Recensiones bibliográficas

Perspectivas sobre Donald Trump

Estados Unidos destruye los pilares de su propia democracia

Juan Carlos Tellechea
lunes, 11 de enero de 2021
Der Amerikanische Traum © 2020 by wbg Academic Der Amerikanische Traum © 2020 by wbg Academic
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Lo que más ha sorprendido, tras el asedio y asalto al Capitolio el pasado 6 de enero, con un saldo de cuatro muertos y decenas de heridos, es que no todos los miembros del Congreso condenaran el ataque sin precedentes contra la institución central de la democracia estadounidense. En realidad, toda la élite política del país debiera estar ahora más unida que nunca para defender los cimientos del sistema. Que esto no ocurra así muestra claramente cuán profunda es la polarización política en los Estados Unidos de América.

En su toma de posesión el 20 de enero de 2017, a la que asistieron el presidente saliente Barack Obama y su vicepresidente Joe Biden, el presidente Donald Trump juró proteger la Constitución estadounidense. Pero, es una ironía, porque de hecho, durante los últimos cuatro años ha estado haciendo todo lo posible para destruir esa ley fundamental y el proceso de toma de decisiones de la democracia estadounidense, evoca el historiador Volker Depkat(El Paso/Texas, 1965) autor de Geschichte der USA (Historia de los Estados Unidos de América), publicado por la prestigiosa editorial Kohlhammer, de Stuttgart.

Pieza enlazada

En este sentido los graves incidentes de Washington encajan lógica y consistentemente como punto culminante en esta presidencia completamente disruptiva de Trump, afirma Depkat, profesor de Estudios Estadounidenses de la Universidad de Regensburg y especializado en historia política, social y cultural de América del Norte.

El catedrático confiesa estar más sorprendido por el alcance de la violencia que por el hecho de que Trump esté haciendo todo lo posible para romper las reglas de la democracia y de la convivencia de este país. Otra de esas rupturas: no asistirá al acto de juramento de su sucesor Joe Biden y de su vicepresidenta Kamala Harris el próximo 20 de enero a las 12 horas (hora de Washington DC). El presidente saliente se ríe del sistema, mientras los demócratas preparan lo antes posible un juicio político y un procedimiento para inhabilitarlo políticamente en el futuro por incitar a la insurrección y faltar a sus obligaciones constitucionales -en opinión de Depkat poco realista en cuanto a alcanzar una mayoría de votos con los republicanos en el Senado y en tan corto tiempo.

Hay Trump para rato

A decir verdad, el infantiloide, megalómano e incendiario Trump (ahora sin su juguetito preferido, el tuiteo) es solo el síntoma de una crisis en la democracia liberal que se ha acumulado durante los últimos 40 años más o menos. En Pekín y en Moscú, sus líderes seguramente se frotan las manos y descorchan botellas de champán para festejar con júbilo el acontecimiento. A esta altura, no tienen dudas de lo frágil que se ha vuelto la democracia estadounidense. Su supuesta resistencia se evapora tan pronto como los ciudadanos ya no están dispuestos a actuar según las reglas. La mezcla de un sistema bipartidista polarizante y las cámaras de resonancia de los medios de comunicación social ha demostrado ser altamente explosiva.

Aunque la tormenta desatada por los partidarios de Trump en el Capitolio se pudo controlar con relativa rapidez, las consecuencias de este incidente son imprevisibles. La profunda brecha en la sociedad es simplemente demasiado grande para que las tremendas emociones que se despertaron se reduzcan tan rápidamente. Generaciones de políticos complacientes y corruptos son responsables del constante declive de la cultura política en los Estados Unidos.

En tal sentido, deberíamos mirar mucho más de cerca lo que hizo posible su presidencia que lo que él está haciendo hoy, agrega el académico, doctorado en 1996 en la Universidad de Göttingen con su tesis sobre las Imágenes de los Estados Unidos de América en los discursos políticos. Revistas alemanas 1789-1830.

A Trump no lo deberíamos subestimar bajo ninguna circunstancia, sostiene. En cierto modo, él tiene un ingenio demoníaco. Desde un principio se dió cuenta de que los partidos aún no habían movilizado a sus potenciales votantes.

Por un lado, las personas que no están muy bien educadas y que se ven a sí mismas como víctimas de la globalización. Pero también los votantes de todos los medios sociales que están muy insatisfechos con la liberalización de la sociedad estadounidense. Trump activó a todas estas personas que, en general, son un grupo muy heterogéneo, para que lo llevaran a la Casa Blanca y vinieran con él.

El éxito de Trump al convertirse en el 45º presidente de Estados Unidos no es el resultado de meras coincidencias accidentales, hay toda una estrategia detrás; y un aspecto importante es el de que, con los republicanos, prácticamente secuestró a todo un partido. Antes que él ha habido varios candidatos presidenciales independientes y apartidistas, muchos de ellos acaudalados y en capacidad de financiar sus campañas electorales en parte con sus activos privados.


Responsabilidad de los republicanos

Trump también lo hubiera podido hacer, pero decidió operar a través del partido Republicano, secuestrarlo y convertirlo en un instrumento de su política. Con algunas excepciones, hasta hace poco, todos los republicanos estaban en su línea; e incluso ahora, después de los cruentos disturbios en el Capitolio, numerosos senadores republicanos y miembros de la Cámara de Representantes se opusieron a los resultados de las elecciones de noviembre pasado. La élite del partido Republicano tiene una gran responsabilidad en este estado de cosas. Los republicanos han vendido su alma a un forajido, con tal de alcanzar el poder y detentar cargos políticos. Trump tiene un apoyo continuo en el partido.

La reconciliación de la sociedad estadounidense dividida solo puede tener éxito si gran parte del partido Republicano se aleja permanentemente de Trump, pero también de la estrategia de radicalizar a los votantes de tal manera que surja la hostilidad política. El presidente Biden, por sí solo, no logrará reconciliar a la sociedad. Para aliviar la ira existente contra las élites políticas, se deben mejorar las condiciones sociales en Estados Unidos. Las personas en la vida cotidiana tendrían que experimentar que algo está cambiando, de lo contrario, la ira continuará.

Y me temo que el trumpismo no desaparecerá con la inauguración del nuevo gobierno de Joe Biden el próximo 20 de enero, acota Depkat. En el informe final, tras las elecciones presidenciales del pasado 3 de noviembre se enfatiza una y otra vez la extraordinaria cantidad de votos que tuvo Biden (81,3 millones).

Lo que está menos claro es lo siguiente: en la historia de los Estados Unidos, Trump es el perdedor en las elecciones con 74,2 millones de votos. En 2020, Trump no solo pudo movilizar a todo su electorado nuevamente a partir de 2016, sino que también ganó millones de nuevos votantes. Y de estos muchos millones de votantes de Trump, no pocos creen que la elección presidencial fue amañada, lo que se debe a los cuentos de hadas del presidente todavía en ejercicio, subraya.

Más hechos graves

Naturalmente, nada de lo que haga Trump en el futuro debería sorprendernos. La polarización política que observamos hoy se basa en una profunda bipolaridad social desde la década de 1960. Un ejemplo es la multiplicación de estilos de vida desde entonces, la sociedad se ha vuelto más plural, étnica y culturalmente más diversificada, afirma el historiador.

La inmigración en las últimas décadas ha hecho de los Estados Unidos un reflejo de la sociedad global, en la que un gran número de grupos reclaman el derecho a opinar sobre lo que es ese país. Además de una redistribución masiva de la riqueza de abajo hacia arriba, todo esto conduce a una profunda incertidumbre sobre la propia identidad.

Este es el meollo del asunto, y sobre todo la cuestión de quién determina realmente qué es ser “estadounidense“. La sociedad está divida en parcelas, en grupos y campamentos, a veces también llamadas “tribus“, que apenas se toleran entre sí y que a menudo se mirán con odio unos a otros.

En Estados Unidos hay una lucha por la cosmovisión correcta. Verbigracia, ¿se comporta como un estadounidense un hombre que es abiertamente gay ? Algunos dicen que sí, otros dicen que no, hasta donde llega la línea de conflicto. Pero lo que es muy importante: la división social provocó la política, y no al revés.

El denominado Sueño Americano no se limita a la fórmula de lavaplatos a millonario - es la promesa de una vida autodeterminada de libre desarrollo personal. Pero las apariencias engañan,

como muestra por su parte Kai Bucholz en su libro Der amerikanische Traum. Eine kritische Bilanz (El sueño americano. Un balance crítico), publicado por la renombrada editorial wbg Theiss, de Darmstadt.

No sólo desde Donald Trump. Los mundos del pensamiento del Ku Klux Klan, los fundamentalistas evangélicos y los partidarios de la extrema derecha, así como los abismos de una agresiva política exterior estadounidense, revelan el lado oscuro antihumano de los Estados Unidos, afirma Bucholz, catedrático de la Facultad de Diseño, Diseño Industrial y Diseño de la Comunicación, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Darmstadt.

Un reguero de sangre recorre la historia de los Estados Unidos, desde los asesinatos de Abraham Lincoln y Martin Luther King hasta los atentados con bombas de la derecha radical en Oklahoma City y Atlanta y las masacres en Charlottesville y El Paso, agrega. ¿Qué hay que hacer para que la dignidad humana, el estado de derecho, la paz y los procesos democráticos de toma de decisiones se lleven a cabo plenamente?, se pregunta retóricamente.

La obra de Bucholz, decano del Departamento de Historia y Teoría del Diseño, entrega una visión general concisa y accesible que combina aspectos históricos, sociopolíticos y filosóficos en un marco general que invita a la reflexión sobre la actual evolución de los Estados Unidos.

Uso y abuso de las tensiones

Los políticos y sus partidos utilizaron la tensión y división reinantes en la sociedad estadounidense para sus propios fines y sus propias políticas de intereses, acota a su vez el historiador Volker Depkat. En los últimos ocho años, esto ha llevado a una erosión notablemente acelerada del consenso social básico en los Estados Unidos. Siempre solía haber un acuerdo tácito sobre lo que todavía era política y socialmente permisible. Gran parte de la democracia estadounidense no se basa en leyes escritas, sino en tradiciones centenarias y convenciones informales que, hasta hace poco, nadie ha cuestionado.

Hasta que llegó Donald Trump, quien está cuestionando todo esto de manera masiva y militante. Durante su presidencia a menudo parecía errático y desenfocado, pero estaba siguiendo un plan importante para sabotear la democracia estadounidense, mientras actuaba como si estuviera de acuerdo con la rutina diaria.

No fue la última línea de Trump

Según mis observaciones los individuos que asaltaron el Capitolio eran principalmente personas de mediana edad, sin educación académica, y provenientes del campo racista de derecha en las zonas rurales de los Estados Unidos. La pregunta que me hago, sin embargo, es por qué la policía no intervino mucho antes. Pero no podemos cometer el error de ver a estos atacantes del Capitolio como la última alineación de Trump. No fueron solo los “estúpidos“ y los pobres los que votaron por Trump, como a veces se escucha en los círculos liberales educados, sino personas de diferentes ámbitos de la vida. El votante típico de Trump no existe , señala Depkat.

El todavía vicepresidente Mike Pence ha demostrado ser un político defensor de la Constitución y completó debidamente el proceso de reconocer a Joe Biden como el nuevo jefe de estado de los Estados Unidos. Pero la cuestión es si este podrá restablecer la unidad en el país. Los votantes de Trump no se irán simplemente. Sobre todo porque, con toda probabilidad, Trump seguirá provocando disturbios. Pero despierta esperanzas el que a pesar de todas las maniobras disruptivas, el recuento de votos y el proceso de traspaso al nuevo gobierno de Biden funcionara relativamente bien. Y con el debido respeto: el hecho de que después de ocho años de Barack Obama y cuatro años de Donald Trump, un Joe Biden conciliador y un tanto abuelo asuma el cargo, también puede ser bueno para el país. Sobre todo porque Biden, un veterano de la política, conoce muy bien las instituciones políticas.

Sin embargo, queda un hecho: tan firmemente como Biden defiende la Constitución, millones de estadounidenses continúan dudando de la legitimidad de su elección.

Aún no se puede prever cómo resolverá Biden este problema en cuatro años, si es que puede resolverlo. Por otro lado, no debemos subestimar los poderes de autocuración de una sociedad democrática. La democracia estadounidense surgió fortalecida de la guerra civil del siglo XIX y de alguna manera se ha renovado. Lo mismo se aplica a la Gran Depresión de la década de 1930 que en Estados Unidos condujo a la reestructuración de la democracia por parte del estado de bienestar bajo el signo del New Deal, mientras que en Alemania llevó a la destrucción de la democracia y al establecimiento de la dictadura nacionalsocialista, puntualiza finalmente Volker Depkat.

Notas

Kai Bucholz, «Der Amerikanische Traum. Eine kritische Bilanz», Darmstadt: vbg Academic Verlag, 2020, 192 Seiten, 9 Farbig; 18 SW. ISBN 978-3-534-27337-9

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