Italia

Belcanto bajo las estrellas

Jorge Binaghi
lunes, 24 de agosto de 2020
Xabier Anduaga © 2020 by Elena Cherkashyna Xabier Anduaga © 2020 by Elena Cherkashyna
Martina Franca, jueves, 30 de julio de 2020. Palazzo Ducale. Concierto de canto y piano. Obras de Rossini, Donizetti, Bellini, y Verdi. Jessica Pratt, soprano y Xabier Anduaga, tenor. Giulio Zappa, piano. Festival della Valle d'Itria 2020
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Probablemente este fuera el más esperado de los conciertos, junto con uno en Tarento de Francesco Meli y Luca Salsi al que no pude asistir. El patio del Palacio Ducal estaba lleno -como ocurrió en otras ocasiones, pero en este caso a rebosar- y los aplausos fueron muy generosos con puntas de gran entusiasmo. Las páginas -arias y dos dúos- eran de lo más conocido del repertorio y por lo mismo muy expuestas. Zappa, muy aplaudido incluso por los cantantes, es considerado un especialista en acompañar cantantes consolidados y divos en ciernes (aunque algunos hayan quedado a medio camino).

Pratt no sorprendió, sino que simplemente confirmó su gran nivel de lírico-ligera. Incluso, para los que critican su frialdad, interpretó bien (ciertamente de modo ‘tradicional’ los movimientos de la muñeca Olympia de Los cuentos de Hoffmann, en la que fue su primera actuación de la noche. Quien haya visto a Dessay en la parte sabe que lo que hacía era de otro mundo, pero hoy sólo canta conciertos y evita este tipo de arias). Aquí ya exhibió toda la panoplia de su técnica, gran extensión y buen estilo.

Probablemente por el tipo de aria y por no haber -creo- abordado el rol en su totalidad fue algo menos interesante, desde el punto expresivo bastante monótona, el aria de salida de la condesa Adèle de Le Comte Ory, pero nuevamente a la hora de la pirotecnia todo salió a pedir de boca y más. Su última intervención en solitario fue seguramente el punto más elevado de la noche: la gran escena final de Amina en La sonnambula: muy bien en ‘Ah non credea mirarti’ y espectacular (una fiesta de todo tipo de adornos) en la cabaletta ‘Ah! non giunge uman pensiero’, donde las ovaciones llegaron a la incandescencia.

Como bis, sin mostrar ningún cansancio, cantó el final del primer acto de La Traviata (obviamente en la forma tradicional de ‘Ah forse è lui’ con una sola estrofa). Su ‘Sempre libera’ resultó claramente más espectacular que otra cosa, pero fue difícil sustraerse al entusiasmo. Paradójicamente en las frases de Alfredo es donde Anduaga estuvo mejor en toda la noche recordándonos ese bellísimo color que exhibía en los inicios de su joven carrera y que estuvo presente sólo intermitentemente en la velada. Seguramente lo mejor es ahora su agudo (pero dependiendo del tipo de emisión, aunque el timbre es el mismo el caudal no; parece estar cómodo sólo en el canto de fuerza). Y así no es de extrañar que lo mejor de sus intervenciones individuales viniera con los dichosos ‘do’ del aria de Tonio de La fille du régimen, que -es de esperar- próximamente cantará en Bérgamo.

Pero comenzar el recital con lo que habría debido ser un paseo en otro(s) momento(s) como el rondó final del Barbiere (‘Cessa di più resistere’) fue una decisión más bien imprudente porque salió airoso en conjunto pero de forma más bien trabajosa con agilidades imprecisas y borrosas e incluso el agudo metálico. Que Rossini definitivamente parece no sentarle se demostró en su bis con ‘La danza’ donde su dicción poco clara en general (antes no lo era) llegó a lo incomprensible, mientras que se volvía a manifestar un color opaco y apagado en centro y grave como había ocurrido desde el inicio. ‘Una furtiva lagrima’ no es un aria fácil, pero ciertamente su dificultad no está en notas estratosféricas, y este Nemorino resultó un correcto fraseador, pero muy escolar en los matices y con el interés puesto en el momento final. Tal vez le convendría escuchar versiones de referencia, incluso opuestas, desde Schipa, Caruso y Gigli a Gedda y Bergonzi. Ciertamente no cometió los excesos de algún colega de momento más famoso y muy premiado por sus gimoteos y exageraciones de todo tipo en teatros de gran prestigio, pero tampoco entusiasmó.

Hubo dos dúos: uno el de Adina y Nemorino, también de L’ Elisir d’amore , donde Pratt estuvo tan soberbia como en el Liceu barcelonés, y él acompañó con corrección; el otro, más interesante, el del último acto de I Puritani, donde apuntó más energía (aunque ‘el’ agudo resultó, como decía el buen Horacio, un parto de los montes) y donde ella volvió a mostrar su técnica de hierro. Si algunos dúos de algunas óperas son (o pueden llegar a ser) un torneo, aquí no cupieron dudas sobre quién fue la vencedora. Espero de verdad que se haya tratado de una noche no muy feliz para el prometedor y jovencísimo Anduaga, pero hay cosas que ya me inquietaron en su Lucrezia Borgia en el último festival Donizetti, que debería ser hoy ‘su’ compositor, y que he vuelto a encontrar, ampliadas, en este concierto. Por supuesto que él también tuvo mucho éxito.

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