Recensiones bibliográficas
Perspectivas sobre Donald TrumpJoe Biden, el desescombrador de la Casa Blanca
Juan Carlos Tellechea
Pese a la exhaustiva operación de limpieza, desinfección y desescombro a que ha sido sometida la Casa Blanca, tras la partida del caótico inquilino que la ocupaba desde 2016, el peligro de una secesión en los Estados Unidos de América sigue latente, no ha sido aventado con la investidura, en una ceremonia sin precedentes, del nuevo presidente, el demócrata Joe Biden y su vicepresidenta Kamala Harris.
La amenaza, si bien no inminente, no puede ser descartada, menos aún desde la intentona de corte fascista contra el Capitolio instigada por el trastornado ex presidente Donald Trump sometido ahora a un histórico segundo juicio político que terminará seguramente como el primero: en una absolución. Si los ciudadanos de ese gran país no cobran conciencia de la grave situación actual por la que están pasando la unidad nacional quedará muy lejos de ser garantizada. Pero Biden y su gobierno demócrata harían bien en centrarse en convencer a los votantes del centro con una buena política; el problema de Trump se solucionaría así por sí solo.
Corazones endurecidos
Cuando el presidente Biden comenzó su discurso el pasado 20 de enero, tras el acto de investidura, el clima pareció cambiar de repente. Prevalecía un cielo intensamente azul en un día soleado. Pero, en sentido figurado, el nuevo primer mandatario se encontraba, y se encuentra aún, en medio de una densa niebla. Su alocución inaugural estuvo llena de mensajes contundentes sobre las crisis que se propone combatir, ya sea la pandemia, el desarrollo económico o la división del país. Sin embargo, las palabras maravillosamente hermosas que pronunció, por sí solas, no pueden conmover a las personas que tienen ya el corazón endurecido.
Quienquiera que se plantée esbozar cómo una democracia estable puede derivar en autocrática y finalmente destruirse no tiene que mirar muy atrás en la historia. Trump proporcionó un estudio casuístico perfecto sobre esta hipótesis. Los ingredientes son los mismos de siempre: desde la egomanía hasta la total crueldad, un fuego constante de mentiras y odio, una comunidad desgarrada con un sistema inmunológico debilitado.
Las corrientes racistas y antidemocráticas también fluyen en las viejas democracias y su energía destructora puede ser aprovechada o reforzada a través de las redes sociales por aquellos que son lo suficientemente desvergonzados y venales como para poner en práctica todas sus atrocidades.
Los peligros
Más de 20.000 individuos de extrema derecha están dispuestos a perpetrar actos de violencia y de terrorismo en los Estados Unidos y esto puede representar un gran peligro para el gobierno de Biden a corto plazo y a largo término, también desde el punto de vista político,
afirma el politólogo Peter Neumann, del renombrado International Centre for the Study of Radicalisation, así como catedrático de Estudios sobre Seguridad del Department of War Studies, del King's College, de Londres.
Según cálculos conservadores, se estiman en unos dos millones los sujetos de extrema derecha en Estados Unidos, de los cuales
un 1% aproximadamente son sumamente peligrosos, están muy bien armados y entrenados, algunos son policías y militares activos, en retiro o veteranos y tienen el apoyo de políticos republicanos que siguen considerando legítimo al gobierno de Trump e ilegítimo al de Biden, agrega el académico cuya institución asesora periódicamente a los servicios secretos estadounidenses en materia de lucha contra el terrorismo. El enemigo está en nuestra propia casa,
constata con espanto la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, mientras se discute la instalación de nuevos sistemas de vigilancia y seguridad que cubran un gran perímetro alrededor del Capitolio. En este mismo escenario del crimen tiene lugar el juicio político a Trump, el primer presidente y ex presidente sometido a un proceso de este tipo.
El caldo de cultivo ya está preparado. De ahí que el FBI haya controlado expresamente a cada uno de los 25.000 soldados de la Guardia Nacional apostados en Washington para el acto de juramento del nuevo presidente en el Capitolio.
Para enfrentar esta peligrosa situación que amenaza con polarizar aún más a los Estados Unidos, Biden tendría que disponer que los servicios secretos observen y persigan a estos grupos violentos de extrema derecha, cosa que no ha ocurrido en los últimos cuatro años con Trump, subraya Neumann.
Los vaticinios
Arthur M. Schlesinger el célebre historiador y crítico social ya lo pronosticaba en 1991 en su libro The Disuniting of America. Reflections on a Multicultural Society, traducido ahora al alemán por Paul Nellen, bajo el título de Die Spaltung Amerikas: Überlegungen zu einer multikulturellen Gesellschaft*(La división de los Estados Unidos de América. Reflexiones sobre una sociedad multicultural) y publicado por la editorial Ibidem, de Stuttgart, con un prefacio de la destacada historiadora y socióloga Sandra Kostner, de la Universidad de Pedagogía de Schwäbisch Gmünd.
Schlesinger reconocía hace más de tres décadas, y con mucha visión de futuro, la dirección en la que se desarrollaría la sociedad estadounidense que hoy parece más dividida que nunca. Las líneas de falla atraviesan profundamente todos sus estamentos. Esto es particularmente evidente en las verdades representadas por los votantes de Trump por un lado y los votantes de Biden por el otro, donde prácticamente no hay interfaces.
La desunión
Es hora de que los ciudadanos estadounidenses despierten a una realidad fundamental
sin destruirse a sí mismos, la polarización pone al país rumbo a la desunión, afirma ahora el periodista David French en su mesurado libro Divided We Fall.*
Los sujetos que asaltaron el Capitolio el miércoles 6 de enero tramaban su acto desde mucho antes de que el presidente saliente los instigara a la insurrección. El derrotado presidente solo echó gasolina al fuego. Paradójicamente, nuestra ira colectiva por la política y la amenaza a la democracia puede ser ahora lo único que tenemos en común, reconoce French.
El editor jefe del periódico online de centro derecha Dispatch, crítico de Trump, y columnista del The New York Times identifica regiones geográficas que se han convertido ya en lo que él denomina "supergrupos" de personas de ideas afines, donde las interacciones personales alimentan opiniones políticas cada vez más extremas.
La secesión
French evoca que antes se solía pensar en la política estadounidense como esa gran curva en forma de campana, en la que había una gran mayoría de personas de centro izquierda y centro derecha. Esa curva, sostiene, se ha estado aplanando durante años a medida que más personas se reúnen en los bordes extremos.
Ambos lados creen que están perdiendo la guerra cultural, lo que lleva a más enemistad, disgusto y deshumanización recíprocos Mirando sentimientos separatistas similares alrededor del mundo, el autor se pregunta si la secesión o la desunión será quizás el futuro de los Estados Unidos.
Procuran la impunidad para Trump
Sin embargo, a pesar de los hechos desgarradores ocurridos en estos cuatro años, ya me están bombardeando con solicitudes para "seguir adelante", para pasar página y concentrarme en Joe Biden. Prestar atención continua a Trump es una prueba más de mi supuesto síndrome del trastorno de Trump. Sin embargo, nadie puede realmente "seguir adelante" hasta que terminemos de manera adecuada y justa el último acto persistente del mandato de Trump,
afirma French en su más reciente columna del Dispatch.
En su segundo juicio político sus principales defensores políticos incluirán a los evangélicos en el Senado. Su electorado de base que exige la absolución comprende a millones de evangélicos en el corazón del país, agrega. Y muchos de esos mismos evangélicos continuarán buscando excluir y castigar a los hermanos cristianos que piden una responsabilidad significativa por errores serios y comprobados, cometidos por Trump, subraya.
Como de costumbre, al perturbado Trump se lo vuelve a subestimar una y otra vez. El trumpismo no se acaba con su desafuero; tiene suficientes vástagos que pueden continuar inmediatamente su legado (Donald hijo o Ivanka). Y además con el respaldo de los conspiradores de Qanon, infiltrada en el Congreso y convertida ya en una religión.
Los republicanos, a su vez, están ante un dilema: con Trump no pueden ganar las elecciones presidenciales, sin sus partidarios perderían distritos electorales clave en el futuro. Muchos políticos del Grand Old Party (GOP) seguirán temiendo la influencia del ex presidente, pero dependerá de los medios de comunicación el impacto que podrán tener sus declaraciones. El circo mediático sigue a Trump a Mar-a-Lago y vende cada una de sus frases como noticias de último momento.
El fin de los Estados Unidos de América
La destacada y varias veces laureada historiadora Jill Lepore , catedrática de la Universidad de Harvard, y escritora del equipo de redacción de la revista semanal The New Yorker, sostiene que el partido Republicano estaba listo para destruir a los Estados Unidos de América bajo la presidencia de Trump, el peor primer mandatario en la historia del país.
El partido Republicano es una vergüenza nacional. Su perfidia en la Cámara de Representantes y en el Senado, su podredumbre y su voluntad de destruir el país solo para mantenerse en el poder han dividido profundamente a nuestra sociedad,
se lamenta Lepore, autora de The Story of America y These Truths , publicados en alemán por la editorial C. H. Beck, de Múnich, bajo los títulos de Dieses Amerika. Manifest für eine bessere Nation (Esa América. Manifiesto para una mejor nación) y Diese Wahrheiten. Geschichte der Vereigniten Staaten von Amerika (Esas verdades. Historia de los Estados Unidos de América).
La historiadora critica, y con toda razón
el desenfreno de unos medios conservadores dispuestos a incitar a la violencia; la irresponsabilidad de Twitter y Facebook; y, no menos importante, la venalidad, la criminalidad y el desarreglo del presidente.
Aún de pie
Tras la intentona fascista alentada por el trastornado Trump el pasado 6 de enero, Lepore señala que
el país está todavía de pie, bastante agitado aún y con las piernas temblorosas sin saber a ciencia cierta si ha superado la prueba, si lo ocurrido pasará a la historia como el fracaso final de un loco o si representa el final de los Estados Unidos de América.
Las imágenes de televisión que recorrieron el planeta aquel 6 de enero parecían mostrar a un país del Tercer Mundo en disolución. La extrema pobreza en muchas ciudades estadounidenses despierta también esa impresión; no va muy a la zaga de la miseria crónica que padecen muchas urbes de América Latina, África y Asia.
Trump saca partido en provecho propio de la situación
Definitivamente no es sólo Donald Trump el que llevó a esta situación al país. Trump, él mismo un empresario arruinado y endeudado en al menos unos 1.200 millones de dólares, aunque trate de ocultarlo, en realidad se aprovechó de ello, apunta Jill Lepore. Esta división viene desarrollándose en los Estados Unidos desde la Guerra de Vietnam (1955 - 1975). Los politólogos se han preguntado reiteradamente sobre esta cuestión en sucesivas encuestas.
Observando la curva en un gráfico sobre el tema, se ve muy poca polarización después de la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945) hasta 1968; es a partir de entonces cuando se registra súbitamente un aumento masivo. La dicotomía se desarrolló en paralelo con la creciente desigualdad de ingresos.
La globalización
El entonces presidente Richard Nixon se apartó del modelo de estado de bienestar. Comenzó entonces la globalización. Sin esta polarización Trump nunca hubiera podido convertirse en presidente. La aprovechó y la empeoró. Pero las razones de la división no estaban en su presidencia. Sin embargo, ahora tenemos que agachar la cabeza y aceptar estos cuatro años locos que desataron el asedio y asalto al Capitolio, señala la historiadora.
En un reciente ensayo publicado en The New Yorker Lepore analiza el vertiginoso descenso del salario real de los trabajadores estadounidenses a niveles preindustriales, y el descomunal ascenso de las compensaciones a los ejecutivos de las compañías norteamericanas, más de 200 veces superiores a las de los primeros.
Con la subida del PIB y los salarios bajos o extremadamente bajos (miserables) para tantos estadounidenses, ¿a dónde se fue toda esa riqueza? Gran parte de ella fue a parar a los jefes ejecutivos: en 1965, la indemnización de los directores ejecutivos era veinte veces superior a la del trabajador medio; en 2015, era más de doscientas veces superior a la del trabajador medio [que labora hasta 50 horas por semana e incluso se le prohíbe pertenecer a un sindicato, bajo amenaza de perder su empleo].
Esa es la situación en los Estados Unidos, muy lejos de la de Alemania o de Francia, por ejemplo. Hay un imperativo político urgente para que la clase trabajadora norteamericana intervenga con su propio programa y perspectiva para hablar sobre la importancia nacional y global del ascenso de estas tendencias fascistas, sus orígenes sociales y políticos, así como para desarrollar una estrategia que le permita defenderse de ellas.
Europa y Estados Unidos
Cuando se trata de la aparición de políticos autoritarios, a menudo se hace una comparación con las décadas de 1920 y 1930 sin reparar si ello tiene o no sentido. Los Estados Unidos se encontraban en una posición diferente a la de los países europeos después de la Primera Guerra Mundial. La economía era estable, las ciudades crecían.
En Europa, en cambio, no fue tan fácil compensar la destrucción de la guerra. Y a diferencia de Europa, los Estados Unidos tenían un líder político (el demócrata Franklin D. Roosevelt) que era todo menos autoritario. Los Estados Unidos tenían una democracia mucho más fuerte al final de la Segunda Guerra Mundial que antes.
Sin embargo, hay que ver de cerca por qué los Estados Unidos no terminaron al final en un camino fascista, a pesar de la grave crisis económica.
Uno podría sacar ciertas lecciones de eso. Sin embargo, creo que las analogías con ese tiempo son erróneas,
subraya la catedrática de Harvard y ensayista de The New Yorker, entre otras publicaciones.
Nazismo y fascismo
SA (Sturmabteilung) de Adolf Hitler (éstos a su vez equiparables a los camisas negras de la Italia fascista organizados por Benito Mussolini), y propone calificar de “motín racial“ a los sucesos del 6 de enero.
Sus participantes eran abrumadoramente blancos, un gran número de ellos eran supuestamente “supremacistas blancos“ , e incluso uno lucía una camiseta estampada con el emblema de Camp Auschwitz, por el campo de concentración y exterminio del régimen genocida nacionalsocialista de . Diputados y senadores se escondieron para no caer en manos de la turba, especialmente aquellos republicanos que durante años han venido incitando a estos actos.
Muchos periodistas describieron el ataque a la legislatura como un “asalto” al Capitolio, lenguaje que los grupos de supremacía blanca deben haber encontrado emocionante, apunta Jill Lepore. Los nazis publicaban un periódico llamado Der Stürmer (El atacante), evoca. QAnon espera una “Tormenta” en la que la cábala satánica que controla los Estados Unidos finalmente será derrotada. Así que una buena idea sería nunca, nunca llamar al 6 de enero "el asalto al Capitolio", subraya.
El asalto fascista al Capitolio
La insurrección de corte fascista en Washington es un punto de inflexión fundamental en la historia política de Estados Unidos. Las viejas glorificaciones de la invencibilidad y la atemporalidad de la democracia estadounidense han sido totalmente expuestas y desacreditadas como un mito político vacío.
A raíz del golpe, y desde días antes de la toma de posesión de Joe Biden, existían continuas amenazas de violencia fascista en todo el país. Al mismo tiempo, todo el sistema político está comprometido en un esfuerzo frenético para encubrir el apoyo de alto nivel a la insurrección dentro del partido Republicano y del aparato militar-policial.
El surgimiento de la política fascista en Estados Unidos, centro del capitalismo mundial, tiene enormes implicaciones internacionales. Las élites ultraconversadoras y derechistas gobernantes se sienten alentadas hacia el autoritarismo y la dictadura. Las formas democráticas de gobierno se están derrumbando bajo la presión de la extrema desigualdad social, la guerra sin fin y una pandemia que ha matado a millones de personas. La restauración de la democracia no será pronto.
La reciente revuelta de los pequeños accionistas en
Sin vaticinios
Los historiadores no son profetas ni tienen ningún privilegio especial para la predicción de estos sucesos. Sin embargo lo que parecía predecible en retrospectiva era simplemente impensable, pero ocurrió. Y la sensación de corrupción y de ver a la gente divagar, pavonearse, agarrar y aplastar cosas, será la imagen duradera de la presidencia de Trump, sentencia la catedrática de Harvard.
Creo que nosotros, todos los que estamos preocupados, tenemos razón en preocuparnos. Trump envía estos mensajes, los republicanos le dan cobertura, pero luego sus seguidores están atrapados en una especie de máquina de automatización de polarización, cierto, donde no pueden más que recibir información que no se cuestiona. El caos es posible debido a que los ciudadanos no han actuado con la debida diligencia al realizar una investigación sobre la situación del gobierno.
Episodios como éstos son siempre inspiradores y representan una advertencia también para el presidente Biden y su vicepresidenta Harris; tales hechos forman parte ya de la historia de los Estados Unidos en el siglo XXI . Trump no tiene precedentes y será muy difícil vaticinar lo que será posible hacer para responder a sus depredaciones mirando hacia el pasado.
Creo que la historia prestará mucha atención a Trump porque es una historia que tiene sentido como una parábola sobre un conjunto mucho mayor de disfunciones políticas. Pero creo que haríamos bien en prestar mucha más atención a los acontecimientos que llevaron al ascenso de Trump y, hasta altas horas de la noche, hasta las primeras horas de la mañana, los republicanos que continuaron defendiendo la posición que equivale a una incitación política y un gran engaño a los votantes en sus estados de origen y en todo el país.
Lo que le espera a Biden
Hay que preguntarse a estas alturas cuáles son los verdaderos problemas de las personas propensas al populismo. Estas personas sienten que las están dejando atrás. A menudo han sido traicionados por la globalización . Perdieron sus hogares y trabajos debido a la crisis financiera .
El alborotador
Biden es alguien que aprecia mucho al líder republicano del Senado Mitch McConnell, con quien debe trabajar muy de cerca para que el gobierno funcione. McConnell es un hombre que lamentablemente cambia de camisa todos los días y durante estos últimos cuatro años aceptó sin pestañear todo lo que le echara Trump.
Un fracaso de Biden también es posible, acota Jill Lepore. Como digo, los historiadores no podemos hacer predicciones sobre lo que ocurrirá en el futuro y es una cuestión abierta todavía sobre lo que hará y lo que le pasará a Trump. Es un loco y no se sabe cuál será el próximo movimiento de un loco.
Identidad e igualdad
El gran error que cometieron los liberales en los Estados Unidos fue reemplazar la cuestión de la igualdad de los ciudadanos por la cuestión de la identidad. Eso ha sido durante largo tiempo dominante en su retórica política. Ciertamente fue de la mano con la pérdida de poder político de los liberales.
Desde hace mucho tiempo, los conservadores y los liberales piensan en términos de política de identidad. Lo hacen porque refuerzan los lazos del partido al atarlos a ciertas categorías como el color de la piel o el género. El proyecto norteamericano originalmente quería exactamente lo contrario. Se quería reemplazar una jerarquía construida sobre la identidad con la igualdad.
La mayor idea de América ha sido la creencia en la igualdad de las personas y sus derechos naturales. La apertura hizo el idealismo de América.
Es lo que ha hecho grande a los Estados Unidos. Ahora la idea de la nación está siendo cercada por ideas políticas como la separación de las minorías o los inmigrantes o los problemas de seguridad de las fronteras de la nación. Todas estas son razones para la debilidad del país, sentencia la historiadora Jill Lepore de la Universidad de Harvard.
Notas
Arthur M. Schlesinger, «Die Spaltung Amerikas: Überlegungen zu einer multikulturellen Gesellschaft», Stuttgart: Ibidem, 2020, 172 Seiten. ISBN 9783838214344
David French, «Divided we Fall. America's Secession Threat and How to Restore Our Nation», New York: St. Martin's Press, 2020, 288 pages. ISBN 9781250201973
Jill Lepore, «Dieses Amerika. Manifest für eine bessere Nation», München: C.H. Beck, 2020, 158 Seiten. ISBN 978-3-406-74920-9
Jill Lepore, «Diese Wahrheiten. Geschichte der Vereigniten Staaten von Amerika», München: C.H. Beck, 2020, 1120 Seiten, mit 33 Abbildungen. ISBN 978-3-406-73988-0
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