250 aniversario de Ludwig van Beethoven

El viaje beethoveniano de Christian Thielemann

Juan Carlos Tellechea
jueves, 26 de noviembre de 2020
Meine Reise su Beethoven © 2020 by C.H. Beck Meine Reise su Beethoven © 2020 by C.H. Beck
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Christian Thielemann deja a veces la batuta a un lado para expresarse por escrito y lo hace bastante bien, con su peculiar gracejo berlinés para explicar las cosas, pero también con ayuda profesional como veremos más adelante. Hace cinco años publicó un volumen sobre Richard Wagner que se agotó de inmediato y tuvo que ser reeditado en 2016. Esta vez vuelve a hablar en detalle a través de un libro titulado Meine Reise zu Beethoven* (Mi viaje a Beethoven), publicado por la renombrada editorial C. H. Beck , de Múnich.

¿Que es lo que hace a un buen intérprete de Beethoven? , se pregunta Thielemann retóricamente en uno de los capítulos. Alguien que comparte los extremismos, pero que no se deja seducir por ellos. Que los empuja de verdad. Beethoven indica por adelantado lo que el director debe tener en cuenta en los Gurre-Lieder de Schönberg y en Frau ohne Schatten de Richard Strauss. Ante toda la exuberancia siempre tengo que pensar: ¿Donde está el límite? En el caso de Beethoven es tan dificil mantenerlo, porque deja al perro suelto, sin su correa. Beethoven es el primer compositor en romper las cadenas, afirma Thielemann.

El director principal de la Staatskapelle de Dresde , director artístico del Festival de Pascua de Salzburgo (Osterfestspiele) y director musical del Festival de Bayreuth , no exento de controversias, confiesa que Beethoven dio forma a todo su pensamiento musical,

porque me confronta con decisiones: cuando trato con Beethoven veo quién soy (¡esto no es algo esotérico!) Y tengo que poner las cartas sobre la mesa. Beethoven plantea cuestiones de interpretación, cuyas respuestas no solo tienen consecuencias para la música, sino también para la vida.

Christian Thielemann no oculta el gran respeto que siente por Ludwig van Beethoven y su música. Su viaje, de 271 páginas (hay también una versión en audio), comienza con Herbert von Karajan y la orquesta Berliner Philharmoniker . El director admite encontrarse en la búsqueda de lo que resulta casi imposible de conseguir: síntesis de tradición y modernidad, análisis y emoción, recepción e interpretación.

Los criterios para tomar mis decisiones provienen de mi experiencia. Y un poco por capricho. Esto puede sonar arbitrario, pero no lo es. El sonido es siempre (...) una cuestión de elección de los instrumentos, acota Thielemann. (…) Las orquestas vienesas siempre fueron cabezonas y después de la muerte de Beethoven rechazaron muchos desarrollos en la construcción de instrumentos. (…) El resultado: el colorido era (y es) en esos grupos rico en tonos agudos y un poco más claros que en las orquestas alemanas. (…) Este es el mundo de Beethoven que, curiosamente, fue sacudido hasta el punto de que trabajó contra él en su instrumentación, al no hacer de la claridad algo aún más brillante y desarrollar una debilidad desde el registro medio hacia abajo. Así que al final, ¿no sería que el romántico Beethoven estaba equivocado con su idea? Cuanto más grande es la orquesta (vienesa o alemana, con Johannes Brahms o con Richard Strauss), tanto más recoleta y delicada debe ser la música.

La ruta del periplo de Thielemann se extiende principalmente a lo largo de las nueve sinfonías, en las que el director se centra por orden cronológico, pero también incursiona en asuntos paralelos como solista en los conciertos de piano, las salas en las que dirigió Beethoven, las diferentes ediciones de sus partituras, y la sordera del genio de Bonn.

Todo parece una mezcla abigarrada, y lo es, pero no arbitraria. Al mismo tiempo, Thielemann también se resiste a la idea de que solamente puede haber un único Beethoven. Beethoven era un contemporáneo tan sensible, un sismógrafo, ¿por que habría de querer fijar su música para siempre?

Esto suena como algo muy generalizado, pero Thielemann siempre se concreta al describir las nueve sinfonías. Por ejemplo, escribe sobre la transición del tercer al cuarto movimiento en la Quinta:

Esta transición es para mí el punto atmosférico más bajo de la sinfonía. Triple pianissimo, notas recostadas en las cuerdas, golpes significativos en los timbales, gran nerviosismo, el resto de la orquesta está en silencio. Luego hay líneas de niebla en los primeros violines, los bajos palpitan, se espesa, sube en espiral y finalmente se descarga en un crescendo de ocho compases que lleva al attacca y, como en una rampa de lanzamiento de cohetes, al Allegro final.

Christian Thielemann no escribió todo él mismo, y el hecho de que este libro sea tan vívido y que todo el asunto sea lingüísticamente comprensible para el lector común, se debe probablemente al apoyo de la destacada periodista Christine Lemke-Matwey , especializada en cuestiones musicales. Thielemann se presenta a menudo de forma muy abierta, a veces discute de manera algo sucinta, lo que no es sorprendente considerando los temas que toca. Pero no rehuye la autocrítica:

Durante largo tiempo consideré que Beethoven era extremadamente monumental. Pero me equivoqué. Y justo al principio, ciertamente quise interpretarlo demasiado monumentalmente. Tenía buenas intenciones, pero probablemente solo ahora he encontrado la medida para contenerme en ciertos lugares, para que pueda tocar mejor lo monumental en otros.

No es este un libro que viva de la celebridad del director. Más bien Thielemann muestra un camino multifacético hacia Beethoven, y en algunas posiciones uno podría tal vez hasta contradecirlo, pero se trata de "su" propio camino hacia Beethoven; y además, a él le gusta contar cómo algunos colegas suyos encontraron a su vez su personal andadura hacia Beethoven: verbigracia Karajan, Furtwängler, Kleiber.

El sonido alemán comienza con el Yo de Beethoven. Beethoven es el primer compositor que se liberó de los grilletes de la tradición, al ponerle sonido a su lucha. Beethoven reflexiona sobre lo que hace, y nos permite participar de ello. Hay un lado objetivo en esto - el dominio de las reglas musicales, las convenciones - y un lado subjetivo: el ego del artista en su voluntad de cambio.

¿Qué pasaba en él cuando escribió la Gran Fuga? , se pregunta finalmente Thielemann en su obra. Me hubiera gustado preguntárselo. La genialidad es no saber realmente lo que se está haciendo ni seguir un plan de construcción en el proceso. ¡Qué contradicción! Hans Pfitzner decía siempre: Algo se aproxima. Solamente hay que estar preparado. Beethoven estaba listo. Para lo atmosférico, lo heroico, lo persistente, lo oscuro, lo agarrador, lo mordaz, lo furioso y lo cantable. Para todos los colores y peligros del arte y la vida. A quien se ocupe de Beethoven no le puede pasar mucho más. Por eso estoy profunda
Notas

Christian Thielemann, "Meine Reisen zu Beethoven", Mümchen: C.H. Beck, 2020, 271 Seiten mit 18 Abbildungen. ISBN 978-3-406-75765-5

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