España - Canarias
Los alaridos de Mineccia
Nuria Delgada

La Orquesta Barroca de Tenerife emocionó esta tarde-noche en la sala de cámara del Auditorio de Tenerife pese al desastroso problema de afinación que no logró ser subsanado a lo largo del concierto. La última pieza, "una nana" desveló el trágico desenlace de una formación que cuenta apenas con tres años de recorrido. Devorada por el parón de la subvención al que se suman las secuelas de la cuarentena, la más importante de ellas la falta de intérpretes que se encontraban fuera del territorio canario y que no pudieron sumarse a la formación para ejecutar el concierto.
La Orquesta Barroca de Tenerife nace en 2017 gracias al impulsor del proyecto, Conrado Álvarez. Cargos públicos de ese momento, como el presidente del cabildo, Carlos Alonso señaló que se trataba de un proyecto que forma parte de la agenda Tenerife 2030. El director insular de cultura, Jose Luís Rivero, aseguró entonces que la orquesta tendría un grupo estable de músicxs a lxs que se irían incorporando otros en función del repertorio.
Un proyecto que se queda en ascuas por la pandemia. Tragado por las grietas de una cuestionable recuperación. Pese a los problemas que surgieron (producto de las circunstancias tan nefastas del momento) la orquesta logró llevar a cabo este concierto, producto de una reivindicación en sí misma. Es decir, lejos de enfrentarse con optimismo al primer concierto de temporada postpandémica organizaron un durísimo programa para despedirse de ella.
Nunca había asistido a un concierto de la Barroca y no voy a ser crítica con un concierto claramente extraordinario, pero no puedo dejar en el tintero un reproche al desbarajuste en los registros de Filippo Mineccia, que todos pudimos apreciar sobre todo en los agudos: sonaba a una especie de alarido que, tras el concierto fue objeto de severos comentarios de un grupo de asistentes, entre los cuales se encontraban cantantes.
Nada más llegar a casa empecé a entender que esas personas eran conscientes de que era el último concierto (al menos durante una buena temporada, probablemente hasta el próximo año), y ese momento fue un regalo. Si en un primer momento salí confundida de la sala, ahora me doy cuenta de que tuve la fortuna de estar allí, en ese lugar concreto, y que fui privilegiada por un obsequio. Su último suspiro. Un final humano entre tanta masacre. Gracias, Orquesta Barroca de Tenerife.
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