Alemania

Così, una pieza muy moderna que no ha perdido ni un ápice de actualidad.

Juan Carlos Tellechea
jueves, 25 de julio de 2019
Tamara Banješević y Karin Strobos © 2019 by Matthias Jung Tamara Banješević y Karin Strobos © 2019 by Matthias Jung
Essen, miércoles, 5 de junio de 2019. Aalto-Musiktheater. Oper Essen. Così fan tutte, ossia La scuola degli amanti (Así hacen todas o La escuela de los amantes), KV588, drama jocoso en dos actos con música de Wolfgang Amadé Mozart y libreto en italiano de Lorenzo da Ponte, estrenado en el Burgtheater de Viena, el 26 de enero de 1790. Régie Stephen Lawless. Escenografía y vestuario Frank Philipp Schlößmann. Dramaturgia Svenja Gottsmann. Intérpretes: Fiordiligi (Tamara Banješević), Dorabella (Karin Strobos), Despina (Liliana de Sousa), Ferrando (Dmitry Ivanchey), Guglielmo (Martin Cornet), Don Alfonso (Baurzhan Anderzhanov). Figurantes del Aalto-Theater. Coro de la ópera del Aalto-Theater, preparado por Patrick Jaskolka. Fortepiano Boris Gurevich. Orquesta Essener Philharmoniker. Director Tomáš Netopil . 100% del aforo.
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Al comienzo todo parece muy inofensivo en esta nueva producción de Così fan tutte, ópera de Wolfgang Amadé Mozart del tiempo de la Revolución Francesa, con régie del inglés Stephen Lawless y dirección musical del checo Tomáš Netopil, estrenada en medio de frenéticas ovaciones y aclamaciones en el Aalto-Musiktheater de la Ópera de Essen este miércoles 5 de junio de 2019.

Lawless, hasta 1991 jefe de produccion del Glyndebourne Festival, ambienta este drama jocoso en una villa junto al mar cerca de Nápoles, no lejos del Vesuvio y de Pompeya. El volcán representa allí la incontrolada explosión de los sentimientos, y el sitio arqueológico, a quienes investigan la naturaleza y la Antigüedad.

Con respecto a este último tema la trama hila muy fino. Las ruinas son integradas en múltiples oportunidades a la escenografía (Frank Philipp Schlößmann, también vestuario).

Los preciosos atuendos, sutilmente rococó, son historicistas, lo mismo que la sala del castillo y sus blancos muros. La atmósfera algo estéril, semeja a la de un laboratorio, lo que resulta todo un acierto, ya que se trata de una configuración experimental, de un ensayo. ¿Pueden las mujeres mantenerse fieles a sus amantes durante al menos 24 horas?

Esos son los derroteros por los cuales Così fan tutte suele deambular. Sin embargo, muchas cosas son diferentes aquí.

La dirección escénica es inmensamente exquisita, precisa, y la interpretación musical sumamente respetable. Boris Gurevich nos deja una extraordinaria interpretación en pianoforte. Lawless y Schlößmann comienzan un juego de códigos y ambigüedades que hace más atractiva esta versión; cuestionan constantemente la imagen del hombre en una era dominada por la ciencia, por lo que esta ópera estrenada en 1790 termina por convertirse en una pieza muy moderna que no ha perdido ni un ápice de actualidad.

En fin, hay historias que son universales. Così fan tutte es una de ellas y, sin paralelos en su sutileza, trae al escenario una revelación psicológica sobre las grandes emociones que permite entender la angustia íntima de los personajes ante los enredos del amor, la lealtad, los profundos anhelos ocultos y las decepciones.

Lo que principia como un juego aparentemente alegre pronto se vuelve amargo y serio. Solo la música, magníficamente interpretada por la Filarmónica de Essen, se atreve a revelar el núcleo de este juego y sacar a la luz las verdaderas pasiones de los protagonistas. Los pianissimos que logra Netopil en los momentos más recoletos son de gran intensidad. El Coro de la Ópera del Aalto-Theater, preparado por Patrick Jaskolka, suena asimismo con diáfana claridad.

Todo se genera a partir de una apuesta. Incitados por el curtido solterón Don Alfonso (impresionante en los matices, el bajo kasajo Baurzhan Anderzhanov), Ferrando (seductora voz, el tenor ruso Dmitry Ivanchey) y Guglielmo (con delicadas tonalidades, el barítono neerlandés Martijn Cornet) quieren probar la lealtad de sus novias, Dorabella (muy buen timbre la maravillosa mezzosoprano, Karin Strobos, también neerlandesa) y su hermana Fiordiligi (dulcísima la soprano serbia Tamara Banješević, con garra e histrionismo).

Así que los dos jóvenes fingen un llamado a filas, regresan disfrazados del frente de guerra, y tratan de seducir, cada uno a la prometida del otro, lo que ocurre muy pronto, porque así hacen todas las mujeres (Così fan tutte), según el libreto de Lorenzo da Ponte, clérigo y masón expulsado de Venecia en 1779 por su vida libertina y licenciosa, quien colaboró también con Mozart en Las bodas de Fígaro (1786) y Don Giovanni (1787).

Sin embargo, se desata ahora un embrollo emocional, de tal magnitud que cada uno termina por preguntarse quién ama realmente a quién. También las imágenes dentro del escenario rompen todas sus costuras, como si nos encontráramos en un manicomio, impresión a la que contribuyen igualmente las níveas paredes mencionadas más arriba.

Don Alfonso -quien entretanto viste de clérigo y es una figura tan ambigua como da Ponte- y Guglielmo contemplan la unión de Fiordiligi con Ferrando casi desde la perspectiva del espectador; el teatro en el teatro, en un deliberado espejismo. Así que, desde esa perspectiva, no hay seguridad alguna en esta puesta que manipula con virtuosismo un cajón de doble fondo, como el de los magos en los espectáculos de varieté. Pero la régie funciona y esto es quizás -y sin quizás- lo más importante a nivel directo de la acción. Lawless logra convencer de la plausibilidad de esa transformación de los sentimientos.

Firme como una roca (come scoglio), Fiordeligi quiere enfrentar la amenazante seducción de estos dos extraños y canta su aria recostada al pedestal de una antigua estatua que simboliza a una casta vestal, como si ella misma quisiera serlo. Musicalmente eleva su magnífica voz, aún cuando se desconoce aquí por dónde discurren los límites entre lo serio y la parodia; si no es que se superponen ambas esferas. Tambien Mozart y da Ponte estaban indecisos al escribirla. Otro tanto ocurre cuando Guglielmo liga con Dorabella y así, como al pasar, cierra la puerta de la gigantesca biblioteca, dejando tras de sí la razón y la ilustración.

Lo cierto y seguro es que las damas toman su determinación (errónea con respecto a las relaciones originales) al comienzo del segundo acto. Esta es una de las claves de Lawless que deja primero a los dos hombres idolatrar a sus respectivas prometidas, a las que les son fieles, pero las mujeres contrarían el juego y coquetean con el falso novio, por lo que la diversión se desboca.

Dorabella y Fiordiligi intercambian sus vestimentas y también sus papeles. La platea tiene que poner mucha atención sobre lo que ocurre en el proscenio para no perder el hilo de la historia. La doncella Despina (maravillosa asimismo la mezzosoprano portuguesa Liliana de Sousa), se hace pasar por médico. Mas, luciendo un corpiño negro con cordoncillos rojos, da la imagen de ser un diablillo de mucho cuidado, entre mujer emancipada, coqueta y seductora, que revive a los dos soldados intoxicados con sus cuitas de amor, parodiando los métodos de curación por terapia magnética, en boga por aquel entonces (aún hoy en ciertos círculos esotéricos), y al popular facultativo Franz Anton Mesmer (1734-1815), su descubridor y promotor del tratamiento. Al mismo tiempo, el enigmático Don Alfonso remonta una cometa que es rápidamente alcanzada por un espectacular rayo, aludiendo a las investigaciones de Benjamín Franklin.

La familia Mozart conocía muy bien a Mesmer, también hermano masón, y éste poseía una armónica de cristal, inventada por Franklin, para la que Wolfgang Amadé debía componer una pieza (al final fueron dos: KV 647 y KV 356). La régie tiende sobre la obra una red de relaciones cruzadas y asociaciones de ideas mucho más ambiciosa que un concurso de preguntas y respuestas a nivel de educación media. Aquí es donde se delinea el ámbito en el que debe ser vista esta ópera. No se trata de una comedia chata ennoblecida musicalmente (como se pensaba en el siglo XIX), sino de una obra didáctica emanada de los círculos ilustrados y racionalistas de Viena de aquellos años que, hasta cierto punto, pueden ser contemplados como un espejo de nuestro presente.

Conociendo su biografía y la enconada oposición que tuvo que enfrentar de parte de la ultraconservadora jerarquía católica durante su reinado, no es de extrañar que el tratamiento de esta materia tan explosiva y escandalosa fuera una iniciativa personal del emperador José II de Austria (hermano de María Antonieta), uno de los déspotas ilustrados de la época, y de que la obra fuera estrenada en el Wiener Burgtheater el 26 de enero de 1790, en los convulsionados tiempos tras la Revolución Francesa (14 de julio de 1789). En medio de aquella inestabilidad política reinante entonces, tampoco las instituciones sociales como el matrimonio podían permanecer intangibles e inconmovibles, como realmente ocurrió.

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