experiencia y sus conocimientos de forma voluntaria y entusiasta a las nuevas generaciones durante su carrera activa. No solo es director de orquesta y violinista, sino también violista y músico de cámara, a sus 70 años, cumplidos el 16 de julio de 2018.
En esta oportunidad podría haber seguido tocando y tocando hasta altas horas de la noche. El público, fascinado, no quería dejarlo ir. Al final tuvo que agradecer las atronadoras ovaciones con la célebre Canción de cuna de Johannes Brahms, cuyo popular texto fue cantado por la totalidad de la emocionadísima platea:
Guten Abend, gut’ Nacht,
mit Rosen bedacht,
mit Näglein besteckt,
schlupf unter die Deck’:
Morgen früh, wenn Gott will,
wirst du wieder geweckt.
El concierto estuvo enmarcado, en primer término, por la obertura Las Hébridas (1830), de Felix Mendelssohn Bartholdy, y al final, en la segunda parte, por la Sinfonía número 7 (1811) de Ludwig van Beethoven. El arranque fue como para que la Radiophilharmonie hiciera una calistenia previa. El británico Andrew Manze, también violinista, no le va a la zaga en energía a Zukerman y en la descriptiva obertura mendelssohniana destacó además por su precisión y detallismo.
Esa entrega fue total y con supremo énfasis aún en la sinfonía de Beethoven, tan sobria en sus elementos básicos, pero tan genial y magistral en su combinación. La orquesta bajo la batuta de Manze hizo honor a esa perfecta estrucutra de la música y de la composición, con momentos de mucha alegría y danzarines (I. Poco sostenuto - Vivace), otros más reflexivos (II. Allegretto), otros más de gran donaire (III.Presto) y por último de vértigo incontenible (IV. Allegro con brio). ¡Fue una experiencia mirífica!!!
Todos los conciertos de la NDR-Radiophilharmonie pueden ser disfrutados y compartidos en y por todo el mundo a través de internet. ¡Son rejuvenecedores!!!
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