España - Madrid
Fordlandia, antesala de Filomena
Germán García Tomás

Como coliseos casi exclusivamente consagrados al arte de la danza bajo el timón de la coreógrafa Blanca Li, los madrileños Teatros del Canal han empezado el año con un interesante y simbólico espectáculo de ballet de pequeño formato a cargo de dos bailarines: la pareja que forman en la vida real la donostiarra Lucía Lacarra y el canadiense Matthew Golding, toda una concesión a los anhelos y desvelos de una relación conyugal mediante el lenguaje de la danza contemporánea. La fuerte nevada fruto del temporal Filomena que asoló la capital española hizo que las únicas seis funciones inicialmente previstas se quedasen en cuatro. Quién podía haberlo previsto, pese al certero pronóstico largamente anunciado de la Agencia Estatal de Meteorología, a la que no nos tomábamos muy en serio, y de la que en este Fordlandia había un pequeño e inconsciente guiño. Porque esta contumaz y copiosa nevada muy bien podía haber sido pareja a la que nos plasma el soviético Gueorgui Sviridov en su suite cinematográfica Tormenta de nieve, basada en la historia homónima de Pushkin, de la que Lacarra y Golding bailaron aquí el hermosísimo Romance, con solos instrumentales (violín, oboe…) repartiéndose la nostálgica melodía, y que nos evoca tanto a Shostakovich y, de nuevo el séptimo arte, a su pieza de igual título que concibió para la película El tábano.
Sí, la cinematografía a pequeña escala, un elemento característico de Fordlandia, -montaje estrenado en Dortmund en septiembre y presentado en diciembre en el bilbaíno Teatro Arriaga-, cuya continuidad escénica se apoya en proyecciones grabadas de ambos artistas a la manera de cortos cinematográficos en donde se les ve bailar y actuar en paisajes boscosos y marítimos, en unos movimientos y poses que complementan los que vemos sobre el escenario, todo un entramado audiovisual que forma un ágil continuum entre las seis coreografías que conforman el espectáculo a la manera de secuencias de cine. Lacarra y Golding parten de un teatro vacío en las dos primeras firmadas por Anna Hop, desde el inicial proscenio donde vemos a la bailarina hasta las bambalinas y las instancias superiores bajo los acordes de los nocturnos de Chopin, en los que, sobre todo en el melancólico Nocturno op. 48 nº 1, la intensidad emocional de los movimientos corporales impregna de apasionamiento la escena hasta degenerar en una situación de ausencia. Cierto equilibrio clásico define a estos pases de baile que apelan al sentimiento y las emociones que comparten sus protagonistas, en vez de al característico lucimiento de los bailarines, pese a que de entrada estas piezas puedan parecer asociadas a lo meramente salonístico y aristocrático, como trasluce el Nocturno op. 9 nº 2 del polaco, con el que el rostro luminoso y jovial en primer plano de Lacarra parece invitar al público a un amable viaje por los entresijos del baile.
Pero volviendo a la ausencia la hallamos asimismo en esas altas cordilleras donde el vídeo nos sitúa a Ella, o esa casi omnipresente silla a orillas de un mar calmo y sosegado en la que está sentado Él, en lo que es el momento nuclear y culminante, expresivamente exaltado, de Fordlandia, con la pieza homónima de Jóhann Jóhannsson, compuesta en 2008, como protagonista de la espectacular coreografía de Juanjo Arques, que también utiliza la obra A Pile of Dust, parte del álbum Orphée de Deutsche Grammophon. La propuesta artística es una suerte de homenaje al compositor islandés tristemente desaparecido en 2018, cuya música minimalista y ambiental en su estatismo e intensidad creciente volverá encrespados los anhelos de ambos, desde su inicial ubicación, hasta que evolucionen juntos bajo el indómito oleaje de un mar embravecido que los agita ya en el escenario.
Unión y separación: el hilo conductor de esta emotiva, desnuda y abstracta expresión coreográfica, que en su multiplicidad de prismas sonoros alcanza dosis de una enorme belleza estética, a cuya consecución se entregan en cuerpo y alma la pareja. Y aunque Filomena no pareciera entender de danza, su antesala teatral Fordlandia nos quiso traer en forma de coreografía una tormenta de nieve (“Snow Storm”), muchos montones de polvo nevado (“Pile of Dust”) y una comunión poéticamente seductora entre dos amantes después de la lluvia (“After the Rain”) bajo el hipnotismo balanceante de Spiegel im Spiegel de Arvo Pärt. Con permiso de la sutil compenetración y entendimiento que nos transmitía el matrimonio Lacarra/Holding, qué mejor banda sonora la del estonio para describir la calma y quietud (“Stillness”), transitoria primicia climatológica, de un paisaje nevado.
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