Alemania
El espíritu de Clara Schumann en Baden-Baden
Juan Carlos Tellechea

A Clara Schumann la visitamos el Domingo de Ramos de 2019 en el jardín de las dalias del hermoso parque central de Baden-Baden que discurre sobre las verdes riberas del río Oos. Su busto, rodeado en este mes de hermosos macizos de tulipanes rojos, nomeolvides azules y chiribitas blancas, está muy cerca del de Johannes Brahms.
La casa de veraneo que ocupaba ella sobre la alameda Lilientaler Allee, en medio del idílico paisaje en el que nos encontramos, está a media hora de caminata del apartamento abuhardillado de dos habitaciones que ocupaba el compositor. en los meses estivales entre 1865 y 1874. Desde el elevado peñasco en que estaba ubicado, el huidizo Brahms podía divisar a cualquier visitante indeseado que se aproximara al edificio para desaparecer a tiempo, furtivamente, por la puerta trasera, sin ser visto.
Baden-Baden era entonces como una versión en miniatura de la Europa del siglo XIX y habría de registrar exactamente el impacto de la guerra franco-alemana (1870 – 1871). En medio de aquel tronar de cañones, Clara temía que se viera radicalmente afectada la vida en su paraíso terrenal. Aquí, en estos altos círculos sociales, acostumbraba a alternar con potenciales mecenas y promotores que respaldaban su actividad artística.
El Festival de Pascua de Baden-Baden 2019 le dedicó a Clara Schumann el estreno mundial de una ópera de cámara en dos actos que lleva su nombre, con motivo del 200º aniversario de su nacimiento, el 13 de septiembre de 1819 en Leipzig. La pieza fue compuesta por la estadounidense Victoria Bond (Los Ángeles, 1945), con libreto de su compatriota Barbara Zinn Krieger, y trata sobre la primera mitad de la vida de la pianista y compositora alemana (hasta la muerte de su marido, Robert Schumann, en 1856).
Con puesta en escena de Carmen C. Kruse, escenografía y vestuario de Eleni C. Konstantatou y dramaturgia de Rebekka Meyer la producción fue presentada en el encantador teatro histórico de Baden-Baden con dirección musical de Michael Hasel, flautista de la Berliner Philharmoniker y profesor de la Orchester-Akademie de este colectivo musical.
La soprano Theresa Immerz (Clara) y el barítono Johannes Fritsche (Robert), así como el bajo barítono Pascal Zurek (Wieck) encarnaron los papeles principales. En otros roles intervinieron el barítono Arthur Canguçu (Mendelssohn), el tenor Patrik Hornak (Brahms), la mezzosoprano Yingyan Guo (Marianne), y la mezzosoprano Elisabetta Picello (Clementine).
Dicho sea de paso, este coliseo cuya construcción fue encomendada por el concesionario del casino de Baden-Baden de entonces Edouard Bénazet (Burdeos, 1801-Niza 1867) al arquitecto Charles Couteau, tiene también su historia. Para su inauguración en 1862, Hector Berlioz compuso la ópera Béatrice et Bénédict, basada en la comedia romántica Mucho ruido y pocas nueces, de William Shakespeare; y en 1869 Jacques Offenbach dirigió personalmente el estreno de su opereta La princesse de Trébizonde.
Fue en el mismo casino donde el escritor Fiódor Dostoievski perdió entre julio y agosto de 1867 todo su dinero (monedas y onzas de oro incluidas), su anillo de matrimonio y hasta la ropa que llevaba puesta por su persistente manía ludópata (sus novelas El jugador y El idiota fueron escritas por aquellos años). ¡Qué tiempos!!! No es casualidad que las casas de empeños de Baden-Baden ofrecen en sus escaparates valiosas piezas de joyería y relojería, algunas muy exclusivas y relativamente a buenos precios, que sus dueños han dejado allí en prenda y no han vuelto a retirar. ¡Cuántos dramas detrás de este anecdotario!!!
Bond, profesora en distintos períodos de la Juilliard School of Music, de la University of California y de la New York University e influida aquí por la música de Brahms y de Schumann, se inspiró para componer la ópera durante sus estancias de estudio en la residencia de verano del primero que está abierta ahora al público.
La pieza permite descubrir lo que Clara esperaba recuperar en los últimos años y por qué se enfrió a la postre el amor por Johannes Brahms. En fin, cosas que ocurren en la vida y con tanta música reunidas. Planeada originalmente como una ópera infantil, el esquema quedó así finalmente plasmado sin cambios en el libreto (Barbara Zinn Krieger es fundadora y directora artística del New York City Children's Theatre, creado en 1996).
La obra se centra sobre todo en la dolorosa simbiósis con el padre de Clara, el músico, crítico musical y pedagogo, Friedrich Wieck, un individuo autoritario que quería críar a su hija como a una niña superdotada. El concepto aparece un centenar de veces en la obra de Bond, como si también la compositora hubiera tenido que superar algún trauma personal; y, efectivamente, en el seno de su familia vivió ella asimismo una situación similar.
El resultado finalmente no tuvo mucho que ver con Clara Schumann, pese a los denodados esfuerzos de todo el elenco, los jóvenes solistas de los conservatorios del estado federado de Baden-Württemberg, de los músicos de la Orchester-Akademie de la Berliner Philharmoniker, y de los actores del Theater Baden-Baden, así como de los becarios de la Akademie Musiktheater heute que apoya la Fundación Deutsche Bank.
Quizás Bond debiera revisar su obra, porque las partes vocales las hizo tan innecesariamente complicadas que por último fracasaron todos, antes de que la pieza pudiera cobrar interés. De todas formas, aunque tibios, los aplausos no se hicieron esperar y fueron merecidos para la totalidad de los noveles intérpretes.
La cita aquí fue a las 14 horas y después de ella hubo algún tiempo para caminar un par de kilómetros hasta la abadía cisterciense de Liliental, cuyos muros tienen una historia de 774 años. Fundado en 1245, el convento, atendido por 25 religiosas, está dedicado a la educación primaria y al trabajo artesanal y artístico en sus talleres, entre ellos uno para la confeccion de paramentos sacerdotales, otro para la fabricación de velas y cirios, y un scriptorium. Uno nunca se cansa de deambular por Baden-Baden y sus alrededores.
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