Italia

¿Recital de belcanto?

Jorge Binaghi
miércoles, 7 de agosto de 2019
Peretyatko y Zappa © A. Bofill, 2018 Peretyatko y Zappa © A. Bofill, 2018
Martina Franca, lunes, 29 de julio de 2019. Palazzo Ducale (Cortile). Recital de Olga Peretyatko, soprano, acompañada por Giulio Zappa, piano. Arias, canciones y páginas pianísticas de Fauré, Offenbach, Bizet, Rimsky-Korsakov, Rachmaninov, Donizetti, y Rossini. Bises de Dell’Acqua, Arditi y Gounod.
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La pregunta surge del título de un concierto de canto muy parecido al que soprano y pianista dieron hace algo más de un año en Barcelona, que no se tituló así. Una mezcla de canciones de cámara, arias de ópera y páginas para piano solo como cada vez abundan más (no tengo nada en contra) están de todas formas más cerca de un recital de cámara que de un concierto lírico en el que todos los números lo son. Si después lo de ‘belcanto’ hay que entenderlo en sentido estricto ni siquiera algunas de las arias de ópera elegidas lo permitirían. Si se trata de describir una buena voz que canta bien podría aceptarse aunque en estos momentos los agudos de Peretyatko tienden a una cierta aspereza y los sobreagudos son escasos. Eso sí, trina de una forma espectacular y con sentido (y eso es un aspecto importante del belcanto, pero no el único). 

En conjunto, el concierto salió mejor que el de Barcelona, o porque las obras -las que no eran iguales, que unas cuantas, bises incluidos, sí- resultaban más adecuadas o porque, pese a lo apuntado, la cantante estaba en mejor forma. O en buena forma. Que no quiere decir maravillosa.

Por ejemplo, sigue insistiendo en un Fauré en el que se le entiende poco el francés, cuando más interesa. Es extraño, o no tanto, que en las dos arias operísticas en esa lengua la articulación fuese más clara (o más asiduidad, o más afinidad, o simplemente la Peretyatko es una cantante de ópera que a veces canta canciones de cámara). De las dos, estuvo bien la de Antonia de Los cuentos de Hoffmann, y excelente (simplemente porque calza mucho más a su tipo de vez) la gran aria del segundo acto de la protagonista de Los pescadores de perlas, precedida de su recitativo. 

Decía yo en la crítica anterior “Llegaban luego las canciones rusas y el nivel subía vertiginosamente, pero no siempre con igual fortuna. […].  De Rachmaninov se escuchaba en primer lugar [….] la famosa Vocalisse”, que estuvo mucho mejor que entonces, como ocurrió también con la conocidísima Aguas de primavera (op.14/11). En Rimsky estuvo también bien, salvo cuando se le pedía energía en el grave.

En la parte de ópera italiana también mejoró su versión del aria de entrada de la protagonista de Semiramide de Rossini donde esta vez todo estuvo en su sitio, incluido algún agudo áspero en la otra ocasión. Pero antes había incursionado (sin recitativo) en la gran escena de Matilde del segundo acto de Guillaume Tell, que fue tan correcta como poco interesante. No es un personaje este que le convenga. Lo mismo, y con mayor razón, ocurrió en la escena final de Anna Bolena de Donizetti, que ya ha cantado completa en escena. Si ‘Al dolce guidami’ fue muy bien cantada (dejemos de lado que el timbre no sea seductor; muchas de las intérpretes de la parte han carecido o carecen de él en mayor grado que Peretyatko), el recitativo fue anónimo (desde el mismo inicio ‘Piangete voi?’ se trató de una versión más, correcta, carente de densidad en centro y grave) y la célebre cabaletta ‘Coppia iniqua’, que le permitió una buena exhibición acrobática, le volvió a pasar factura en los registros central e inferior y en la intensidad del fraseo. Donde estuvo extraordinaria, incluso más que en Bizet, fue en la entrada de Norina de Don Pasquale (completa, con recitativo), por lo que uno tiende a pensar que más que afinidad con los autores el problema está en la afinidad con los papeles. Bueno, al menos esta vez no incursionó en Norma. 

Ante los aplausos concedió tres bises. Sólo Il bacio de Arditi fue nuevo. Uno esperaría de una coloratura o una líricoligera un show de sobreagudos y un final espectacular y aunque lo cantó bien, este tipo de esperado lucimiento fue escaso. Asimismo no fue tan impactante como entonces su versión de la por fin popular  Villanelle, de la belga Anna Dell’Acqua, pero en cambio resultó más atendible, francamente bueno, el vals de Julieta de la ópera de Gounod, que el año pasado había pasado sin pena ni gloria.

El acompañante estuvo muy bien en la Valse caressante de Respighi y poco interesante en la Arabeske de Schumann. La soprano insistió de mil maneras en que compartiera los aplausos y le dedicó cálidas palabras de elogio. El público (el patio del Palazzo Ducal, de unas 800 localidades, no estaba lleno) le dedicó a ambos un excelente recibimiento.

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