Discos

Vanguardista Donizetti

Raúl González Arévalo
jueves, 4 de febrero de 2021
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Gaetano Donizetti: Il paria, ópera seria en dos actos con libreto de Domenico Gilardoni (1829). Albina Shagimuratova (Neala), René Barbera (Idamore), Misha Kiria (Zarete), Marko Mimica (Akebare), Zaide (Kathryn Rudge), Thomas Atkins (Empsaele). Opera Rara Chorus. Britten Sinfonia. Stephen Harris, director de coro. Sir Mark Elder, director. Dos CD (DDD) de 111 minutos de duración. Grabado en los BBC Maida Vale Studios de Londres (Reino Unido), del 1 al 6 de junio de 2019. Opera Rara ORC60. Distribuidor en España: Warner Music Spain.
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El tiempo es implacable y no pocas veces ingrato. Es frecuente escuchar entre algunos aficionados a la lírica que les gusta el Barroco, Mozart y el siglo XX (de Puccini en adelante, para que no entendamos). A lo sumo incluyen Verdi. Y desprecian el bel canto romántico como si fuera un cajón de sastre rancio para frikies de la coloratura. No les falta un punto de razón, porque también hay amantes de la ópera para los que, si no hay gorgorito, no hay interés.

Sin embargo Rossini, Bellini y Donizetti no son lo mismo. Y aunque los dos primeros fueran conservadores en lo político y en lo social, Rossini barrió el panorama operístico italiano como un huracán en la segunda década del siglo XIX y experimentó como le dio la gana con las óperas napolitanas. Bellini y Donizetti eran prácticamente coetáneos, pero solo el primero ha recibido la consideración de revolucionario y experimental, particularmente gracias a dos títulos rompedores – Il pirata (1827) y La straniera (1829)– grabados por Opera Rara.

Donizetti merece el calificativo de experimental y vanguardista como el que más, aunque haya que entenderlo en el contexto de su carrera y en el panorama italiano en torno a 1830. Para confirmarlo, nada mejor que sus obras más incomprendidas, cuyos estrenos tuvieron una mala acogida por parte de público y crítica. En este sentido es fundamental revisar los títulos que precedieron a su consagración en 1831 con Anna Bolena, empezando con este Il paria (1829) y siguiendo con Il castello di Kennilworth ese mismo año, para concluir con Il diluvio universale y, sobre todo, Imelda de’ Lambertazzi, ambas registradas también por la compañía británica.

El último título en particular ha sido considerado el más experimental de todo el catálogo del bergamasco. Pero ciertamente se entiende mejor cómo llega ahí escuchando Il paria. En Donizetti hay coherencia y consecuencia en el camino que sigue, adaptándose a las circunstancias. En esta ocasión, más allá de una trama situada en la India, como Lakmé o Le roi de Lahore, con padres vengativos y amantes desdichados también, merece la pena subrayar las novedades de la partitura, en la que, a diferencia de Imelda, hay algunos aspectos más conservadores, como las espectaculares y dificilísimas arias de entrada para la soprano y el tenor, homenaje al magisterio de Adelaide Tosi y Giambattista Rubini. Así, a la ausencia de sinfonía se une que el primer acto acaba con un dúo para Idamore y Zarete en lugar del concertante de rigor. El segundo lo remata un cuarteto con todos los protagonistas, en vez de un rondó para la prima donna, como encontramos en tantas obras de Rossini y en algunas juveniles del propio Donizetti, como Olivo e Pasquale o Il borgomastro di Saardam.

Menos evidentes pero igualmente llamativos son el dúo entre Neala e Idamore al comienzo del segundo acto, o el recitativo acompañado de Zarete antes de su aria. En ambos emerge una orquestación de una enorme originalidad, casi insólita en la combinación de instrumentos y la inventiva sonora. También el recurso al coro es novedoso, con un papel que supera el de mero efecto coral y acompañamiento a los solistas. El dúo entre Idamore y Zarete, tenor y barítono, tiene resonancias pre-verdianas evidentes en la tensión entre ambos personajes. Si se añade la concisión de la partitura, con un primer acto de una hora y un segundo de cincuenta minutos, se entiende el rápido desarrollo de la acción, otro aspecto bastante inusual.

El principal reclamo del estreno fue el tenor Giambattista Rubini, que no necesita presentación. Favorito de Bellini, el Cisne de Catania compuso expresamente para él y su extenso registro sobreagudo papeles tan icónicos como difíciles: Gernando, Gualtiero, Elvino y Arturo. Donizetti también buscó trabajar con él, con menos éxito. Aunque siempre se recuerdan Percy de la Bolena y Fernando de Marino Faliero, también compuso para él este Idamore, así como los protagonistas de Gianni di Calais y Gianni di Parigi, aunque este último no lo llegó a estrenar. Los papeles bellinianos, más conocidos, dan una idea de las exigencias en materia de extensión (aunque Donizetti no le exigió nunca el Fa4, a diferencia de Bellini) y tesitura, masacrante por elevadísima. Ciertamente René Barbera, cuyo Arturo de I puritani es sobradamente conocido, era una de las mejores opciones actuales a las que podía recurrir Opera Rara. La voz es clara, pero con suficiente cuerpo en el centro. Sobre todo, seduce con un canto elegante, de calidad, más allá de su facilidad para el agudo. Afortunadamente no se limita a disparar cañonazos, matiza constantemente la parte, siendo muy eficaz en la regulación del sonido con filados y pianissimi, con frecuencia falsetes reforzados.

Adelaide Tosi es menos conocida entre los aficionados. Sin embargo, fue destinataria de papeles complicadísimos de Meyerbeer (L’esule di Granata) y Pacini (Alessandro nell’Indie) –también grabados por Opera Rara–, Mercadante (Francesca da Rimini) y el propio Donizetti, para quien también estrenó las protagonistas de L’esule di Roma e Il castello di Kennilworth. Con una capacidad para la coloratura extraordinaria, un registro sobreagudo luminoso y un centro y grave inesperados, era prácticamente un soprano assoluto. También en este caso la soprano elegida es una opción ganadora. La rusa Albina Shagimuratova ha demostrado poseer todas esas capacidades con grabaciones referenciales de la Reina de la Noche mozartiana y de la multipremiada Semiramide de Rossini con los ingleses. En esta ocasión tiene menos oportunidades para lucir su capacidad en el acento dramático, pero su adecuación estilística es total, superior a la que mostraba con el Cisne de Pésaro, y el dominio de la coloratura y del registro agudo sobresalientes, como es marca de la casa. El aria de entrada y el dúo con el tenor son platos fuertes de la grabación.

Las voces graves, Akebare y Zarete, enemigos irreconciliables y padres de los amantes, son asumidos por intérpretes menos conocidos, el croata Marko Mimica y el georgiano Misha Kiria. Ambos prestan voces sonoras e implicación dramática a sus papeles. El segundo aprovecha su gran escena del segundo acto para recordar por qué se cita tantas veces Donizetti como antecedente de Verdi.

El Coro de Opera Rara está espléndido en toda la grabación, destacando en particular en el himno al sol del segundo acto, que se revela como uno de los grandes coros del compositor. Por su parte, la Britten Sinfonia ayuda a rematar una grabación referencial de principio a fin. Quien quiera conocer de primera mano lo que era capaz de ofrecer Donizetti en materia de instrumentación no tiene excusa con este Paria tocado por el conjunto británico. Como en anteriores ocasiones, Sir Mark Elder demuestra que el compositor no tiene secretos para él y pone de manifiesto toda la modernidad de la partitura con entusiasmo y convicción.


Como siempre con la discográfica, la toma de sonido es espléndida, así como las notas del gran Roger Parker. En definitiva, todos los ingredientes hacen que la única grabación disponible hasta la fecha en Bongiovanni, cuyo principal valor era precisamente la carencia de competencia, se diluya sin remedio frente a la propuesta de Opera Rara. Esperemos que la pandemia que nos arrastra desde hace diez meses no impida la grabación el próximo verano de Il furioso all’isola di San Domingo con los mismos cantantes y el nuevo director artístico de la compañía, Carlo Rizzi. La nueva edición crítica promete numerosas sorpresas, incluyendo música desconocida hasta el momento. Pocos como los ingleses para poner la ópera en valor.

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