DVD - Reseñas
Rossini comme il faut
Raúl González Arévalo

Estamos tan acostumbrados al Rossini italiano y a la italiana que cuando se cantan sus títulos parisinos según la tradición francesa, aunque no debería, asombra. Exactamente eso es lo que ocurre con el nuevo lanzamiento de CMajor, no en vano grabado en la Opéra Comique parisina, que en los últimos años está apostando fuerte por el repertorio que le es propio y que hace como nadie, en las mejores condiciones. Y este es el principal valor singular del DVD que comento frente a la principal referencia audiovisual, la grabación de Virgin/Erato (2011) con Flórez, Damrau y DiDonato dirigidos por Palumbo desde el Met. Otras de gran interés como la de Decca (2011) con Camarena, Bartoli y Olvera con Tang desde Zurich siguen también la tradición italiana.
No se trata solo de una cuestión de pronunciación de la lengua: Flórez y DiDonato han demostrado ser grandísimos estilistas en francés, en obras como Orphée et Eurydice el primero, o Cendrillon la segunda. Se trata más bien de una cuestión de técnica, que afecta en particular a los tenores. A propósito del soberbio debut discográfico de Julien Behr (Alpha Classics) Alexandre Dratwicki se extendía sobre las tipologías tenoriles presentes en la Francia decimonónica y se detenía en particular en los tenores de demi-caractère (como el protagonista de L’Étoile de Chabrier, recientemente comentada en estas páginas), que dominaban la técnica típicamente francesa de emitir los agudos con el registro de cabeza –no en falsete– y no de pecho, según la tradición italiana impuesta a partir de la década de 1830. Se trata de una técnica que en el pasado dominaban muy pocos intérpretes –imposible no recordar aquí a Nicolai Gedda y su Nadir– y que se está recuperando de nuevo en los últimos años para cantar en estilo obras del repertorio francés, aunque estuvieran compuestas por compositores italianos, y que en consecuencia suenan muy diferentes.
Aquí radica la principal divergencia y valor del Ory de Philippe Talbot frente a Flórez y Camarena, grandísimos intérpretes que cantan con técnica netamente italiana. El tenor francés tiene una voz más ligera y menos lírica que las del peruano y el mexicano, pero suficiente cuerpo en el centro para abordar sin problemas el papel. La seguridad en el agudo es igualmente espectacular, como la fluidez en la coloratura, más natural que la del mexicano. Si añadimos una mayor naturalidad en el idioma y la intención que otorga al acento, el resultado es un protagonista francés de los pies a la cabeza. Que uno pueda preferir un Rossini a la italiana también en las obras parisinas es mera cuestión de gusto, pero los términos estilísticos deben estar claros. Aquí Talbot les gana a todos y era absolutamente necesario contar con una interpretación de este calibre para comprender hasta qué punto el Cisne de Pésaro supo plegarse a las exigencias particulares del estilo francés para conquistar al público parisino en su propio terreno, al igual que haría posteriormente Donizetti con La favorite.
La Comtesse Adèle de Julie Fuchs carece de los recursos deslumbrantes de Damrau y del desparpajo de Bartoli (que vocalmente se hacía con un personaje que no es el más conveniente para sus medios), pero hay que reconocer que convence mucho más que con la gran escena, aislada, grabada para su último recital en DG, Mademoiselle. Sin duda, el contexto teatral favorece la caracterización global y la faceta actoral suaviza alguna cuestión vocal menor. Con una comicidad más contenida y menos evidente, pero también más en estilo que la de la germana y la italiana, Fuchs supera a ambas de nuevo por el estilo, el acento y el fraseo, netamente franceses, con todo lo que aporta. Sin llegar a la brillantez vocal de Annick Massis en Glyndebourne (NVC Arts), la única que dominaba hasta el momento la tradición francesa en la videografía, tampoco se queda atrás en este punto.
Por su parte, el Isolier de Gaëlle Arquez es menos masculino y más andrógino que el de DiDonato. Con gran autoridad vocal el Gouverneur de Bollerie y muy adecuado el Rambaud de Bou, muy lucidos ambos en sus arias. Adecuadamente cómica la Dame Ragonde de Hubeaux, con graves abisales que suplen la mayor debilidad del centro. Toda una sorpresa encontrar a Jodie Devos en un papel secundario, Alice, cuando su disco de Offenbach pide a gritos papeles protagonistas. El coro y la orquesta de los Campos Elíseos están muy bien en sus cometidos, vivaces y ligeros, clavando sus intervenciones. Al frente de todos la dirección inteligente de Louis Langrée, atenta a los cantantes y al desarrollo dramático de la obra. La puesta en escena abandona la época de las cruzadas original y se traslada al siglo XVII (más inglés que francés, dicho sea de paso), como confirman el vestuario y la ambientación. El embrollo argumental se ve subrayado además con un constante movimiento escénico, tanto del coro como de los solistas, con el resultado final de una producción muy dinámica y atractiva.
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