Alemania

Un Ravel ágil, vigoroso, brillante y con exuberante volubilidad

Juan Carlos Tellechea
viernes, 31 de enero de 2020
Helene Grimaud © 2020 by Hennek Mat Helene Grimaud © 2020 by Hennek Mat
Essen, viernes, 17 de enero de 2020. Gran sala Alfried Krupp de la Philharmonie Essen. Hélène Grimaud (piano); Kateřina Kněžíková (soprano). Orquesta Bamberger Symphoniker. Director Jakub Hrůša. Maurice RavelConcierto en sol mayor para piano y orquesta. Gustav Mahler, Sinfonía número 4 en sol mayor. Solistas 100% del aforo.
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Jakub Hrůša (Brno, 1981), director principal de la célebre orquesta Bamberger Symphoniker, en gira por Alemania junto con la extraordinaria pianista francesa Hélène Grimaud y la notable soprano checa Kateřina Kněžíková, se decidió por imprimir una tonalidad en sol mayor a esta velada en la Filarmónica de Essen. El excelente programa lo compuso con el Concierto para piano de Maurice Ravel y la Sinfonía número 4 de Gustav Mahler.

En contraste absoluto con su Concierto para la mano izquierda, Ravel se muestra en este Concierto para piano y orquesta en sol mayor (1929-1931), como un compositor capaz de asimilar las diferentes corrientes musicales que cruzaban Europa en aquel entonces. De hecho, Ravel no ignora ninguno de los avances modernistas de Ígor Stravinski y de Serguéi Prokófiev que, a su manera, alterarían la imagen tradicional del género Concierto para piano y orquesta en esa primera parte del siglo XX.

En su Concierto para piano en sol mayor, manteniendo los tres movimientos habituales legados por el clasicismo, Ravel introdujo no solo elementos prestados del folklore vasco, sino sobre todo mezcló los de la música de Estados Unidos (acababa de regresar de su gira allí en 1928), los del jazz en general y de su admirado amigo George Gershwin en particular, a quien había conocido en Nueva York y luego lo visitó en París.

Si el primer movimiento (Allegramente), con tonalidades circenses (latigazo incluido), seduce con su aspecto insolente, revoloteante y cambiante, el segundo movimiento, Adagio assai, sorprende con un emocionante diálogo entre el piano y el corno inglés. El Concierto termina con un frenético Presto, que pone a prueba la velocidad del fagot, rivalizando con el virtuosismo del piano.

La interpretación de Grimaud -quien, dicho sea de paso, se mantiene eternamente joven- más allá de la técnica controlada, no tiene efectos innecesarios; hay gran flexibilidad y facilidad en la ejecución. La pianista refina la intimidad y los colores sin excesos, inculcándoles ese ímpetu que sirve bien a los dos temas contrastantes del primer movimiento; les devuelve ese aspecto de entretenimiento que Ravel había pensado en un primer momento como título de su partitura.

En el Adagio assai Grimaud apuesta por un toque natural sobrio y sin apoyo que brinda su sabor elegíaco a esa amplia página. Su Presto final, de nuevo a latigazo vivo, es ágil, vigoroso, brillante y con exuberante volubilidad. Jakub Hrůša está ciento por ciento de acuerdo con esta concepción y deja rienda suelta a la orquesta, demostrando la calidad de sus músicos, así como la claridad y la agudeza de su propuesta.

En la segunda parte de la velada, nos llega la Sinfonía número 4 de Gustav Mahler, el compositor de los grandes gestos y de la gran instrumentación que tomó aquí, sin embargo, un camino diferente. La obra se caracteriza por una extraña y sutil alegría, algo así como un acertijo musical.

En lugar de los cuatro movimientos que tiene, Mahler bien podría haber incluido siete, de haber continuado escribiendo así, como lo hizo entre 1899 y 1900, antes de concluir en 1901, y si hubiera agregado siempre uno más a cada obra con respecto a la anterior. Lo cierto es que el compositor nacido en Kaliště, Bohemia, en 1860 y fallecido en Viena en 1911, había decidido entonces otra andadura. Esta sinfonía es una obra comparativamente manejable en tamaño y alcance. Su tono parece alegre y clasicista durante largos pasajes y aquí es donde comienzan los problemas que los Sinfónicos de Bamberg, liderados por Hrůša, han sabido resolver a la perfección.

Mahler era el maestro de la ironía (verbigracia, el primer violínista aparentemente desafinado del segundo movimiento In gemächlicher Bewegung. Ohne Hast). Pero al final (Sehr behaglich) le incorpora su musicalización de Des Knaben Wunderhorn, concretamente el Lied Das himmlische Leben, para soprano, que posee una expresión infantilmente alegre, sin parodia alguna, interpretado maravillosamente por la checa Kateřina Kněžíková (Bohumín, 1982), con voz muy delicada, aterciopelada, y un hermoso registro lírico de coloratura. El texto de Des Knaben Wunderhorn (Band 1), de Achim von Arnim (1781-1831) y Clemens Brentano (1778-1842), publicado en Heidelberg en 1806 (aquí bajo el título de Der Himmel hängt voll Geigen):

Wir genießen die

himmlischen Freuden,

Drum tun wir das Irdische meiden,

Kein weltlich' Getümmel

Hört man nicht im Himmel!

Lebt alles in sanftester Ruh'!

Wir führen ein englisches Leben!

Sind dennoch ganz lustig daneben!

Wir tanzen und springen,

Wir hüpfen und singen!

Sanct Peter im Himmel sieht zu!

Johannes das Lämmlein auslasset,

Der Metzger Herodes drauf passet!

Wir führen ein geduldig's,

Unschuldig's, geduldig's,

Ein liebliches Lämmlein zu Tod!

Sanct Lucas den Ochsen

thät schlachten,

Ohn'n einig's Bedenken und Achten,

Der Wein kost' kein Heller,

Im himmlischen Keller,

Die Englein, die backen das Brot.

Gut' Kräuter von allerhand Arten,

Die wachsen im himmlischen Garten!

Gut' Spargel, Fisolen

Und was wir nur wollen!

Ganze Schüsseln voll sind uns bereit!

Gut' Äpfel, gut' Birn und gut' Trauben!

Die Gärtner, die alles erlauben!

Willst Rehbock, willst Hasen,

Auf offener Straßen,

Sie laufen herbei!

Sollt' ein Fasttag etwa kommen

Alle Fische gleich

mit Freuden angeschwommen!

Dort läuft schon Sanct Peter

Mit Netz und mit Köder

Zum himmlischen Weiher hinein.

Sanct Martha die Köchin muss sein!

Kein Musik ist ja nicht auf Erden,

Die uns'rer verglichen kann werden,

Elftausend Jungfrauen

Zu tanzen sich trauen!

Sanct Ursula selbst dazu lacht!

Kein Musik ist ja nicht auf Erden,

Die uns'rer verglichen kann werden,

Cäcilia mit ihren Verwandten

Sind treffliche Hofmusikanten!

Die englischen Stimmen

Ermuntern die Sinnen!

Daß alles für Freuden erwacht.

Esta sinfonía surge, en realidad, de los sueños de la infancia. Lo que quería Mahler era encontrar el paraíso perdido que la belleza pura quiere abarcar hasta que la tristeza duela. Luego el mundo real se interpondría a esta utopía, esto es, la naturaleza sombría de lo real. Todo esto se ha convertido en sonido y está música sensual e inquietante que bien podría pasar por la mente emocional de un niño, yace en las manos de Jakub Hrůša. Con este director todo es interioridad profunda, e igual de drástica es la expresión del maravilloso Ruhevoll (Poco Adagio) que la orquesta Bamberger Symphoniker sigue al pie de la letra con cada movimiento de sus manos.

Estruendosos aplausos y estentóreas expresiones de aprobación del millar de espectadores presentes, que se pusieron inmediatamente de pie tras escuchar las notas finales, dieron feliz culminación a esta velada en la Filarmónica de Essen que tiene un extraordinario programa por delante en esta temporada 2019/2020.

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