Alemania

Otello a la edad del cambio de voz

Juan Carlos Tellechea
viernes, 19 de abril de 2019
Sonya Yoncheva © 2019 by Lucie Jansch Sonya Yoncheva © 2019 by Lucie Jansch
Baden-Baden, sábado, 13 de abril de 2019. Festspielhaus Baden-Baden. Osterfestspiele. Otello, ópera en cuatro actos de Giuseppe Verdi, con libreto en italiano de Arrigo Boito, basada en Otello, el moro de Venecia, de William Shakespeare, estrenada en el Teatro alla Scala de Milán, el 5 de febrero de 1887. Dirección escénica, escenografía e iluminación Robert Wilson. Co-dirección Nicola Panzer. Co-escenógrafo Serge von Arx. Co-diseño de iluminación Solomon Weisbard. Vestuario Jacques Reynaud, David Boni. Diseño de peinado y maquillaje Manuela Haligan. Vídeo Tomasz Jeziorski. Dramaturgia Konrad Kuhn. Otello, moro, general de la armada veneciana (Stuart Skelton), Desdémona, su esposa (Sonya Yoncheva), Yago, alférez de Otello (Vladimir Stoyanov), Emilia, su esposa (Anna Malavasi), Cassio, capitán (Francesco Demuro), Rodrigo, caballero veneciano (Gregory Bonfatti), Lodovico, embajador de Venecia (Federico Sacchi), Montano, predecesor de Otelo en el gobierno de Chipre (Giovanni Furlanetto), un heraldo (Mathias Tönges). Coro Philharmonia Chor Wien, preparado por Walter Zeh. Coro de niños del Pädagogium Baden-Baden, preparado por Uwe Serr y Anja Schlenker-Rapke). Orquesta Berliner Philharmoniker. Director Zubin Mehta. Producción Festspielhaus Baden-Baden. 100% del aforo.
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La nueva producción de Otello que abrió el Festival de Pascua de Baden-Baden ( a sala colmada y con entradas agotadas desde hacía meses, decepcionó al público.

Con dirección escénica de Robert Wilson (Waco, Texas, 1941) y musical del gran maestro Zubin Mehta, al frente de la Berliner Philharmoniker, la puesta fue muy fría, magra, estéril como un quirófano y convencional desde el punto vista vocal e histriónico.

La escenografía e iluminación de Wilson resultó ser un bonito proyecto como para un concurso de arquitectos, pero lamentablemente convirtió a los intérpretes en estatuas ante los decorados que trataban de evocar el pórtico del Palacio Ducal de Venecia.

Los intérpretes no se movieron ni un milímetro de los lugares que tenían previamente asignados sobre las tablas, como si se tratara de un oratorio o de una versión de concierto.

El papel protagónico fue tan dificil para el tenor australiano Stuart Skelton (Sydney, 1968) que, tras dos pifias y algunos sofocos al tratar de cantar los primeros agudos, Mehta decidió aumentar el volumen de la orquesta Berliner Philharmoniker para tapar con refinamiento los tres o cuatro fallos que le sobrevinieron posteriormente.

El tono baritonal casi susurrado por Skelton en los pasajes más dulces y sensibles parecía delatar que le había llegado ya la edad del cambio de voz.

La Desdémona de la soprano búlgara Sonya Yoncheva (Plovdiv, 1981), por el contrario, estuvo impecable, un dechado de seguridad, colorido y muy buena técnica; fue ovacionada, junto a la orquesta Berliner Philharmoniker, con su director de honor Zubin Mehta, al Philharmonia Chor Wien, dirigido y preparado por el maestro Walter Zeh, y al Kinderchor del Pädagogium Baden-Baden, entrenado por Uwe Serr y Anja Schlenker-Rapke.

El Yago del barítono búlgaro Vladimir Stoyanov también se lució mucho, aunque no llegó a convertirse en una estrella de la obra. El quinteto de italianos funcionó muy bien, sin excepciones: la Emilia de la mezzosoprano Anna Malavasi, el Cassio del tenor Francesco Demuro, el Rodrigo del también tenor Gregory Bonfatti, el Lodovico del bajo Federico Sacchi y el Montano del bajo Giovanni Furlanetto.

Wilson y su equipo de asistentes, en cambio, fueron merecidamente abucheados por una parte del público cuando subieron al escenario al final de la función. Mientras, decenas de espectadores se levantaban de sus butacas para abandonar precipitadamente la sala, desencantados por lo que habían visto durante dos horas y media.

Era como si hubieran presenciado un torneo infantil para ver quién hacía las cosas más raras. Aunque al final no haya convencido, la producción tuvo que haber demandado ingentes gastos (la cifra no fue dada a conocer), en gran parte cubiertos con el enorme éxito de taquilla alcanzado.

La empresa ya había comenzado con algunos problemitas, cuando a principios de agosto del año pasado el director musical previsto originalmente, Daniele Gatti, fue despedido ipso facto por la Concertgebouw Orchestra de Amsterdam, tras las denuncias de Me Too publicadas a finales de julio por el periódico The Washington Post. Por último, Gatti declinó dirigir a la Filarmónica de Berlín en esta ópera, dizque que por razones de salud, según un comunicado de prensa, y fue sustituido por Zubin Mehta, de 82 años (cumplirá 83 el próximo 29 de abril) y en silla de ruedas. Wilson no le va muy a la zaga; anda asimismo con dificultades, apoyándose en un bastón, y durante los ensayos que, según parece, transcurrieron con algunos tropiezos, fue su asistente el encargado de asumir el mayor trabajo.

Una proyección de vídeo, con la figura de un elefante tendido sobre el suelo, aprestándose a morir en medio de una zona desértica, despertó la atención y el interés de la platea al comienzo de la velada. Parecía una premonición de lo que iba a ocurrir minutos después en esta tragedia inspirada en William Shakespeare. La escena creaba tensión en medio del salvaje silbido del viento, grabado en banda sonora, que se escuchaba a través de los altavoces. Cuando el paquidermo abrió un ojo, para sorpresa e hilaridad de los asistentes, comenzaron a sonar los primeros acordes desde el foso de la orquesta.

El enorme animal es como un símbolo de Otello (dicho sea de paso, ya no se le maquilla más como a un moro, por la denominada political correctness de nuestros días), el general de la armada veneciana, al que se le ve aquí apacible, seguro, fuerte, orgulloso, latente en su propia dignidad, pero no perfectamente dueño de sus actos en el mundo que lo rodea. Es alguien a quien Yago nunca podría derrotar en una lucha abierta, pero tan vulnerable que sucumbe ante las intrigas, el arma sublimada de la sociedad civilizada.

Otello es tan moro y tan caucásico como cualquiera de los otro protagonistas, cuyos rostros fueron pintados de blanco (maquillaje y peinados Manuela Halligan), en contraste con los atuendos en negro de inspiracion renacentista (Jacques Reynaud, Davide Boni). Solo Desdémona (Wilson se apega al clisé clásico), viste de blanco y se transforma en un punto luminoso en esta sombría constelación.

El horizonte brilla en azul suave, pero la luna es también morena y solo se tiñe de rojo sangre cuando las cosas se ponen cruentas. Los aparatos de niebla suman sus efectos sobre el tenebroso panorama. Solo se distinguen las siluetas y los rostros directamente enfocados de los personajes e intérpretes. El coro Philharmonia de Viena y el conjunto coral de niños del Pedagógico de Baden-Baden cantan con enorme fuerza, vitalidad, claridad y precisión, pero permanecen también incólumes ante ese fondo. La inmovilidad es el signo de la velada y al elenco se le prohibe cualquier gesto o paso fuera de este lánguido contexto.

Lo mejor que podía hacer uno a esa altura del espectáculo era recostarse en el asiento, cerrar los ojos frente a tanta estilización y escuchar la música de la penúltima ópera de Verdi, por momentos ralentizada para coordinarla con el ritmo dentro del escenario, y olvidarse de los malos momentos deparados por este Otello de Stuart Skelton. Para Wilson parecía haber sido más importante la utilería, como el pañuelo que pasaba elegantemente de mano en mano entre los cantantes principales o los inmaculados pliegues de la sábana en el lecho de muerte de Desdémona, que no el despiadado asesinato de que fue víctima ésta a manos de su marido.

Si nuestros lectores miran el calendario en la página de la Berliner Philharmoniker podrán ver que la orquesta, bajo la batuta de Zubin Mehta, ha programado para el jueves 25 de abril (con entradas también agotadas) en su sede de la capital alemana una versión concertante de Otello con algunos cambios en el reparto: el tenor Arsen Soghomonyan asumirá el papel protagónico, el barítono Luca Salsi encarnará a Yago, y los coros serán el Rundfunkchor Berlin, preparado por Gijs Leenaars, así como el Kinderchor de la Deutsche Oper Berlin, entrenado por Christian Lindhorst. Sonya Yoncheva continuará dando vida a Desdémona y el resto del elenco será el mismo que se destacara en Baden-Baden: Anna Malavasi (Emilia), Franceso Demuro (Cassio), Gregory Bondatti (Rodrigo), Federico Sacchi (Lodovico), Giovanni Furlanetto (Montano) y Mathias Tönges (el heraldo).

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