Artes visuales y exposiciones
Aprovechando la ocasión
Maruxa Baliñas

En estos difíciles tiempos para viajar, hay que aprovechar bien todas las ocasiones. Y así, de paso que íbamos a Oporto para escuchar tres conciertos en la Casa da Música, decidimos visitar también la Fundación Serralves.
Para aquellos que no la conozcan, no cabe más que la recomendación sincera. Es precioso el edificio principal, obra del arquitecto portugués Álvaro Siza (Matosinhos, cerca de Oporto, 1933) que se añade a la casa original -la Casa de Serralves, art decó- de la finca en que se edificó el museo, y otros edificios como la Casa do Cinema Manoel de Oliveira; pero sobre todo el maravilloso jardín, con árboles centenarios que se conservaron activamente (o sea, no se limitaron a 'respetarlos') con la construcción del museo.
La novedad para mí en esta ocasión fue el treetop walk -inaugurado en 2019- que me dejó absolutamente fascinada y que merece per se una visita al museo. Se trata de unas pasarelas elevadas -casi sobre las cimas de los enormes árboles- que permiten recorrer una pequeña parte del parque desde una perspectiva distinta. Se trata de un proyecto de los arquitectos Carlos Castanheira y Álvaro Siza Vieira, a semejanza de los instalados ya en otros parques históricos o recientes y aunque en algunos momentos puede dar un poco de vértigo es absolutamente fascinante.
Pero centrándose ya en las exposiciones que actualmente presentan, hay una muy relacionada con la música, la de Yoko Ono (Tokio, 1933), una artista que todavía sigue siendo etiquetada por muchos como "la viuda de John Lennon" o incluso "la mujer que rompió los Beatles". Hay otra visión, a la que cada vez se va adhiriendo más gente, la de que Yoko Ono era la gran artista que convirtió la creatividad e inspiración de John Lennon, muy instintiva, en un lenguaje artístico mucho más amplio y fundamentado. No hay que olvidar que Yoko Ono tenía amplios estudios musicales, que había pensado en dedicarse a la composición, había tenido mucho contacto con Cage, Glass y otros artistas norteamericanos -y japoneses- de los años sesenta y setenta, tanto del mundo musical como de las artes plásticas y que tenía una cultura -cultivada desde la infancia por su familia- que al pobre Lennon le faltaba, incluso aunque en ese momento Yoko Ono viviera en el underground neoyorquino y Lennon fuera millonario.
Su exposición, titulada El jardín del aprendizaje de la libertad, se inauguró el pasado 30 de mayo y se mantendrá hasta el 15 de noviembre y ocupa tanto espacios del museo como diferentes proyectos en el parque. Algunas son obras cerradas, pero en su mayoría se trata de piezas que 'piden' la intervención del espectador, algo muy típico de Yoko Ono: de hecho, yo llegué al hotel con pintura azul en la ropa, tras añadir mi aportación a una barca con mensajes, o sea Add Color (Refugee Boat). Las obras abarcan prácticamente toda la carrera artística de Ono, desde sus comienzos hace ya sesenta años, aunque predominan las creadas -o revisadas- en las últimas décadas.
La obra que más me impresionó de la exposición fue EX IT, 1997/2020, una colección de unos cien cajones de madera muy sencillos, que evocan claramente ataúdes como los que se utilizan en catástrofes, que aparecen agrupados formando como familias, a lo que contribuye que los cajones se pueden considerar de tres tipos -hombre, mujer, niño-. Pero en esa mezcla constante de vida y muerte que es uno de los temas más constantes de la obra de Yoko Ono, donde deberían estar las caras de los muertos la caja fúnebre se rompe para dar salida a un árbol, un símbolo optimista (aunque los árboles tampoco parecen muy sanos ni pujantes). Es inevitable al ver los diferentes grupos -mamá-papá-hijitos, mamá e hijo, grupos más amplios quizá de amigos o parientes, etc.- preguntarse por la catástrofe o más probablemente guerra que provocó todos estos muertos, pero Ono no responde a esta pregunta. La obra sólo alude a la muerte en general con ese eufemismo de 'exit'.
Impresionantes también por su sutilidad, sencillez, capacidad de metáfora, que además creaban un enorme contraste con EX IT, la serie de piezas de cristal que aparecían en diversos puntos de la exposición, unas veces con su función alterada, otras manteniendo su función pero planteando una visión irónica (esos botes de cristal -We Are All Water, 2015- con etiquetas de aquellas personas que le impresionaron positiva o negativamente, como si en ellos estuviera su esencia), pero casi siempre como sujeto de una mirada dulce aunque triste sobre la realidad del mundo. Aunque parezca una redundancia, es una exposición para pasear en el sentido en que se pasea por un jardín, ofreciendo la posibilidad de ver sin mirar: esas puertas en medio del campo que pueden ser contempladas como el chiste fácil ("ponerle puertas al campo"), como objeto surrealista que apela al subconsciente, e incluso ser asumidas y traspasadas como hizo Alicia para entrar al País de las Maravillas y así encontarnos con nuestro propio conejo loco.
En el exterior estaban varios Wish Trees (Árboles de los deseos, 1996/2020), olivos centenarios en los que el visitante puede escribir sus propios deseos personales en trozos de papel y atarlos al árbol, que florece así como una cerezo japonés. Y también había Equipamientos de jardín (1964-2020), una serie de propuestas que se pueden hacer en su totalidad o parcialmente. No sé si la Fundación Serralves incluyó todos los tipos, porque no recorrí apenas el jardín. Yoko Ono va proponiendo "un agujero superficial para que la luz de la luna cree un lago", "un agujero hondo para que las nubes goteen sobre él", "un agujero alargado para que pase la niebla", "grupos de piedras para cubrir la nieve", etc., de modo que la obra es creada en igual medida por ella, por el público y por la propia naturaleza.
No sé si todos estos objetos e instalaciones creados por Yoko Ono pueden ser calificados de bellos pero no tengo ninguna duda sobre su capacidad artística, porque transmiten emociones y porque alcanzan el 'decoro' en el sentido más clásico del término. O si prefieren la conclusión de Christophe Cherix, que ha escrito sobre Yoko Ono: “Lo que vuelve el arte de Ono tan esencial en nuestro tiempo es su capacidad de situarse siempre en el presente y de no hacernos nunca mirar atrás".
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