Alemania

Riesgos y delicias del amor físico desenfrenado.

Juan Carlos Tellechea
jueves, 5 de marzo de 2020
Maria Kataeva y Jacquelyn Wagner © 2020 by Jochen Quast Maria Kataeva y Jacquelyn Wagner © 2020 by Jochen Quast
Düsseldorf, viernes, 14 de febrero de 2020. Opernhaus Düsseldorf. Deutsche Oper am Rhein Düsseldorf/Duiburgo. Alcina, ópera seria en tres actos con música de Georg Friedrich Händel, HWV 34, y libreto reelaborado por autor desconocido sobre el libreto de Antonio Fanzaglia para la ópera L'isola di Alcina de Riccardo Broschi, según el 6to y 7to canto del poema épico Orlando Furioso (1516 y 1532) de Ludovico Ariosto, en italiano (con subtítulos en alemán), estrenada el 16 de abril de 1735 en la Royal Opera House del Covent Garden. Régie Lotte de Beer. Escenografía Christof Hetzer. Vestuario Jorine van Beek. Iluminacion Alex Brok. Vídeo fettFilm. Asistencia coreográfica Michael Marys. Labor concepcional Peter te Nuyl. Dramaturgia Anna Melcher. Intérpretes: Alcina, hechicera (Jacquelyn Wagner), Ruggiero, prisionero de Alcina (Maria Kataeva), Morgana, hermana de Alcina (Shira Patchornik), Bradamante, amante de Ruggiero (Wallis Giunta), Oronte, sirviente de Alcina (Andrés Sulbarán*), Melisso, guardián de Bradamante (Beniamin Pop), Oberto, hijo de Ruggiero (Maria Carla Pino Cury*), la vieja dama (Angelika Richter). (*Integrantes del Opernstudio de la Deutsche Oper am Rhein). Figurantes de la Deutsche Oper am Rhein. Director Axel Kober. Derechos de ejecución musical Hallische Händel-Ausgabe de la editorial Bäreneiter Verlag de Kassel. 100% del aforo.
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Lotte de Beer dice reiteradamente que necesita del caos en su mente para ser creativa y dar todo de sí.

Le damos la razón. El resultado de ese proceso ha sido ahora una extraordinaria, inteligente e inteligible puesta en escena de Alcina, la mágica ópera de Georg Friedrich Händel, ovacionada y aclamada durante media hora por el público de pie y al grito reiterado de ¡bravo, bravo, bravo!, tras su estreno en la Ópera de Düsseldorf el día de San Valentín.

De Beer (Maastricht,1983), formada en Amsterdam y varias veces laureada por sus excelentes escenificaciones en esa gran ciudad neerlandesa, así como en Viena, Múnich, Berlín y Leipzig, entre otras, debuta esta tarde con una pieza, inspirada en el mito de Circe, una figura alegórica que encarna las delicias y los peligros del amor físico desenfrenado.

La régie ha sabido llevar con excelente y sensible mano esta obra, ambientándola en el siglo XX, (escenografía minimalista de Christof Hetzer; precioso vestuario de Jorine van Beek), con un elenco impecable: las maravillosas sopranos Jacquelyn Wagner, en el papel protagonista de la lasciva Alcina, y Shira Patchornik, en el de Morgana, quienes debutan asimismo en sus respectivos roles, así como las extraordinarias mezzosopranos Maria Kataeva en el rol de Ruggiero y Wallis Giunta en el de Bradamante.

La soprano de coloratura Maria Carla Pino Cury dió vida (con gran ternura y emoción) a Oberto; el tenor Andrés Sulbarán a Oronte y el bajo Beniamin Pop a Melisso en esa isla donde la maga Alcina hechiza a muchos hombres y donde sus personajes confunden amor con poder, posesión, celos, violencia y opresión, bajo una cielo que cambia sucesivamente desde los nublados dramáticos de El Greco hasta los rosáceos ilusionantes de William Turner.

La lujuria de la apetecible Alcina es indomable, implacable y utiliza al máximo sus seductoras habilidades mágicas para atraer a potenciales amantes a la isla. Pero, tan pronto como éstos la aburren, ella los maldice para siempre.

La culpa y la expiación, el deseo, la sensualidad y la intimidad, el amor perdido, y el injusto abandono de las mujeres que envejecen, están sintetizados en esta pieza.

Hay muchos enredos amorosos. Oronte es un amante celoso que venía poseyendo por mucho tiempo a Morgana, la hermana de Alcina. Morgana, sin embargo, está enamorada de Riccardo, que en realidad es Bradamante, quien quiere recuperar a su esposo Ruggiero, que a su vez desea a la más que atractiva y enloquecedora Alcina. El deseo sexual, envuelto en sonidos delicados o efervescentes, a menudo puede parece poco prometedor, pero es musicalmente variado y frecuentemente movedizo.

Sean cuales fueren los méritos de esta puesta, que son muchos, es sobre todo el componente musical del espectáculo el que gana enormemente con la orquesta barroca Neue Düsseldorfer Hofmusik*, dirigida con gran entrega por el maestro Axel Kober. Todo el colectivo, sin excepción, ofreció una labor maravillosa y Kober cuida mucho los pianissimos supremos, en particular los de Jacquelyn Wagner. Los músicos muestran grandes afinidades con el idioma händeliano, especialmente entre los solistas del bajo continuo, incluidos los violonchelistas Nicholas Selo, Helga Löhrer, Julie Maas y Edward John Semon.

La interpretación ofrece cierta flexibilidad, sensible a la menor inflexión del canto. Magistral es el trío que se reúne en el último acto, Alcina, Ruggiero y Bradamante, con una emoción indescriptible, o durante el aria de Alcina, al final del tercer acto, centrando las últimas páginas de la ópera en la gran cantante Jacquelyn Wagner, vitoreada varias veces en medio de la función.

Alcina pertenece a un período particularmente fértil de Händel desde que se estrenó en la Royal Opera House del Covent Garden de Londres en 1735, poco después de Ariodante. Sin embargo, esta ópera no es comparable al trabajo que le precede por unos pocos meses. Incluso si las dos óperas están inspiradas en el furioso Rolando de Ariosto, este dramma per musica se vuelve hacia lo maravilloso, usando efectos mágicos, incluso sobrenaturales, que la meiga usa para transformar guerreros y otros machos que resisten sus avances en rocas, árboles o bestias salvajes.

Estos efectos utilizan maquinaria sofisticada y pompa que atrajeron al público en su momento. En un marco de romanticismo, Händel dibuja retratos de una fuerza increíble que el poder de la música transfigura en seres de carne y hueso. Cómo resistir a los sortilegios del canto que traducen los afectos, la exaltación, el éxtasis, la sensualidad y forjan los sentimientos más exacerbados, como el amor apasionado, volcánico, el orgullo herido, la ira vengativa, y unas 27 arias da capo de una exuberancia virtuosa verdaderamente sorprendente.

Para esta incursión en el repertorio barroco, Lotte de Beer ha diseñado una puesta en escena que presenta a Alcina no como un ser que muestra los trucos de su magia, sino como una mujer normal que lucha con sus dudas y sus debilidades. Rápidamente Alcina se verá enfrentada con su alter ego, la figura de una anciana, que ella no quiere ser, pero en la que, sin embargo, se convertirá al final de la ópera. Es así como podrá comprobar por dónde va la realidad y en qué quedarán transformados sus encantos físicos.

El drama aquí está ubicado en una finca de arquitectura moderna en medio de una naturaleza frondosa, donde todos se sienten atraídos por la presencia de esta mujer de una hermosura excepcional. Los decorados, sobre una plataforma giratoria, muestran una sala de estar con una chimenea de diseño y un bar. En el centro de este recinto un sofá, testigo de muchas travesuras amorosas, las que Alcina crea singularmente para atraer a Ruggiero, con una sensualidad desbordante.

Este exceso libidinoso es visualizado por una horda de efebos más o menos desnudos que luego se aglutinan al otro lado del recinto. El segundo personaje femenino, Morgana, la hermana de Alcina, parece la patrona del lugar, flanqueada por Oronte, el capataz. La acción es algo repetitiva, pero vale la pena seguir los cuidadosos intercambios entre las cuatro figuras principales, en particular entre Alcina y Ruggiero o entre Morgana y Bradamante.

Por otra parte, la régie ofrece también otra bonita imagen del personaje de Oberto, este jovencito que quiere encontrar a su padre, interpretado en el estreno londinense por un niño falsetista y aquí por Maria Carla Pino Cury con sus bellas coloraturas.

En sus diversas ramificaciones, la acción principal apoya las maravillosas arias da capo con las que Händel ha sazonado su partitura. De Beer echa mano de los diálogos para animar momentos musicales próximos a la profunda reflexión ensimismada de los personajes. Esa flexibilidad enriquece considerablemente el avance dramático.

Por supuesto, la régie se centra desde la animada obertura en el personaje central y en el retrato de esa sorprendente figura femenina con sus elementos dominantes, así como los hombres en torno suyo, hasta su desesperado final cuando, ya convertida en una mujer de edad y vulnerable, sin sus hechizos, expira aplastada por su propia pasión. La horda de machos, ahora vestidos, se dedican a contemplar ese cuerpo inofensivo de la bellísima mujer que fue.

Mientras tanto, el transcurso del relato se torna caótico y poco a poco percibimos que Alcina pierde su poder de seducción para hundirse en la desilusión, porque no ha hecho otra cosa más que vivir en el delirio, en la dialéctica entre el ser y el parecer, entre la verdad y la superchería.

La tremenda culminación de la producción tiene lugar en una actuación vocal excepcional. En primer lugar, la Alcina de Jacquelyn Wagner y sus ambigüedades, la maga del amor, con un encanto misterioso, la mujer con sentimientos cambiantes, tan solitaria en su lucha, y con un prestigio reconocido a cada instante por todos que se va consumiendo de forma literal. Todo singularmente tan bien examinado a lo largo de las maravillosas arias que Händel confía a la protagonista: desde el vulnerable Si, son quella, hasta Ombre pallide y su fluidez hipnótica en las partes lentas, hasta el último Mi restano le lagrime, cuando Alcina es superada por su pasión.

La soprano se consagra con cuerpo y alma a su papel, no duda en subrayar los rasgos vocales e histriónicos, y la figura es llamativa, apoyada por una línea de canto dirigida con supremacía y en particular por notas largas sostenidas y pianissimos inextinguibles. Con Maria Kataeva, el caballero Ruggiero redescubre su gama original, la del castrato Carestini.

La mezzosoprano le presta la aureola de un sello cautivador, como en el aria Mio bel tesoro, una sutil declaración de amor. falsamente lánguida, y especialmente en Verdi prati, de un legato majestuoso y de una pureza celestial. Pero tambien un virtuosismo muy bien manejado durante el aria di furore Sta nell 'Ircana" (En su guarida en Hircania) donde la voz se mide con las trompas y los oboes. Percibimos aquí y allá mucha energía y robustez, el personaje es joven, bello y ardiente. Hay en él además una deliciosa indecisión del corazón.

La Morgana de Shira Patchornik rivaliza con su impacto vocal y su atrevida presencia, revelando las fantasías más eróticas. Ella también quiere ser irresistible e indudablemente se divierte consigo misma. Hay una pirotecnia rayana en la alta gama con los acentos más líricos de una excelente soprano que ha tenido que aprender su papel a toda prisa para sustituir a último momento a la estupenda Elena Sancho Péreg, por enfermedad de ésta.

El Bradamante de Wallis Giunta, alcanza las mismas alturas, ofrece destacadas virtudes dramáticas y el oscuro timbre de mezzo es muy agradable. El tenor Andrés Sulbarán se luce mucho en el papel de Oronte, y Beniamin Pop entrega un hermoso timbre de bajo en el rol de Melisso que tiene algo de paternal, de protector.

En el medio de los tres actos el público ya prorrumpía en aplausos, ovaciones y exultaba las más diversas expresiones de aprobación, pero cuando se cerró el telón al término del último acto el alud era ya incontenible y así concluyó esta inolvidable velada en la Deutsche Oper am Rhein con un rotundo éxito y una euforia sin par.

Notas

Orquesta Neue Düsseldorfer Hofmusik. Primeros violines Mary Utiger (primera violinista), Pauline Nobes, Emily Deans, Christine Moran, Bettina von Dombois, Marika Apro-Klos. Segundos violines Gudrun Engelhardt, Gabriele Nussberger, Ina Grajetzki, Anke Becker, Stefan Steinröhder. Viola Bettina Ihrig, Florian Schulte, Antje Sabinski, Lea Strecker. Violonchelos Nicholas Selo, Helga Löhrer , Julie Maas, Edward John Semon. Contrabajos Kit Scotney, Jörg Lühring. Oboes Hans-Peter Westermann, Annette Spehr. Oboes/flautas dulces Kristin Kubde, Ulrike Neukamm. Fagotes Katharina Brahe, Cordula Maria Caso. Trompas Johannes Leuftink, Chris Weddle. Tiorba Andrea Baur. Laúd Klaus Mader. Clavecín Christoph Anselm Noll.

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