Recensiones bibliográficas

Perspectivas sobre Donald Trump

Joe Biden, Promise Me, Dad. A Year of Hope, Hardship and Purpose

Juan Carlos Tellechea
jueves, 3 de diciembre de 2020
Versprich es mir © 2020 by C. H. Beck Versprich es mir © 2020 by C. H. Beck
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Joe Biden, el 46º presidente electo de los Estados Unidos, desde su indiscutible triunfo en los comicios del pasado 3 de noviembre, abre el arca de sus anécdotas, para contarnos la situación que vivió en el verano de 2008, tras 35 años como miembro del Senado. Se encontraba ante la más difícil de las decisiones de su carrera profesional. Su dilema: debería abandonar o no la autonomía de ser un representante parlamentario que no tiene más jefe que su propia conciencia para catapultarse hacia una órbita histórica, como la de ser vicepresidente del país.

Joe luchaba consigo mismo, preguntándose y preguntándose para sus adentros qué hacer, hasta que su madre, de 90 años de edad, le iluminó sabiamente las ideas en un encuentro mantenido en la calidez del hogar familiar. Joe, mi niño. No, no dijo eso. Más bien dijo: la cosa es así, tesoro: el primer afroamericano …que tiene la posibiidad de ser presidente dice que necesita de tu ayuda para ganar – y tu le has dicho que no.

¡Vaya imagen aleccionadora! ¡Solamente una madre es capaz de dar semejante consejo a un hijo con tanto amor y sabiduría! Sus emocionadas palabras le permitieron seguir adelante por el camino correcto, y aquí lo tenemos ahora. Juramentará su cargo el próximo 20 de enero de 2021 a las 12 horas (de Washington), en presencia de su segunda esposa, Jill, y de su vicepresidenta Kamala Harris, acompañada por su esposo, la primera mujer en asumir ese puesto, nacida además en una familia de inmigrantes, de madre india tamil y padre jamaicano. ¡Cosas del destino!

El conmovedor libro de Joe Biden Promise Me, Dad. A Year of Hope, Hardship, and Purpose , de la editorial Flatiron Books, de Nueva York, acaba de ser publicado en alemán bajo el título de Versprich es mir. Über Hoffnung am Rande des Abgrunds (Prométemelo. Sobre la esperanza al borde del abismo) * por la editorial C. H. Beck, de Múnich, traducido del inglés estadounidense por Henning Dedekind y Friedrich Pflüger.

La obra, dedicada a sus nietos Natalie y Hunter, comienza con una cita de Las reglas de la felicidad , según el filósofo Immanuel Kant, haz algo, ama a alguien, ten esperanza en algo, antes de hablar sobre la muerte de su hijo Beau y de otro sueño americano, muy diferente al de las monstruosas pesadillas de su antecesor inmediato en la Casa Blanca y sus crédulos seguidores. Publicado por primera vez en 2017, el libro describe además su labor como vicepresidente de Barack Obama. La forma cómo conecta esta descripción con el deceso de su vástago de 46 años por un tumor cerebral es sumamente desgarradora.

Hace muchos años, los republicanos, notorios como especie avariciosa, sacaron a relucir el concepto del Compassionate Republicanism (Conservadurismo compasivo), algo así como un título profesional. ¡Repugnante! Hoy es posible comprender, visto todo a la distancia, que pudo haber sido ésta una estrategia anti-Biden intencionada, y de mucha bajeza, para ridiculizar a un hombre que tiene la capacidad y la voluntad de empatizar con el dolor de los demás. No es que sea éste un don natural, sino el resultado de su propia experiencia de dolor y sufrimiento.

Nacido en 1942, Joe Biden se convirtió en senador de Delaware a la edad de 29 años. Acababa de ganar las elecciones cuando su esposa, Neilia, y su hija Naomi, murieron a consecuencia de un grave accidente automovilístico. Los dos hijos, que también estaban en el coche, sobrevivieron. Tomó juramento como senador junto al lecho de uno de ellos.

Sobre la muerte de su hijo

Todos los estadounidenses conocen la historia de este libro. El hijo de Joe Biden, Joseph Robinette III, conocido como Beau , un hombre que quería suceder a su padre como gobernador de Delaware, murió tras una larga y espantosa muerte por un tumor cerebral en 2015.

El padre era vicepresidente y quería postularse para la sucesión de Barack Obama, mientras veía morir a su hijo; una circunstancia sumamente dura. El libro quiere dejar en claro que no es la falta de corazón lo que le permitió a Biden funcionar, sino más bien lo contrario. Acepta el destino humildemente, pero sin desanimarse. Trabaja y retoma la lucha. Biden ha tenido errores, algunos muy graves, pero ha sabido reconocerlos y pedir perdón por ellos.

El libro

Su precedesor (no quiero mencionar su nombre en esta reseña por respeto a este hombre íntegro que es Joe Biden) solo puede erigirse como un ganador, invicto en todas las batallas; es la única forma de existencia que se le ocurre. Está en quiebra, moral, física y financieramente, pero no tiene ningún pudor en afirmar que

si le debes un millón al banco, tienes un problema, pero si le debes varios cientos de millones es el banco el que tiene el problema.

Ese es su lema, esa es su política, y esa es la realidad. Así es como vive. Así es como corre de victoria en victoria hacia catástrofes cada vez más grandes, arrastrando a más y más gente con él hacia la perdición. (¡Sin reconocer jamás sus errores ni disculparse!).

Ésta es la gente que quiere estar ahí cuando gane; y solo quieren estar allí. Muchos de ellos han experimentado demasiadas derrotas; quieren ser ganadores. Otros se sienten como él mismo, no quieren saber nada de la derrota; nunca han conocido la derrota. No importa cuantas hayan tenido; solo sobreviven si son los vencedores, al menos ante sus propios ojos. Esa es la única realidad en la que pueden vivir. Es, digamos, el sueño norteamericano de un Superman.

Joe Biden es Rocky; cae sobre la lona, se levanta, trabaja duro, y al final derrota a sus oponentes. Sólo puede hacerlo, porque él también se vence a sí mismo. No deja que la sensación de ser un fracasado lo deprima. Rocky entiende que el fracaso forma parte de la lucha. Tiene la experiencia de que esto lo hace fuerte. Rocky no divide el mundo entre ganadores y perdedores. Sabe de que se trata de ser bueno en ambas casos. No puedes dejarte abrumar por el sentimiento de invencibilidad y no hundirte en la autocompasión. Uno no debe renunciar a sí mismo. Rocky es el otro sueño del héroe norteamericano.

Estados Unidos de América, me siento honrado de que me hayas elegido

El trabajo que tenemos por delante será duro, pero te prometo esto: Seré un presidente para todos los estadounidenses, tanto si votaron por mí como si no lo hicieron. Mantendré la fe que has puesto en mi.

 Estas son las palabras de un hombre de veras (no las de un payaso de reality shows) cuando se le confirmó que había sido elegido presidente. Superman y Rocky son figuras de la mitología estadounidense. Ambos son figuras de ese país, pero hay que tener cuidado de no llevar esa mitologización demasiado lejos.

Todos sabemos que los políticos no son elegidos por sus grandes programas electorales ni tampoco por sus habilidades; ni siquiera por su apariencia, afirma Barack Obama en diversas entrevistas de prensa. Los políticos son elegidos por las historias que cuentan o reflejan. En tal sentido, es interesante que el eterno vencedor que aparenta siempre ser invulnerable haya perdido frente a un hombre que representa la pena y el dolor.

Ezra Klein, uno de los principales patólogos de la democracia estadounidense, relega la promesa de Biden al reino de los sueños. El frente está demasiado endurecido, la brecha entre las políticas de identidad de los dos campos es demasiado profunda. Es cierto: la competencia entre los partidos ha sido reemplazada durante mucho tiempo por una lucha religiosa, alimentada por el adoctrinamiento de los medios y la segregación social. Los adversarios se han convertido no solo en enemigos, sino en extraños. Sin embargo, hay algo sospechoso en el pesimismo de quienes siguen pronosticando un ahondamiento de la polarización. Con sus vaticinios, cabe agregar, se despiden de los republicanos en la verdad alternativa de los mitos conspiranoicos de derechas, sin molestar a sus lectores demócratas con preguntas sobre su propia contribución a la división.

Dame fuerzas para hacer frente a esta contingencia

En el capítulo titulado Consuelo, la historia que narra Joe Biden lo muestra como a alguien que sabe consolar a quien pasa un sufrimiento o un dolor, porque él mismo ha experimentado en su vida cuánto se depende del consuelo en esas circunstancias; y recoge en su libro extractos de algunos de sus discursos tan reconfortantes. Sabe que lleva tiempo dar consuelo y experimentarlo, y que el tiempo no todo lo cura. Pero le gusta repetir una vivencia que él mismo ha tenido:

Al principio, explica, las lágrimas afloran a tus ojos cuando piensas en lo que fue vivir con el que murió. Luego llega el momento en que sonríes un momento antes de empezar a llorar de nuevo.

Cuando Joe Biden se entera en un hospital del carácter mortal de la enfermedad de su hijo, coge su rosario y le pide a Dios que le dé la fuerza necesaria para enfrentar esta contingencia. A los no creyentes les puede parecer absurdo pedirle a Dios -más aún creyendo en él- no por la salvación de su hijo, sino para soportar ese dolor. Pero para un católico la muerte de su hijo es decisión divina, y hay que aceptarla. No hay que exigir ningún milagro, sino simplemente ayuda para los sobrevivientes, para los deudos.

Conocía la situación y sabía lo que se avecinaba. El choque inicialmente causa entumecimiento, que luego disminuye con el tiempo. Sin embargo, a esto le sigue el dolor, que siempre se hace más agudo. Este dolor se puede sentir físicamente y nunca se detiene, describe Biden.
Rezar el rosario tranquiliza y  hace bien Es casi como una meditación. Y voy a misa para estar conmigo mismo, incluso en medio de la multitud. Siempre estoy solo, sólo yo y Dios. Cuando me acuesto, no sólo me dirijo a Dios, sino también a Neilia y a mi madre, para que intercedan por mí ante Dios. De esta manera recuerdo que todavía son una parte mía, dentro de mí. Y es por eso que también empecé a hablar con Beau durante las primeras horas después de su muerte. Así me aseguraba de que siguiera aquí conmigo, agrega.

La familia

En noviembre de 2014, los Biden se reunieron en Nantucket (Massachusetts) para celebrar el Día de Acción de Gracias, una tradición familiar de 40 años. Pero esta vez todo se sintió de forma muy diferente. Beau, cuya supervivencia era entonces incierta le pide a su padre: Prométeme que te sentirás bien, pase lo que pase, y Joe Biden le dió su palabra. El año siguiente lo sometió a una dura prueba. El entonces vicepresidente tuvo que viajar más de 150.000 kilómetros por todo el mundo y enfrentar crisis muy difíciles en Ucrania, Centroamérica e Irak. Mientras el hijo que finalmente perdió luchaba por su vida en casa. Biden tuvo que estar a la altura de sus responsabilidades familiares y del país. Las memorias de Biden son las de un político, pero, más aún, también las de un padre, un abuelo, un amigo y un esposo. Es una historia de esperanza al borde del abismo.

Cuando el servicio secreto reforzó su vigilancia alrededor de la residencia privada del candidato demócrata en Wilmington (Delaware), uno o dos días antes de darse a conocer públicamente que había ganado las elecciones del 3 de noviembre (fue el primer preanuncio oficioso de que había vencido), los agentes ya sabían a qué atenerse cuando Jill Biden pase a residir en la Casa Blanca, en Washington. La esposa de Joe, de 69 años, profesora de inglés en un Commnunity College de Virginia del Norte, siempre exigió de sus guardaespaldas que pasaran totalmente desapercibidos cuando cumplieran su tarea de velar por su seguridad.

Nunca dejó dudas de que no quiere vestir el chaleco de fuerza de lo convencional. La distribución de los roles en su matrimonio los describe así: su marido, de naturaleza bastante introvertida, la sacó del caparazón del caracol en el que se encontraba, mientras ella se aseguraba de mantener ambos pies sobre la tierra. Cuando conoció a Joe en 1975, gracias a un encuentro en la casa de su hermano, Frank Biden, dudaba en que se casarían algún día;

primero, porque no quería que sus hijos sintieran otra vez la pérdida de una madre; segundo, porque valoro mucho mi profesión y a lo sumo quiero vivir bajo un radar, pero no bajo las luces de los reflectores. Ser Jill Biden, la mujer del senador. Esto ya era un poco demasiado para mí, afirma, pero, entretanto, ya se ha acostumbrado.
Notas

Biden, Joe, "Versprich es mir", München: C. H. Beck, 2020, 250 Seiten. ISBN 978-3-406-76713-5

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