Recensiones bibliográficas

Chanel. Her life

Juan Carlos Tellechea
jueves, 18 de junio de 2020
Chanel: Her Life © 2020 by Steidl Verlag Chanel: Her Life © 2020 by Steidl Verlag
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Los altibajos del imperio Chanel son de lo más normal en esta casa, tanto en vida de su emprendedora y genial creadora, Gabrielle Coco Chanel como después de su fallecimiento en 1971. La empresa, propiedad de la acaudalada familia Wertheimer, vive en estos tiempos una crisis más en su historia de 110 años, ahora en medio de la pandemia de coronavirus que afecta a todo el sector de la moda.

Tras la muerte de Karl Lagerfeld en febrero del año pasado, la creatividad de Chanel está otra vez en manos de una mujer, Virginie Viard, de 58 años, quien, al igual que su célebre antecesora, regresa a un mundo en el que la moda debe ser elegante, pero al mismo tiempo práctica. Nada de extravagancias alocadas y faraónicas como los desfiles de KL en el Grand Palais.

Los tiempos difíciles despiertan un deseo instintivo de autenticidad (…); siempre simplificar, nunca añadir (...); el lujo debe ser cómodo, de lo contrario no es lujo (…), decía en sus tiempos Coco, con esa sabiduría de mujer de origen humilde que la distinguía.

Chanel. Her life* se titula el precioso libro, que se lee de un tirón, de la periodista británica Justine Picardie, con ilustraciones de Lagerfeld, publicado por la editorial Steidl de Göttingen, convertido ya casi en un clásico (va por su tercera edición, aguardada con gran expectativa, por cierto).

Chanel fue, sin duda, una de las personalidades más cautivantes del siglo XX y una figura definitoria en la historia de la alta costura. Todo el que intente penetrar en la vida privada de Coco y comprenderla se topa con innumerables mitos, verdades a medias y rumores sin demasiado asidero.

Picardie, ex redactora de Vogue, Daily Telegraph y de las revistas del Sunday Times y del Observer, así como jefa de redacción en el Reino Unido de Harper's Bazaar y de Town & Country nos descubre a la mujer detrás del mito y narra la historia de Chanel con un toque mundano y una claridad que fascinaría a la mismísima diseñadora.

La cuidada encuadernación y presentación del libro (como en un estuche de Chanel), el detalle de las letras de la tapa y la cubierta dibujadas por Lagerfeld, el papel estucado de tonalidad marfil de sus páginas (agradables al tacto, al igual que sus prendas) concuerda con aquel refinamiento original de sus clásicas creaciones. Tener en las manos esta edición para coleccionistas despierta gran placer y recogimiento; pasando lentamente cada una de sus hojas, se saborea mejor la lectura.

La autora explora todas las facetas del frívolo y mítico universo de Chanel, su fascinante y contradictoria vida privada, así como los célebres iconos de su imperio, la chaqueta de tweed, el vestidito negro de jersey de algodón, el perfume Chanel Nº 5, las perlas, la camelia, así como otros accesorios (los sombreros, los idolatrados bolsos y zapatos) y los adornos que la hicieron famosa...

La exhaustiva biografía revela cómo el estilo de Chanel fue el resultado de una elegancia rigurosa, una decisiva autodeterminación y una postura decididamente poco convencional. Como enunciaba ella misma con vocación de filósofo y sociólogo: cuando una mujer decide cortarse el pelo, de hecho está a punto de cambiar su vida. O aquella otra frase: un hombre puede acostumbrarse a una mujer fea, pero nunca a una desaliñada. No hay duda de que Coco contribuiría con éxito a la emancipación de la mujer y al definitivo advenimiento de la mujer moderna.

Picardie accedió a los archivos de Chanel y fue la primera periodista que pudo examinar documentos privados no revelados antes en Francia y en el Reino Unido. Este es un libro que no habría podido ser escrito, si no hubiera tenido el apoyo y el estímulo de Karl Lagerfeld (…), afirma la escritora en el prefacio, actualizado tras la desaparición física del creador de moda alemán.

Fue el hombre de negocios Pierre Wertheimer, quien en 1924 fundó con Coco Les Parfums Chanel en Neuilly-sur-Seine, el que contribuyó decisivamente a convertir el Chanel Nº 5 en una de las fragancias más célebres y más vendidas en todo el mundo. El producto había sido creado para Coco en 1921 por el químico Ernest Beaux, ex perfumista de la corte de los zares rusos.

En aquel momento la modista, muy deprimida por la muerte en un accidente de tránsito en 1919 de su gran amor (y financista) de entonces, el británico Arthur Boy Capel (de ahí el logotipo de la doble C de Chanel), viajaría a Italia y conocería allí al archiduque Dmitri Romanov que había participado en 1916 en el asesinato del místico Grigori Rasputín. 

Convertido en el tercer amante de Chanel, Romanov, primo del zar Nicolás II, le presentó a Beaux, quien, tras cuatro pruebas insatisfactorias, desarrolló, para Coco un perfume con una compleja, singular e innovadora composición (azahar de naranjo amargo, jazmín, rosas) así como madera de sándalo, vainilla y vetiver, con una gran proporción de aldehidos.

Aquel fue el nacimiento y el bautismo de Chanel Nº 5 (la quinta prueba fue la que por fin convencería al perfumista y a la modista), situado desde entonces entre los 10 perfumes de mayor predilección en el planeta.

Muy felices fueron esos tiempos en que Chanel mantenía una relación amorosa con Hugh Grosvenor, el segundo duque de Westminster, el hombre más rico de Inglaterra por aquel entonces, circunstancias que recordaría hasta poco antes de fallecer con amigas y conocidas de la época. Del entorno del duque se inspiró para diseñar sus chaquetas de tweed, los pulóveres y los pantalones para damas.

En el círculo de amigos de Grosvenor figuraba Winston Churchill. Con Westminster y Churchill como huésped pasó Chanel en 1928 unas vacaciones en la casa de campo del duque, en Sutherland, que ella había decorado en 1926 con su especial gusto.

En ese entonces, Coco poseía ya casas en París, Deauville y Biarritz, abría un salón de alta costura en la rue Cambon al número 31, y trabajaban para ella 300 costureras. Residía en el número 29 de la rue Faubourg Saint-Honoré, y había adquirido la Villa Bel Respiro en Garches, cerca de París.

Con el duque de Westminster disfrutó Chanel algunos períodos inolvidables de vacaciones en la residencia rural del aristócrata en Francia, el Château Woolsack, en Mimizan, Vizcaya, adonde Chanel invitó también a algunas de sus costureras con vacaciones pagadas.

En 1928 Chanel había comprado en Roquebrune-Cap-Martin, en la Costa azul, un predio sobre el que construyó completamente a su estilo e idea en 1930 otra villa mundana, La Pausa, que vendería en 1953. Dicho sea de paso, en 2015 anunciaba la casa Chanel que, 87 años después de aquella adquisición, La Pausa volvía a ser suya por una suma cifrada, según algunos medios de prensa en 2013, en unos 40 millones de euros.

En 1929 Chanel organizó el funeral de Serguéi Diaghilev en Venecia, donde el famoso empresario de los Ballets Rusos murió exiliado y en la pobreza. Diaghilev fue enterrado en la cercana isla de San Michele. Tres semanas después, su hermanastro, Valentín, era ejecutado en el campo de trabajos forzados de Solovki, bajo el régimen estalinista.

La clientela aristocrática rusa de entonces, y la de los oligarcas de hoy, ha caracterizado siempre y caracteriza todavía una importante porción de la agenda de este imperio que registró en 2019 una cifra de negocios de 9.910 millones de euros (contra viento y marea en la guerra contra las falsificaciones). Estados Unidos y Japón son sus mercados principales a los que se suman ahora los nuevos ricos de la República Popular de China, pero también de otros países asiáticos.

El patrimonio privado de los herméticos y discretos hermanos Alain y Gérard Wertheimer (nietos de Pierre Wertheimer), sus propietarios, se estima en unos 44.000 millones de euros (mil millones más o menos, a este nivel da igual la cifra exacta).

En 1931 y bajo el impacto de la Gran Depresión económica en París, Chanel incursionaría en Hollywood, invitada por Samuel Goldwyn, para crear vestuarios a cambio de un millón de dólares. Todo había comenzado en Monte Carlo, cuando el archiduque Dmitri le presentó casualmene a Mademoiselle Chanel a Goldwyn. Fue un buen encuentro, una conversación agradable, con encomiables elogios, una gran inspiración y un gran contrato, escribe Justine Picardie.

En fin, la idea parecía más bien qué podía hacer la MGM por Coco y no Chanel por la MGM. Diseñó atuendos para Gloria Swanson en el filme Tonight or Never (1931), para las bailarinas del ballet Goldwyn Girls, de dichos estudios, y para Ina Claire en la cinta The Greeks Had a Word for Them (1932).

Sin embargo, las propuestas de Coco no eran lo suficientemente extravagantes para ese universo de apariencias e ilusiones, de los estudios Metro-Goldwyn-Meyer, por lo que regresaría a París poco después, aunque con Greta Garbo y Marlene Dietrich como nuevas y fieles clientes.

En noviembre de 1932 mostraba Chanel en su residencia privada de la rue du Faubourg Saint-Honoré una colección de joyas con diamantes de alto precio. diseñadas conjuntamente con el dibujante Paul Iribe (Iribarnegaray) -su amante de turno, con quien mantenía, según ella, una relación apasionada. La presentación se titulaba Bijoux de Diamants y era para apoyar a dos obras benéficas. La relación con Iribe no terminó muy bien. El diseñador originario de Angoulême, la hartaría y la dejaría exhausta literalmente con su vívido carácter.  Iribarnegaray moriría en 1935 de un ataque cardíaco.

Corría 1936 cuando estalló una huelga en la empresa de Chanel en París, reclamando mejores condiciones de trabajo y salarios. La Maison tenía entonces cerca de 4.000 empleados.

En 1937 ocupaba Coco una suite de dos habitaciones en el Hotel Ritz, en la Place Vendôme, que daba a la parte trasera, a la rue Cambon, donde pernoctaba y donde murió en 1971. Desde mediados de 1930 y al otro lado de la misma calle, en el número 31 estaba su residencia en el segundo piso, donde no tenía dormitorio, situada encima de su atelier. La vivienda se mantiene aún hoy prácticamente incambiada. A un costado de la puerta de entrada luce todavía el cartel: Mademoiselle privé.

Se avecinaban tiempos muy tenebrosos. Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Coco cerró su empresa, por lo que todo el personal quedó sin trabajo. Se mudó a la provincia, cerca de la frontera con España, pero regresó a París en 1940

Tras el comienzo de la ocupación alemana, Gabrielle Chanel conoció en el Hotel Ritz al funcionario nazi y espía, bajo cobertura diplomática, Hans Günther von Dincklage, quien se convertiría en su amante. Dincklage, hijo de un mayor prusiano y de la hija de un comerciante alemán establecido en Inglaterra en 1870, se desempeñaba en Francia como agente especial de la Oficina Central de Seguridad del III Reich, controlada por las SS; y como comisionado del ministerio de Ilustración Pública y Propaganda que encabezaba Joseph Goebbels.

Para las autoridades nazis de ocupación, cuyo cuartel general estaba instalado precisamente en el Ritz, Chanel era una figura muy interesante por sus numerosos contactos al más alto nivel. En 1941 le fue encomendada la misión de espiar nada menos que en la embajada de Gran Bretaña en Madrid a fin de obtener información útil para los planes bélicos de Alemania.

Uno de los motivos por los cuales Coco se prestó para esa operación fue el internamiento de su sobrino André Palasse, hijo de una hermana suya. Gracias a su colaboración, Palasse fue finalmente puesto en libertad. En 1944 urdiría en Berlín, junto con el oficial de las SS Walter Schellenberg, jefe de los servicios secretos unificados de la Alemania nazi, la misión secreta Operación Modellhut (Sombrero de moda) por la cual se proponían convencer al primer ministro Winston Churchill que aceptara entablar conversaciones de paz por separado entre Alemania y Gran Bretaña. La acción fracasó debido a que Churchill padecía en esos momentos de una neumonía.

Según el periodista estadounidense Hal Vaughan en su libro Sleeping with the Enemy: Coco Chanel's Secret War (2011), basándose en diferentes fuentes, Gabrielle Chanel era la Agente F-7124 al servicio de la ocupación alemana bajo el nombre clave de Westminster.

Después de que Pierre Wertheimer, originario de Alsacia y de confesión judía tuviera que huir en 1940 con su familia de los nazis rumbo a Estados Unidos, pasando por Brasil, Coco intentó infructuosamente hacerse con su participación en la empresa Les Parfums Chanel, en el marco de la arianización de fortunas de judíos decretada por los nazis.

Pero, antes de partir, Pierre Wertheimer le había traspasado pro forma su parte al constructor de aviones Félix Amiot (aparente colaborador de los nazis), quien después de la guerra se la devolvió sin que Gabrielle Chanel pudiera cambiar nada en la relación social de la empresa.

Lógicamente Coco caería en desgracia en la época de postguerra por sus contactos con los nazis y sus actividades de espionaje y fue detenida acusada de colaboración. Sin embargo, poco tiempo después fue dejada en libertad debido a sus buenas relaciones con personas muy influyentes. Al final quedó a salvo de las controversias que se desataron en Francia durante las limpiezas contra ex colaboradores, porque siguió a su amante Hans Günther von Dincklage a Lausana en 1944, donde vivió hasta 1954. Dincklage falleció en 1974, tras disfrutar de la vida a todo lujo en Mallorca, protegido por la dictadura de Francisco Franco.

Chanel continuó apoyando financieramente al ex SS Walter Schellenberg cuando éste fue dejado en libertad, después de ser juzgado y condenado en el proceso de Nuremberg, y hasta cubrió los costos de su entierro en Turín, donde murió en 1952.

De vuelta en París, Coco trabajaba ya en sus planes para regresar al mundo de la moda, motivada tal vez por la moderna visión de Christian Dior que ella descalificaba tildándola de regreso a la época del corset.

Pierre Wertheimer financió ese retorno. Temía una acción en solitario de Chanel. Encontraron una solución amistosa que establecía ciertos privilegios en la participación. Wertheimer se quedaría con su participación en Parfums Chanel y recibiría además el 100% de la Maison Chanel. La familia es hasta hoy, en tercera generación, propietaria exclusiva de ambas empresas.

El 5 de febrero de 1954, Coco Chanel, a la sazón de 70 años de edad, reabrió su negocio de modas en la rue Cambon, tras nueve años de interrupción, con una nueva colección que en principio fue calificada de fiasco, por la prensa francesa, y sus modelos tildados de espectros de los vestidos de la década de 1930. (Dicho sea al margen, el último desfile hace unas semanas -en plena pandemia- para presentar la moda de la temporada verano/primavera 2020/2021 también fue decepcionante).

Chanel observaba desde la escalera de caracol de su atelier y a través de un espejo el desfile sin ser vista por el público. Cuando la revista Life un año después elogió la elegancia de sus prendas de tweed y calificara su moda de revolución, se sumarían a sus clientes Brigitte Bardot, Grace Kelly, Romy Schneider, Ingrid Bergman y Elizabeth Taylor, además de Marlene Dietrich.

Allí comenzaría la marcha triunfal de los vestidos de Chanel. La lista de famosas se ampliaría y se ampliaría...Marilyn Monroe, quien gastaba Chanel Nº 5, Jeanne Moreau, Jane Fonda, Jackie Kennedy...y más tarde Jacqueline Kennedy Onassis.

Para Romy Schneider, Coco Chanel fue asesora de estilo y amiga, y una persona que cambió su vida por completo, según sus propias confesiones. Una de las amigas más fieles de Coco hasta sus últimos años fue la brasileña Aimée de Heeren, quien pasaba cuatro meses al año en París y vivía cerca del Hotel Ritz, en el Hôtel Meurice. Chanel y Aimée de Heeren tenían la costumbre de darse paseos nocturnos de incógnito por París.

Hasta su muerte pernoctaba Coco en la suite del Hotel Ritz que daba a la rue Cambon, trabajaba en su atelier al otro lado de la calle y residía en su vivienda privada sobre el taller. Era costumbre que el portero del Hotel Ritz llamara por teléfono al atelier todas las mañanas para avisar que Coco había salido del hotel. Acto seguido una empleada de Chanel se encargaba de perfumar con un vaporizador de Chanel Nº 5 la escalinata del edificio.

En sus últimos años con sus dolorosos achaques de artritis, Chanel se mostraba como una persona amargada y de carácter dificil; vivía muy retirada, llevaba una vida solitaria en su taller y en su apartamento. Karl Lagerfeld, quien nunca la conoció personalmente, la describía (de oídas) de áspera, malhumorada y agresiva.

El 11 de octubre de 1965 Gabrielle Chanel creó la Fondation CoGa (de Coco y Gabrielle) con sede en Vaduz (Liechtenstein), única heredera de su considerable fortuna. Uno de los beneficiarios de la fundación es Gabrielle Palasse-Labrunie (1926), hija de su sobrino André Palasse, al que salvó de las garras de los nazis.

Coco Chanel falleció el 10 de enero de 1971 en su suite del Ritz. Hasta lo último, y pese a su avanzada edad, trabajaba en el diseño de las creaciones para la próxima temporada. A las 8:30 de aquella tarde, un par de horas después de regresar de un paseo por la avenida de los Campos Elíseos en medio de la muchedumbre, Chanel llamaba a gritos a su asistente Céline, quejándose de que no podía respirar.

La empleada corrió hasta su lecho para ayudarla, mientras Coco trataba con dificultad de inyectarse morfina. La asistente abrió la ampolla de la droga y entonces Madmoiselle pudo presionar la jeringuilla sobre su cadera. Céline se convertiría así en testigo de sus últimas palabras: ves, así es cómo se muere una.

El funeral tuvo lugar el 13 de enero en la iglesia de la Madeleine. Entre otros, asistieron a la ceremonia Salvador Dalí; Serge Lifar; el bailarín Jacques Chazot; la viuda de Henri Bernstein; la amiga y biografa de Chanel, Claude Delay (hija de Jean Delay); Edmonde Charles-Roux; el diseñador de moda Yves Saint-Laurent yAndré Courrèges; las modelos de Coco, vistiendo atuendos de Chanel; y numerosas acaudaladas clientes, como Marie-Hélène de Rothschild.

Tras el oficio religioso, el féretro fue trasladado a la ciudad suiza de Lausana, donde Coco Chanel fue sepultada en el cementerio de Bois-de-Vaux. Coco había diseñado su propia lápida. Junto a su nombre, Gabrielle Chanel, así como a su año de nacimiento y fallecimiento, mandó decorar la inscripción con un bajorrelieve en el que fueron cinceladas cinco cabezas de león en la parte superior, en referencia a su signo zodiacal, y debajo de ellas una cruz.

Dos semanas después de su deceso era presentada puntualmente su última colección en la que había puesto toda su energía sobre la mesa de dibujo aquel frío domingo de invierno .

Notas

Justine Picardie, "Chanel: Her Life", Göttingen: Steild Verlag, 2020 (3 ed), 408 pages, 143 illustrations by Karl Lagerfeld. ISBN 978-3-95829-630-5

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