DVD - Reseñas
La fortuna de Fortunio
Raúl González Arévalo
Messager está de suerte, con dos lanzamientos en dos años. Su discografía lírica no es muy extensa. Hace años encontré en una mítica tienda de Florencia una reedición de la histórica Véronique grabada en 1955 por el excelente especialista en repertorio francés Pierre Dervaux (Musidisc France / Decca), pero no he localizado la grabación, hace años descatalogada, encabezada por la gran Mady Mesplé (Emi).
Hace año y medio comenté en estas páginas la primicia de Palazzetto Bru Zane de su Les P’tites Michu. Ahora llega una excelente versión de Fortunio que se impone, sin discusión, a la cabeza de las grabaciones disponibles.
En los años 90 del siglo XX John Eliot Gardiner realizó una serie de grabaciones de opereta francesa fin du siècle para Erato, discos hoy descatalogados, objeto codiciado de coleccionistas. En tiempos recientes se está viendo sistemáticamente superado por la labor de recuperación del repertorio que le es propio por el Teatro de la Opéra Comique, puntualmente grabado por Naxos, que con esta feliz colaboración está regalando una serie de joyas que son históricas desde su mismo lanzamiento.
Así lo puso de manifiesto con L’Étoile de Chabrier y se confirma de nuevo con este Fortunio inmenso que conquista de la primera a la última nota. Una grabación sencillamente perfecta, como se encuentra uno muy de tarde en tarde. Claro que con la serie de Naxos se corre el riesgo de mal habituarse y dar por sentado lo que no deja de ser extraordinario: todos los signos apuntan a que la escuela y el repertorio francés está viviendo, indiscutiblemente, una nueva edad de oro, que por fortuna está quedando fijada en disco y DVD.
Como en anteriores ocasiones, la producción está cuidada hasta en su más mínimo detalle, incluyendo el magnífico vestuario firmado por Christian Lacroix. Denis Podalydès, toda una institución de la casa, firma una puesta en escena absolutamente fiel al texto y a la historia, mientras que Eric Ruf es responsable de una escenografía soberbia incluso en su sobriedad. Los tres contribuyen a levantar un espectáculo de una gran belleza plástica, realzado por una toma de vídeo dinámica y teatral. Un regalo para la vista.
Claro que el regalo para el oído no es menos. Perfectamente en sintonía con el espíritu melancólico de Le chandelier de Alfred de Musset en la que se basa, la maravillosa música de Messager está provista de una ligereza elegante, nada superficial. Como muestra, el aria del protagonista, “J’aimais ma vieille maison grise”, cargada de una nostalgia y una belleza que solo un compositor realmente inspirado y dotado puede lograr. Pero que nadie se llame a engaño, es capaz igualmente de proporcionar momentos llenos de fuerza teatral, como el dúo subsiguiente con la soprano.
Cyrille Dubois es uno de los tenores franceses más versátiles del panorama actual, con un repertorio que abarca desde el siglo XVIII (Le devin du village de Rousseau) al Romanticismo pleno (La reine de Chypre de Halévy) y la mélodie del siglo XX. Si con Tarare de Salieri se confirmaba como primer haute-contre, con este Fortunio excepcional firma directamente su mejor grabación hasta la fecha. El dominio técnico es sobresaliente, qué maravilla la messa di voce, los pianissimi y los agudos. Sumando la madurez artística y vocal plena, construye un personaje de carne y hueso, un anti-héroe que oscila entre el arrojo y el desespero –maravillan los acentos infinitos–, alguien de quien todos deberían tomar ejemplo, en la obra como en la vida real.
Anne-Catherine Gillet es otra intérprete sensible que siempre intenta dotar de espesor dramático a sus personajes, por más insulsos que puedan parecer como la Sophie de Werther. De lo que era capaz ya dio buena cuenta al encarnar al desgraciado Rey de Roma –protagonista de L’Aiglon, compuesto a cuatro manos por Arthur Honegger y Jacques Ibert– en una interpretación antológica. Con Jacqueline repite timbre cristalino, seguridad en el canto, registro agudo magnífico, y una capacidad de comunicación excepcional gracias también a una dicción inmaculada.
También Sébastien Bou se está labrando una discografía de todo respeto, que se remonta a la tragédie lyrique dieciochesca (Renaud de Sacchini, el Tarare de Salieri antes citado). Si bien llama menos la atención la voz, su capacidad interpretativa es igualmente excelente, como confirma en esta ocasión con Clavaroche. Por su parte, Franck Léguérinel se mueve como pez en el agua en este repertorio, que frecuenta desde hace mucho (Vert-Vert de Offenbach) y donde se revela como magnífico actor (para muestra, su marquis de Corcy con el reciente Postillon de Lonjumeau de Adam). Igualmente estupendo Philippe-Nicolas Martin como Landry y el resto de secundarios.
Director, coro y orquesta son los mismos que encontrábamos a principios de año con el Hamlet de Thomas. Las palabras que les dediqué entonces sirven de nuevo calcadas: “El coro Les éléments causa una impresión sensacional, como la Orquesta de los Campos Elíseos, precisa, dramática, variada bajo la dirección incisiva de Louis Langrée. Acompaña a la perfección a los cantantes, cuyas cualidades realza, y elige sabiamente los tiempos para resultar teatral pero no teatrero”. En esta ocasión brillan igualmente por la paleta de colores desplegados, los matices y el virtuosismo de los que son capaces. Entre todos aseguran la fortuna de Fortunio.
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