España - Madrid
Jugando en el bosque
Jorge Binaghi
Como cada teatro hace su temporada independientemente, a dos meses exactos de su reposición en el Liceu me ha tocado –no me pesa en absoluto- volver a ver la obra maestra de Mozart en Madrid (siendo hasta ahora el Real y el Palau de Valencia los que han seguido adelante con la temporada con las medidas pertinentes. Me pregunto por qué las otras ciudades no, o de a ratos.
Y la pregunta no es política, o sí, en el sentido de que se trata de establecer si la cultura –vi también un Macbeth interesante en el María Guerrero, y obviamente eso es prosa y no lírica- es importante mantenerla ‘viva’ en momentos difíciles). También y por fortuna, como en la Scala, el programa de mano no se ha eliminado. A mí me resultaba cómodo para anotar cosas, pero también había a veces artículos interesantes. Me pregunto si la mayoría del público (que no es el de menos edad) accede fácilmente y con ganas a las versiones ‘online’ que se ofrecen como alternativa. A mí me da pereza.
Si se tratara de un partido de fútbol (creo que no lo es aunque haya elementos comunes) tendría que decir que el Real ganó por puntos aunque no por goleada. Y eso pese a que la puesta en escena de (un director de escena que puede ser genial o no, y como es lógico la mayor parte de las veces no lo es) es para mí menos lograda que la de (alguien que a mí en general no me gusta demasiado – o nada). Hay, aquí y allá, destellos interesantes, pero el conjunto no lo es.
El decorado único del bosque provoca sinsentidos como que Elvira aparezca esperando el bus y el catálogo de las conquistas sea el horario del mismo (y ya que en un bosque tan ‘preocupante’ y nada amistoso como este haya un bus con horario parece ligeramente incongruente). La presencia de algún personaje no requerido en algunas escenas resultan inexplicables y no convencen.
Aquí amo y servidor se drogan con todo, Elvira fuma después de –al parecer- haber tenido un encuentro sexual con Leporello disfrazado de Don Giovanni, Ana es claramente una hipócrita que sólo piensa en acostarse con el protagonista, pero quiere mantener su reputación a salvo, Octavio es menos anémico que de costumbre –de hecho es el personaje que mejor conformado está, y como premio le cortan su segunda aria…La relación entre patrón y criado es ambigua y el inicio del segundo acto con una escena en silencio que no muda porque Leporello hace burla de los graznidos de un cuervo es la mejor prueba.
Olvidaba decir que, como ocurre últimamente, durante la obertura se produce el duelo con el Comendador, y aquí Giovanni queda malherido y se va arrastrando en su agonía (drogas mediante) hasta su final en una fosa que le prepara con una bonita pala el Comendador (que obviamente no tiene estatua en medio del bosque, por lo que tampoco hay cementerio). estuvo muy bien, como en Barcelona, pero allí me gustó más su interpretación, porque aquí su Don Juan es demasiado maduro; vocalmente estuvo tan bien como aquí.
El que se robó la función, como suele, es que lamentablemente canta poco Leporello; la voz se mantiene lozana, con mayor resonancia y color en el grave sin haber perdido ni homogeneidad ni extensión en el agudo, y claramente superaba a las de los demás en los conjuntos. Sus recitativos como siempre están a medio camino entre el hablado y el recitado, y como siempre también no siempre todas sus ideas y soluciones son felices desde mi punto de vista, pero que defiende su posición y que tiene derecho a hacerlo porque no se trata de trucos para disimular carencias está claro. Aunque no me gustó que él –y otros, incluida la pobre Elvira- tuvieran que montar a un árbol, sus intervenciones desde el mismo en la única escena del segundo acto en que el protagonista no aparece constituyeron lo mejor de la noche y de toda su actuación (sin despreciar su excelente ‘Madamina’ y otros momentos).
Peter estuvo bien, con su voz siempre oscura y bien utilizada, su apostura y su buen hacer, de modo que lamenté que no pudiera oírle ‘Il mio tesoro’ aunque está claro que ciertas notas filadas no tuvieron el brillo ni la exquisitez de algunos líricos de mayor belleza vocal y color más claros (tipo Wunderlich o Gedda o Beczala). El Masetto de
Entre las señoras destacó (vaya novedad) , una Zerlina ideal por voz, canto y actuación.
nunca me ha interesado mucho vocalmente, pero Elvira le cae bien a su canto y personalidad e incluso los inevitables agudos metálicos y tirantes tuvieron más lógica y me parecieron menos frecuentes que en otras oportunidades. Así como las mezzos se han ido apoderando (creo que mal) de Zerlina y Elvira, hoy en día es imposible saber con qué doña Ana se va encontrar uno porque ha sido inmune (hasta ahora) a las mezzos, pero creo que de la Nilsson a Miah Persson todo tipo de sopranos han creído que se encontraba dentro de sus posibilidades.
El coro hizo bien lo poco que tiene que hacer (con mascarilla) y la orquesta sonó muy bien. Bolton es un director que me suele gustar, pero debo decir que esta vez no me interesó demasiado (tanto que por momentos olvidé escuchar a la orquesta). Desde el inicio faltó tensión (y el volumen no resuelve ese problema), algunos tiempos fueron, más que lentos, desganados, y en general el segundo acto tuvo un poco más de vida que el primero. Público muy numeroso y atento siempre dentro de las circunstancias y, como en otros sitios, estoy seguro de que tanto en algunos números individuales como al final los aplausos habrían sonado por más tiempo y con más entusiasmo, pero si uno está pensando en salir por piernas o en respirar con alguna libertad ya está bien así.
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