España - Madrid
El veterano y el novato
Marisa Pérez
Yuri Temirkanov (Nalchik, 1938) lleva ya más de treinta y un años como director titular de la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo, una cifra muy poco habitual incluso en directores longevos (aunque su antecesor en el puesto, Evgueni Mravinski, llegó casi al medio siglo, 1938-1988). Su primera presentación juntos en Ibermúsica tuvo lugar en 1989, al año siguiente del nombramiento de Temirkanov como titular, desplazando a Maris Jansons, quien también deseaba ese puesto, y de hecho, ya había venido a Ibermúsica con la Filarmónica de San Petersburgo en nueve ocasiones entre 1986 -alternándose con Mravinski- y 1989. Tiene por lo tanto cierto sentido que se haya elegido esta combinación Temirkanov - Filamónica de San Petersburgo para sustituir el concierto previamente programado: Mariss Jansons con la Bayerischer Rundfunk.
En cualquier caso, tanto si hablamos de Temirkanov como de la Filarmónica peterburguesa, su veteranía en Ibermúsica es enorme. Termirkanov ha dirigido más de cien conciertos en diversos ciclos de Ibermúsica desde 1973 (debutó con la Orquesta Nacional de España), mientras la Filarmónica debutó en estos ciclos en 1971 y ha venido a España con Ibermúsica en noventa y ocho ocasiones, si no he contado mal. De modo que mucha veteranía por un lado, mientras que para el pianista uzbeko Behzod Abduraimov (Tashkent, 1990) este era su debut en el ciclo de Ibermúsica, aunque ya había actuado en Madrid anteriormente en recital.
Acaso fuera esta bisoñez la que provocó que Abduraimov, aún mostrándose como un excelente pianista, no consiguiera definir su concepto del Primer concierto para piano de Beethoven y especialmente imponérselo a la orquesta. O quizá es que hay una importante diferencia entre la tradición rusa y la norteamericana y Abduraimov, a pesar de su origen, ha desarrollado sus estudios y su carrera en EEUU desde los 15 años. Porque no es tampoco que Temirkanov -aprovechando su experiencia- impusiera su criterio en el Concierto de Beethoven, más bien se limitó a ser un concertador y acompañar al solista renunciando al protagonismo. De este modo, el resultado fue correcto, pero con poca personalidad por ambos lados.
En cambio en la Sinfonía nº 4 en fa menor de Chaikovski sí hubo abundante personalidad, carácter, pasión y tradición. Una tradición que la Filarmónica de San Petersburgo sigue manteniendo a lo largo de los años, puesto que -aunque la obra se estrenó antes de la creación de la orquesta en 1882- es bastante probable que algunos de los músicos presentes en el estreno en la Sociedad Musical Rusa de San Petersburgo en 1878, se incorporaran luego a esta primera orquesta filarmónica rusa. Resulta impresionante el pensar que los músicos actuales son descendientes de aquellos que la ensayaron con el propio Chaikovski.
Temirkanov hizo una versión de la Cuarta de Chaicovski aparentemente canónica, pero en el fondo con bastantes novedades., espacialmente en lo que se refiere a la parte melódica y en menor medida la tímbrica. Las dinámicas fueron suaves pero con fuerza, y con esa 'simpatía' -en el sentido de trasmisión de emociones buenas y malas- que es el sello característico de Chaicovski, junto a esa musicalidad que le permite usar y abusar de las bellas melodías que crea sin que lleguen a ser 'pastelosas'. Temirkanov aprovechó las partes más 'románticas', pero se lució especialmente en las dramáticas, donde por momentos resultó sobrecogedor.
El resultado fue un concierto de primera categoría, mejor en la parte más 'veterana' de Chaicovski que en Beethoven. En cualquier caso, que Ibermúsica, que cumple su cincuenta temporada, nos ofrezca muchos más conciertos como este.
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