Discos
Grande Nebra, sin complejos
Raúl González Arévalo
El papanatismo de algunos aficionados y programadores líricos que desprecian la zarzuela frente a la ópera sin argumentos consistentes está vigente, igualmente, para el teatro musical de la corte española. Escuchando esta nueva Vendado es amor, no es ciego (1744), me reafirmaba en su valor musical superior al de otras obras que han merecido la recuperación y grabación en los últimos años, de grandes compositores como Vivaldi (pienso en su Argippo) y de otros más desconocidos como João de Sousa Carvalho, el compositor luso más importante del XVIII portugués, cuya Testoride argonauta aún recuerdo con decepción.
No se trata de hacer patria chica ni de henchir el pecho de orgullo fatuo frente a Europa. Se trata simplemente de poner en valor lo que merece justo reconocimiento. Y no puedo sino dar la razón a quienes dicen que si la obra en vez de Nebra fuera de Handel hace tiempo que habría sido grabada y representada en el circuito lírico.
A estas alturas nadie puede dudar de que José de Nebra (1702-1768) es el compositor más importante del siglo XVIII español. No es este momento ni lugar para recordar su carrera ni sus múltiples méritos, principalmente cómo supo integrar en sus composiciones líricas las nuevas tendencias que llegaban de Italia con los modos hispanos propios. En ese sentido, no deja de llamar la atención que se hayan recuperado antes obras de Antonio de Literes –entre 1998 y 2004 se grabaron Los Elementos, Acis y Galatea, Júpiter y Sémele y Júpiter y Danae– o que la magnífica La guerra de los gigantes de Sebastián Durón conozca ya nada menos que tres grabaciones (la última en IBS Classics, excelente, es la mejor de las tres) y que las de nuestro autor estén mucho más espaciadas.
Viento es la dicha de amor abrió fuego en 1996 (Audivis Valois) y tuvo un enorme impacto, pues a los musicólogos les recordó las posibilidades del patrimonio lírico dieciochesco y a los aficionados les abrió nuevos horizontes. Entonces fueron un director (Christophe Coin) y una orquesta francesa (Ensemble Baroque de Limoges) los artífices principales, con un estupendo elenco de cantantes españolas. Christophe Rousset, con un olfato único para los descubrimientos, cogió la ocasión al vuelo para dedicar más de la mitad del álbum Arias de zarzuela barroca a Nebra, con un resultado excelente gracias también a la presencia de María Bayo (Naïve 2003), protagonista absoluta del monográfico que le dedicó Eduardo López Banzo con Al Ayre Español (Harmonia Mundi Ibèrica 2006). Posteriormente llegaron Amor aumenta el valor con Luis Antonio González, Los Músicos de Su Alteza y nombres como Marta Infante o Soledad Cardoso (Alpha 2009), que repitieron en la espectacular Iphigenia en Tracia con Emilio Moreno, El Concierto Español y el mejor reparto hispano que se podía esperar, pues se les unían Marta Almajano, María Espada y Raquel Andueza (Glossa 2011).
El sello Glossa, que tiene un catálogo exquisito e hila muy fino en la materia, con buen criterio apuesta de nuevo por Nebra, internacionalizando el lanzamiento. Esta primicia ha sido grabada en Suiza por músicos españoles residentes en Basilea; con una orquesta, Los Elementos, surgida de la reputada Schola Cantorum Basiliensis; por el interés de Alberto Miguélez Rouco, a quien solo cabe agradecer el empeño y esfuerzo por recuperar (2018), grabar (2019) y llevar de gira una obra (2020, COVID mediante) que merece conocerse como todas las de su autor. La música no es completamente desconocida. En 2011 la soprano francesa Patricia Petibon incluyó en su recital Nouveau monde (DG) dos arias. De hecho, lo abría con la espectacular “El bajel que no recela”.
El argumento, clásico, recurre como es habitual en la época a la mitología. Al triángulo amoroso entre el pastor Anquises, la diosa Venus y la ninfa Eumene se une la diosa Diana y la pareja terrenal, cómica, compuesta por Brújula y Tírito. Lejos del espíritu moralizador de elevados ideales de la ópera seria italiana, pero con una estructura más compleja que las ópera bufas más sencillas, el libreto de Cañizares ofrece una variedad de situaciones que se refleja en la inventiva de Nebra y la caracterización musical de los personajes.
Para la edición se ha recurrido a un narrador –excelente Javier Dotú– que pudiera explicar la acción que une los número musicales, en los que el interesado encontrará no solo arias sino también estructuras ibéricas como seguidillas y fandangos para los personajes populares, y la más original de todas, las “arias a cuatro”. En un momento en el que la ópera italiana estaba rígidamente articulada en torno a la estructura recitativo-aria, Nebra recurría a los números de conjunto, que no son cuartetos al uso –cuatro personajes cantando a la vez, cada uno perdido en sus pensamientos– sino que ofrecen un diálogo interno mucho más dinámico. La instrumentación es brillante y variada, una delicia en los detalles y en la interpretación vibrante de Los Elementos, con tiempos oportunamente contrastados en la dirección convencida de Miguélez Rouco.
El elenco vocal ofrece un altísimo nivel interpretativo, uniforme, aunque inevitablemente son protagonistas por derecho propio y oportunidades de lucimiento Giulia Semenzato como Anquises (para ver todos los recursos a su alcance basta con escucharla en “Esta flecha que me hirió”); Alicia Amo como Eumene (estupenda con la complicada “El bajel que no recela”) y Natalie Pérez como Venus (“Quién fió de un mar sereno”, “Yo seré la primera”).
Solo tengo un pequeño reproche: no estoy de acuerdo con que Glossa, a diferencia de lo que hizo en Iphigenia en Tracia, haya suprimido las notas en castellano, manteniéndolas en inglés, francés y alemán. Ciertamente son necesarias para poner en valor la singularidad y el mérito del compositor y la obra ante un público europeo, pero hace un flaco favor a la Cultura del país en un momento en el que los DVDs de ópera incluyen subtítulos en coreano y chino y no en español, ni siquiera en grabaciones en los primeros teatros del país como el Real o el Liceu. La Cultura también se defiende desde idioma, que además es el segundo más estudiado en el mundo por detrás del inglés. Si no lo defendemos nosotros, no nos lo van a defender desde fuera, donde la globalización sólo empobrece.
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