Reportajes

¿Confluencias? Confluencias

Ismael G. Cabral
viernes, 14 de junio de 2002
0,0002413 He aquí un año más la puntual crónica de lo que ha dado de sí el Festival Confluencias de Huelva. Y de nuevo, nos vemos en la obligación de desgranar las muchas virtudes que atesora el encuentro dirigido por el compositor Eduardo Polonio.Cada vez nos parece más normal la existencia de un festival como este en una ciudad cuya vida cultural es prácticamente inexistente durante el resto del año. Sin embargo, Confluencias, que viene celebrándose anualmente en la primera quincena de mayo, es ya, no sólo un lugar al que 'peregrinar', sino un encuentro que los propios onubenses empiezan a querer como suyo, un granito de arena muy importante que despierta nuevos intereses en una ciudad aletargada.Pero no sólo eso, y es que, no existe en Andalucía un festival de estas características. Los ciclos de música contemporánea de Granada, Sevilla, Málaga o Córdoba parecen ignorar – excepto en contadísimas excepciones – la música electroacústica, y en fin las nuevas tecnologías en su aplicación a la creación musical. Por ello, que un encuentro como Confluencias se consolide y crezca no puede por más que llenarnos de júbilo.La programación de este año incidía en dos grandes secciones: por un lado, la Carpa.net, donde se recogían diferentes instalaciones sonoras, y por otro, los tres conciertos desarrollados en el Bar 1900. Al margen, y en efecto marginada, quedaba la sofisticada instalación de Gabriella Locci y Dario Piludu, La Crisálida Mágica que por gracia de la incompetencia de los encargados del Museo de Huelva, donde se encontraba, dejó de funcionar al segundo día de abrirse al público.Para esta ocasión, la Carpa.net había cambiado su ubicación, del Campus de la Universidad del Carmen – donde el año pasado fue muy visitada, pese a encontrarse algo lejos del centro de la ciudad -, a la Plaza del Carmen, ubicada en la zona más comercial de Huelva. Allí, cientos y cientos de personas movidas por la curiosidad, entraban, descubrían, se asombraban, participaban, y en la mayoría de los casos repetían.Un repaso por lo que se pudo ver en el interior de la carpa, sería el siguiente: Tocador a cuatro manos de la artista plástica y compositora Rilo Chmielorz , en donde se jugaba con la existencia de dos tocadores y unas planchas sobre las que los visitantes podían dejar su huella a través de diferentes utensilios. El sonido que con ellos se producía era debidamente amplificado y éste a su vez accionaba un disco compacto con sonidos pregrabados produciendo de esta forma un interesante e impredecible collage sonoro.Menos interesante nos pareció el Midiverso de Juan Antonio Lleó, mostrada por vez primera en el festival Sonar de 1994 y cuya evolución al parecer es constante – se trata de un work in progress. Lleó nos dice que “los antiguos creían que el armónico movimiento de las estrellas y planetas generaba un cierto tipo de sonido, conocido como Música de las Estrellas, audible sólo a partir de cierta elevación”. Este es sólo el origen del planteamiento, su explicación y desarrollo es mucho más complejo y de gran interés, pero su plasmación se nos antojaba un tanto difusa e incomprensible para el público. Cosa que no sucedía con la instalación Dadatrón de Sculptor Zeta Cluster, sistema de composición autogenerativo que parte del algoritmo VIDA definido por John Conway. Su funcionamiento no es sencillo, pero una vez familiarizados con el programa, las posibilidades son inmensas y su manejo adictivo. No es de extrañar que fuera una de las instalaciones donde el público permanecía absorto mayor tiempo.Por último, Circum-zap-in-free de Eduardo Polonio, singular recordatorio de lo que dio de sí el Free & Tapas celebrado en la pasada edición de Confluencias. Las casi dos horas de improvisación a cargo de veinte músicos eran debidamente descompuestas y aleatoriamente dispuestas en diferentes altavoces que nos llegaban a nosotros a través de diferentes tubos que nos rodeaban y que debíamos acercarnos a los oídos. De las múltiples combinaciones a las que se prestaban estos cañones de sonido, podíamos extraer nuestras propias conclusiones y dar vida a la música a nuestro gusto. Una especie de zapping, tal y como era definido, o simplemente una original manera de percibir la música.De los tres conciertos que acogió el Bar 1900, el arriba firmante sólo pudo asistir a los dos últimos. Así que tan sólo dejaremos constancia del primero de ellos, protagonizado por el dúo OIR-T, formado por L'Ale (digderidoo, canto por armónicos, arpa de boca y percusiones) e Ignacio Béjar (saxos tenor y soprano, flautas, teclado).El segundo concierto corría a cargo de nada menos que dieciséis músicos con amplificación electrónica, dirigidos todos ellos por Eduardo Polonio, regidos por Esther Infante y mezclados por Eduardo Fuentesal. Evidentemente en la hora y media de improvisación que este Free & Tapas vino a durar hubo momentos para todo. Chispas de genialidad, dúos inolvidables, cotas de una inspiradísima experimentación musical, y también intervenciones aburridas, o simplemente fuera de lugar. De lo malo a lo mejor: la innecesaria presencia étnica de L'Ale con el arpa de boca, armónicos vocales, etc..., las desfasadas e insufribles aportaciones electrónicas de Antón Ignorant, tampoco nos interesó el arpa electrónica de Dariu Piludu o la guitarra más empeñada que lograda de María Jesús Montes. Por su parte, Rebecca Choate produciendo asombrosos efectos de acoples con walkie-talkies, la warr guitar de Alain Piñero, o la poderosa sonoridad electrónica que producía Darío Saenz Moratilla vinieron a representar el lado más atrevido y radical de la velada, sin ellos, este Free & Tapas hubiera perdido muchos puntos. En el lado más tradicional – es un decir – debemos citar obligadamente el acordeón de Esteban Algora, improvisando maravillosamente bien con el clarinete de Wade Matthews, la flautista Jane Rigler, asombrosa como siempre, luchando a veces con una amplificación excesiva, la batería de Gerhard Illi o las percusiones de Pedro Guajardo y la viola de Gabriel Brncic, un histórico de la creación electroacústica que demostró no tener fronteras de ningún tipo. No están todos lo que son, pero si son todos los que están. El resto mantuvo un gran nivel instrumental, y en la mayoría de los casos se apreció un enorme interés por participar de una improvisación tan inusual como divertida y estimulante, cuando sale bien. Y aquí, nos lo pasamos en grande, músicos y no músicos, los unos con los otros, en una comunión absoluta.El tercer concierto era confiado al músico Darío Sáenz Moratilla, quién presentó su propuesta sonora, enteramente electroacústica, con un grado de convencimiento muy alto para un artista tan joven. Moratilla, obtuvo el pasado año el primer premio de música electroacústica de la SGAE con la obra Modo Aleatorio. Muy distinta era sin embargo, la intervención sonora que lo trajo hasta Confluencias. A lo largo de una hora aproximadamente, el músico extrajo de su ordenador sonoridades altamente ambientales, copando casi siempre el espacio sonoro sin dar respiro al silencio, en fin, realizando una suerte de viaje a través de un paisaje sonoro inexistente donde sí bien conseguía atraparnos, no nos daba demasiados motivos para quedarnos mucho tiempo. Y es que, lo que más echamos de menos en su actuación, fue la profundidad. Su música se nos antojaba bastante plana y los recursos manejados, limitados y reiterados. No es cuestión de entrar a realizar las muchas comparaciones posibles con otros creadores, porque Moratilla tiene voz propia, o va camino de ello. Su gran baza es el enorme oficio que atesora, su fallo, debe de conocer lo que en su campo otros han hecho antes que él. Eso y desligarse de la cultura de clubes y los modos viciados del disc-jockey que tan flaco favor hacen al creador serio, que quiera aportar algo verdaderamente interesante a la composición electroacústica.Hasta aquí Confluencias. Claro que tan sólo en apariencia, pues la Carpa.net tendrán posibilidad de visitarla los que pasen por Granada durante la celebración de su 51º Festival Internacional de Música y Danza, y tras el verano, será expuesta a partir del 2 de octubre en el marco del Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante. Entonces podrán corroborar o desmentir lo que ahora les hemos contado.Cada vez menos gente se pregunta ¿Qué es Confluencias? Su presencia anual se configura como un reclamo muy esperado. Nunca mejor dicho, y haciendo uso del refranero, Confluencias es agua de mayo en un terreno desolado en lo que respecta a las nuevas creaciones sonoras, y artísticas de cualquier tipo. Sólo resta hacer algunas matizaciones. Y es que, tal vez sería el momento de traer a este festival propuestas más arriesgadas en el ámbito de la música electrónica. Como también sería positivo cuestionarse si el Bar 1900 es el lugar ideal para la programación de conciertos de estas características. No sólo por lo pequeño del lugar y su reducido aforo, sino porque pese a que es uno de los espacios con más tradición cultural de la ciudad, no deja de ser un bar, con todo lo que eso conlleva. Así, la pugna entre los que sólo quieren oír y los que conversan, beben y de vez en cuando escuchan, se hace infranqueable.
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