DVD - Reseñas
Cómo resucitar un Ángel antes de La favorita
Raúl González Arévalo
Hace poco más de dos años tuvo lugar en Covent Garden un acontecimiento sorprendente: el estreno en versión de concierto y en primicia mundial de una ópera de madurez de Gaetano Donizetti que se creía perdida para siempre, L’Ange de Nisida. La operación, patrocinada por Opera Rara, fue posible gracias a la paciente y extraordinaria reconstrucción que había llevado a cabo la musicóloga italiana Candida Mantica, que tras diez años de arduo trabajo recompuso el 97% de la partitura. La discográfica británica se apresuró a grabar la obra, que tuve ocasión de comentar en estas páginas hace un año y medio (ver crítica). Para la sinopsis y las vicisitudes del ópera, que no llegó a estrenarse a pesar de estar en fase de ensayos, así como el desmembramiento posterior para la creación de La favorita, me remito a lo que escribí entonces. En esta ocasión iré directamente al grano: las diferencias de edición y la grabación.
El Festival Donizetti de Bergamo hizo muy bien en querer reservarse el estreno escénico de la obra, más allá de que estuviera moralmente obligado. Y Dynamic, que está grabando los espectáculos que ofrece el festival en los últimos años (aquí he comentado Olivo e Pasquale, Il borgomastro di Saardam, Rosmonda d’Inghilterra e Il castello di Kennilworth), se apunta de nuevo un gran tanto.
Las notas del DVD las firma una vez más Candida Mantica. Son más extensas que las que publicó en Opera Rara, de manera que proporciona más información sobre la obra y el proceso de recuperación. Pero, sobre todo, explica con todo lujo de detalles las diferencias entre ambas ediciones. Entre lo más significativo, en primer lugar avala la decisión de no incluir una introducción orquestal que no se ha conservado o no se llegó a componer y que en Londres fue creada ex profeso a partir del material de la ópera; pero, sobre todo, aborda la complicada cuestión del recitativo y aria de la protagonista en el tercer acto. Ante el material fragmentario había dos opciones: se podía optar por incluir el cantábile que fue arrancado y conservado separado del resto de la partitura y añadirle una cabaletta que no se ha conservado o tampoco se compuso, pero que el libreto preveía, para darle a la soprano una scena completa siguiendo el esquema clásico. Es la opción seguida por Opera Rara, que tomó prestada una cabaletta de Maria di Rohan.
También se podía seguir una segunda vía, que es la que encontramos en Bérgamo y en este DVD, buscando respetar en la máxima medida posible las intenciones originales del compositor. Así, la escena se interpretó sin el cantabile y tras el tempo di mezzo, que sí se conserva, se ha optado por incluir una cabaletta inédita tomada de la versión primigenia de La favorite, orquestada para la ocasión, y que nada tiene que ver con la conocida “Mon arrêt descend du ciel”. El resultado, sorprendente, es que los amantes de Donizetti y de los descubrimientos pueden escuchar dos versiones diferentes y complementarias. Y reconocer mucha música –aproximadamente el 40% de la partitura, pero ninguna aria– que pasó prácticamente inalterada a La favorite. Quienes no disfruten del DVD tienen el CD, y quienes no conciban escuchar ópera sin verla cuentan ahora con el soporte audiovisual.
Las comparaciones serán odiosas, pero en este caso son absolutamente obligadas. Desde el punto de vista estrictamente musical la grabación de Opera Rara es mejor que la de Dynamic en todos los frentes: reparto, coro, orquesta y dirección. No deja de ser curioso que dos tenores de origen asiático protagonicen los registros. Aunque Konu Kim tiene buenos agudos y Leone de Casaldi le conviene a buen seguro, parece no conocer el estilo y por momentos resulta demasiado ‘apasionado’ para Donizetti en general y sus obras francesas en particular. David Junghoon Kim es mejor intérprete porque matiza mucho más el canto y el personaje. Para muestra, el aria del cuarto acto, “Hélas! Envolez-vous, beaux songes”, que comienza con el célebre recitativo “La maîtresse du roi?”, y no es memorable como “Ange si pur”.
Otro tanto ocurre con la protagonista femenina. La elección de Lidia Friedman es un tanto desconcertante porque por color parece más una mezzo o soprano Falcon que una lírico con buenos agudos, donde suena corta. No sé si se ha querido establecer una relación directa con la Léonore de La favorite, compuesta para una mezzo, y que también fue interpretada en clave Falcon por la extraordinaria Shirley Verrett. Y aunque es musical y conoce mucho mejor el estilo que Kim, Joyce El-Khoury es más solvente técnicamente y atractiva como intérprete.
El mejor de todos es Florian Sempey, que mantiene el tipo frente a Vito Priante gracias al material vocal y la adecuación estilística, además de lucir el mejor francés del reparto. Aprovecha muy bien la oportunidad de lucimiento de su aria, “Ô mon ange que j’implore” y se impone sin dificultad. Por el contrario, Roberto Lorenzi no es una opción frente a Laurent Naouri, maestro absoluto en la única parte cómica de la ópera, Don Gaspar. Por último, Federico Benetti es un cantante correcto, pero le falta toda la severidad que necesita el monje y que Evgeny Stavinsky sí es capaz de imprimir.
El coro y la orquesta están más que solventes, pero no alcanzan la excelencia de las fuerzas de Covent Garden. La dirección Jean-Luc Tingaud es muy correcta, pero Mark Elder conseguía imprimir mayor carga y contraste dramático en una obra larga (casi cuatro horas de música) y más irregular que La favorite, que sí alcanza la categoría de obra maestra.
La puesta en escena fue ciertamente original, utilizando el patio de butacas como escenario. No puedo compartir todas las decisiones –como colgarle dos “alitas” de angelito a la protagonista, en clara alusión al título de la obra– pero sí hay momentos de buen efecto, en la disposición de los personajes y la iluminación. Curiosamente, lo mejor de todo es el último acto, prácticamente idéntico al de La favorite, salvo en el aria del tenor. En los detalles está el genio de la obra maestra. L’Ange de Nisida no lo es, pero esta recuperación era, más que necesaria, obligada. Como su grabación.
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