Discos

Los héroes de la Philharmonia

Carlos Ginebreda
viernes, 29 de mayo de 2020
Philarmonia Orchestra, Birth of a Legend. Caja de 24 discos compactos grabados entre 1945 y 2018 por EMI y Warner, reprocesados en su mayoría en 2013 en alta definición o HD por Warner Classics. Warner Classics, B07YTCDY6V
0,0015777

En estos tiempos de pesimismo la frase del escritor Cioran «Ser es estar acorralado» está en plena vigencia. Cuando uno está acorralado necesita al menos alguna caricia, y la música es el mejor ungüento. Este álbum puede ayudar a los que están asustados, acorralados o enfermos. Es un pequeño pero valioso consuelo.        

Este año se conmemora el 75 aniversario de la fundación de la Orquesta Philharmonia de Londres, y Warner Classics ha desempolvado de los archivos de EMI una serie de grabaciones bien escogidas de la Philharmonia en una caja de 24 discos compactos, bajo el título «Philarmonia Orchestra, Birth of a Legend». Se trata de registros de obras de concierto y no de ópera, pues la Philharmonia realizó espléndidas grabaciones operísticas que han quedado fuera del álbun para mejor ocasión. Esta edición contiene 28 horas, 29 minutos y 43 segundos de música, más el CD 24 que ocupa 67 minutos y 43 segundos de recuerdos de diversas personalidades (en inglés y sin transcripción en la carpetilla), con sus correspondientes extractos musicales. La carpeta incluye una introducción de John Tolansky, y un texto de muy buena factura escrito por Alan Sanders donde explica los pormenores de la creación de la orquesta Philarmonia. Casi todas las grabaciones están reprocesadas en 2013, con expresa mención de que son de alta definición o HD.

El período de las grabaciones va desde la fundación en 1945 hasta el 1964, ya que el día 10 de marzo de 1964 Walter Legge -fundador y socio unipersonal de la orquesta- decidió la disolución y liquidación de la misma, que a partir de 1964 pasó a denominarse New Philharmonia, hasta 1977 en que volvió a recuperar el nombre de Philharmonia Orchestra tras el litigio correspondiente entre los músicos y Walter Legge. No se incluyen grabaciones de óperas entre las cuales hay registros inigualables como el Rosenkavalier de Karajan, el Tristán de Furtwängler o el Don Giovanni de Giulini.

En este álbum es esencial tener presente cómo se creó la Orquesta Philharmonia. Fue formada para hacer grabaciones discográficas. La orquesta tuvo ya desde un principio una alta calidad. Por un lado tenía una capacidad de respuesta técnica increíble, y ello fue debido a un selecto grupo de músicos como Manoug Parikian, Gareth Morris, Sydney Sutcliffe, Bernard Walton, Raymond Clark, Alexander Kok y Dennis Brain, a los que Walter Legge y Herbert von Karajan exigían un alto nivel musical insistiendo en una entonación perfecta. Pero por otra parte la orquesta tenía un sonido especial, con el estilo, la elegancia y la profundidad de una orquesta centroeuropea. Esto último fue obra exclusiva de Karajan, que por entonces distaba mucho de ser la estrella internacional que llegó a ser. En aquellos años Karajan dirigía intermitentemente en La Scala de Milán y también a la Orquesta Sinfónica de Viena. Eran orquestas con profesores muy veteranos y Karajan hacía lo que podía para moldear el sonido, lo que no siempre conseguía. Con la Philharmonia tenía autoridad total y podía empezar de cero. 

El concierto de inauguración de la Philharmonia tuvo lugar el 27 de octubre de 1945 bajo la batuta de Sir Thomas Beecham, con gran éxito. Sir Thomas quería que la orquesta se denominase la «Beecham Symphony Orchestra», pero Walter Legge tenía otra idea : hacer grabaciones con directores de primera línea y constituir un plantel de solistas y directores solventes que fueran elevando el nivel técnico de la orquesta. Este álbum demuestra que consiguió lo que quería. Neville Marriner ha insistido en que desde aquellos primeros años nunca más ha habido una orquesta de tan alto nivel en Gran Bretaña, a pesar de que su creador Walter Legge no gozaba de las simpatías de todo el mundo.

Una última reflexión: este álbum es historia y creo que me equivocaría en definirlo como nostálgico. La nostalgia es a veces algo equívoco que implica cierta añoranza o incluso decadencia. No es ésta la intención de la reseña. Dicen que uno llamó por teléfono «¿Oiga, es el club de los nostálgicos?», y le contestaron «Sí, pero ahora ya no es lo que era».

CD 1 a 3 – Herbert von Karajan. Robert Schumann (1810-1856): Concierto para piano en la menor Op. 54 (Dinu Lipatti, piano). Franz Schubert (1797-1828): Sinfonía Incompleta número 8 en si menor D. 759. Ottorino Respighi (1879-1936): Pini di Roma. Ludwig van Beethoven (1770-1827): Obertura Egmont Op. 84; Sinfonías n° 5 y nº 7.  Richard Strauss (1864-1949): Don Juan Op. 20. Béla Bartók (1881-1945): Música para cuerda, percusión y celesta Op. 106. Jean Sibelius (1865-1957): Sinfonía n° 5.

Karajan mantuvo una buena relación con la Philharmonia, y salvo episodios aislados los músicos de la orquesta congeniaban con él*. Con Dennis Brain y Alexander Kok (segundo violonchelo) compartían una gran afición por el automovilismo. Dennis Brain tenía un Austin y Alexander Kok (Bobby, para los amigos) un clásico Alvis. Durante los desplazamientos a Edimburgo jugaban a taparse los ojos y adivinar qué vehículo e incluso qué modelo era el que pasaba por delante de su hotel. El primer violonchelo Raymond Clark se llevaba muy bien con Karajan ya que se esforzada denodadamente en comprender el sonido que pedía el director. De todas formas Karajan era distante, y mantenía el orden con mano de hierro y guante de seda: siempre sería un Kapellmeister con dotes de mando. Alexander Kok* ha explicado que los músicos entendían perfectamente el estudio minucioso de Karajan para cada obra. Una vez aprendida la parte análitica, Karajan pasaba a la obtención del color y de las dinámicas, especialmente las transiciones, el legato, los crescendi y los diminuendi. Luego venía la grabación con la intervención de Legge y más tarde los conciertos en Londres o en giras. Los primeros conciertos de Karajan con la Philharmonia fueron los días 9 y 10 de abril de 1948, y el último fue el 1 de abril de 1960. 

De estos registros de la época de Karajan son excepcionales el Concierto para piano de Schumann con Dinu Lipatti, la Quinta de Sibelius y el Don Juan de Richard Strauss. La Quinta de Sibelius recibe una lectura inconmensurable, comienzo de una fundamental piedra de toque en el repertorio del director. Karajan había dicho que las obras que más problemas le habían dado eran Elektra de Strauss, las Tres Piezas para Orquesta de Berg, y la Cuarta Sinfonía de Sibelius. El mismo Sibelius comunicó a Walter Legge su aprobación a las grabaciones de sus obras grabadas por Karajan. Importa aquí la fluidez que va disipando la niebla del paisaje de Sibelius, que se convierte en una evocación interna de la inmensidad de las cosas. Karajan consigue un sonido luminoso y refulgente. Deryck Cooke se refería a la «ultra-sensitivity» de la sonoridad de Karajan en las obras de Sibelius. El Don Juan de Richard Strauss es increíblemente intenso y sensual en las cuerdas. En el tema heroico y culminante de las trompas escuchamos al fabuloso grupo liderado por Dennis Brain. El sonido es pleno y redondo, con una nobleza difícil de igualar aún hoy día.

Hubiera sido mejor incluir en este grupo de registros dedicados a Karajan la Misa en Si Menor que Karajan dirigió de manera excelsa a la Philharmonia con la intervención del Coro de la Gesellschaft der Musikfreunde de Viena. O cualquiera de los «Opera Intermezzi» en la versión monoaural (1954) o en la estéreo (1959). Y también el maravilloso «Promenade Concert» que grabó Karajan en 1960 con piezas de Waldteufel, Johann Strauss, Mascagni o Chabrier. De música ligera nada, esto es música pura y para disfrutar un rato largo. A Karajan le hubiera gustado grabar la Octava Sinfonía de Shostakovitch o la Tercera de Honegger, pero ahí ni Legge ni EMI lo consideraron aceptables para el mercado discográfico. Richard Osborne* ha analizado de forma pormenorizada estos registros en su biografía de Karajan.

CD 4 y 5 – Wilhelm Furtwängler. Richard Wagner (1813-1883): Preludio de Tristán y Muerte de Amor, de Tristán e Isolda; Immolación de Brünnhilde del Ocaso de los Dioses (Kirsten Flagstad, soprano). Gustav Mahler (1860-1911): Canciones de un camarada Errante (Dietrich Fischer-Dieskau, barítono). Richard Strauss: Cuatro últimos lieder (Kirsten Flagstad). Ludwig van Beethoven: Concierto para piano y orquesta n° 5 « Emperador » (Edwin Fischer, piano). Béla Bartók : Concierto para violín n° 2 (Yehudi Menuhin, violín).

Wilhelm Furtwängler dio su primer concierto con la Philharmonia el 22 de mayo de 1951, pero desde mucho antes Alexander Kok narra con admiración una de las primeras grabaciones que la Philharmonia hizo con Furtwängler. Fue el final de El Ocaso de los Dioses que se grabó para EMI con Kirsten Flagstad en marzo de 1948. A pesar de la indefinición de la batuta del director, Alexander Kok pudo comprobar la enorme convicción y determinación en la «dirección vertical» de Furtwängler para obtener un sonido denso, amplio y profundo que embriagó a toda la orquesta. Se añadió la Flagstad y todos quedaron envueltos en el gigantesco final del Ocaso. Más tarde volvió a grabar el mismo final: fue en 1952 y suena muchísimo mejor. A continuación pasamos a comentarlo.

Para Walter Legge contratar a Wilhelm Furtwängler fue un auténtico suplicio, ya que Furtwängler no soportaba ni a Legge ni a Karajan. La discográfica EMI tuvo que intervenir y mediar. Al final se consiguió y ha quedado para la historia la grabación de Tristán e Isolda. Pero en aquel mes de junio de 1952 quedaron libres unos días para que Furtwängler siguiera dirigiendo y grabando con la Philharmonia. Se grabó la última escena de El Ocaso de los Dioses de Wagner, con Kirsten Flagstad cantando la 'Inmolación de Brunhilda'. No es exagerado decir que -salvo en algunas interpretaciones en vivo- este registro es el mejor final del Anillo que existe. La incandescencia en la unión entre Flagstad y Furtwängler contienen tanta belleza y convicción que las aguas del Rhin inundan sensorialmente al oyente. Las Canciones de un Camarada Errante de Mahler con Fischer-Dieskau y Furtwängler tienen la frescura juvenil y ternura que pide Mahler. Los intérpretes logran transmitir la inocencia y la crisis que se esconden tras la obra. No existe mejor versión que ésta. Figura en este CD el registro del estreno de los Cuatro últimos Lieder de Richard Strauss con un sonido francamente malo. Más tarde Alexander Kok ha explicado que tuvieron muy poco tiempo para ensayar. Era una obra nueva y bellísima, que necesitaba mucho más tiempo, tanto para la soprano como para la orquesta y el director. El lied Fruhling les salió especialmente mal.

CD 6 a 8 – Guido Cantelli. Felix Mendelssohn (1809-1847): Sinfonía n° 4 «Italiana». Robert Schumann: Sinfonía n° 4. Wolfgang Amadé Mozart (1756-1791): Una broma musical K. 522 (trompas: Dennis Brain y Neil Sanders). Johannes Brahms (1833-1897): Sinfonía n° 3. Piotr Illich Tchaikovski (1840-1893): Obertura Fantasía «Romeo y Julieta». Maurice Ravel (1875-1937): Pavana para una infanta difunta; Suite n° 2 de «Daphnis et Chloé». Claude Debussy (1862-1918): Preludio a la siesta de un fauno L. 86 (flauta: Gareth Morris); Nocturnos L. 91 n° 1 et 2; La Mer L. 109; El Martirio de San Sebastián L. 124 (fragmentos sinfónicos). Paul Dukas (1865-1935): El aprendiz de Brujo. 

Guido Cantelli fue otro de los buenos contactos de Walter Legge. Se le consideraba bueno tanto para el repertorio italiano como en el francés y el alemán. Tenía un oído muy fino y era muy disciplinado. Los músicos de la orquesta lo tenían en muy buena consideración. Sin embargo, era un director en permanente tensión, que contagiaba de manera negativa a los músicos. Se enfadaba consigo mismo, y lo que grababa un día determinado lo reconsideraba y volvía otra vez con la misma obra al día siguiente. No era indecisión, sino más bien una autoexigencia mal entendida.

En estos dos CDs hay lo mejor que hizo Guido Cantelli con la Philharmonia, con una vibrante y ejemplar Cuarta de Mendelshonn. La Tercera de Brahms es buena pero no conmueve. Pero ha sido una sorpresa comprobar lo exquisito que era Cantelli con la música de Ravel y Debussy, en la que se emplea con detalle y delicadeza. Guido Cantelli falleció de accidente aéreo en el aeropuerto de Orly en 1956. Aquella trágica muerte impidió ver la evolución de este excelente director, que muy probablemente hubiera hecho una excelente carrera internacional.

CD 9 a 11 – Arturo Toscanini. God save the Queen. Johannes Brahms: Obertura Trágica op. 81; Sinfonías n° 1-4; Variaciones sobre un tema de Haydn op. 56a.

Y por fin llegó Tyrannosaurus Rex, el maestro Arturo Toscanini. El que en su día lanzara la amenaza a los músicos de su orquesta de la NBC: “After I die, I shall return to earth as a gatekeeper of a bordello and I won't let any of you enter.” (“Cuando fallezca, volveré encarnado como portero de un burdel, e impediré la entrada a todos ustedes”).

En una gira por Italia de la Philharmonia dirigida por Karajan, Walter Legge -tras mucha insistencia- logró entrar en el círculo de Toscanini y quiso convencerlo para que fuese a ver a la Orquesta Philharmonia que tocaba en la Scala de Milán, pero al final no pudo ser. La hija de Toscanini comunicó a Legge que escucharía el concierto por la radio. Legge ansiaba saber su opinión sobre la calidad de la orquesta y sobre todo invitarlo a dirigirla. Guido Cantelli le dijo a Toscanini que la orquesta era muy buena, y Legge fue citado a casa de Toscanini. Allí le esperaba el maestro con una docena de viejos profesores de La Scala de antes de la Guerra –de la Primera Guerra Mundial- que habían asistido al concierto.  Todos los trámites y gestiones para organizar un concierto con la Philharmonia fueron complejos, pero aquí está el resultado.  

Ha sido una buena idea incluir el ciclo Brahms que dirigió Toscanini en vivo en 1952 en el Royal Festival Hall, y que fue emitido por la BBC. Este ciclo fue publicado por el sello Testament en buenas condiciones de sonido, que ahora han sido mejoradas. Pero el fondo de la cuestión es que Toscanini hace un Brahms equilibrado y fluido, sin las aristas y la sequedad de los registros con la NBC. El aterciopelado y redondo sonido de la Philharmonia ayuda a entender lo que Toscanini sabía de Brahms. Con la orquesta de la BBC ya había registrado las sinfonías Segunda y Cuarta, y escuchándolas actualmente contienen la belleza y poesía pedida por Brahms. Toscanini había conocido a Fritz Steinbach en el Festival Brahms que se organizó en 1920 en Munich. Steinbach era la máxima autoridad europea en Brahms y aprobó la forma en que Toscanini dirigía las obras del compositor hamburgués. En 1952 el éxito en Londres fue enorme. Los músicos estaban realmente asustados ante la presencia del furibundo Toscanini, pero Karajan ensayó con ellos el concierto y les dijo que cuando entrara el maestro la orquesta estuviera afinada y todos los músicos en su sitio. Hubo cinco ensayos con Toscanini con la presencia de Guido Cantelli. La Primera Sinfonía fue buena pero hubo fallos ocasionales al final, por equivocación de uno de los trombones, que fue fulminantemente despedido. El punto álgido tuvo lugar en el segundo concierto en el queToscanini interpretó una Tercera y unas Variaciones Haydn antológicas. El concertino de la Philharmonia Manoug Parikian dijo que recordaba esta Tercera como «sublime e inolvidable». Christopher Dymant* ha elogiado atinadamente este ciclo londinense. Antes de cada concierto se escuchó el himno nacional británico que se incluye también en este álbum. En cambio no se han incluido los comentarios radiofónicos de Sir Adrian Boult en el intermedio del segundo concierto. Al final del concierto Arturo Toscanini invitó a varios de los músicos como Gareth Morris y Dennis Brain para felicitarles.

CD 12 – Paul Kletzki y André Cluytens. Piotr Ilich Chaicovski (1840-1893): Serenata para cuerdas en Do mayor Op. 48. Héctor Berlioz (1803-1869): Sinfonía Fantástica Op. 14.

Walter Legge tenía las ideas muy bien definidas y contrató una serie de directores muy bien preparados técnicamente, aunque internacionalmente eran considerados de segunda fila (Alceo Galliera, Walter Süsskind, Herbert Menges y muchos otros). Paul Kletzki era uno de ellos y así se conseguía que la orquesta siempre se mantuviera a buen nivel. Esta Serenata de Chaicovski está tocada con gran solvencia. El director polaco interpretaba bien todo tipo de música, como es el caso de Mahler, de quien grabó la Cuarta Sinfonía con Emmy Loose y La Canción de la Tierra con Fischer Dieskau y Murray Dickie, en los dos casos con la Philharmonia. Tiene también un notable ciclo Beethoven con la Filarmónica Checa.

La Sinfonía Fantástica de Berlioz recibe una excelente lectura por parte de André Cluytens, si bien con demasiada finura. Walter Legge se mantenía con el tópico de músicos galos (aunque Cluytens era belga) para compositores franceses. Más tarde los hechos vencieron a los tópicos y Cluytens se reveló como un extraordinario director wagneriano tras dirigir brillantemente en Bayreuth.

CD 13 – William Walton. William Walton (1902-1983): Sinfonía n° 1; Concierto para viola (version original, William Primrose, viola); Orb and Sceptre.

Espléndida interpretación de William Walton de su propia Primera Sinfonía con la Philharmonia. Tras el estreno, el reputado crítico Neville Cardus destacó la personalidad de la sinfonía y la influencia de Sibelius en el mejor sentido. William Walton reconocía la inspiración en Sibelius, y en el programa de la BBC «desert island discs» eligió la versión de la Quinta Sinfonía de Sibelius grabada por Karajan más arriba reseñada. En este CD 13 queda acreditado que Walton era un buen director de sus propias obras.

CD 14 a 16 – Otto Klemperer. Wolfgang Amadé Mozart: Serenata n° 13 K. 525; Sinfonía n° 41. Richard Strauss: Don Juan op. 20; Till Eulenspiegel op. 28 (grabación inédita). Ludwig van Beethoven: Sinfonía n° 9 (soprano: Aase Nordmo Løvberg; mezzo-soprano : Christa Ludwig; tenor: Waldemar Kmentt; bajo: Hans Hotter; Philharmonia Chorus; director del coro: Wilhelm Pitz). Otto Klemperer (1885-1973): Das Ziel. Gustav Mahler: Sinfonía n° 4 (Elisabeth Schwarzkopf, soprano). Kurt Weill (1900-1950): Kleine Dreigroschenmusik.

Cuando Klemperer inició su relación con la Philharmonia tenía 60 años, pero por su maltrecha salud parecía mucho más viejo. Al principio no se comunicaba bien con los músicos. Su inglés con fuerte acento alemán -y con la cara y la boca semiparalizadas- no ayudaba en aboluto. Pero poco a poco todos fueron adaptándose, sobre todo con la mediación de Lotte Klemperer, hija del director, que suavizaba cualquier situación desagradable causada por la mala uva de Klemperer. Casi todos los músicos de la Philharmonia vieron en Klemperer a un músico íntegro y honesto. Su autoridad y convicción musical dieron una extraordinaria seguridad a la orquesta, que entendía perfectamente su forma de dirigir. Pero cuando quería, hacía auténticas jugarretas a los músicos. En una ocasión y a sabiendas de que los músicos querían ver un determinado partido de fútbol alargó un ensayo deliberadamente. Uno de los músicos miraba el reloj con impaciencia, y Klemperer le preguntó : «Das it werrrk?» (¿Funciona?), se armó una pequeña bronca por ambas partes y les dejó marchar.

Las grabaciones que hizo con Walter Legge para EMI fueron buenas, muy buenas o buenísimas. El sonido de la orquesta era el que había heredado de Karajan, pero Klemperer reforzó la arquitectura sonora imprimiendo un impulso más enérgico a la orquesta y exigió huir de todo sentimentalismo. El resultado fue convincente y espectacular.

El primer concierto de Klemperer con la Philharmonia tuvo lugar en 1951, y en el mismo se incluyó la Sinfonía número 41 -«Júpiter»- de Mozart. Klemperer la grabó dos veces, una en 1954 en monoaural (la de este álbum) y otra en estéreo en 1962. La de 1954 es tan enérgica como agotadora. Klemperer se muestra con una vitalidad irrefrenable. Parece mentira que un hombre tan maltrecho y castigado en su salud pueda mostrarse con tal vigor. Uno acaba exhausto, pero la versión convence por su coherencia de principio a fin. Me atrevería a decir que antes de las sesiones de grabación Klemperer desayunó fuerte y abundante. La versión Klemperer que grabó en 1962 es muy diferente por su lentitud e introspección.

Para la Novena de Beethoven que se contiene en este álbum se creó el «Philharmonia Chorus» dirigido por Wilhelm Pitz, director del coro en los Festivales de Bayreuth. Esta Novena de 1959 es grandiosa. De los solistas resaltan Christa Ludwig y el imponente bajo-barítono Hans Hotter, que parece darnos la orden de que nos conduzcamos por la vía de la alegría. El coro y la orquesta le responden afirmativamente de manera a la vez excelsa y contundente. Excepcional Novena, sólo superada por Furtwängler en varias versiones.

La Cuarta Sinfonía de Mahler bajo la batuta de Klemperer no es tan optimista. Klemperer dirige con claridad pero en el caso de Mahler entra en las cavidades más oscuras de la partitura. Se añade a la interpretación la voz cristalina de Elisabeth Schwarzkopf. Todo es cuestión de matices, pero Klemperer parece consciente de que tiene en el escenario a una condesa en decadencia, lo que le da oportunidad de incorporar un sarcasmo adicional a la adecuada dosis de amargura que hay en toda obra de Mahler. El 'Merry Waltz' compuesto por Klemperer para su ópera Das Ziel es una auténtica delicia, y la inclusión del Kurt Weill en la edición es todo un acierto (Klemperer estrenó esta Suite en Berlín en 1928). La novedad de los registros de Don Juan y de Till Eulenspiegel no aportan demasiado, ya que el sonido no les hace justicia. Existe versión discográfica en EMI de ambas con excelente sonido. Además la relación de Klemperer con la obra de Richard Strauss no fue constante y su relación personal aún menos.

CD 17 a 19 – Carlo Maria Giulini. Georges Bizet (1838-1975): Jeux d’enfants. Modest Mussorgski (1839-1881)/Nikolaï Rimski-Korsakov (1844-1908): Una noche en el monte pelado. Piotr Illich Tchaikovsky: Sinfonía n° 2 «Pequeña Rusia». César Franck (1822-1890): Psyché et Éros. Maurice Ravel: Alborada del gracioso. Giuseppe Verdi (1813-1901): Requiem (soprano: Elisabeth Schwarzkopf; mezzo-soprano: Christa Ludwig; tenor: Nicolai Gedda; bajo: Nicolai Ghiaurov; Philharmonia Chorus; director del coro: Wilhelm Pitz); Quattro pezzi sacri (mezzo-soprano: Janet Baker; Philharmonia Chorus; director del coro: Wilhelm Pitz). Gioachino Rossini (1792-1868): Oberturas de Tancredi, L’Italiana in Algeri, Il signor Bruschino, La scala di seta.

El último concierto que Carlo Maria Giulini dirigió a la Philharmonia fue el 26 de marzo de 1994, con la Novena de Beethoven. Era un director muy apreciado por la orquesta y su relación fue fructífera. Sólo hubo un paréntesis a principio de los años setenta, en el que consideró que la orquesta había perdido notablemente su nivel musical. Así se lo hizo saber a Gareth Morris y a otros miembros de la orquesta, con la firme promesa de que volvería a dirigirlos en cuanto estuvieran preparados técnicamente. El nombramiento de Lorin Maazel no fue suficiente. Pero con el nombramiento de Riccardo Muti la Philharmonia recuperó su calidad y disciplina. Giulini regresó y fue afectuosamente recibido. 

Walter Legge acertó de pleno cuando contrató a Giulini. Con el nombramiento del viejo Otto Klemperer, que dominaba el repertorio germánico, Legge entendió que se necesitaba un director para la música italiana y francesa. El éxito de Giulini fue inmediato. Klemperer no pudo grabar el Don Giovanni de Mozart por enfermedad, recayendo en Giulini la sustitución. Esa grabación es antológica, y muchos críticos todavía la ponen en la cima como la mejor versión discográfica. Por añadidura, Giulini era un extraordinario director de las sinfonías de Brahms, Dvorák y Beethoven (especialmente de la Pastoral).

El Requiem de Verdi dirigido por Giulini es excepcional. En España hizo una gira en 1991 con la Oquesta y Coro de la Philharmonia e interpretó esta obra en Valencia, Barcelona, Madrid y Santander, despidiéndose de un público que le apreciaba. Ya no regresaría con la orquesta londinense a España. Esta versión de EMI es majestuosa y catedralicia, con recogimiento y devoción. Giulini era un conocedor de la genial obra verdiana a la perfección. No se entra en el paraíso si no es después de un crudo y dramático arrepentimiento, que se expresa con toda la autoridad y belleza de las voces de los solistas, que en este caso son de primera división.  Lo mismo puede afirmarse de las Cuatro Piezas Sacras. Giulini tiene claro lo que es el abismo donde uno puede ser arrojado y cuál es la ruta para la salvación. El coro dirigido por Wilhelm Pitz hace el resto hasta llegar al éxtasis pedido por Giulini. No están en estos CD todas las oberturas del genial Gioachino Rossini que grabó Giulini, pero las que se incluyen tienen tal chispa y alegría que obligarán al oyente a adquirir las restantes. Por último se incluyen obras de Bizet, Ravel y Franck confirman a Giulini como gran intérprete del repertorio francés.

CD 20 – Música Ligera. Dirección de Otto Ackermann: Johann Strauss II (1825-1899): Obertura de Una noche en Venecia. Richard Heuberger (1850-1914): Im chambre séparée, de «Der Opernball» (soprano: Elisabeth Schwarzkopf). Carl Zeller (1842-1898): Sei nicht bös, de «Der Obersteiger» (soprano: Elisabeth Schwarzkopf). Dirección de Henry Krips: Franz von Suppé (1819-1895): Obertura de «Die Irrfahrt um’s Glück». Émile Waldteufel (1837-1915): Vals «Pomone» op. 155. Max Schönherr (1903-1984): Danzas de Austria op. 25. Dirección de Charles Mackerras: Johann Strauss II/Antal Doráti (1906-1988): Graduation Ball.

Karajan y Walter Legge tenían claro que una buena orquesta debía saber tocar operetas. Este género musical, por superficial que parezca no lo es en absoluto, ya que exige una agilidad y una técnica determinada para que casi todo parezca una improvisación. Otto Ackermann fue uno de los principales directores para adaptar a la Philharmonia en este imprescindible repertorio. Elisabeth Schwarzkopf fue esencial en la grabación de estas operetas y su intervención da idea del compromiso que tenía Legge con la opereta. EMI tambíen contrató a Henry Krips (hermano de Josef Krips) que conocía tanto el oficio de director de operetas como la decadente Viena imperial, y también dirige aquí obras y fragmentos con elegancia y buen gusto.

Charles Mackerras inició su relación con la Philharmonia en 1955. Walter Legge acudía a él cada vez que fallaban o cancelaban Klemperer o Giulini. Por lo visto la gente criticaba a Charles Mackerras que siempre estuviera disponible. En un principio se le encomendaron grabaciones de música ligera como este Baile de Graduación que se incluye en este álbum. Es un ballet que compuso Antal Dorati a base a valses y polkas de Johann Strauss. A diferencia de otros directores, Mackerras siempre tuvo una buena y larga relación con la Philharmonia. Janet Baker decía que era uno de los músicos más preparados y más pragmáticos que existían entonces en Londres. Podía prepararse una sustitución y ofrecer una interpretación solvente y decente en muy poco tiempo. Más adelante, Mackerras amplió su repertorio y fue un magnífico director, y excepcional en música checa. Por suerte yo lo pude ver los días 18 y 19 de abril de 1980 en Barcelona en dos maravillosos conciertos con El Mesías de Händel y La Creación de Haydn con la Scottish Chamber Orchestra y el Philharmonia Chorus (dirigido por Norbert Ballasch). Un éxito apoteósico. En 2008 la Philharmonia le encomendó a Sir Charles Mackerras el concierto de la celebración del centenario de Karajan, con el Don Juan y los Cuatro Últimos Lieder de Richard Strauss, y la Tercera Sinfonía de Beethoven; y Mackerras aceptó encantado. En el ciclo Beethoven que grabó Mackerras para el sello Hyperion las sinfonías Primera a Octava están interpretadas por la Scottisch Chamber Orchestra, pero para la Novena se encomendó a la Philharmonia, en una increíble y espectacular versión.

CD 21 Rarezas. Mijaïl Glinka (1804-1857): Marcha y tres danzas orientales de «Ruslan y Ludmila» -grabación inédita en CD- (Nikolai Malko, director). Ermanno Wolf-Ferrari (1876-1948): Suite «Las joyas de la Señora» (Charles Mackerras, director). Ernst von Dohnányi (1877-1960): Suite en fa sostenido op. 19 -grabación inédita en CD- (Robert Irving, director). Richard Strauss: Suite de danzas sobre un tema François Couperin TrV 245 (Artur Rodzinski, director).

Este disco contiene una serie de «Rarities», expresión que podría traducirse como piezas infrecuentes, o poco interpretadas. Se agradecen las novedades discográficas dirigidas por los competentes Nicolai Malko y Robert Irving. Especialmente hermosa es la suite de von Dohnányi dirigida por Irving. Pero los registros importantes son los realizados por Mackerras del compositor Ermanno Wolf-Ferrari, que la orquesta y director ejecutan con calidez y soltura, y en el caso de Mackerras confirma su adaptación a todo tipo de repertorio. Artur Rodzinski fue un director ruso brillante y con mucho éxito en Norteamérica: fue director de la Filarmónica de los Ángeles, de la Orquesta de Cleveland y de la Filarmónica de Nueva York. Toscanini se lo llevó al Festival de Salzburgo, y le encargó la formación de la orquesta de la NBC. Su estilo tirano y autoritario le causaba problemas, pero los resultados eran buenos. En la Filarmónica de Nueva York despidió en su primer año de director a catorce músicos, entre los cuales se encontraba el concertino. Más tarde dirigió a la Sinfónica de Chicago. Dicen que siempre llevaba una pistola al cinto. Un tipo terrorífico para los flemáticos profesores de la Philharmonia. El resultado de la interpretación de la Suite de danzas sobre un tema de François Couperin de Richard Strauss es bueno, pero me habría gustado escucharle en alguna obra de más enjundia.

CD 22 – Los solistas de la Philharmonia Orchestra. George Weldon, director: Jules Massenet (1842-1912): Meditación de «Thaïs» (violín: Manoug Parikian). Wolfgang Sawallisch, director: Richard Strauss: Concerto para trompa n° 2 (trompa: Dennis Brain). Igor Markevitch, director: Claude Debussy: Prélude à l’après-midi d’un faune L. 86 (flauta: Gareth Morris). Herbert Menges, director: Dimitri Shostakovitch (1906-1975): Concierto para piano, trompeta y orquesta para cuerdas en Do menor op. 35 (piano: Shura Cherkassky; trompeta: Harold Jackson). Efrem Kurtz, director: Samuel Barber (1910-1981): Souvenirs, suite de ballet op. 28 (oboe : Sidney Sutcliffe; flauta : Gareth Morris; clarinete : Bernard Walton; fagot: Cecil James; trompeta: Harold Jackson; tompa: Dennis Brain; trombón: Alfred Flaszynski). 

Estos registros constituyen un merecido homenaje al selecto grupo de solistas seleccionados por Walter Legge en su día para dar los primeros pasos en la creación de la Philharmonia. Se les conocía como los «Legge’s Royal Flush» o escalera real que en el poker puede conseguir el mejor tahúr, todas las cartas del mismo palo y consiste en un as, rey, reina, jota y diez. En los ambientes musicales londinenses tenía un doble significado, ya por un lado era un elogio a los solistas y por otro todos entendían que Legge era un tipo muy hábil con los músicos a los que contrataba. Las obras musicales en este CD están muy bien escogidas y las interpretaciones son estupendas, como la infrecuente y poco grabada suite Souvenirs de Samuel Barber. De todas formas, de todos los solistas quisiera destacar a dos, a Dennis Brain y a Gareth Morris. Brain tocaba la trompa con un temple y un estilo difícil de superar, y cuando falleció por accidente de automóvil en 1957 la Philharmonia se quedó muy tocada; Morris estuvo toda su vida profesional con la orquesta e incluso llegó a ser gerente de la misma. Mediaba entre los músicos, llevó como pudo la transición de la Philharmonia a la New Philharmonia, y templaba gaitas con el complicado carácter de Legge y los difíciles directores de orquesta, algunos de ellos con maneras autoritarias que había que soportar con la flema que tradicionalmente han tenido los británicos.

CD 23 Igor Markevitch, director: Igor Stravinsky (1882-1971): Le Sacre du Printemps; Erik Satie (1866-1925): Parade. Esa-Pekka Salonen, director: Arnold Schoenberg (1874-1951): Noche Transfigurada Op. 4 (registro inédito en CD, grabación de la BBC).

Igor Markevitch, en la plenitud de una carrera profesional meteórica, llegó a la conclusión de que quería vivir en el Sur de Europa. Lo vi tantas veces dirigir que me acostumbré a su claridad y elegancia. Provenía de una familia rusa blanca que huía de la revolución soviética. Había pasado mal la Segunda Guerra Mundial. Se había unido a los partisanos que luchaban contra Mussolini. Pero tuvo una extraordinaria educación musical y una preparación como director con las que podía dirigir con éxito cualquier orquesta (excepto la de Bayreuth, lo que confirma que a veces más vale una retirada a tiempo que hacer el ridículo). En 1953 acabó en Inglaterra y Walter Legge enseguida lo contrató para los repertorios ruso y francés. Dirige muy bien La Consagración de la Primavera, pero muchísimo mejor la Parade de Erik Satie.

Como bonus y novedad se incluye en este penúltimo disco una versión de 2018 de la Noche Transfigurada de Schoenberg, dirigida por Esa-Pekka Salonen con soberbio sonido. El sonido de la cuerda es bellísimo y Salonen hace una de las cosas que más me gustan a la ahora de interpretar este tipo de música: se distancia y no exagera. Los contrarios a este tipo de dirección dirían que es frío, pero en realidad se limita a hacer bien su trabajo, lo que hoy en día es difícil. Esta Noche Transfigurada es un regalo para los oídos. Salonen ha dejado recientemente la titularidad de la Philharmonia y la orquesta está a un nivel envidiable.

CD 24 – Recuerdos y memorias de personajes de leyenda de la Philharmonia Orchestra sobre Herbert von Karajan, Guido Cantelli, Otto Klemperer y Carlo Maria Giulini, con diversos extractos musicales.

El último disco de la colección contiene una serie de entrevistas con música intercalada, en la que participan instrumentistas de la Philharmonia. Los comentarios llevan aparejada la correspondiente dosis de nostalgia, pero contienen sabrosas anécdotas de los cuatro directores más arriba citados. Memoria verbal de las diversas formas de dirigir y del sonido tan peculiar de la Philharmonia. Quizás el peor valorado sea Guido Cantelli, aunque se comenta que su técnica era irreprochable. Es verdad que, pasado el tiempo, se olvida lo malo y dominan los buenos recuerdos, pero un director tan exigente como Riccardo Muti que fue el titular de la Philharmonia entre 1972 y 1982 calificaba a los componentes de la orquesta como verdaderos héroes*.

Notas

1. Véase el documental de la BBC en este link https://www.youtube.com/watch?v=Np4QU9_nkuc Es muy interesante ver el recuerdo que tienen los antiguos músicos de la Philharmonia

2. Alexander Kok, 'A Voice in the Dark: The Philharmonia Years', Emerson Edition, 2003

3. Richard Osborne, 'Herbert von Karajan A Life in Music', Chatto & Windus, 1998

4. Christopher Dymant, 'Toscanini in Britain', Boydell Press, 2012

5. Véase el siguiente link https://www.youtube.com/watch?v=H4RQlUNeRAo, filmado cuando Riccardo Muti y la Philharmonia celebraron el 65 aniversario de la Orquesta.

Comentarios
Para escribir un comentario debes identificarte o registrarte.