Entrevistas

Minsoo Sohn: Lo que llevo al escenario es la experiencia de una vida

Irene García Cañedo
jueves, 25 de abril de 2019
Minsoo Sohn © 2019 by Irene García Cañedo Minsoo Sohn © 2019 by Irene García Cañedo
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El Centro Cultural Coreano ha inaugurado su Ciclo de Música Clásica Corea 2019 con dos conciertos en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El pianista Minsoo Sohn fue el encargado de ofrecer el primer recital el pasado jueves 11 de abril, y tomará su relevo el pianista Yunchan Lim el próximo miércoles 6 de noviembre. Nacido en Corea, Sohn comenzó sus estudios de piano a los tres años, y desde entonces y hasta la actualidad, continúa cosechando elogios de la crítica y el público por su virtuosismo y profunda musicalidad.

Irene García Cañedo: Empezó a tocar el piano muy joven, pero he escuchado que también sentía afecto por el violín.

Minsoo Sohn: Durante mi infancia no tenía un violín, por lo que siempre le pedía a mi madre que me comprase uno para poder tocarlo. Lo que sí tenía era un piano de pared, así que fue más práctico para mí tocar el piano. Descubrí más tarde todas las posibilidades que ofrecía, de él podía sacar un sonido parecido al del violín, al del cello, al de muchos instrumentos. Al final, me siento muy feliz de haber escogido el piano.

¿Cuándo decidió que dedicaría su vida a la música?

La música siempre ha estado en mi vida. Mi madre era cantante profesional y mi hermana mayor también era pianista. Mi padre, aunque no era músico, era un gran amante de la música clásica, de compositores como Brahms o Rachmaninov. Yo no sabía lo difícil que era perseguir el sueño de ser músico, ni cuánta disciplina requería. Más tarde, cuando estaba en el instituto, descubrí que quería dedicar mi vida a la música, a una audiencia. Se convirtió en lo que más quería.

¿Cómo se decidió a viajar a los Estados Unidos para estudiar piano?

Me fui de Corea cuando tenía 18 años. El motivo fue escuchar al pianista Russell Sherman, que finalmente se convirtió en mi profesor en Estados Unidos. Vino a Corea y acudí a escucharle a su concierto. Me quedé fascinado por su manera de tocar. No conocía a demasiados profesores en Estados Unidos a parte de él, así que le mandé mis interpretaciones y, por suerte, me aceptó como su alumno. De esa manera entré en el Conservatorio de Nueva Inglaterra y en Estados Unidos.

¿Cree que fue una buena decisión abandonar Corea?

Definitivamente, porque Russell Sherman fue el que moldeó la manera en la que pienso y abordo la música. Con él aprendí mucho sobre mí mismo, con sus enseñanzas me desarrollé como músico y como ser humano. Realmente me convirtió en lo que soy hoy.

¿Cuáles serían sus recuerdos más preciados de esos primeros momentos en Estados Unidos?

No ser capaz de hablar ni una palabra en inglés (bromea). Mi profesor me explicaba tantas cosas que yo no entendía que siempre tenía que hacer grabaciones de las lecciones, para volver a casa y escucharlas e intentar entenderlo todo. Además, el nivel de interpretación de mis amigos. En las clases magistrales de mi profesor, cinco o seis de mis amigos tocaban, y al escucharlos me sorprendía porque eran de las mejores interpretaciones que había escuchado nunca. Mis colegas y yo tocábamos el mismo estudio y yo me sentía muy atrás, lo cual era una gran motivación.

¿Cómo surgió la oportunidad de dar clases en la Universidad Nacional de Corea?

Pasé cinco años dando clases en la Universidad de Michigan y ahora he vuelto a Corea. Mi antiguo profesor, director del departamento de piano en la Universidad Nacional de Corea, me dijo que había una plaza para la posición de piano. Realmente, en Corea hay una buena cantera de talentos, con mucho interés en la música clásica. Quizás me sentí responsable de regresar y dar de vuelta lo que había aprendido y cómo me había hecho madurar. Era mi turno de devolvérselo a mi propio país.

Ha recibido numerosos premios tanto en Corea como por todo el mundo. ¿Cuál ha sido el mayor reto hasta ahora?

Cada día es un reto, estudiar música no es tan cómodo y tan buena experiencia como parece. Da problemas y presenta retos, y a veces, indescriptibles y dolorosas experiencias. Siempre dudas de ti mismo y tardas días en encontrar las respuestas que necesitas. Siempre preocupado y en tensión. Aun así, aunque cada día es un reto, continúas haciéndolo y en cierto punto ves la luz al final del túnel, un gran premio. Es la vida de un músico.

¿Prefiere tocar con otros músicos o la soledad de un recital de piano?

En general, veo más como un reto tocar con otros músicos, porque tienes que ajustarse a lo que hacen en tal sitio, cómo lo sienten, adaptarse todo el rato. Cuanto toco solo tengo que lidiar con lo que llevo dentro, lo que en ocasiones puede ser más difícil; en mi mente y en mi corazón están pasando muchas cosas. Son retos diferentes, pero la satisfacción es mayor cuando tocas con otros músicos. Como pianista estás siempre solo en tu sala de ensayos, con el piano y nunca con seres humanos.

A lo largo de su carrera, ¿qué experiencia le ha marcado más?

Hay muchos conciertos y experiencias memorables. Uno de mis primeros recitales, en el que toqué la última Sonata de Beethoven, coincidió con el 11S. Fueron tiempos muy difíciles para muchísima gente, y yo tenía que subir y tocar ese concierto. Después del segundo movimiento, verdaderamente sentí el poder de la música, el confort que podía sentir a través de ella. Es uno de los conciertos que mejor recuerdo. Pero algo inspirador sería uno de los conciertos de mi profesor. Tocó la Fantasía y la Kreisleriana de Schumann. Yo me pasé el concierto llorando internamente, era escuchar una vida entera de trabajo en la música, el reflejo de esa vida en su interpretación. Fue muy emocionante.

No hace mucho, usted impartió una clase de piano a la reina Matilde de Bélgica en su visita a Corea. ¿Cómo ocurrió este encuentro?

Creo que está muy interesada en la música, es una gran defensora de la Competición Reina Elisabeth en Bélgica. Nuestra escuela tiene muchos ganadores de dicha competición y ella, en su plan de visitar Corea, se aseguró de que nuestra escuela fuera parte del itinerario. Vino a mi estudio, mientras daba clase a mis alumnos, y participó e hizo preguntas. Ella también es pianista. Fue muy emocionante, verla con los pies tan en la tierra y tan compasiva con los músicos.

Su grabación de las Variaciones Goldberg ha sido denominada como una de las mejores del año 2011. Sentimentalmente hablando, ¿cuál de sus grabaciones es más importante para usted?

Las transcripciones de Liszt de los Grandes estudios de Paganini fueron mi debut, un reto para mí. Pero las Variaciones Goldberg son muy especiales para mucha gente, y me llevaron muchos años de estudios hasta llegar a ser capaz de hacer la grabación. Creo que transciende a todo, el espíritu de esta música alcanza la mente y los corazones de mucha gente. Lo hizo conmigo. Siempre vuelvo a esta música cuando estoy desanimado. En este trabajo convergen la belleza del espíritu humano y el poder de la música, por ello diría que es la más especial.

¿Qué supone para usted grabar sus interpretaciones?

Cuando haces una grabación, a veces en tu debilidad intentas hacer algo perfecto, lleva muchas tomas. Pero es solo cómo tocas en ese día particular, como en un concierto. Tu manera de tocar siempre cambia, evoluciona de muchas maneras y formas, y creo que es importante entender que no va sobre hacer la perfecta interpretación, sino de que esté viva y tenga improvisación. Va en contra de la naturaleza de las sesiones de grabación, la producción mecánica del sonido. Pero aun así tiene que estar vivo. Mi meta es hacerlo de una sola vez, lo cual nunca va a funcionar (bromea).

¿Encuentra difícil viajar a tantas partes del mundo y transmitir con su música a audiencias tan diferentes?

Creo que el poder de la música conecta a la gente. El sonido expresa los sentimientos de uno, tiene maneras de llegar a las mentes de otras personas, más fácil incluso que otros lenguajes. La buena música es como la buena poesía o el buen arte, no solo llega a la gente, sino que llega a otras generaciones. Estamos tocando aún a Bach, Mozart, Beethoven, música de hace 300 años, pero los grandes trabajos de arte tienen este poder de conectar generaciones y trascender a todo. Tienen la habilidad de mantener unido el espíritu humano.

Ha inaugurado este ciclo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. ¿Por qué ha seleccionado este específico repertorio de Beethoven para la ocasión?

Estoy en medio de un proyecto en el que estoy tocando y grabando las 32 Sonatas de Beethoven. El año que viene se cumplen 250 años desde su muerte, así que para conmemorar el año de Beethoven empecé este proyecto en 2017. Estos tres últimos años de mi vida han sido con Beethoven cada día. No tenía otra opción que traer este repertorio a España, con sonatas que representaban los diferentes periodos, una combinación de los diversos estilos, lo mejor de Beethoven.

Usted ganó el Premio Laureate en el Concurso Paloma O’Shea. ¿Esta y otras ocasiones en España fueron diferentes a tocar en otras partes del mundo?

Nunca pienso que sea diferente. Por supuesto, cuando vienes a España es precioso. Madrid tiene tantos buenos museos, en los que estás rodeado de estas pinturas hermosas de Goya, Picasso, Velázquez, y el clima es perfecto. Por supuesto que estoy influenciado por este entorno, pero cuando subo al escenario, en lo que pienso es en compartir música con la audiencia. No creo que sea diferente dónde estás, sino cómo hablas a través de la música, qué clase de historias o personajes quieres compartir con la audiencia.

¿Se siente cercano a la cultura musical española?

No tanto como me gustaría. Tengo esta experiencia en Santander, donde toqué con la Real Filharmonía de Galicia. En la música española hay grandes figuras, siempre me gustaron Albéniz, Falla … Creo que aquí hay una identidad y características únicas en la música. Después de Beethoven me gustaría estudiar el libro completo de Iberia de Albéniz. Era lo que tenía planeado antes de meterme en mi proyecto actual. Desafortunadamente, nunca he tenido muchas oportunidades de tocar con músicos españoles pero con suerte vendrán más en el futuro.

¿Ve importante la celebración de ciclos como el que está celebrando el Centro Cultural Coreano de Madrid?

Los coreanos somos muy amantes del arte, nos encanta la música. En esta nueva generación de músicos coreanos hay muchos que están haciendo cosas maravillosas en el mundo del arte y de la música. Creo que estamos ganando el interés del público y yo siento la responsabilidad de representar algo de esta generación. Es una cuestión de conectar. Si piensas sobre ello, la música clásica empezó en Europa, en Alemania o Austria, y ahora los músicos de Asia son capaces de entender lo que escribieron Beethoven, Bach o Mozart. Creo que es muy importante pensar que para entender cierta música, no limita ni importa de dónde eres, ni la lengua que hablas, ni el trasfondo cultural que tienes. El sonido es un reflejo del alma humana, y donde estés, si estás decidido a entender la música, la respuesta estará siempre frente a ti.

Con mi contexto asiático, tras 20 años viviendo en Estados Unidos y tras haber vuelto a Corea, lo que llevo al escenario es la experiencia de una vida. Quiero compartir mis historias a través de la música, espero que la gente vea su naturaleza a través de mí.

¿Qué tiene planeado tras este concierto en Madrid?

Espero poder viajar por España, pero mi proyecto me está haciendo trabajar mucho, así que tendré que volver inmediatamente a Corea y continuar. Tengo un programa totalmente diferente de sonatas de Beethoven para dentro de menos de un mes, hay que volver al trabajo.

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