España - Cataluña

Algo más que un conocido ballet

Jorge Binaghi
lunes, 29 de abril de 2019
Pizzi: La Gioconda © A. Bofill, 2019 Pizzi: La Gioconda © A. Bofill, 2019
Barcelona, domingo, 7 de abril de 2019. Gran Teatre del Liceu. La Gioconda (Teatro della Canobbiana, Milán, 12 de mayo de 1832), libreto de T. Gorrio y música de A. Ponchielli. Escenografía, vestuario y puesta en escena: Pier Luigi Pizzi. Coreografía: Gheorghe Iancu. Intérpretes: Iréne Theorin/Anna Pirozzi (Gioconda), Brian Jadge/Stefano La Colla (Enzo), Gabriele Viviani/Luis Cansino (Barnaba), Dolora Zajick/Ketevan Kemoklidze (Laura), María José Montiel (La Cieca), Ildebrando D’Arcangelo/Carlo Colombara (Alvise) y otros. Alessandro Riga y Letizia Giuliani, primeros bailarines. Orquesta y coro (director: Conxita García) del Teatro. Dirección de orquesta: Guillermo García-Calvo
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Esta reseña se refiere a las funciones con distintos repartos de los días 7 y 8 de abril. El título esta vez alude a la dichosa ‘danza de las horas’, siempre el fragmento más esperado y aplaudido (ocurrió también en estas representaciones), y que es, junto con la duración extensa y las varias cuerdas importantes que cubrir, lo que en principio atrae de esta ópera, muchas veces tan denostada. Dicho esto, el público ‘tradicional’ (ya no se sabe bien a qué se alude con esta palabra) del Liceu la cuenta entre sus favoritas y que hayan pasado catorce años es un período demasiado largo que indica, además, la dificultad real con que se tropieza siempre para presentarla con dignidad, sin lo cual no vale la pena emprender tan ardua tarea.

Como se acudió a la misma puesta en escena de entonces (y bien está en tiempos de ahorro necesario) volveré sobre mis palabras de entonces: “La puesta de ese hombre orquesta que es Pizzi había sido criticada bastante en el momento de su creación absoluta este verano en Verona. En un teatro cerrado funciona bien, o muy bien. Algún horrendo ciprés en el último acto, un exceso de arlequines vengan o no a cuento (¿transcurre siempre en Carnaval la obra?), unas comparsas muy apuestas y atléticas que obligaban al coro a cantar entre bambalinas, un monumento funcional que servía incluso de lecho fúnebre a ‘Laura’ (obligada a quedarse inmóvil bajo un velo durante todo el segundo cuadro del tercer acto: no sé como las mezzos no se rebelaron ante tanto sadismo…) son todo lo que se le puede achacar en el pasivo. Y que a partir del tercer piso muchas localidades perdieran la visibilidad del fondo y la parte superior del escenario. Pero esa Venecia invernal, decadente, siniestra, con súbitos momentos de color (sea por la fiesta o por el incendio de las naves) va muy bien como marco de este drama. En cuanto a los personajes, más bien pareció marcar algunos movimientos o situaciones, pero luego dejó que los cantantes se manejaran por su cuenta. Fue lástima que hiciera entrar a Alvise para su aria desde atrás y encima de una enorme escalera, porque al aire libre tal vez no importe, pero aquí las primeras frases llegaban como de ultratumba… En conjunto, con altos y bajos una buena representación que permite hacerse una idea bastante aproximada de cómo puede aún tener adeptos la obra.”.

También me repito sobre la sala y coreografía con alguna modificación: “El público era numeroso, atento, había pocas defecciones en las pausas (dos) y nadie pareció cansarse mucho durante las casi cuatro horas que duró todo.”. “… el ballet, con una espléndida geografía de Iancu (no en vano anteriormente un gran primer bailarín), bien ejecutada por el cuerpo de baile y con dos solistas de lujo como Giuliani y” esta vez Riga en vez de Ángel Corella. Sin desmerecer al primero, muy musculado, se echó de menos al segundo. Y pasemos a la parte musical, que fue totalmente nueva salvo en un caso. Esta vez prefiero hablar de los dos repartos en la misma nota. 

La protagonista debía servir para la presentación de Theorin en ópera italiana. Hasta ahora, que yo sepa, la única función en la que cantó fue la primera de las dos reseñadas (en las otras fue sustituida por Saioa Hernández, que tan bien lo hiciera hace un año en Piacenza -ver la crítica-). No hubo anuncio, pero parecía estar recuperándose de una enfermedad. Fue muy intensa en su actuación y excelente en sus pianísimos. Algunos agudos -sobre todo al final- fueron gritados y en su mayor parte muy fijos. Apenas esbozó las agilidades del dúo final (tan breve como difícil). Y, lo más raro, su centro, enorme, sonó sucio (el grave se encontraba en mejor forma sin ser ideal) y su italiano fue poco comprensible.

Pirozzi lo hizo mucho mejor, con una voz muy adecuada, aunque sorprendentemente su centro, y sobre todo su grave, no estaban al nivel de su agudo pleno y las notas filadas. Como actriz fue más convencional, pero aceptable. Jagde y La Colla se presentaban en el teatro. El americano tiene buena presencia, una voz notable cuyo volumen (por problemas en la emisión) varía y con tendencia al engolamiento. Tampoco él parece un actor interesante aunque tiene un buen fraseo convencional. La Colla olvidó totalmente que su personaje es un príncipe en el exilio y hubiera sido mejor que no se moviese. La voz es, sí, ‘latina’, aunque el color no es muy bello, tiene problemas con la afinación en algunos momentos y sobre todo la parte no puede cantarse a voz en cuello todo el tiempo (si se quiere ser Del Monaco -que en este papel y en este mismo teatro tuvo un gran problema- hay que ser como él). Si el primer intérprete de la parte fue Julián Gayarre simplemente no puede cantarse así.

Con algunos cantantes el Liceu tiene relaciones sorprendentes. Mientras a muchos no se les perdona una cancelación o unas representaciones en baja forma por salud otros (o sus agentes) parecen tener bula papal. Después de su decepcionante Ulrica en Un ballo in maschera se podría haber pensado que Zajick no volvería o lo haría con un papel más adecuado a sus posibilidades actuales. Debutar Laura (que según ella misma en el programa le fue propuesto sin que lo hubiera pensado antes) es absurdo. Tuvo problemas de movimiento, pero si el color sigue siendo el de una mezzo importante el agudo fue gritado, las medias voces resueltas como pudo (lo que hizo con la plegaria del segundo acto, en particular en su momento final, fue de no creer) y el grave forzado. Afirma, en la misma entrevista, que se retirará totalmente en 2021. Espero, por ella misma y el respeto que se ha ganado legítimamente, que a nadie aquí se le ocurra ofrecerle otro nuevo personaje, ni uno de los que han hecho su fama. En comparación, la correcta pero engolada Kemoklidze resultó mejor (aunque no dejo de preguntarme qué había de gracioso para que sonriera fijamente casi desde el principio al fin). 

Viviani fue una buena elección para Barnaba (lo único claramente mejor que en el reparto anterior) aunque se limitó a pasear por la escena y a crecer algunos de sus agudos. Cansino no lo hizo mal, pero la figura no es adecuada, el timbre es bueno y extenso pero de emisión discontinua y tampoco hizo nada relevante como actor.

Colombara había estrenado el papel de Alvise aquí mismo en 2015. El tiempo no pasa en vano para nadie y el excelente bajo conserva su color en centro y grave, pero no el agudo, y el volumen también ha disminuido. D’Arcangelo tiene también (y mejor) buena presencia, canta bien y con gusto, el agudo no le ofrece problemas, pero no tiene el grave para la parte.

La otra vez se contó, justamente, con dos cantantes para la Cieca. Podlés era una verdadera contralto y Zaremba una excelente mezzo. Montiel tuvo que hacer frente a todas las funciones y, por las reacciones del público, su trabajo fue excelente: el aria más aplaudida a telón abierto y una ovación importantísima al saludar al final (en ambas funciones ocurrió lo mismo). Personalmente la encontré asopranada… Resolvió en pianísimos (interminables y poco comprensibles) lo que debieron ser graves, con lo que la voz pareció más clara que de costumbre. Actuó bien. 

De los comprimarios destaquemos a Carlos Daza (Zuàne y una voz) y Beñat Egiarte (Isèpo y una voz -u otra, que no la misma).

Coro y orquesta se mostraron en buena forma (me pregunto si el coro no podría ser más numeroso sobre todo cuando debe cantar desde el fondo de la escena porque en algunos momentos el volumen no fue el que debe y puede). García Calvo debutaba en esta ocasión. Resultó mejor que el anterior sin ser nada excepcional. Concierta bien, tiene en cuenta a los cantantes, y su lectura no es nada original, pero no hay tiempos, ritmos o dinámicas caprichosas. No sé si es mucho, pero sí bastante.

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